Poemas de Otto René Castillo | Selección de textos y nota biobibliográfica de Ramiro J. Lozano



En su estudio crítico «Otto René Castillo: El canto armado de un poeta revolucionario», Luis Alberto Vittor sostiene:

«En la poesía revolucionaria del guatemalteco Otto René Castillo se refleja una intensa preocupación social y se define el perfil heroico de un hombre fuertemente comprometido con su tiempo y con su pueblo: en su poema «Vámonos Patria A Caminar» el poeta libera sus versos insurgentes como un canto armado, como un grito desgarrado, un compromiso vital de lucha presente y futura. La poesía de Otto René Castillo es poesía para el pueblo, poesía urgente, militante y libertaria, ya que en ella resuenan como eco multitudinario, las voces populares de los trabajadores de la ciudad y el campo o de los pueblos originarios que luchan por sus derechos y sus tierras, sus paisanos indígenas que sufrieron aquellos efectos que de manera directa o refleja tuvieron sobre ellos el pillaje y el expolio de la conquista española que fue proseguida por el dominio del colonialismo europeo sobre los pueblos mestizos modernos nacidos del encuentro de las viejas civilizaciones precolombinas con el conquistador y el colono europeos. Una poesía que se vuelve garganta ronca de las voces insepultas de los silenciados. En el pulso vital de su palabra poética late la sangre de los compañeros de lucha asesinados, porque para Otto René Castillo la poesía debe, ante todo, hacerse eco del silencio de muchas vidas sepultadas, denunciar la arbitrariedad de quienes oprimen al pueblo, tener la inmediatez de una crónica periodística para transformarse en un «informe de situación» que registre las injusticias sociales que padecen los pobres de su patria, como Damiana Murcia v. de García, una anciana de 77 años que fue desalojada de su humilde vivienda y arrojada a la calle con sus todos sus enseres dejándosela abandonada a su suerte, a la intemperie y bajo una lluvia torrencial. La poesía de la «Generación Comprometida» es una poesía de insurgencia contra la opresión y la injusticia, poesía que dice aquella verdad que los medios de comunicación manejados por las clases dominantes acallan. No cualquier verdad, sino la verdad que sangra y duele, la verdad que se proclama con la poesía y con la donación generosa de la propia vida.»1


Por su lado, otro gran poeta centroamericano comprometido, Roque Dalton, en su conocido ensayo «Otto René Castillo: Su ejemplo y nuestra responsabilidad», pasa revista a la vida del poeta revolucionario guatemalteco y escribe sobre su camarada:

«Otto René Castillo nació en Quezaltenango. Guatemala, en 1936. El derrocamiento de la dictadura de Ubico y el inicio de la etapa democrática (gobiernos de Arévalo y Arbenz) cayeron como una ola sobre la niñez del futuro poeta y héroe revolucionario, y llenaron de estímulos político-sociales su vida circundante, sus años de la primera educación, su adolescencia. Cuando el imperialismo derrocó en 1954 al Gobierno de Arbenz, frustrando para una larga temporada la revolución guatemalteca, Otto René Castillo era Presidente de la combativa Asociación de Estudiantes de Post-primaria y uno de los activistas juveniles más destacados del Partido Guatemalteco del Trabajo (comunista). A los 18 años de edad, junto con un nutrido grupo de revolucionarios guatemaltecos se establece en El Salvador, buscando la proximidad a la patria que haría más eficaz la continuación de la lucha. Ingresa a la Universidad después de un tiempo de dedicarse a diversos oficios para ganarse la vida: sereno de un parque de automóviles, pintor de brocha gorda, vendedor de libros. Simultáneamente escribe con gran intensidad poemas revolucionarios que pese a ser obras de primera juventud, llaman la atención en los círculos culturales de El Salvador y que, paradójicamente, le abren las puertas de la "gran prensa" salvadoreña, sobre todo después de la obtención del Premio Centroamericano de Poesía de la Universidad en 1955. "Paradójicamente", por la tradicional calidad reaccionaria de aquella prensa y por la calidad militante ininterrumpida en la vida del poeta. En efecto, Otto René Castillo pasó de inmediato a militar en las filas del P. C. Salvadoreño, desarrollando, además de una intensa labor proselitista entre los medios intelectuales, una regular actividad revolucionaria relacionada con la lucha del pueblo guatemalteco que tenía en El Salvador, y desde El Salvador, frentes de trabajo clandestino establecidos. Otto René Castillo durante aquel lapso atravesó la frontera guatemalteca-salvadoreña en varias ocasiones en la más rigurosa clandestinidad, y corriendo riesgos palpables. Desde entonces dejó evidenciado su arrojo, su disposición a asumir las tareas desde el punto de vista de la importancia revolucionaria de las mismas y no por el peligro personal que pudieran entrañar, esa forma joven y a la vez sabia de vivir la militancia comunista como lo que en ningún momento puede dejar de ser: un combate que no se detiene nunca. Su poesía se nutrió del dolor de su pueblo y de su indoblegable esperanza y fue un ardiente llamado combativo y un homenaje a los sectores más explotados de Guatemala: las masas indígenas. Sus poemas a Atanasio Tzul son un ejemplo concreto de tal actitud.»2

La «gran prensa» que le abre las puertas a Otto René Castillo es la misma que abrió sus puertas para Dalton y todos los poetas de la «Generación Comprometida», las del Diario Latino dirigido por el poeta salvadoreño-nicaragüense Juan Felipe Toruño de quien venimos hablando en distintas notas y artículos publicados en Analecta Literaria. Toruño, por cierto, no fue un poeta guerrillero, como Otto René Castillo o Roque Dalton, pero si un poeta de vanguardia y de ideas. Lo demuestra de manera palpable su compromiso con los poetas de la «Generación Comprometida» al hacer de Diario Latino una tribuna para sus cantos revolucionarios. Todo esto para hablar un poco de la importancia de Otto René Castillo, desde una perspectiva que normalmente no se aborda, en la poesía centroamericana, una importancia comparable a la de Roque Dalton. No hay duda de que el gran poeta guatemalteco escribió textos memorables, recogidos primordialmente en Informe de una injusticia, donde llevó hasta sus últimas consecuencias su ideal poético-político, viviendo su épica con una entrega y un desapego tan radicales como los de un asceta o un mártir. Y esta entrega total a la causa revolucionaria popular fue un acto de heroísmo extremo que lo llevó finalmente a ofrendar su vida en el martirio.

Sin embargo, Castillo, al igual que Dalton, fue ante todo poeta. Y como poeta, abordó tanto la temática amorosa como política. Es evidente que, como dice Roque Dalton, el amor en la poesía de Otto René Castillo es algo más que la simple exaltación de la relación hombre-mujer:

«Se trata de poemas inscritos en dos corrientes principales: la corriente amorosa y la corriente político-ideológica. En el primer caso es evidente que el amor en la poesía de Otto René Castillo es algo más que la simple exaltación de la relación hombre-mujer: es la reafirmación constante del sentimiento de la vida contrapuesto en todo momento a la injusticia, a la tristeza y a la muerte. En el segundo caso, la expresión poética toda pasa a ser un instrumento de la convocatoria a la lucha revolucionaria (para la cual se usa tanto la incitación directa nerudiana como algunos conscientes distanciamientos de corte brechtiano).»3

Como dice Castillo en su Arte Poética, «amo en ti lo que tú amas en mí: La lucha por la construcción hermosa de nuestro planeta.» El amor es expresión poética de la lucha política y también canto armado ya que la palabra poética pasa a ser un instrumento de incitación directa a la insurgencia, a la lucha revolucionaria, como la arenga nerudiana al nixonicidio o la poesía dramática brechtiana. Otto René Castillo fue herido en marzo de 1967 mientras libraba un combate contra las fuerzas armadas regulares y detenido junto con su compañera Nora Páiz, también guerrillera, en la Sierra de las Minas. El poeta fue trasladado a la base militar de Zacapa donde se le torturó y mutiló brutalmente con una gillette asegurada en una varita de bambú. Los represores y torturadores conocían el poema Vamonos patria a caminar, especialmente aquellos versos que dicen «Yo me quedaré ciego para que tengas ojos, Yo me quedaré sin voz para que tú cantes», y, basados en sus propios versos, sus verdugos le tajaron sus ojos y labios, hasta que finalmente le quemaron vivo entre el 19 al 23 del mismo mes. Roque Dalton describió así los últimos momentos de su camarada:

«La muerte heroica de Otto René Castillo es la máxima prueba del respaldo que dio con sus hechos a la aceptación de que "el poeta es una conducta moral". Hay a este respecto una comparación que salta a la mente y que desnuda la miseria de ciertos aspectos de la circunstancia histórica que les toca vivir a los pueblos centroamericanos. La máxima fidelidad al contenido de esa frase llevó a Otto René Castillo a la tortura y a la muerte.»4

Notas

1. Cfr. VITTOR, Luis A., «Otto René Castillo: El canto armado de un poeta revolucionario», en Dossier de Poesía Revolucionaria Hispanoamericana, Enfoques. Revista de Ciencias Sociales y Comunicación (Buenos Aires 2000), Año II, Nº 7, 13-14.
2. Cfr. DALTON, Roque, «Prologo» a Informe de una injusticia, Editorial Universitaria Centroamericana, San José, Costa Rica, 1982.
3. ibid
4. ibid

Libros Publicados (*)

1964    Tecún Umán, Guatemala
1968   Vámonos Patria a caminar, México, con Prólogo de César Montes.
1975 Informe de una injusticia, con Prólogo de Roque Dalton, Editorial Universitaria Centroamericana, San José, Costa Rica.



POEMAS ESCOGIDOS



1. ARTE POETICA


Hermosa encuentra la vida
quien la construye hermosa.
Por eso amo en ti
lo que tú amas en mí:
La lucha por la construcción
hermosa de nuestro planeta.


2. VAMONOS PATRIA A CAMINAR


1.- Nuestra voz
2.- Vámonos patria a caminar
3.- Distante de tu rostro


1

Para que los pasos no me lloren,
para que las palabras no me sangren:
canto.
Para tu rostro fronterizo del alma
que me ha nacido entre las manos:
canto.
Para decir que me has crecido clara
en los huesos más amargos de la voz:
canto.
Para que nadie diga: ¡tierra mía!,
con toda la decisión de la nostalgia:
canto.
Por lo que no debe morir, tu pueblo:
canto.
Me lanzo a caminar sobre mi voz para decirte:
tú, interrogación de frutas y mariposas silvestres,
no perderás el paso en los andamios de mi grito,
porque hay un maya alfarero en tu corazón,
que bajo el mar, adentro de la estrella,
humeando en las raíces, palpitando mundo,
enreda tu nombre en mis palabras.
Canto tu nombre, alegre como un violín de surcos,
porque viene al encuentro de mi dolor humano.
Me busca del abrazo del mar hasta el abrazo del viento
para ordenarme que no tolere el crepúsculo en mi boca.
Me acompaña emocionado el sacrificio de ser hombre,
para que nunca baje al lugar donde nació la traición
del vil que ató tu corazón a la tiniebla, ¡negándote!

2

Vámonos patria a caminar, yo te acompaño.

Yo bajaré los abismos que me digas.
Yo beberé tus cálices amargos.
Yo me quedaré ciego para que tengas ojos.
Yo me quedaré sin voz para que tú cantes.
Yo he de morir para que tú no mueras,
para que emerja tu rostro flameando al horizonte
de cada flor que nazca de mis huesos.

Tiene que ser así, indiscutiblemente.

Ya me cansé de llevar tus lágrimas conmigo.
Ahora quiero caminar contigo, relampagueante.
Acompañarte en tu jornada, porque soy un hombre
del pueblo, nacido en octubre para la faz del mundo.
Ay, patria,
a los coroneles que orinan tus muros
tenemos que arrancarlos de raíces,
colgarlos de un árbol de rocío agudo,
violento de cóleras de pueblo.
Por ello pido que caminemos juntos. Siempre
con los campesinos agrarios
y los obreros sindicales,
con el que tenga un corazón para quererte.

Vámonos patria a caminar, yo te acompaño.


3

Pequeña patria mía, dulce tormenta,
un litoral de amor elevan mis pupilas
y la garganta se me llena de silvestre alegría
cuando digo patria, obrero, golondrina.
Es que tengo mil años de amanecer agonizando
y acostarme cadáver sobre tu nombre inmenso,
flotante sobre todos los alientos libertarios,
Guatemala, diciendo patria mía, pequeña campesina.

Ay, Guatemala,
cuando digo tu nombre retorno a la vida.
Me levanto del llanto a buscar tu sonrisa.
Subo las letras del alfabeto hasta la A
que desemboca al viento llena de alegría
y vuelvo a contemplarte como eres,
una raíz creciendo hacia la luz humana
con toda la presión del pueblo en las espaldas.
¡Desgraciados los traidores, madre patria, desgraciados.
Ellos conocerán la muerte de la muerte hasta la muerte!

¿Por qué nacieron hijos tan viles de madre cariñosa?

Así es la vida de los pueblos, amarga y dulce,
pero su lucha lo resuelve todo humanamente.
Por ello patria, van a nacerte madrugadas,
cuando el hombre revise luminosamente su pasado.

Por ello patria,
cuando digo tu nombre se rebela mi grito
y el viento se escapa de ser viento.
Los ríos se salen de su curso meditando
y vienen en manifestación para abrazarte.
Los mares conjugan en sus olas y horizontes
tu nombre herido de palabras azules, limpio,
para lavarte hasta el grito acantilado del pueblo,
donde nadan los peces con aletas de auroras.

La lucha del hombre te redime en la vida.

Patria, pequeña, hombre y tierra y libertad
cargando la esperanza por los caminos del alba.
Eres la antigua madre del dolor y el sufrimiento.
La que marcha con un niño de maíz entre los brazos.
La que inventa huracanes de amor y cerezales
y se da redonda sobre la faz del mundo
para que todos amen un poco de su nombre:
un pedazo brutal de sus montañas
o la heroica mano de sus hijos guerrilleros.

Pequeña patria, dulce tormenta mía,
canto ubicado en mi garganta
desde los siglos del maíz rebelde:
tengo mil años de llevar tu nombre
como un pequeño corazón futuro
cuyas alas comienzan a abrirse a la mañana.



3. INVENCIBLES


Amor, nosotros somos invencibles.

De historia y pueblo estamos hechos.
Pueblo e historia conducen al futuro.

Nada es más invencible que la vida;
su viento infla nuestras velas.

Así triunfarán pueblo, historia y vida
cuando nosotros alcancemos la victoria.

Amanece ya en la lejanía de nuestras manos.
Y la aurora se despierta en nosotros,
porque somos los constructores
de su casa, los defensores de sus luces.

Ven con nosotros que la lucha continúa.
Levanta tu orgullo miliciano, muchacha.

¡Nosotros venceremos, mi dulce compañera!



4. EL GRAN INCONFORME

I

Nunca preguntéis
a un hombre
si sufre,
porque siempre
se está sufriendo
en alguna forma
y en algún camino.
Hoy,
por ejemplo,
sufro tu dolor,
patria mía,
hasta lo más alto
de mi alma.
Y no puedo
escapar,
llagado
como estoy
de tu tragedia.

Debo vivirte,
porque no he nacido
para darte
el contrapecho
de mi vida,
sino lo más noble
y provechoso que tengo:
la vida de mi vida,
la dignidad y su ternura.

II

Si alguien
sufre tanto contigo,
ese pobre hombre
tengo que ser yo,
yo que sufro tus limosneros,
tus prostitutas,
tus hambrientos,
tus asperas colonias populares,
donde tienen sus nidos
los buitres
del hambre y del frío.

Pero yo no te sufro
sólo con los ojos
abiertos,
sino con toda la herida,
tanto del alma
como del cuerpo,
porque soy, antes que nada,
el gran inconforme
que anda
debajo de la piel
de todos,
esperando su hora,
porque nadie
como los pueblos
saben,
que no se puede
renunciar jamás
a la lucha,
porque tampoco,
se puede renunciar
nunca a la victoria.



5. RESPUESTA


Si me preguntaras
qué es lo que más quiero
sobre la anchura de la tierra,
yo te contestaría:
a ti, amor mío, y a la gente
sencilla de mi pueblo.

Dulce eres, como la tierra.
como ella frutal y hermosa.
Pero a tí te quiero.
No por bella que eres.
Ni por lo fluvial de tus ojos,
cuando ven que voy y vengo,
buscando, como un ciego, el color
que se me ha perdido en la memoria.
Ni por lo salvaje de tu cuerpo indomable.
Ni por la rosa de fuego, que se entrega
cuando la levanto del fondo de la sangre
con las manos jardineras de mis besos.
A ti te quiero, porque eres la mía.
La compañera que la vida me dio,
para ir luchando por el mundo.

Amo a la gente sencilla de mi pueblo,
porque son sangre que necesito,
cuando sufro y me desangro;
hombres que me necesitan cuando sufren.
Porque nosotros somos los más fuertes,
pero también los más débiles. Somos la lágrima.
La sonrisa. Lo dolorosamente humano. La unidad
de lo mejor y de lo más deplorable. Lo que canta
sobre la tierra y lo que llora sobre ella.
De ellos recibí esta voz, este corazón inquieto
que me apoya y me fortalece y me lleva consigo.
Por eso los amo como son
y también como serán.
Porque ellos son buenos
y serán mejores.
Y juntos nos jugamos
el destino, con nuestras
manos que todo lo construyen.
Así amo yo la vida
y amo a la humanidad,
amor mío,
cuando te amo y amo
a los hombres sencillos
de mi bello y horrendo país.



6. INFORME DE UNA INJUSTICIA


Desde hace algunos días se encuentran bajo la lluvia los enseres personales de la señora Damiana Murcia v. de García, de 77 años de edad quien fue lanzada de una humilde vivienda, situada en la 15 calle "C", entre 3a. y 4a. avenidas de la zona 1. (Radioperiódico "Diario Minuto" primera edición del día miércoles 10 de junio de 1964.)


Tal vez no lo imagines,
pero aquí,
delante de mis ojos,
una anciana.
Damiana Murcia v. de García,
de 77 años de ceniza,
debajo de la lluvia,
junto a sus muebles
rotos, sucios, viejos,
recibe
sobre la curva de su espalda,
toda la injusticia
maldita
del sistema de lo mío y lo tuyo.

Por ser pobre,
los juzgados de los ricos
ordenaron desahucio.
Quizá ya no conozcas
más esta palabra.
Así de noble
es el mundo donde vives.
Poco a poco
van perdiendo ahí
su crueldad
las amargas palabras.

Y cada día,
como el amanecer,
surgen nuevos vocablos
todos llenos de amor
y de ternura para el hombre.

Desahucio.
¿cómo aclararte?
Sabes, aquí,
cuando
no puedes pagar el alquiler,
las autoridades de los ricos
vienen y te lanzan
con todas tus cosas
a la calle.

Y te quedas sin techo,
para la altura de tus sueños.
Eso significa la palabra
desahucio: soledad
abierta al cielo, al ojo juzgar
y miserable.

Este es el mundo libre, dicen.
¡Qué bien que tú
ya no conozcas
estas horrendas libertades!

Damiana Murcia v. de García
es muy pequeña,
sabes,
y ha de tener tantísimo frío.

¡Qué grande ha de ser su soledad!

No te imaginas
lo que duelen estas injusticias.
Normales entre nosotros.
Lo anormal es la ternura
y el odio que se tiene a la pobreza.
Por eso hoy más que siempre
amo tu mundo,
lo entiendo,
lo glorifico
atronado de cósmicos orgullos.

Y me pregunto:
¿Por qué, entre nosotros,
sufren tanto los ancianos,
si todos se harán viejos algún día?
Pero lo peor de todo
es la costumbre.
El hombre pierde su humanidad,
y ya no tiene importancia para él
lo enorme del dolor ajeno.
Y come,
y ríe,
y se olvida de todo.
Yo no quiero
para mi patria
estas cosas.
Yo no quiero
para ninguno
estas cosas.
Yo no quiero
para nadie en el mundo
estas cosas.

Y digo yo,
porque el dolor
debe llevar
claramente establecida su aureola.

Este es el mundo libre, dicen.

Ahora compárame en el tiempo.
Y dile a tus amigos
que la risa mía
se me ha vuelto un mueca
grotesca
en medio de la cara.
Y que digo amén su mundo.
Y lo construyan bello.
Y que me alegro mucho
de que ya no conozcan
injusticias
tan hondas y abundantes.



7. INTELECTUALES APOLITICOS


Un día,
los intelectuales
apolíticos
de mi país
serán interrogados
por el hombre
sencillo
de nuestro pueblo.

Se les preguntará
sobre lo que hicieron
cuando
la patria se apagaba
lentamente,
como una hoguera dulce,
pequeña y sola.

No serán interrogados
sobre sus trajes,
ni sobre sus largas
siestas
después de la merienda,
tampoco sobre sus estériles
combates con la nada,
ni sobre su ontológica
manera
de llegar a las monedas.
No se les interrogará
sobre la mitología griega,
ni sobre el asco
que sintieron de sí,
cuando alguien, en su fondo,
se disponía a morir cobardemente.
Nada se les preguntará
sobre sus justificaciones
absurdas,
crecidas a la sombra
de una mentira rotunda.
Ese día vendrán
los hombres sencillos.
Los que nunca cupieron
en los libros y versos
de los intelectuales apolíticos,
pero que llegaban todos los días
a dejarles la leche y el pan,
los huevos y las tortillas,
los que les cosían la ropa,
los que le manejaban los carros,
les cuidaban sus perros y jardines,
y trabajaban para ellos,
y preguntarán,
"¿Qué hicisteis cuando los pobres
sufrían, y se quemaba en ellos,
gravemente, la ternura y la vida?"

Intelectuales apolíticos
de mi dulce país,
no podréis responder nada.

Os devorará un buitre de silencio
las entrañas.
Os roerá el alma
vuestra propia miseria.
Y callaréis,
avergonzados de vosotros.



8. ASESINADOS EN JUNIO


I

En vano asesinaron vuestra sangre
hermanos, pechos, milpas amigas.

En vano todo ese pisotear la patria
y desgarrar entrañas juveniles.

En vano, pueblos del mundo, la mano
traidora abofeteó al maíz humano.

En vano se levantó la ignomia
sobre el dulce viento ametrallado.

En vano la muerte estableció su carcajada
sobre las claras calles que recuerdo.


II

La juventud no muere nunca, recoge
sus puños, suelta su frente al cielo
y se queda establecida en la historia,
señalando a los hombres el camino nuevo
lleno de sacrificios originados en el amor.

Soy un hombre apasionado del viento,
por él hubiera dado toda mi vida;
hubiera dado toda mi muerte,
pero un día triste, un día de aguaceros:
¡balas entre el corazón y la espalda,
pólvora y metal doliéndose en la carne,
sangre de mi pueblo por las calles,
grito de cementerio y mariposa,
todo desenfrenado hasta el martirio!

Cinco estudiantes como gorriones sin alas
hicieron una ronda al corazón ciudadano,
cayendo, asesinados, de la frente a los pies,
creciendo desde la muerte al infinito.
Ahora digo:
¡traidores, hombres sin hombría, cobardes!

¿Estais locos para asesinar la eternidad?

¡Pronto vendrá vuestro día, desgraciados,
malditos fariseos, una muerte horrible
está esperando nacer sobre cuerpos inmundos,
como el cuerpo de los traidores!

Ahora morimos llenos de Guatemala,
¿qué muerte más alta hay?

No todo ha sido muerte,
luto, agonía de puños:

nos queda una lección
más alta que las finas
armas extranjeras:
morir por el pueblo
es morir de humanidad.

III

Vosotros,
los que moristeis de Guatemala,
de tan agónicos martirios dulces.

Y milenaria pasión sencilla,
nacisteis en medio de las calles
donde nacen los rumbos de la historia:
en la encrucijada de la muerte y la vida.

Vosotros,
hombres y estudiantes, puños
soles del gran sol de la esperanza,
letras de la palabra mañana,
tréboles de cuatro hojas ciudadanas
y pétalos sencillos de nuestro corazón,
por vosotros aprendimos a morir todos los días
¡y morir todas las muertes!

Universitarios
hombres, padres de todos los planetas,
por vuestro alto destino de banderas
me sangran las palabras patria y pueblo,
porque decir asesinados en junio es decir patria,
porque decir asesinados en junio es decir pueblo,
porque decir asesinados en junio es agonizar sin muerte,
¡lleno de balas el corazón y de grandeza el alma!


Porque decir asesinados en junio es decir patria,
morir por ella,
vivir por ella
¡darnos enteros por su futuro que llegará!

IV

Vosotros,
los asesinados en junio, oíd al pueblo
desde vuestro lecho natural de tierra:
Os amo con todo lo que siento y vivo.
Os quiero con mi fuerza brutal de cargador.
Os defiendo con mi cuerpo de campesino.
Os canto con la fuerza de vuestro grito final.
Os salvo de la muerte con el puño alzado.
Vosotros,
los asesinados en junio, oíd al pueblo:
desde el lugar donde los pechos aman las raíces;
os voy a contar una cosa que nunca olvidaremos:
de vuestra muerte manan vidas innumerables,
de vuestra muerte sale la patria definiendo,
levantando y definiendo su perfil heróico.
Vosotros,
los asesinados en junio, oíd al pueblo:
la patria os ama como yo os amo,
como os aman Juan y el viento,
como os aman la estrellas y el agua,
como os aman la tierra y sus semillas,
como os aman lo pedruscos hondos, ciegos,
que en la noche de los martirios abren los ojos
para ver si estáis en vuestro sitio definitivo
y no habéis resucitado hasta los cielos.
Vosotros,
los asesinados en junio oíd al pueblo:
el verso nace simple del pecho de todos los hombres,
todos los pueblos palpitan por él, todas las gargantas,
cuando asciende el recuerdo como una tempestad y dice:
"Entre dos fuegos cayeron heroica e inolvidablemente
Alvaro Castillo, Salvador Orozco, Julio Juárez, Arturo
Acevedo y Antonio Carrillo Luna, entre dos fuegos
cayeron y nacieron."
Y,
en las raíces de la patria están parados,
como fluviales héroes sin tiempo ni altura,
miran al traido, lloran un siglo de lágrimas
y se despiertan sonriendo eternidades,
porque ahora tienen vida eterna:
¡el corazón del pueblo es inmortal!



9. HOLOCAUSTO DEL ABRAZO


Yo, que amo como nadie la poesía,
que comprendo la tristeza de un árbol;
el dolor de un poeta, su inmensidad
condenada al recipiente chico;
su ir y venir del sueño al desvelo;
su galope loco por los territorios,
donde la estrella hable,
el fuego embiste
y la vida y la muerte
son amantes del ciclón y del cisne;
yo, no puedo llegar a abrazar
a todos los poetas;
oír como crece la hierba azul
de la poesía desde su alma;
navegar por los ríos
escondidos en sus manos;
oír como cae el viento
en el desfiladero
de sus palabras más amargas;
nacer también desde su pecho
como una rosa oscura y anónima
y decirle al tímido: tomad
mi brazo, marcharemos juntos.
Y hacerle sentir el resplandor
de la amistad más ancha,
para que no sea menos su dolor;
su agónico paso por el mundo.
Y enseñarle al triste
la bella cintura de la risa,
para que su tristeza
sea dulce lámpara amorosa
y no lirio que se apaga
cuando la soledad se enciende.
Y al poeta de vigorosos aceros
cultivarle en el pecho
la rosa más bella y más grande
para que no pase por el mundo
con la pupila ciega
y la ternura coja
y sepa amar la vida
donde la misma surge
con su rostro flameante.
Y entender a todos
y a todos decirle: vive,
porque la vida
es la poesía más alta.



10. HOLOCAUSTO DE LA MERIENDA TRANQUILA


Yo, que busco mi pan diario
en las manos nupciales
de la harina; que amo la gaviota
silvestre de su vuelo
y el corazón mundial del trigo
con su rostro moreno por el ardor
del sol, del agua, de los aires;
yo, no puedo comer mi pan tranquilo,
mi pan que amo y que me gusta,
porque me da la fuerza para el beso,
para el vuelo de mi mano,
para la lluvia de mi frente.
Yo, no lo puedo comer tranquilo
mientras le falte al mundo;
mientras el mundo no cambie
y no cese el combate
jadeante de los dientes;
mientras lo humano se desgaste
y lo lobo nos crezca
y el hambre nos mate
a sobresaltos sucesivos.

¡Qué terrible mi tiempo!



11. HOLOCAUSTO OPTIMISTA


¡Qué terrible mi tiempo!


Y sin embargo, fue mi tiempo.
No lo impuse yo, tan sólo
me tocó hundir mis pasos
en su vientre
y caminar con el fango
hasta el alma,
llenarme la cara de lodo,
enturbiarme la pupila
con el agua sucia
y marchar
hacia la orilla futura
dejando una huella
horripilante
que hederá
para todos los tiempos.
Y sin embargo, fue mi tiempo.
Pustolento. Perruno. Horrendo.
Creado por el lobo, en verdad.
Sufrido por el hombre, a verdad.
Destruido con odio y muerte
en nombre del amor y la vida.

¡Qué terrible mi tiempo!

Y sin embargo, fue mi tiempo.
Hombres del futuro, cuando
penséis en nuestro tiempo,
no penséis en los hombres,
pensad en las bestias
que fuimos mordiéndonos
a dentelladas homicidas
los pedazos de alma
que tuvimos,
pero pensad también
que en este combate
entre animales
se murieron las bestias
para todos los siglos
y nació el hombre,
lo único bueno de mi tiempo.
Y que en medio de todo,
algunos vimos,
llenos de telarañas
y de polvo genésico,
cómo el hombre
fue venciendo a la bestia.
Y cómo el futuro
se acercaba
con una estrella
en los cabellos,
cuando moría
la bestia
bajo el peso
del hombre.



12. HOLOCAUSTO DEL AMOR


Yo, que pregoné el amor,
la ternura entre los hombres,
debo gritar, odiar, señalar
al cobarde con un dedo,
más quemante que el fuego.
¡Qué terrible mi tiempo!
Cuando quisiera leer
el color de las orquideas
comprender el idioma azul
de nuestros lagos;
y galopar un cerezo sonoro,
tengo que estallar
como un disparo obscuro
y escapar, en la noche,
de los sueños más dulces.
Yo que amo veinticuatro horas al día
que tengo el corazón
más grande
que el tiempo, no puedo amar
ciegamente, desatando mi alma
sus corceles de besos.
¡Qué terrible mi tiempo!
Cuando quisiera inclinar
mi frente al fondo
del regazo que amo;
localizar mi rostro
en un recodo de tus ojos;
ayudar a que vuelen tus labios
hacia el fuego
y enseñarte una a una
las virtudes del agua
presentarte a mi amigo el otoño;
cuando fuma su pipa
de hojas amarillas,
recostado
como viejo marinero
a la orilla del sueño
cuando quisiera venir y decirte:
mirad la espuma, amor mío,
mirad qué ancho el cielo
y tenderme contigo
junto a la raíz madura del trigo,
yo tengo que decirte adiós,
desde mi sangre que enviuda,
desde mis manos que lloran
desde mi alma que se quiebra
en tu dolor, que llueve
desde muy adentro de tus ojos.



(*) N. De la R.: Una gran parte de su obra continúa inédita y desperdigada en diversos periódicos y revistas literarias.