Miguel Ángel Bustos


Miguel Ángel Bustos
Paisajes que Duelen
Poemario Inédito

Nota Biobibliográfica y Selección de Textos
Mauro Morgan



MIGUEL ÁNGEL BUSTOS
, poeta y escritor argentino nacido en Buenos Aires en 1932. Estudia inglés, francés, portugués e italiano. También cursa la carrera Filosofía y Letras hasta tercer año. En el año 1957, publica su primer libro 'Cuatro murales'. Luego en el 1959 publica 'Corazón piel afuera'. El poemario incluye palabras de Juan Gelman. Entre los años 1960 y 1963 realiza un extenso viaje por el norte de Argentina y también por Brasil, Bolivia y Perú. En 1964 regresa a Buenos Aires, tiene un fugaz casamiento y luego una internación de casi un año en el Hospital Neuropsiquiátrico "José T. Borda." Allí conoce a otro gran poeta argentino: Jacobo Fijman. En 1965 publica "Fragmentos Fantásticos." En los años 1967-1967 estudia con Juan Battle Planas. El dibujo comienza a ocupar un espacio definitivo, fundamental en su poesía. En 1967, Leopoldo Marechal prologa "Visión de los hijos del mal" su cuatro libro. En 1970 publica su libro 'El Himalaya o la moral de los pájaros' con dinero obtenido de una beca otorgada por el Fondo Nacional de las Artes. A partir del 1970 trabaja en varios medios como crítico literario. Colabora con Siete Días, Panorama y los suplementos literarios de la Nación y la Opinión. En 1976, uno de los años más oscuros de la historia argentina, un grupo paramilitar lo secuestra de su propia casa y Miguel Ángel pasa a engrosar la tristemente célebre lista de 30.000 desaparecidos.


PAISAJES QUE DUELEN*
(Buenos Aires, mayo de 1959)

1.

Toda la noche la alzo un grito.
Invierno ve a silbar al trôpico. Aquî el alma se resfría.
Enferma tu hielo lejano.
Atrâs; hoy me quedo niño y desnudo.

2.

Espero tu venida madre, tu venida a mis dientes.
De tan abajo es largo subir.
Arriba, la niebla la araño arriba. No quedes tan niña. Sube.
Se irâ la noche. Gatêame.

3.

Pulso acurrucado.
Adónde habrá ido el hombre en tanto llanto.
Ahoga la luna tan alta. Cômo ha de golpear carne la agonía.
Desborda la sangre; coraje mâs llovizna se encoge y salta y
quiên tanta cuerda.

4.


Oro y orarê siempre en la noche inmôvil.
Agua, convulsiona mi frente. Porque no oigo las voces.
Revuelca la calle. Porque me enfermo a solas.
Arquea los cristales. Porque me sigues.

5.

Algo arde cuando peno. Bulto los años y con plomo del cielo.
A templarlo, buen horno el esqueleto. Que lo diga tu energîa.
Que esta noche irâs al viento, irâs a que arranque a puñados
mi fuego.

6.


Hay lindo aire.
He de subir el sudor angustiado a que me mire cara a cara a las
nubes.
A que no enloquezca, gira ya muy alta la humanidad en el
cuerpo.
Pero es buena.
Madre tibia de mi piel.
No se cansa de pisarme los talones, la muy novia.
Y no quiero pegarle; suelta ternura.

7.

Redonda va la calle al mediodía. A la panza del gato irâ el
hombre
que no quiere ser niño.
Y no habrâ madre.
Y no habrâ cuna.
Y no habrâ sueño.
Porque sí, porque le ha dado la gana al siglo.
Anda en todo esto el invierno.
Y el gato comerâ y aquî tan solo, tanto silencio.

8.

Hermano, se gime mucho y crecemos. Tiembla el atardecer y
no puede mâs.
Recemos en juguete, como atrâs; en pañales, quê importa.
Ahora ya.

9.


Buscarê el sollozo. Debe haber brincado allî. Tan quieto que
parecîa, tan en paz. Balbuceo hijo moribundo.
Morirâ a la madrugada, yo lo sê.
Morirâ de alegre morirâ en mi nombre.

10.


Pârpados a la lucha; las emboscadas del sol, de la imagen
astillada, de la sangre nos gritan alarma.
Y por quê a nuestros ojos. ¿No ven que quién sabe dónde
arrinconan?
Vamos, como buena madre acuna el pârpado y pon la lâgrima
a llamear en el viento.

11.


A ver. Quê cuerpo sabe mejor. Repitamos la lecciôn de la
fiebre.
Que tiene las largas heridas, el corazôn que duele mâs.
Llamarâ a todos los clavados a la risa, la inflamarâ de nieve.
Y oscura zumbarâ la fiebre.

12.


Brotô una caricia honda y húmeda, con murmullos de ânimo
en piel viva.
Duerme el ulcerado, se levanta a mirar el aire aquêl que iba
a morir.
Roncamente mama un niño.
Y hurgarâ la caricia calles y puertos y el hombro del triste.

13.

No ha llegado el dîa de la santa crisis.
Sólo un milagro dolorido me sube y me observa.
A nublarse corazôn, llegô el invierno.
Helarâ.
Ya lo sabîa. Rodarê a ver si dialogo sin freno, no vaya a
quedar la sombra sin amigo.
Y he de salir, lo juro. Suspirândome, no por ansiedad por
fuego.




* En estos poemas hemos conservado la particular acentuación que utilizó el poeta en su redacción original. (N. del E.)