El camino del adepto
en El silencio (*)M. Ellen Blossman
Armstrong Atlantic State University
La novela El silencio (1935), de Juan Felipe Toruño, presenta la búsqueda de lo trascendental a través de la observación de las hazañas que el hombre solitario realiza en medio de la naturaleza exuberante en su camino hacia el estado iluminado.1 El personaje principal Oscar Cruz exhibe ciertas características parecidas a las de los adeptos en las escuelas ocultas de la India.2 Tales adeptos o avatares poseen habilidades físicas, mentales y espirituales superiores a las de los seres normales. A la vez que el autor sitúa al protagonista en las tierras centroamericanas, lo arma con el anhelo de indagar los conocimientos encontrados no solamente en el ambiente centroamericano y en la filosofía occidental, sino también en las doctrinas del yoga y del budismo, en los libros sagrados de los Upanishads, los Vedas y en los libros de H.P. Blavatsky La doctrina secreta y La voz del silencio.3 El propósito de este análisis es examinar algunas influencias esotéricas que impelen al personaje principal en la senda vital de su realización espiritual.
Antes de adentrarnos en la novela, conviene hablar de varias teorías esotéricas que constituyen la base de la novela. Es preciso constatar que este análisis no pretende abarcar las influencias filosóficas occidentales. También, es necesario apuntar que no siempre se puede decir con certeza la fuente específica de una idea esotérica en la novela porque ciertas ideas se encuentran en múltiples obras y en una variedad de tratados de distintas filosofías esotéricas. No obstante, en El silencio se hace evidente el interés en el desarrollo espiritual del individuo para llegar al estado iluminado. Toruño traza la vida del personaje principal Oscar Cruz desde su nacimiento hasta la mayoría de edad cuando alcanza un estado espiritual de conciencia budista.
Al final de la novela, ese estado representa la realización del individuo. Dicha realización se llama samadhi o contemplación/ éxtasis, y es el nivel más elevado de los que se explican en Los Yoga Sutras de Patañjali.4 Los Sutras de Patañjali, escritos entre 400 y 200 años antes de Jesucristo, describen la senda para controlar la mente y poder realizarse. Las primeras cuatro ramas constan de las prácticas exteriores y las últimas cuatro ramas, de las prácticas interiores. Se suele nombrar estas últimas como Raja yoga.5
Hasta el mismo Buda o Shidarta Gotama pasa por las filosofías expuestas en los libros sagrados de la India, pero Buda se da cuenta de que para llegar al estado iluminado hace falta otro elemento que es la compasión. Buda no rechaza el yoga sino que añade su versión personal e insiste en que el individuo que busca el estado iluminado sea “energetic, resolute, and perservering” (enérgico, resuelto y perseverante).6 Rara vez la iluminación llega con la experiencia obtenida durante una sola vida porque normalmente se necesita el desarrollo del ser durante muchas vidas. Es decir, el alma pasa por muchas reencarnaciones para llegar al estado iluminado.7 Según las doctrinas de la parte sur de la India, los individuos ya avanzados en la senda hacia la iluminación son los adeptos llamados avatares o encarnaciones divinas como Buda y los del Visnú que entran en el mundo de forma tangible mediante la reencarnación (Row 1).
Es posible que un adepto avanzado se reencarne en otro cuerpo en el que puede depositar su sabiduría (Row 1). En toda reencarnación la Ley del Karma actúa para elevar el alma. El karma es la justicia de las acciones, la causa y el efecto. Cada acción atrae consigo cierta consecuencia y a través de la justicia kármica “the present life is influenced by the actions of previous lives” (la vida presente es influenciada por las acciones de las vidas anteriores).8
Durante las varias reencarnaciones el alma se conecta con la Fuerza Única o Universal que es la energía en la que subyace toda la materia de la vida. Si la meta es la unión con la Fuerza Universal, la senda es de doble índole, según la doctrina de la escuela oculta del sur de la India. Los dos caminos llevan al individuo al mismo fin, que es la inmortalidad.
Subba Row explica que: “The one [path] is the steady natural path of progress through moral effort, and practice of the virtues [...]. The other road is the precipitous path of occultism, through a series of initiations. Only a few specially organized and peculiar natures are fit for this path” (3). (Un camino es la progresión natural a través del esfuerzo moral y la práctica de las virtudes y el otro camino es la senda precipitada del ocultismo mediante una variedad de iniciaciones. Solamente los temperamentos organizados y especiales son aptos para este camino.) Claramente, el segundo camino puede traer consecuencias dolorosas y no es el camino recomendado excepto para algunos individuos con habilidades especiales.
En la novela El silencio, Oscar Cruz se porta como un individuo con habilidades especiales desde su nacimiento. Supuestamente nace huérfano, un bebé expuesto a los elementos de la naturaleza y dejado entre dos piedras en las montañas de León. Lo recoge Evaristo Menenes que se escapa de las autoridades a causa de su intervención en la organización del atentado contra el general José Santos Zelaya, figura política de Nicaragua a principios del siglo veinte. El lenguaje que se usa para describir el encuentro del bebé, que lo llamarán Oscar, refleja una y otra vez la preocupación por la vida interior y su manifestación en el mundo exterior. La necesidad de adentrarse en la montaña selvática a la que se dirige Meneses con el bebé se describe en términos de urgencia de: “Caminar lo más que pudiera en la noche e internóse por entre los caminos de la obscuridad” (Silencio 21). Dentro de esa obscuridad nocturna Meneses se fija en los ojos del bebé que parecen ser brindados por la naturaleza telúrica y astral:
Evaristo vio aquellos ojitos brillantes y extraños. Las estrellas, como a manera de mil pupilas centuplicadas, parpadeaban débilmente en la cara interminable del infinito.Las luciérnagas seguían escribiendo signos y jeroglíficos para que los descifraran los genios de la noche. (Silencio 29)
Mientras que las estrellas reconocen la superioridad del bebé y su unión con el infinito, las luciérnagas anuncian la preeminencia de un nuevo ser al mundo misterioso o trascendental.
En la infancia de Oscar hay señales de su inclinación al estudio del esoterismo por su precocidad tanto intelectual como física. De niño, en poco tiempo aprende a dominar los animales de la finca y a entrenar su propio cuerpo en los ejercicios hechos en la barra fija y el trapecio. A través de su vida, Oscar tiene varios maestros que le enseñan lo necesario para desarrollarse. En la finca tiene al Pastor Suazo que le educa en los estudios formales, y al Tío Chepe y a Toy que le narran consejos para interpretar la vida y las aventuras de los hombre en el campo. De Toy, Oscar escucha la explicación de la ley de la justicia aunque Toy nunca la llama la Ley del Karma. No obstante, la declaración de Toy inicia a Oscar en la Ley del Karma y, también, en la idea de la Ley Universal. Toy propone que hay un principio único que gobierna la vida. Comenta que: “Esa ley divina, que está en todas partes, que regula los mundos, que hace que el árbol crezca, que la semilla germine y que la tierra dé vida a la semilla[...]. Nosotros mismos tenemos nuestra parte de esa ley en sí. Nosotros mismos somos producto de esa ley” (Silencio 55).
La finca no es el único lugar de donde Oscar recibe conocimientos útiles. Cuando Meneses manda a Oscar al colegio, en León, éste se esfuerza mucho en los estudios porque tiene una gran ansiedad por aprender. En la ciudad escucha los cuentos del anciano don Tacho que relata leyendas de brujas y de la magia negra de personas que pueden transformarse en animales. También Oscar escucha los relatos de un tal Pascual que practica el espiritismo y se cree que es un médium, o sea, que su cuerpo puede ser ocupado por un espíritu.
Después de terminar los estudios, Oscar quiere volver a la montaña para completar su educación. Oscar sabe que “allá [en la montaña] estaba la riqueza y que dentro, los bosques vírgenes, la existencia era pura, palpitando con más fuerza diferentes manifestaciones de Vida” (Silencio 91). No quiere seguir una profesión porque dice que puede aprender más “el libro verde y sonoro de la montaña” (Silencio 108). Sin embargo, Oscar no deja de estudiar por su cuenta porque tiene gran interés en la filosofía, la lógica y las matemáticas. Pasa por las filosofías occidentales de Aristóteles y Kant, pero se interesa más en adentrarse en las filosofías trascendentales. Oscar afirma su deseo de palpar la vida latente de la montaña donde hay “una concatenación de manifestaciones, claras u obscuras, visible e invisibles, la fortaleza de ese Pensamiento Único, poderoso e insustituible” (Silencio 108).
Con sus dieciséis años, Oscar obtiene la admiración de Carlos, el hijo de Meneses que tiene treinta y cuatro años. Carlos alaba a Oscar y dice que éste se expresa con una lógica contundente y que sus apreciaciones sicológicas llegan a conocer “no la parte extrínseca de los seres, sino que la intrínseca [...]” (Silencio 107). Carlos dice que Oscar tiene el poder de la superconciencia y que tiene “un espíritu creador, [...] un espíritu renovador, [...] un espíritu inconfundible” (Silencio 107).
Además del desarrollo espiritual, Oscar muestra su proeza al matar un león a los diecisiete años. Luego muestra su capacidad organizadora al realizar las obras de modernización en la finca El Caracol. En la finca selvática de San Evaristo, Oscar encuentra a otro maestro, el curandero Ramón Cuá, que lo enseña a hipnotizar a las serpientes y a las víboras. Es decir que el curandero lo inicia en un antiguo rito secreto de la serpiente.
Desde los tiempos antiguos, la serpiente representa, según Rosalyn L. Bruyere, “the divine knowledge”, (117) (la sabiduría divina) y se asocia con el misterio de renacimiento por su habilidad de mudar la piel. En la novela de Toruño, la iniciación al misterio viene con un encanto secreto que llama a los hermanos para que no le hagan daño. En este caso, el rito parece una versión muy primitiva del kundalini o de la serpiente que la filosofía esotérica asocia con los poderes de: “Siddhi or perfection that one adquires in the advanced stages of yoga” (133) (siddhi o perfección que se adquiere en las fases avanzadas del yoga).
El curandero también le enseña los poderes secretos de las hierbas. El curandero le proporciona una iniciación en la senda del ocultismo y esto indica que Oscar es un ser especial que puede escoger la vía de los adeptos más iluminados. De hecho, Oscar posee un conocimiento sobre el amor sin haber tenido una experiencia amorosa hasta este momento. Oscar declara que sus lecturas de la filosofía oriental y de la metafísica le han influenciado para creer que tal vez sus vidas anteriores le hablan “subconscientemente, sin la experiencia de hoy, pero con la de ayer” (Silencio 159). Oscar afirma que ya se había metido en los escritos de la secretaria de la Sociedad Teosófica, H. P. Blavatsky y en los de otro miembro, el Reverendo Leadbeater.9
En la tercera parte (Libro tercero) de la novela de Toruño, Oscar clarifica sus influencias metafísicas nombrando los libros y tratados ya mencionados en el primer párrafo de este análisis (Silencio 186-87). Tales libros y tratados del yoga y otras metafísicas le indican a Oscar la manera de avanzar en la senda de la iluminación. El narrador comenta:
Y por estos conocimientos [Oscar] iba templando su voluntad, iba dominando su Yo interior apartando su no Yo; pero sí haciendo y realizando lo que envolvía con el poder de su Yo que modelaba conforme su aspiración, sin llegar, desde luego, a la perfección ya que, [...] no podía aún substraerse completamente de lo que pesaba en él como karma: Ley de causa y efecto creada voluntaria o involuntariamente. (Silencio 186)
La noción de la justicia que Oscar había recibido de Toy en su niñez ya viene plenamente incorporada en la Ley del Karma. Oscar reitera que dicha ley es inexorable, “tal vez no en esta forma de vida, tal vez no hoy ni mañana; pero sí en otra existencia, ya que nada se pierde [...]” (Silencio 187).
Para recalcar la importancia de la ley de karma en la novela, una y otra vez dicha ley se hace palpable en la vida de los otros personajes. Por ejemplo, Evaristo Meneses muere porque años atrás le disparó en la pierna a un tal Juan mientras éste intentaba robarle el ganado. Después de unos años, Juan, que llevaba una vida pobre, escuálida y amargada, mata a Evaristo. Si Juan no hubiera intentado robar a Evaristo, Juan habría vivido mejor y si Evaristo no hubiera hecho daño a Juan, Juan no lo habría matado. Otro personaje que es castigado por la Ley del Karma es Carlos, el hijo de Evaristo Meneses. Carlos tiene todas las oportunidades para llevar una vida útil para el país.
Su padre Evaristo lo manda a estudiar a los Estados Unidos para sacar una carrera, pero el hijo vuelve con sífilis y se queda casi ciego y paralizado. Sin embargo, con el tiempo, la vida apagada de Carlos se convierte en algo positivo a través de la influencia de Oscar. Con los conocimientos aportados por Oscar, Carlos ve la posibilidad de desarrollarse aunque su cuerpo está incapacitado. En efecto, al final de la novela, Carlos llega al estado budista. La Ley del Karma alcanza también a Oscar, pero es en el tema del amor donde opera la ley. Las dos relaciones amorosas de Oscar traen consecuencias de unas equivocaciones involuntarias. Sin saberlo, Oscar tiene relaciones incestuosas con su propia madre y luego con su propia hija. Con la hija engendra a un bebé y así Oscar es a la vez el padre y el abuelo de la criatura. A Oscar, la Ley del Karma le imposibilita una vida conyugal feliz.
Al igual que en el caso de Carlos, la Ley del Karma no impide el desarrollo de la persona, más bien indica su senda apropiada. El karma de las vidas anteriores de Oscar le había preparado para gozar de sus habilidades físicas y mentales. Cuando Oscar intenta dominar el caballo (macho), Oscar sufre una caída que le causa la pérdida de su propia personalidad. Hay un tipo de enajenación o posesión en la cual el espíritu de su tío muerto Fernando Farraind entra en su cuerpo. El espíritu sabe todo lo del incesto. Ninguno de los otros personajes de la novela sabe explicar lo ocurrido, pero el Pastor Suazo busca información en los libros de Teosofía y de Filosofía oriental donde deduce que “el golpe que repercutió en el cuerpo astral de Oscar, haciéndole una fisura, por la que pasó la personalidad de Fernando Farraind [...]” (Silencio 293).
Mientras estaba inconsciente, a Oscar le pasa otra cosa extraña, que es la manifestación de las figuras de Bertha (su madreamante), de Sara Amelia (su hija-amante) y de su propia persona. El narrador comenta que:
“Era como a modo de un desdoblamiento. Estaba como en un estado de conciencia budista (turiya) porque el cuerpo permanecía insensible, mientras la mente se encontraba actuando en el astral, [...]” (Silencio 303).
Por fin, Oscar vuelve en sí y su primera acción es hacer que el caballo le obedezca. Según Bruyere, no hay que perder “the symbolism of the horse with power, sexuality, and the dark side of the unconscious that also is equivalent to the images of the serpent” (116) (el simbolismo del caballo con el poder, la sexualidad y el lado oscuro de la inconsciencia que también es equivalente a las imágenes de la serpiente). Dominar el caballo significa tener dominio sobre el impulso sexual y la conciencia.10 Precisamente a lo largo de su vida, Oscar ha tenido dificultad en contener su impulso sexual y por eso sufre las consecuencias de la Ley del Karma.
Al regresar a su casa, Oscar se fija en la belleza natural del predio y en los colores de la plantas. Piensa que oye voces, pero nadie habla. Afirma que lo que oye es el silencio que “tiene idioma” (Silencio 302). Los colores de las plantas que Oscar ve y las voces que oye apuntan a la existencia de las vibraciones de las plantas y de todas las creaciones del universo, las cuales emiten movimientos oscilatorios de distintas frecuencias. Se sabe que el color es “la impresión que hace en la retina del ojo la luz reflejada por los cuerpos” y que cada color se manifiesta a base de una diferencia vibratoria.11 En el mundo esotérico, la vibración es de suma importancia. La energía se produce por las vibraciones, muchas de las cuales son invisibles a la percepción humana. Para el ser humano, los sonidos audibles son de baja frecuencia. Supuestamente, el ser desarrollado tiene la capacidad de percibir las altas frecuencias que consisten en las frecuencias “de varios millones de períodos por segundo” (Larousse 482). Lo inaudible y lo invisible se manifiestan al adepto o al ser desarrollado.
La importancia de las vibraciones no solamente se refleja en la naturaleza, sino también en Oscar. Oscar es capaz de percibir las vibraciones del mundo y, además, a él le aumenta la vibración de su propio ser porque las picaduras de hormigas o de avispas que tiene en las manos son símbolos de una vibración de alta frecuencia.12 Hasta el narrador sugiere que las picaduras hacen un papel en el retorno de la verdadera personalidad de Oscar. Con las picaduras en las manos se alude en la literatura esotérica a la aceleración de las vibraciones del primer chakra porque, según Bruyere, “the bumblebee becomes the symbol of the first chakra in the ancient world” (112) (el abejarrón se convierte en el símbolo del primer chakra en el mundo antiguo). Bruyere añade que: “The buzzing sound is often related to the opening of the kundalini” (111) (el sonido del zumbido frecuentemente se relaciona con la apertura del kundalini).
Después de recuperar su propia personalidad, Oscar parece normal. En realidad se encuentra libre de las ataduras del Yo y se queda expiando sus errores. Llegan a callar los impulsos y deseos mundanos. Así con la mente dominada por sí misma puede entrar en comunicación con la Fuerza Universal. El narrador describe el proceso de la siguiente manera:
Llegará el momento en que la mente común ascienda a grados luminosos y ligue, o copule, el Yo superior con el Yo inferior y que, comunicado el Yo astral con el Yo mental, pasando por el cuerpo etéreo, opere conscientemente, mediante el vehículo del cerebro, en el cuerpo físico. (Silencio 293)
Por medio del dominio del cuerpo y de la mente como se describe en los niveles del yoga o en otros procesos similares basados en la metafísica o en la filosofía oriental, el individuo llega al estado de samadhi o de realización. En dicho estado, uno puede reunirse con la energía latente y disfrutar de la Fuerza Única o de lo trascendental. La energía, la luz y el sonido consisten de vibraciones de las cuales los seres humanos normalmente perciben una mínima parte. En cambio, el ser realizado llega a sentir las vibraciones. El narrador deja plasmada la unión de la energía entre el mundo eminente y trascendente. La novela termina con Oscar y Carlos como seres realizados, serenos y en armonía con las vibraciones del mundo trascendental:
Y ahí estaban clavados [Oscar y Carlos], símbolos de silencio, las dos formas que se recortaban en la benignidad de las horas que goteaban lo eterno sobre la casita blanca, sobre los pinos que parecían señalar con sus índices verdes al infinito; sobre las rosaledas, sobre los naranjos que sonreían estrellas; sobre el terciopelo de las begonias, sobre la lobreguez de estanque en que se adormilaba el ensueño, en la quietud de éxtasis de aquel santuario de silencios. (Silencio 306)
Desde luego, el silencio interior de estos dos personajes facilita la unión con las vibraciones profundas del mundo trascendente. Han llegado al estado de samadhi y se comunican con la Fuerza Única.
Aunque en su novela, Toruño nunca menciona el libro La voz del silencio, de Blavatsky, es obvio que recibe alguna influencia. El silencio centroamericano refleja o repite unas imágenes de la naturaleza del libro de Blavatsky. Compare el texto de Toruño con el de ella:
La estrella argentina comunica con su centelleo la nueva feliz a las flores nocturnas; el arroyuelo, con el rumor de sus ondas, transmite la noticia a los guijarros; los bramidos de las oscuras olas del océano lo participarán a las rocas que bate la marea cubriéndolas de espuma; las perfumadas brisas lo cantarán a los valles, y los majestuosos pinos murmurarán misteriosamente: “Ha aparecido un Maestro, un Maestro del Día”. (La voz del Silencio 84)
Mientras que la escena de Toruño tiene lugar en la tierra selvática y la de Blavatsky en un paisaje a la orilla del océano, el paralelismo entre las imágenes de los dos textos recalca la idea de la comunicación entre la naturaleza y los seres espiritualmente elevados. La naturaleza de los dos lugares no es estática porque emite “voces” o vibraciones ignoradas por los seres normales. En las imágenes de Blavatsky, de las plantas (los pinos y las flores nocturnas), del agua (las olas) y de las estrellas se encuentra un parecido en las de Toruño. Hay que fijarse en la descripción de las plantas (los pinos, las rosaledas, los naranjos, las begonias), del agua (el estanque), y de las estrellas. Sin embargo, la escena de Blavatsky cita los vocablos de la naturaleza mientras que la escena de Toruño describe a Carlos y a Oscar como “las dos figuras, emblemas de resignación y de paz...” (Silencio 304). El poder de la naturaleza de comunicarse con los dos personajes se expresa en la conversación entre Oscar y Carlos:
—¿No oyes, Carlos, cómo cae la lluvia? ¿Y cómo habla,
cómo grita y cómo arrulla?
—¡Es la voz del infinito! [...]
—[...] quizás es la voz del silencio... [.] (Silencio 304)
Hay otra diferencia importante entre los dos textos. En el de Blavatsky hay un maestro y en el de Toruño hay dos maestros puesto que Oscar y Carlos se encuentran en el estado de samadhi. Aunque los dos personajes de Toruño han seguido caminos distintos, han llegado a la unión con la Fuerza Universal. Específicamente, el camino del adepto que ha seguido Oscar le ha conducido a su realización. Desde el nacimiento hasta la madurez, se ha exhibido como un ser humano extraordinario con ganas de sobrepasar los conocimientos del mundo normal para identificarse con el mundo trascendental. Creo que el autor al trazar la vida de Oscar hace patente la influencia esotérica de varias fuentes en su novela, El silencio.
NOTAS
(*) El artículo "El camino del adepto en El silencio" es un capítulo del libro de Rhina Toruño-Haensly y Ardis L. Nelson (Editoras), Juan Felipe Toruño en dos mundos. Análisis crítico de sus obras, CBH Books (2006), 119-128. Analecta Literaria agradece a su autora y sus editoras por habernos permitido publicarlo.
1 Juan Felipe Toruño, El silencio (1935) 2.ª edición (San Salvador: Editorial Universitaria, 1976); después será citada en el texto como: Silencio.
2 T. Subba Row, “Occultism of Southern India”, The Esoteric Studies Guide, ed. Katinka Hesselink.
3 Helena Petrovna Blavatsky, La voz del silencio (Málaga: Editorial Sirio, 1995). Toruño menciona, entre otros, los textos los Upanishads, los Vedas y La doctrina secreta, pero no los cita específicamente. En cambio, nunca menciona directamente el título La voz del silencio, pero se verá más adelante en este análisis el empleo de ciertas imágenes del texto de Blavatsky en el libro de Toruño.
4 Bernard Bouanchaud, The Essence of Yoga: Reflections on the Yoga Sutras of Pantañjali, trans. Rosemary Desneux (Portland: Rudra Press, 1997) 29. Bouanhaud traduce samadhi como “contemplación perfecta”, pero muchas veces se traduce este vocablo sánscrito como “éxtasis o realización”.
5 Juliet Pegrum, Ashtanga Yoga: The Complete Mind and Body Workout (New York: Sterling Publishing, 2001) 14-19. Véase la explicación de Pegrum por ser bien concisa.
6 Karen Armstrong, Buddha (New York: Viking Penguin, 2001) 67. También, Armstrong explica que: “The disciplines of yoga were designed to destroy the unconscious impediments to enlightenment and to decondition the human personality” (52). (Las disciplinas del yoga fueron diseñadas para destruir los impedimentos inconscientes a la realización o la iluminación y para deshacer las costumbres superfluas de la personalidad humana.) La traducción es mía, como todas las traducciones del inglés al español en este análisis.
7 Prefiero usar la palabra “alma” porque refleja aquella parte indestructible del individuo. En el yoga se usa el vocablo “el Yo o the Self” para referirse a lo permanente del ser, mientras el ego es la personalidad que cambia. La purificación del Yo se logra mediante las varias reencarnaciones.
8 Rosalyn L. Bruyere, Wheels of Light: Chakras, Auras, and the Healing Energy of the Body
9 Helena Petrovna Blavatsky (1831-1891) era de la nobleza rusa y la Secretaria de la Sociedad Teosófica en 1875. Escribió The Theosophical Mahatmas (1886), La doctrina secreta (1888), La voz del silencio (1889). Blavatsky era una persona muy polémico porque afirmaba recibir la inspiración directa de los mahatmas, pero luego se descubrió que había traducciones de los textos antiguos. No obstante, tuvo un gran papel en traducir la metafísica y presentarla al mundo occidental. Leadbeater, también, era una persona muy controversial. La Sociedad Teosófica llegó a echar al Reverendo Leadbeater por haber abarcado un tema indiscreto con los niños.
10 Ardis L. Nelson, “Lo esotérico en El silencio”, Voces (octubre 1998 http://members.aol.com/SFVoces/ardis.html. La crítica Nelson da otra interpretación al caballo. En su artículo explica que el caballo: “Es un símbolo de la transición al otro mundo, por la cual el alma viaja para aprender los secretos de la vida, la muerte y la magia, y regresa a la tierra [sic] con conocimientos divinos”.
11 Ramón García-Pelayo y Gross, ed., Pequeño Larousse Ilustrado (Barcelona: Ediciones Larousse, 1990).
12 Nelson comenta que: “Las hormigas también son símbolos de conocimientos ocultos”.
ELLEN BLOSSMAN, Escritora e investigadora universitaria de origen estadounidense. Cursó estudios sobre Literatura Latinoamericana en la Universidad Estatal de Louisiana y se doctoró en Lengua y Literatura Española. Vivió muchos años en Madrid, España, donde asistió a la Universidad Complutense. Es Profesora Asociada en Lengua y Literatura Española en la Armstrong Atlantic State University. Entre sus escritos se incluyen presentaciones sobre José Donoso, Renato Prada Oropeza, Elena Garro, Guillermo Schmidhuber, Marcela Del Río y Rosario Castellanos.