Jorge García Sabal | Poemas Escogidos




De: Mitad de la Vida (1983)


ENTRADA AL SUEÑO

Se siente caer y una zarpa lentísima,
un desorden de la memoria oscila
del rojo al negro, del blanco a la sombra
que da el blanco. Agotados los ojos
de la vigilia el corazón cede el paso,
y otro jardín de hojas desmañadas
busca nuevos caminos de terror o gloria,
otro mundo donde arder.


LUZ NATAL

¿Y aquel lugar, tan bello entonces,
aquél seguro refugio del mundo?

Horizonte de lomas, piedra gris
y sendero de pérgolas, olor
de los jazmines.
Luego los rostros familiares,
las almas únicas, los dones del deseo.

¿Por qué vuelven, en que fervor
respira este minuto? Universo mío,
cima desnuda.


MIRADA

A veces se mira en el espejo, y se busca;
la tensión de los párpados, la frente intacta,
el desafío de los ojos.
Y sonríe y comprende y a veces llora.

Entonces piensa qué generosa fue la vida
y cuanto de amor y odio tuvo la belleza
A Nadia


MITAD DE LA VIDA

En medio del camino
como si nada hubiera pasado
o la vida fuera
el temblor y la sangre de otras batallas
o el eco
de aquello que hubiéramos sido
sin nosotros.


CARTA

Nada está perdido. No tienes más
Que volver a hacer el viaje
Rimbaud (Carta a Verlaine)

Quién cometió esos pecados.

El mar es incierto
Y los barcos que en él navegan
Alcanzan pobres puertos
Tristes
Momentáneos
Y no hay mayor engaño que partir
O volver
Como si algo estuviera acabado
Por empezar
Sin la memoria
Sin el vaivén oscuro de la memoria.

Hay que estar quieto
Cuando todo ha sido un error
Entre palabras
Que debían ser ojos
Entre manos que olvidaban su deber.


CHARLA DEL VIEJO


Habla de aquello que no hizo,
lo que estuvo al alcance de la mano
y no pudo tocar.
Es confuso ese parloteo que sólo él entiende,
es áspero cuando dice ¨eso sí valía la pena¨.

Habla de aquello que no hizo,
como esas tortugas al revés,
expuestas al sol, la panza blanca,
las uñas arañando el aire.


INSOMNIO


Sálvate de tu madre y del padre de tu madre y de la madre del padre.
Sálvate de tus hijos y de los hijos de tus hijos. Sálvate, de la
traición de la escoria. Sálvate por el hallazgo, por la ambición de
entrar solo por una puerta que da a un lugar solo.
Sálvate y queda mirando ese desierto: ciénagas de hambre ciénagas de
sombra: sé un sueño solo sin voces ni gritos: tu huésped.




De: Lugares propios (1987)



Poema I


Los hombres y las mujeres de este pueblo
andan descalzos, pisan desnudo.
Ni el sol ni la lluvia ni la sombra
los hace felices o tristes; ellos
pisan desnudo, sin codicia.


Los hombres y mujeres de este pueblo
afilan piedras, engendran, festejan
con vino, tienen sueños nocturnos, mueren.
En silencio miran y pisan la tierra desnuda,
la aprietan, amontonan huesos, los tapan.


La gente de este pueblo es pobre y no
piensa más allá, no habla al futuro:
sólo apisona, ni feliz ni triste y
con huesos, piedras, sueños, cubre
y descubre lo que un día ha de nombrar:


memorias, involuntarios recuerdos, épicos
asuntos.



De: Tabla rasa (1991)


PASANTE


Que parezca que se ha plantado. Que parezca
que hay árboles en el jardín y flores y también
mala hierba. Que parezca que se plantó y creció
un árbol y flores, hierba. Que parezca, siempre,
porque es verdad que hicimos lo necesario para
alcanzar, ahora, a esta hora, lo que somos:
un desvío, algún remordimiento.


SOLEDADES

Es confuso lo que uno podría ser
para otro cuando uno no conoce
aquello que oscuramente quiere,
pero sabe que lo perderá; como algo
que no está sino en uno, que hace daño,
pero como uno se hace daño a sí mismo;
que humilla y da miedo. Un miedo
que parece una pregunta de inicio
y despedida; mejor: un permanente adiós.
Es confuso; después uno vive la vida
lleno de miedo ante su piel, un miedo
de murciélago solo encerrado en una casa
de luces, un miedo como una mancha oscura,
otro.
Y pasa el tiempo y de a poco uno
va cambiando palabras intrascendentes
o palabras de búsqueda cada día, y
de a poco quita los espejos, descuelga
los cuadros, vende los muebles de la casa.

Con las puertas arrancadas, las ventanas
abiertas, agachado en un rincón lleno de frío,
uno termina preguntando a uno ¿qué vio? ¿qué?


NO DURARÁ


Ola de calor. Y después lluvia. Lluvia
que trae la ola de calor y lluvia. Se repite:
hace calor, hay lluvia: se repite: no durará.

Pero allí hubo, entretanto, tormenta, un cielo
enorme y gris atravesado por luces y bengalas
y estruendo. Algo así como el amor, el tiempo,
moscas que se atrapan aquí y allá, chispas
volando con sus patas de miel y repentinas,
instantáneas, tiesas, sucias, desmoronadas.

Ola de calor, lluvia, alas: eso que ahora raspa
la pared y hundido respira: hocico, charco
contra una luz sosa, descompuesta.
¿quién?


EN LA VENTANA


Los patos, al amanecer, se van. En vuelo
despiden el agua, la escarcha, el musgo.
Los patos son como peces tranquilos
que no creen en el anzuelo; son patos,
solos, y sólo saben de la escopeta que mira:

por eso vuelan hacia ninguna parte, por eso
golpean, como a una puerta, el aire.



SITIO


Hice bien.
Esta noche tapé la jaula de los pájaros,
dejé sin luz a los peces que dormían
cautivos de un solo ojo, eché
por la escalera, justo en su última vida,
al gato.
Hice todo bien.
Ahora estoy solo y Billie Holiday me dice,
hamacándome, la voz llena de pasto y agria,
un cuento para dormir, un sueño. Ella
dice y cuenta cosas que conozco, hamacándome
suave, solos.

Ahora amanece, es el día para siempre.
Me hamaco. Estoy solo. Hice bien, todo bien.


ELLA


La que anda por el patio y barre,
da agua a las gallinas, maíz,
y tiende ropa a secar, limpia.
La que hace frascos de colores y tapa
la miel, el higo, la cereza, y empieza
a esperar, esperar el momento
del ruido del tiempo: el secado,
lo engordado, la pulpa que macera
hilos agrios, jugos sórdidos, untuosos,
sabe del tiempo, de lo imprevisto
que llega y seca, da colores, mata.
La que va por su sombra, anda
por el patio, espera sin miedo
ni apuro ni renuncia:


                               ella
anda y barre, sonámbula, doméstica.


MANIOBRAS

Ahora esa mujer habla del mar.
Sorpresiva, casi sin voz, dice y mezcla
una palabras incomprensibles, ajenas.
Dice y tartamudea que el mar, que la noche,
que un día, que pájaros, que el amor
y el silencio del silencio, que la muerte.
Dice y se va, como si nada.

Que sea así. Prefiero que no esté
con sus anuncios inconsolables y emigrada
sin respuesta -mientras que la vida avanza
a grandes pasos, lejos de uno- vuelva
y mire, lúcida, un objeto material
hecho de un grupo de palabras abstractas,
de nombres propios y voces:

sólo una escritura en voz baja, hecha
de arrepentimientos, agregados, decepciones.


De: Sutura (1994)


Todo está por ocurrir y nada es cierto

Todo está por ocurrir y nada es cierto.
Hay aquí zarcillo y calas y violetas
y juncos y árboles altos y raíces
secas alzadas de la tierra, devoradas,
inhóspitas, estirándose al aire, a nada.
Y también frutas y frutos que van y vienen,
puntuales en la sequía, puntuales
en su primitivo ardor. Y también hay aquí
algo que no ocurre, algo, alguna cosa,
cualquiera, que no da paso al ocurrir
y no está bien ni mal: sólo no ocurre.

En fin, quería decir que no hay violetas
ni juncos ni plantas de nada ni sequía
ni ardor. Este lugar es sólo el lugar
del no ocurrir: un sueño aturdido
de voces, raíces, gestos contra la muerte.




JORGE GARCÍA SABAL, poeta argentino, nacido en Balcarce, provincia de Buenos Aires, en 1948. Publicó: El fuego de las aguas (1979), Primer Premio Fondo Nacional de las Artes, 1978; Figura de baile, (1981); Mitad de la vida, (1983), Primer Premio Certamen de Poesía Miguel Hernández, 1982; Lugares propios (1987); Tabla rasa (1991), Premio La Nación, 1990; Sutura (1994) y Antología poética (1996).