ESTABA TENDIDO en el suelo, sobre una cama de pellejos. Un cuero de vaca colgaba de uno de los maderos del techo. Por la única ventana que tenÃa la habitación, cerca del mojinete, entraba la luz grande del sol; daba contra el cuero y su sombra caÃa a un lado de la cama del bailarÃn. La otra sombra, la del resto de la habitación, era uniforme. No podÃa afirmarse que fuera oscuridad; era posible distinguir las ollas, los sacos de papas, los copos de lana; los cuyes, cuando salÃan algo espantados de sus huecos y exploraban en el silen…
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