Lo esotérico en La mariposa negra de Juan Felipe Toruño por Ardis L. Nelson (East Tennessee State University)




La tradición esotérica data de la antigüedad e incluye a los gnósticos, los místicos cristianos, la Kabbala, los rosacruces, los teósofos, los masones y otras sociedades secretas. Muchas de estas tradiciones fomentan el estudio de ideas como el karma, la reencarnación, la unidad de todos los seres y el desarrollo de la vida interior del ser humano. Los esotéricos suelen estudiar la evolución del ser humano y de la naturaleza como un fenómeno enérgico en el que todos formamos parte de una conciencia universal o divina. Juan Felipe Toruño empezó a estudiar la literatura esotérica cuando tenía apenas 15 años. Durante 35 años, Toruño fue presidente de la Sociedad Teosófica “Teotl” y director de la revista Dharma en San Salvador. En vez de mantener el aspecto oculto de la Teosofía, él la promovió abiertamente, invitando a la gente a asistir a foros sobre temas esotéricos. En sus novelas, Toruño juega con la temática del karma y de la reencarnación, y del bien y el mal, junto con elementos psíquicos y sobrenaturales que se ofrecen como ejemplos de esas creencias de la Teosofía. En este ensayo, mi enfoque es sobre estos aspectos en la primera novela de Toruño, La mariposa negra, publicada en 1928.1 

Primero una palabra sobre la historia de los teósofos modernos. La Sociedad Teosófica fue fundada en 1875 en Estados Unidos por el americano Henry Olcott y la rusa H.P. Blavatsky (1831-1891). El propósito de la Sociedad fue el de trascender el abismo entre ciencia y religión —por ejemplo, el debate entre la evolución y el creacionismo— con el estudio de la sabiduría antigua, sobre todo de las religiones asiáticas. En las palabras de Olcott, querían “aid in freeing the public mind of theological superstition and a tame subservience to the arrogance of science”2 (ayudar a libertar a la gente de la superstición teológica y del servilismo a la arrogancia de la ciencia). 

La mariposa negra es la historia de un amor imposible, frustrado por las fuerzas ocultas. Los personajes principales son José Eduardo Zomar, poeta y periodista de 22 años, y Cidha Villaseñor, una joven rica, consentida y popular de 17 años. Cuando se ven por primera vez sienten un flechazo y desde aquel momento están obsesionados el uno con la otra hasta después de la muerte. El mismo día en que conoce a Cidha, José Eduardo ve entrar en su cuarto una mariposa negra, y la ve como un presagio del mal. En el pasado, la mariposa era símbolo del alma. Es interesante notar que en griego psyche significaba tanto “alma” como “mariposa”, un dato lingüístico basado en la creencia de que el alma de los muertos se convierte en mariposa mientras espera reencarnarse.

En la novela de Toruño, una mariposa negra aparece en una pesadilla de José Eduardo en la que el insecto se convierte en un monstruo con la cara del tío de Cidha, don Zacarías Villaseñor, quien les quita la vida a los enamorados. En la vida cotidiana del pueblo, todo el mundo cree que Cidha va a casarse con su primo hermano Humberto Ramos, pero ella no lo quiere y el compromiso está en contra de su voluntad. La avaricia del tío don Zacarías, hermano del difunto padre de Cidha, lo lleva a entrar en un contrato diabólico con Humberto, el novio formal, para asegurarse una tercera parte de la herencia de la joven, acuerdo cuyos detalles ignora ella misma.

Según el testamento, para recibir su herencia, Cidha debe casarse con un hombre que sea pariente, conservador y de la región. El primo hermano Humberto es tal persona, pero también es un mujeriego de 32 años, acostumbrado a viajar, jugar y vivir bien. Ya se había gastado su herencia, así que casarse con Cidha sería la única manera en que podría seguir su estilo de vida disoluta. Cae en la trampa de don Zacarías, quien le regala dinero a Humberto a cambio de un trato malévolo y secreto. Promete persuadirle a Cidha de casarse con él por una gran parte de la herencia. Humberto no puede rechazar la oferta porque sabe que Cidha no lo quiere y él no tiene recursos. Así que para los dos hombres, el casamiento de Cidha con Humberto es un negocio ignominoso. Vigilan a Cidha en sus encuentros con José Eduardo y le prohiben verlo. Detrás de esta trama sencilla palpitan las fuerzas ocultas experimentadas por los dos enamorados. José Eduardo es un joven inteligente y sensible al extremo. Se aisla de la gente para leer, escribir y pensar. Siendo libre pensador, está abierto a dejarse llevar por las corrientes de la subconciencia y los poderes ocultos. Muchas veces no duerme porque oye pasos, ve sombras, y siente presencias misteriosas, de otra dimensión de la realidad.

José Eduardo cree en la reencarnación y en las leyes del karma, y se siente invadido por fuerzas que lo controlan desde el pasado. En efecto, los temas esotéricos más mencionados en la novela son el karma y la reencarnación, unas creencias fundamentales a los teósofos desde la publicación de La Doctrina Secreta, de Blavatsky, en 1888.3 El personaje José Eduardo revela esta intuición cuando hace la siguiente declaración: “¡Cuántos gérmenes de existencias pasadas llevaré yo en mi cuerpo...!” (36). José Eduardo atribuye su carácter melancólico a “un ancestralismo agudo y torturante [que] se revolvía pugnando por escaparse...” (47). Tiene un entendimiento único de la atracción mutua entre él y Cidha, pues, cree que se conocieron antes:

La esencia de la vida anterior que tiene fuerza en el presente, opera a fin de que, no obstante el lapso, inmenso o corto, [dos almas] lleguen a encontrarse reconociéndose... se buscan, se atraen. (94)

El karma es una teoría de la reencarnación basada en la calidad moral de las vidas anteriores de uno. Karl H. Potter resalta este juicio cuando da a conocer que:

When a person dies his unactivated karmic residues... gather together within that individual’s “citta” [that is, one’s] substance, composed of... the thinking, willing and feeling of sentient beings... In the Yoga view, the “citta”... of the deceased immediately passes on to a new body [and determines] the length of its life and the affective tone of experience the person will have, that is, whether his experiences will be pleasurable or painful.4

(Cuando una persona muere, sus residuos kármicos inactivados, sobre todo los pensamientos, los sentimientos y la voluntad... se juntan y se pasan al cuerpo de un ser nuevo. El karma de la vida anterior determina cuánto tiempo va a vivir la nueva persona y cuál será el tono afectivo de su vida... si tendrá experiencias felices o dolorosas.)

En el debate que sostiene José Eduardo con el médico es donde más lucen las teorías de los teósofos y donde más se asoma la doctrina de la reencarnación. El joven habla de las transformaciones de la naturaleza en las que nada se pierde, de la gran ilusión que es la vida y de lo poco que sabemos; también habla de vidas pasadas y del aspecto cíclico de la vida y la muerte. Por ejemplo, le dice al médico: “Se nace con la muerte como se muere naciendo a otra vida” (290). Cidha y José Eduardo tienen los mismos sueños y visiones, los cuales les permiten afirmar su existencia simultánea en otra vida. Como dice José Eduardo para sí mismo:

[...] terminaré creyendo que en vidas anteriores la amé, la adoré, mejor dicho: su espíritu se confundió con el mío, el que por ley trasmigratoria se separan, y hoy, encontrándonos, nuevamente, mi porción espiritual busca la suya. (129)

Hasta cree en la posibilidad de que hace más de mil años, el alma de los dos fuera una sola dentro del mismo cuerpo (196). Cuando están juntos una noche, los dos ven la imagen de un esqueleto en las sombras. Ésta y muchas otras señales indican a la infeliz pareja que la unión carnal en esta vida no les será posible, debido a una fuerza oculta y poderosa que se empeña en prevenirla. Por ejemplo, mientras José Eduardo está pensando en las dificultades que existen para juntarse con Cidha, oye el chirrido de la puerta que parece decirle: “nunca” (297). De especial importancia en la novela son los sueños, un factor que ha vendido relacionándose con los fenómenos ocultos desde los tiempos de antaño. José Eduardo tiene una pesadilla que es un presagio de las fuerzas destructivas que van a impedir la realización de su amor con Cidha y le predice simbólicamente lo que les va a pasar a los dos. En la primera parte del sueño se ve un jardín diabólico donde una fuente escupe tinta sobre unos rosales. El polen y los estambres se convierten en calaveras de quimeras. El surtidor se seca y se convierte en “esqueleto de jardinero infernal, de múltiples y largas manos que se estiraron para cortar las rosas” (233). Los pétalos de las rosas de repente son alas que se juntan con las calaveras para formar mariposas fúnebres: “Aulló el viento y tras el estallido de un sol cárdeno que se deshizo en fragmentos, apareció otro jardín... resguardado por una cerca... que no permitía ver el más allá” (233).

Los rosales caminan con pies humanos y desaparecen al llegar a la cerca. Una de las mariposas que se formó de una rosa negra es la única que no desaparece. Hay una margarita que revienta y José Eduardo intenta alcanzarla, pero desaparece al otro lado del jardín. José Eduardo se despierta “al oír un chirrido prolongado” (234) y se da cuenta de que fue un sueño dentro de otro sueño. Sigue soñando sin pesadillas a partir de este momento. En la segunda parte del sueño, una mariposa negra vuela por el mundo material, realista. Llega a una iglesia y hasta se posa en un clavo de los pies de Cristo como chupándole la sangre. En eso lo despiertan “[f]uertes golpes, acompañados de voz ronca” (234) y José Eduardo cree ver la mariposa negra pegada en la pared; pero no hay nadie y la criada no oyó nada tampoco. Vuelve a dormir José Eduardo y le sale la tercera parte del sueño: la mariposa negra se posa ahora en un ciprés antiguo por varios días, deja una oruga, y muere. Una parte del alma del “lepidóctero” [sic] se inserta:

En una figura humana, en un hombre que más tarde visitó los conventos, que llegó a las iglesias, que fué [sic] como sombra en la existencia... que repudiaba lo bello, lo delicado y la pura virtud...; lo vió [sic] José Eduardo a manera de monstruo. (235-236)

Se sugiere que el hombre/monstruo es don Zacarías, por su hipocresía y su negatividad. Una planta se transforma en mujer y el hombre monstruo la cubre con “[u]na sombra inmensa y pavorosa” (236). Ya no ve nada en el sueño sino:

¡Sólo una tiniebla interminable! De repente el aguijón que el hombre monstruo tenía por lengua, lo sintió en su corazón extrayéndole todos sus sentimientos, su vida misma, mientras las tenazas de las manos lo ahogaban... Con un salto, despertó lanzando un ‘me matan’ estentóreo.(236)

Para el lector es obvio que la mariposa negra, la fuerza oculta del mal, se manifiesta en la vida de José Eduardo y Cidha en la forma del tío don Zacarías. Nadie se ha enterado del trato deshonroso entre él y Humberto, pero resulta ser el obstáculo a la fricción del amor entre José Eduardo y Cidha previsto en el sueño. A través de los siglos, la esencia del mal siempre se manifiesta como algo tenebroso, misterioso, escondido y malentendido, algo asociado con la noche, la oscuridad, lo negro, lo secreto. El mal es una fuerza agresiva que intenta destruir la integridad, la felicidad y el bien de la sociedad. Las acciones malévolas o no están motivadas o están motivadas pervertidamente.5 

En la Biblia, San Pablo dice que: “El amor del dinero es la raíz de todo mal” (1 Timoteo 6:10). Justamente en La mariposa negra, el motivo detrás del mal es el dinero, el que no le pertenece al tío sin escrúpulos. Escritores tempranos como Shakespeare (en Timon of Athens, Act IV, scene 3) y Milton (en Paradise Lost) notaron que el dinero tiene la capacidad de convertir el bien en mal, y el mal en bien. Según Macfarlane, “good and evil are mixed in the roots of modern society” (71) (el mal y el bien están mezclados en las raíces de la sociedad moderna).

Aun peor, el dinero nos lanza en una confusión entre el bien y el mal, porque la raíz de todo mal es a la vez la raíz del bien: el trabajo, el mercado, el regateo, la economía; todo el sistema capitalista delineado por Adam Smith en The Wealth of Nations. Es decir que en la economía moderna, los vicios, los intereses y las pasiones de los individuos llevan supuestamente al bien público. La paradoja que circunda las categorías del bien y del mal no concuerda con la lógica del pensamiento occidental. Como lo expresa el filósofo Nicolás Berdyaev: 

The paradox springs from the fact that we apply categories of good and evil, i.e. categories engendered by the Fall, to Divine being which is beyond good and evil”.6 (La paradoja se origina en el hecho de que las categorías del bien y el mal, que son el resultado de la caída del hombre del Paraíso, se aplican por el hombre a lo Divino, quien está más allá del bien y el mal.) 

Por otra parte, para los asiáticos que creen en el principio del yin y el yang, no es una paradoja. Berdyaev le atribuye un discernimiento semejante al teósofo y místico alemán Jacobo Böhme: “Every principle presupposes for its manifestation its opposite, a principle that wars against it” (Berdyaev 41). (Todo principio presupone el opuesto, otro principio que obra en su contra). Carl Jung corrobora este juicio cuando afirma que: 

To the Oriental, good and evil are meaningfully contained in nature, and are merely varying degrees of the same thing”.7 (Para el asiático, tanto el bien como el mal tienen su lugar significante dentro de la naturaleza, y los dos son meras variantes de lo mismo.) 

Toruño demuestra cierta ambigüedad hacia esta forma de pensar en su primera novela, pues parece que está intentando entender esta transformación entre las creencias cristianas y las asiáticas. Jung describe la diferencia, señalando que: 

The Christian strives for good and succumbs to evil; the Indian feels himself to be outside good and evil, and seeks to realize this state by meditation or yoga” (Jung 276). (El cristiano lucha por el bien y es vencido por el mal; el indio se cree fuera del bien y el mal, e intenta alcanzar ese estado por medio de la meditación o el yoga.)

En La mariposa negra, los jóvenes son vencidos por el mal, pero el simbolismo del mal en la forma de una mariposa sugiere a la vez que es una parte integral de la naturaleza. Volviendo al argumento, Cidha llega a tal punto de desesperación que piensa en un suicidio doble como la única manera de salvar su amor. No lo hace, pero un mes antes de su muerte, ella experimenta la precognición, es decir, que se entera de que va a pasar algo en el futuro. En un sueño en el que se despide del pretendiente Humberto para siempre, recibe un castigo por su rebeldía contra los deseos de la familia. En el sueño la envían “a un país remoto y lejano, del que volvía como por magia o por encanto, de vez en cuando, a León, para asomarse únicamente a la habitación de José Eduardo, por las noches, cuando él estaba dormido” (442). 

Al despertarse, Cidha cree que la familia va a enviarla de nuevo al extranjero como lo hicieron una vez para apartarla de José Eduardo. No se da cuenta de que los sueños son simbólicos y de que el país lejano en este caso es la muerte. La subconciencia de Cidha presiente su muerte inminente y predice que su espíritu irá a visitar a José Eduardo. Por fin Cidha rehusa casarse con Humberto y la familia responde quitándole toda libertad. En un último esfuerzo por salvar a ambos, ella inventa una historia diciéndoles que está embarazada y que el padre es José Eduardo. Enseguida se enferma y nueve días después pasa los últimos minutos de su vida con José Eduardo a su lado. Cuando muere su amada, José Eduardo se enferma y sufre una intensa crisis. En su delirio siente la presencia de alguien a su lado: “[S]intió un beso en la mejilla; luego, que le peinaban la cabellera... Oía suspiros y palabras quedas y confusas” (491). Luego ve “la visión del cuerpo exánime de Cidha” (494-495).

Parece que la visita que Cidha le hace a José Eduardo en el sueño tiene lugar después de su muerte, cuando éste se da cuenta de una presencia cariñosa y espiritual. En el plano esotérico, el tiempo no existe y no hay límites de espacio como en el plano físico, donde el enigma del bien y el mal resalta la naturaleza paradójica de la vida. En la novela de Toruño, un símbolo del alma se convierte en el mal personificado, sugiriendo que los residuos kármicos que recibió el tío Zacarías tenían una fuerte deuda de vidas anteriores. Desgraciadamente, el tío no se sobrepone y cae en el abismo de la avaricia, destruyendo a la vez a su sobrina. En La mariposa negra, Toruño nos presenta una realidad latente y una visión controversial del mundo. Escribe para hacernos pensar. Veremos que sigue desarrollando la temática esotérica en su segunda novela, El silencio, publicada siete años después.8 


Notas

(*) El artículo "Lo esotérico en La mariposa negra de Juan Felipe Toruño" es un capítulo del libro de Rhina Toruño-Haensly y Ardis L. Nelson (Editoras), Juan Felipe Toruño en dos mundos. Análisis crítico de sus obras, CBH Books (2006), 119-128. Analecta Literaria agradece a sus autoras y editoras habernos permitido publicarlo.

1 Juan Felipe Toruño, La mariposa negra (Ahuachapán, El Salvador: Empresa Guttenberg, 1928). 

2 Bruce F. Campbell, Ancient Wisdom Revived: A History of the Theosophical Movement (Berkley: University of California Press, 1980) 29. 

3 Helena Petrovna Blavatsky, La voz del silencio (Málaga: Editorial Sirio, 1995). Toruño menciona, entre otros, los textos los Upanisads, los Vedas y La doctrina secreta, pero no los cita específicamente. En cambio, nunca menciona directamente el título La voz del silencio, pero se verá más adelante en este análisis el empleo de ciertas imágenes del texto de Blavatsky en el libro de Toruño. 

4 Karl H. Potter, “The Karma Theory and Its Interpretation in Some Indian Philosophical systems”, in Karma and Rebirth in Classical Indian Traditions, ed. Wendy Doniger O’Flaherty (Berkeley: University of California Press, 1980) 244. 

5 Alan Macfarlane, “The root of all evil”, en The Anthropology of Evil, ed. David Parkin (Oxford: Basil Blackwell, 1985) 57. 

6 Nicolas Berdyaev, The Destiny of Man, trans. Natalie Duddington (New York: Harper & Row, 1960) 40. 

7 C.G. Jung, Memories, Dreams, Reflections (New York: Vintage Books, 1963) 276. Edited by Aniela Jaffé; Translated from the German by Richard and Clara Winston.

8 Juan Felipe Toruño, El silencio, 1.ª ed. (San Salvador: Imprenta editora Arévalo, 1935). Primer Premio, Concurso del Libro Americano, Matanzas, Cuba, 1938; 2.ª ed. (San Salvador: Editorial Universitaria, 1976).




ARDIS L. NELSON, escritora y profesora estadounidense de Español y cine hispano, y directora del Language and Culture Resource Center (Centro de Recursos del Lenguaje y Cultura) en la Universidad Estatal del Este de Tennessee. Tiene títulos del Oberlin College, Middlebury College y de la Universidad de Indiana, Bloomington, donde recibió su Doctorado en Literatura Hispana. Ha publicado: Cabrera Infante in the Menippean Tradition (1983) y editó Guillermo Cabrera Infante: Assays, Essays, and Other Arts (1999). En coautoría con la Dra. Rhina Toruño-Haensly editó Juan Felipe Toruño en dos mundos. Análisis crítico de sus obras, CBH Books (2006). Ha publicado numerosos ensayos sobre escritores, desde Cervantes hasta Carmen Naranjo. De 1981 a 1994 enseñó en la Universidad Estatal de Florida en Tallahassee como profesora asociada. Actualmente en ETSU ofrece clases de Traducción e Interpretación como parte de un programa de Español Aplicado, fundado con el objetivo de servir a la comunidad. Dirige además un programa de educación para niños emigrantes en los veranos.