Ariel Petrocelli

Ariel Petrocelli
Dos Poemas Dispersos
Especial para Analecta Literaria



HOMBRE DE BARRO


Trajo su piel el verano
zumo del gran temporal,
trozo de barro que un niño
le dio forma humana, altiva y rural.

Clavó sus dedos en dos ojos
por donde el barro miró,
y al lastimarle la boca
el hombre de barro al niño le habló.

"Tu eras de barro lo mismo que yo
y el alfarero fue Dios
pero al final de tus días
vendrás a mi tierra, lo quieras o no".

De entre su sangre
el muchacho sintió el coraje animal
y destrozó con sus manos
al hombre de barro con voz racional.

Y echó a correr con el miedo
del que por su aliento era voz
mientras el hombre de barro
nacía de nuevo diciéndole adiós.




AL TRUCO CON EL DIABLO

Jugué al truco con el Diablo
una noche de tormenta
entre llantos de osamenta
y los vahos del establo.
Ahora que recién hablo
después de aquella emoción
me tirita el corazón
tan sólo con acordarme
y a veces suelo quedarme
hasta fuera de razón.

Sucedió en ese villorio
una noche de domingo
mientras velaban un gringo
con velas y velatorio;
por buscar de mingitorio
la sombra de algún galpón
me apareció de un rincón
el mandinga y su tridente
y sentí temblar los dientes
y el hombro con el talón.

Me dijo: Mirá Cristiano
que en esto te va la vida
haremos una partida
de naipes mano a mano.
Como usted quiera paisano;
le dije como al pasar
pues no podía ni hablar
y en medio de tanto espanto
se me acomodaba un llanto
que no alcanzaba a llorar.

Elija el juego que quiera
propuso con voz de viento
y yo apenas con mi aliento
delante de aquella fiera.
Aunque las riendas me diera
tal vez fuera lo peor
porque estando yo mejor
aquí vengo y me trabuco:
Elijo el juego del Truco
del que el Diablo es inventor.

Hizo del mazo un gusano
de un tono marfil y menta
y sentenció: Aquí no hay cuenta
se juega a una sola mano.
No se descuide fulano
que el truco va a comenzar
y le quiero recordar;
va la vida de uno y otro
y al que caiga de su potro
la muerte lo llevará.

La función dará comienzo
y ya te presento al mazo
que usaremos para el caso
hecho de azufre y lienzo.
Ha de iniciar el ascenso
quien saque carta mayor
él será el repartidos
el otro será su mano
y meta no más fulano
su carne en el asador.

Despacio saqué una carta
y apenas que la di vuelta
desde su figura esbelta
un siete dejó la sarta.
El Diablo la suya aparta
y la da vuelta es un dos
de nuevo escuché su voz
que me decía insidiosa
ocúpese de la cosa
que ya suena el acordeón.

Y di sin pausa ni prisa
tirando una por una
no me jugaba fortuna
me jugaba la sonrisa
el pulmón y la camisa.
Él estaba en su lugar
las cartas déle orejear;
mientras lanzaba miradas
con sus ojos llamaradas
que me querían quemar.

Las cartas vinieron buenas
el seis y siete de espadas
y un tres de copas labradas
brillando en mis manos llenas.
Me tiritaban las venas
hasta el tope la emoción
y le pedí al corazón
un pedacito de calma
allí me jugaba el alma
con el diablo sí señor.

Ya dispuesta la jugada
el envido era la cosa
y golpearlo sin más prosa
en la nuca y la quijada.
Ya preparé la tonada
confiado en mis treinta y tres
y a Dios le pedí esta vez
una ayudita precisa
que no me hiciera ceniza
el astuto lucifer.

Apenas me dijo; envido
le eché la falta al maldito
le dije en un sólo grito
para qué ser precavido,
ya está todo convenido
una mano y nada más
de aquí no se vuelve atrás
así que a cantar el punto
y terminar el asunto
de este domingo fatal.

Compuse una voz bocina
sonadora y remolino
y con instinto asesino
le tiré mi jabalina.
Descoloqué la guillotina
ladrando mis treinta y tres
y entre miedo y altivez
me enfrenté a su poderío
y en un lento escalofrío
a que cantara esperé.

Vieran al Diablo ladino
meta bulla y carcajadas
filosofando pavadas
sobre el hombre y mi destino.
Tomó diez litros de vino
y su tono de crupier
subió al cielo del ciprés
y dijo con gusto a muerte:
Tiene usted muy mala suerte
de mano y con treinta y tres.

Ay que dolor amigazo
los huesos de la guadaña
su tenebrosa alimaña
y la hora del ocaso.
Después de este zambardazo
ya me dispuse a morir
para qué tanto sufrir
para qué tanta demora
si al final llegó la hora
de partir o de partir.

Y fue menos que un instante
y apareció de improviso
se apareció Jesucristo
ante el Diablo rutilante,
y con voz de altoparlante
le dijo al Diablo ahí nomás:
Treinta y cuatro y a ganar
pues por la gente del agro
yo siempre tengo un milagro
aquí y en cualquier lugar.







ARIEL PETROCELLI, Poeta y folklorista argentino nacido en la provincia de Salta, nacido en la localidad salteña de Campo Santo un 11 de agosto de 1937. Es uno de los poetas y compositores folklóricos más importantes de la Argentina. Estudió en el Colegio Salesiano y en la Escuela Normal de su provincia. Fue maestro de grado en Cachi. Residió en la Capital Federal. Compositor vinculado por sangre y espíritu al cancionero de raíz folclórica, compuso vidalas, bagualas y zambas, como: "Cuando tenga la tierra", "El seclanteño" y "Zamba del ángel", "El Antigal", "Soy Sembrador", entre otras, que han sido interpretados por Mercedes Sosa, Daniel Toro, Los Tucu Tucu, Los Cantores del Alba, Horacio Guaraní y Los Cuatro de Córdoba, por mencionar sólo algunos folcloristas nacionales de renombre que llevaron sus palabras al mundo. A comienzo de los 60 se encuentra con los hermanos Gerardo y Pepe Núñez y nace "Zafra", en homenaje a los trabajadores de los cañaverales, obra en la que desmitifican aquello del "dulce trabajo del zafrero" o "quiero que tengas un chango para yapar mi jornal" y plantean la dura realidad de esta tarea. Este músico y poeta integra la Antología de los cinco Poetas Fundamentales del Canto Argentino. Analecta Literaria, en su espacio Palabra Viva, ha publicado ya una entrevista que nuestro Jefe de Redacción, Ángel Horacio Molina, le realizara a Ariel Petrocelli y a su compañera, la compositora Isa Mara. Libros de poesías: la trilogía integrada por El cancionero del truco, El cancionero del mate y El cancionero del vino, entre otros.