Alina Diaconú | Dos ensayos




1.- EN EL NOMBRE DE BORGES 



Si como dijo Nietzsche, toda actividad humana está complicada con el milagro, el arte podría constituirse en el principal paradigma de tal aseveración y, en este aspecto, la figura de Borges merece un capítulo aparte. 

Tildado casi hasta el ocaso de su existencia de “escritor elitista”; acusado de no representar una literatura argentina, sino europeizante; combatido, por estas razones, por la intelligentzia de distinto signo ideológico, pero sustentada en una misma raigambre popular; manoseado , en los últimos diez años de su vida, en reportajes periodísticos, las más de las veces, no sólo triviales, sino mal intencionados, dedicados al escándalo y hasta a ridiculizar al interlocutor ante la opinión pública, hoy, y a dos años de su muerte, el burlado no es sino el Gran Burlador.

Porque ha llegado al punto más excelso que una persona puede alcanzar en su país: la categoría de mito. 

Así, al hablar de Borges, tenemos que referirnos al fenómeno Borges, que va mucho más allá de la singularidad de su literatura, y que reviste características de índole sociológica, en el ámbito de la Argentina. 

Ese “personaje” extraliterario, convivió con el escritor durante algo más de una década. Y conoció -me parece- la mayor popularidad que haya conocido un autor nacional. Vaya ironía. Fue él… y fue el Otro. 

Uno, dictando páginas que han sido, son y serán siempre leídas por minorías. 

El otro, ciego, anciano, apoyado en un bastón, tartamudeando frases entrecortadas y apenas audibles, ha sido, es y será recordado por multitudes. El primero, será eterno. 

El otro, durará lo que dure nuestra memoria, lo que duremos nosotros.

Ambos fueron, hasta el último suspiro en Ginebra, motivo de polémica. 

Durante la primera presidencia de Perón, Borges fue “trasladado” de su cargo de empleado en la Biblioteca Municipal Miguel Cané y se lo nombró inspector de ferias, hecho que provocó la instantánea y buscada renuncia.

Discutido por sus opiniones sobre temas que tocaban, supuestamente, a la nacionalidad (el tango, el gaucho, el fútbol, Gardel); ajeno por tradición familiar, formación y convicción a lo popular, cumplió -a pesar de él- el más sarcástico de los designios: convertirse, justamente, en una figura popular. 

Tan popular, que supo reírse del personaje que Sapag caricaturizara en un medio tan masivo como la televisión. 

Tan popular, que desde hace poco y en el mismo medio, una película comercial, en un ambiente tanguero, vende -invocando, entre otros, el nombre de Borges- una marca de licor. 

Tan popular, que oí a más de un comentador deportivo, describir ciertos barrios aledaños a las canchas de fútbol, antes del comienzo de los partidos, mencionando los arrabales de los cuentos de Borges. 

Tan popular que, difícilmente, haya un programa de música ciudadana, donde no se cante alguna de sus milongas. 

Tan, pero tan popular, que es casi imposible leer hoy un artículo sobre cualquier cuestión (desde lo gastronómico hasta lo económico, desde lo turístico hasta lo turfístico, desde lo mítico hasta lo místico) que no cite alguna de sus frases. 

Y es que su cosmovisión ha trascendido lo literario. 

Borges se ha transformado en sinónimo de determinadas atmósferas, de determinadas paradojas y metáforas acerca del tiempo, del espacio, de la identidad.

El término borgeano es hoy moneda corriente, utilizado por muchos que, seguramente, ni lo leyeron, como sucede con los calificativos dantesco o kafkiano, raras veces en boca de los lectores apasionados de Dante o de Kafka. 

En cuanto a la repercusión literaria de Borges, ¿qué puedo yo agregar que no se sepa? 

Un simple hecho anecdótico: gracias a Sara del Carril estoy leyendo, en estos días, El libro arena, en rumano, uno de los 33 idiomas a los cuales ha sido traducida su obra. 

Permanentemente, aparecen aquí y en el mundo entero, nuevos libros de entrevistas, testimonios, compendios de citas, sin contar la constante inclusión de sus textos en antologías que se van editando en los cinco continentes. Y, excluidos los trabajos de interpretación literaria, que se multiplican en todas partes. 

Es interesante destacar cómo la obra de Borges ha atrapado también la atención de estudiosos de otras disciplinas. A título de ejemplo, puedo recordar que en estos dos años que se cumplieron desde su muerte, aparecieron en la Argentina, varios ensayos sobre Borges, desde perspectivas extraliterarias. Estoy pensando en el libro de A. Palacios y J.M. Ferrero (las matemáticas), en el de J. Woscoboinik (la indagación psicoanalítica), en el estudio de G.L. Porrini (lo filosófico). 

Seguramente, la lista es incompleta.

De todos modos, estos ejemplos hablan de una presencia que no cesa y cuya tendencia pareciera ser ascendente, tanto en nuestro país, como en el extranjero.
  
La Fundación Internacional Jorge Luis Borges, que se está organizando en estos meses, dará un mayor impulso a su pervivencia. 
En la Argentina, el mito ya existe. 

El aparente antihéroe, que era la figura de Borges en vida, es el héroe indiscutido de nuestra historieta -o historia- cotidiana. 

En su nombre se afirma, se niega, se duda, se ironiza.
  
En su nombre, se canta, se baila, se pinta y se escribe. 

En su nombre, la Argentina encuentra puntos de referencia propios. 


Diario LA NACION, 
Buenos Aires, 10 de Diciembre de 1988 



   






2.- BORGES Y LAS MUÑECAS RUSAS 




Dice la leyenda que en el siglo XIX un poderoso señor ruso llamado Alexei Manontov hizo llevar a Moscú una figura de porcelana, proveniente de la isla de Honshú, Japón, para regalársela a su amada. 

La figura que representaba a un monje budista, se abría y adentro había otra figura idéntica, más pequeña. 

Tanto gustó esa pieza, que Manontov se la mostró a un artesano ruso y éste, inspirado por la porcelana japonesa, talló en madera de tilo la figura de una aldeana rusa, más ocho figuras idénticas, cada vez más pequeñas, que cabían una dentro de la otra, al abrirse todas por la mitad.

Estamos hablando del artesano Vasili Zvezdochkin y de lo que luego serían mundialmente conocidas como las “Matrioshkas”, las muñecas rusas. Ellas representan una suerte de maternidad folklórica rusa, donde estas mujeres-caja, vestidas con el famoso “sarafan” están pintadas con brillantes colores y adornadas con flores, pájaros y estrellas. Cada “matrioshka” es original e irrepetible. Ellas circulan hoy por el planeta, talladas en madera de tilo o abedul, con sus diseños aggiornados, llevando siempre esa singularidad de forma y contenido, esos múltiples “secretos” que albergan.

¿Por qué hablamos de la “matrioshka”? Porque al cumplirse 60 años de la aparición del célebre libro Ficciones, se nos hace imperioso asociar la obra de Borges en general, y esas historias en particular, en su construcción literaria, a estas muñecas que se abren a otras muñecas, como los cuentos que contienen otros cuentos, como los poemas que contienen otros poemas. 

Así están estructuradas muchas, muchísimas piezas literarias de Borges. Son cuentos de otros cuentos, que a su vez se derivan en otros, voces que se multiplican a medida que uno se adentra en el texto. 

En Borges es muy frecuente la alusión de un narrador a otras narraciones, de un nombre a otros nombres, de una acción a otra acción. Secretamente se va abriendo su texto, como una “Matrioshka”. Secretamente vamos entrando en el interior y allí se generan cada vez más implicancias, más espejos, más laberintos, más sueños, más desdoblamientos, más juegos con el infinito, uno dentro del otro, hasta llegar a la síntesis, a la muñeca más pequeña, tan pequeña que quizás ya sea invisible: nuestra esencia. 

El pensamiento de Borges es un pensamiento metafísico. 

La Metafísica fue definida por primera vez por Andrónico de Rodas. Y la conocemos fundamentalmente por Aristóteles, que la consideró “la ciencia primera” y le dedicó un libro, donde dividió a la Metafísica en tres partes: la Ontología que estudia el ser, la Teología que estudia a Dios y la Gnoseología que estudia el conocimiento. 

Sabemos, entonces, que la Metafísica es esa parte de la Filosofía que se ocupa del ser. Que estudia el ser como tal, sus causas, sus principios, que contempla sus propiedades. 

Se denomina “meta-física”, porque va más allá de lo que puede percibirse con nuestros cinco sentidos. Se ocupa de lo que está más allá de lo que experimentamos en los planos sólido, líquido y gaseoso que conforman el mundo físico. 
La Metafísica, según Santo Tomás contempla las causas primeras. 

Para Kant ella es el estudio del Todo y, en su opinión, se confunde con la Ontología.

La Metafísica es el fundamento de prácticamente todas las filosofías, de todas las religiones y de todas las corrientes de pensamiento. 

En gran parte de los planteos de Borges, para no decir en casi todos, aparece el interrogante metafísico, acorde a su agnosticismo. Son preguntas, perplejidades, que aceptan el ingrediente mágico, considerándolo real, pero incognoscible por parte del ser humano y de las limitaciones de su mente.

Por eso, Borges es tan complejo.
  
Porque, como decía Vladimir Nabokov, “ningún escritor de talla es sencillo”. 

Vemos entonces que igual que en las muñecas rusas, Borges abre y se abre al misterio, más y más y cada vez se encuentra con más misterio, que a su vez engendra otro misterio. Pero al introducirse más y más en el enigma, se dirige hacia el núcleo de la existencia, hacia la semilla, que es el ser en sí. 

Cuenta Borges en “El jardín de senderos que se bifurcan” del libro Ficciones: “Ts’ui Pen creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos;- sigue Borges- en algunos, existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos. En éste, que un favorable azar me depara, usted ha llegado a mí casa; en otro, usted, al atravesar el jardín, me ha encontrado muerto; en otro, yo digo estas mismas palabras, pero soy un error, un fantasma”. 

Esta es la red creciente o decreciente de las Matrioshkas, según se las vaya abriendo o cerrando, según se las haga aparecer o desaparecer una dentro de la otra. 

Y vamos a concluir este paralelo entre el mecanismo ficcional borgeano y la subdivisión o progresión de las muñecas rusas, con la estrofa primera y la última de ese poema tan conocido, y sumamente paradigmático de Borges en este sentido, que se llama “Ajedrez”, y que dice: 

En su grave rincón, los jugadores 
Rigen las lentas piezas. El tablero 
Los demora hasta el alba en su severo 
Ambito en que se odian dos colores. 
(...) 

También el jugador es prisionero (La sentencia es de Omar) de otro tablero De negras noches y de blancos días. 

Dios mueve al jugador y éste, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza De polvo y tiempo y sueño y agonías? 

En la idea de Borges, como en el juego de las muñecas rusas, siempre hay algo detrás, algo o alguien detrás de la pieza de ajedrez, de la mano del jugador, del jugador y de Dios mismo. 

Ese es el misterio, la pregunta que Borges formula en este poema y en prácticamente toda su obra. Y este es el interrogante mayúsculo, el que quizás todos nos formulemos. Y que se llama Metafísica. 

Diario LA NACION, 
Buenos Aires, 17 de Septiembre de 2004 


   
Textos extraídos de Alina Diaconú, Gritos y Susurros 30 años de Argentinidad,  Moglia Ediciones, Buenos Aires 2017. Analecta Literaria agradece a la autora y a Moglia Ediciones la correspondiente autorización para publicarlos


ALINA DIACONÚ, Nació en Bucarest, Rumania. Vive en Buenos Aires desde 1959, siendo ciudadana argentina y residió un tiempo en París. Es colaboradora de varios diarios y revistas y actualmente escribe en la Página de Opinión del diario “La Nación” y es columnista del diario “Perfil” y del diario La Gaceta de Tucumán. Algunos de sus libros fueron  traducidos al inglés, al francés y al rumano. Recibió la beca Fulbright, la Faja de Honor de la SADE, el Meridiano de Plata y otros premios y distinciones. Es autora de nueve novelas, entre ellas: La Señora (1975), Buenas noches profesor (1978), Enamorada del muro (1981), Cama de Angeles (1983), Los ojos azules (1986), El penúltimo viaje (1989), Los devorados (1992), Una mujer secreta (2002), Avatar (2009). Publicó: Calidoscopio, un libro de cuentos, otro de notas y reflexiones, el libro Preguntas con Respuestas (reportajes a Borges, Cioran, Ionesco, Girri y Sarduy); en 2005, Intimidades del Ser (Poesía) y en el 2007, Poemas del Silencio. Sus libro más recientes son Ensayo General (Reflexiones sobre la Literatura, Borges, los Mitos, los Maestros, las Pioneras, el Más allá) editado en 2010 por la Fundación Internacional Jorge Luis Borges y Buda (2014); el libro de poemas Albatros (2015) y el de aforismos Relámpagos (2016).