Oscar Portela
TENGO PARA MÍ
Poema seguido de un comentario
de Alejandro Drewes
TENGO PARA MÍ
Poema seguido de un comentario
de Alejandro Drewes
A mi maestro Oscar del Barco
Tengo para mí que soy yo mismo
la sombra que me guía y que se adensa
tras de mis ciegos pasos. Seguro estoy
de que soy aquel rapaz dueño del daimón
que promueve destinos que derivan
en la espectralidad de la intemperie-
y que sueña el reposo y sin posada,
se corona a sí mismo con espinas-
mirtos, alas de colibríes, piel de culebras-
en el vacio sótano de un castillo parlante.
Y tengo para mí la sombra del suicidio,
la ajusticiada sombra de la lumbre –
el danzarín desesperado - el bufón hecho tea-
todo lo tengo para mí, pues yo soy ese y el otro,
el otro que me espera, que no termina de nacer,
el moribundo - el nonato que finge estar aquí-
y ser el sueño de una pobre mujer en pueblo oscuro.
Ese soy y para mí lo tengo: lo tengo escrito en lápidas
de pórfido, en lenguas nunca habladas,
sobre salobres mares desecados y soy el asesino y
el amante, el ladrón y el que dona sin esperar ya nada-
Soy el desesperado que desea no desear ya más
que la desidia – el odiador del verbo y de la música-
de los paisajes que remedan espejos
lanzados como sombras al abismo de un corazón
ya muerto: soy el amanecido
y el que ignora los ciegos soles de toda aurora ausente.
Soy Villon y soy Poe y soy una elegía interminable
que susurra los nombres nunca dichos y que caen con
ellos taciturno al fondo del averno. Ay, y tengo para mí
que soy yo mismo Lucifer y Gabriel en duelo extraño.
Así afirmo que tengo para mí que las doloras de Vallejo fueron
escritas por mis lágrimas y que debo quedarme – aquí me quedo,
solo, temblando, como un ave sin nido en seca rama.
Soy el lascivo y el asceta que se desangra a solas
sin hermanos o respuestas que me confirmen en aserto
- digo que tengo para mí que soy yo mismo- y el otro- el otro-
el otro Oscar que sabe lo que calla y llora a solas-
a solas canta y el desierto mundo que se acrece aquí – como
un buque fantasma en las tinieblas sigue su rumbo
sin otro puerto que vigilia eterna: este soy yo que para
mí lo tengo. Ave de un paraíso extraño, veneno de una cobra
en celo que paraliza y mata, yo soy esto. Y aquí me quedo.
Ya sin lugar ni mundo pues los dejo a la sombra que jamás
da conmigo en el cuadrante y al otro, al otro Oscar, al que yo
espero muriéndome de frío en el averno: que extraña certidumbre
ésta que tengo y pues paro ahora mismo – el tener para mí
que yo soy este - y el otro - y los otros y los otoños lánguidos,
o las ciudades despobladas y un lejano recuerdo
que me habita: un abra y un caballo a solas y el daimón
invisible que extravía a las almas más sencillas y nobles –
la porfía y la lucha contra el viento – tengo yo para mí
que ahí nacieron.
OSCAR PORTELA
en Tengo Para Mí
Alejandro Drewesen Tengo Para Mí
e te fabula narratur
Søren Kierkegaard
Søren Kierkegaard
Poema donde el poeta Oscar Portela se retrata por entero: el poeta entregado hasta el fondo a la celebración de la juventud y las pompas de jabón de Machado, asume la decadencia y el viento de la carne que muere por una lluvia de instantes y le opone el dios danzante de Nietzsche. Así va recorriendo la memoria y la sombra de los grandes poetas amados que lo precedieron y renueva en cada uno su propia voz.
Una voz con algo inasible de profecía como se nos da siempre la voz de los poetas mayores y por tanto no escuchados e ignorados en su tiempo. Voz en la voz de Vallejo, piedra negra sobre piedras blancas desde Corrientes a un lejano Paris diluido en el aguacero de los años.
Soy Villon y soy Poe y soy una elegía interminable
que susurra los nombres nunca dichos y que caen con
ellos taciturno al fondo del averno. Ay, y tengo para mí
que soy yo mismo Lucifer y Gabriel en duelo extraño.
Así el canto se eleva sin otra razón que la celebración de sí mismo en el juego de abalorios de la propia vida que es la vida de uno y la de todos. Como Whitman – a mí mismo me celebro y me canto – y su contracara en los negros himnos del cuervo de Poe- la máscara de la risa del bufón del rey de la baraja y su reverso en la tragedia.
Y tengo para mí la sombra del suicidio,
la ajusticiada sombra de la lumbre –
el danzarín desesperado - el bufón hecho tea-
todo lo tengo para mí, pues yo soy ese y el otro,
Del mundo con la soga al cuello lapidando al outsider de Villón y Genet a Portela. Poeta y escritura en marginalidad conmovedora y absoluta. Palabras de agua desgastando un muro cerrado incansablemente. Versos con lejanos ecos de los versos iniciales de Faulkner - A green bough –.
Oscar Portela como el espejo de aquel otro ladrón y asesino es condena del ojo implacable de la luna y vida sin otra paz en esta tierra. Uno, el otro, el mismo. Errante en el laberinto del tiempo y sombra que a veces se busca en los espejos. Un verdadero himno en el que hay mucho de lo mejor de la voz de Oscar Portela. Texto que emociona leer y que personalmente guardo entre lo mejor de los archivos de la memoria.