Es cosa sabida que el idioma nos tiende trampas. Una frase –entre nosotros tan ingenua— como “raspar una concha” haría palidecer a más de uno entre nuestros hermanos de Latinoamérica. Lugares hay donde la operación –arriesgada, pero cándida— que consiste en “coger una guagua”, sería identificada como la más punible de las aberraciones sexuales. Y permítame el casto lector transmitirle mis personales experiencias en el campo de los equívocos lingüísticos. Asistía yo a una fiesta donde estaban representadas todas las …
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