Rubén Darío, el poeta de América, el colmo creativo del continente, ha tenido una influencia imponente en las letras hispanoamericanas y universales. Entre los poetas que fueron inspirados por él, que abrieron sus almas y sus corazones a su contagiosa creatividad, se encuentra Juan Felipe Toruño, nicaragüense de nacionalidad, que vivió la mayor parte de su vida en El Salvador. Este gran —pero poco estudiado— poeta tuvo una adolescencia marcada por el Modernismo y tres eventos notables: el haber recibido una carta de Rubén Darío en la que lo entusiasmaba a publicar uno de sus poemas, el haber asistido a los funerales del gran vate —a la edad de 18 años—, donde estuvo muy impresionado por la presencia y los discursos de literatos de todo el mundo y, finalmente, el haber sido el fundador y editor de la revista Darío que fue el primer homenaje epónimo que se hizo al inmortal bardo nicaragüense. Toruño y Darío tenían mucho en común. Ambos eran grandes eruditos, completamente autodidactas y con una vasta cultura. Eran escritores eclécticos y polifacéticos que dedicaron su labor artística a la poesía, la novela, el cuento, el ensayo, el periodismo, la crónica y la crítica literaria. Aunque la influencia de Darío en Toruño puede encontrarse en los muchos géneros que manejaba con maestría —en su estética modernista y actitud antiimperialista—, se manifiesta particularmente bien en su poema “Mensaje a los hombres de América” de Hacia el sol.1
“Mensaje a los hombres de América” es un poema escrito en verso libre a la manera de “A Roosevelt” y “Salutación al Águila”. Presenta “características modernistas, no sólo a nivel de experimentación del lenguaje sino también por las referencias a la mitología clásica, la pureza del lenguaje, la sonoridad, sensualidad, la rima y musicalidad en los versos”.2 El poema, con 78 versos agrupados en cinco estrofas y tres pares de versos dísticos, fue escrito en 1939 y demuestra que la influencia de Darío no aparece solamente en sus primeros poemas (R. Toruño 27, 28). Las dos primeras estrofas se enfocan en aspectos negativos de América, mientras que las tres últimas se enfocan en aspectos positivos, dando mayor peso a lo bueno y un aire de esperanza. Darío dividió sus poemas “A Colón” y “A Roosevelt” de manera parecida. En cuanto a los recursos literarios utilizados, el poeta muestra su predilección por la metáfora, la repetición, la preponderancia del polisíndeton, la doble y triple acumulación, el imperativo, los signos de exclamación, la pregunta y el uso extensivo de la anáfora. Su estilo es fluido y demuestra una gran riqueza retórica. La primera estrofa del poema empieza con una descripción caótica de las maldades que manchan a la América —dictadores, guerras civiles, discordia, violencia y destrucción— y hace un llamado a los hombres americanos, buscando sugerencias y soluciones:
El mundo entre ígneas tormentas envenénase.
Estalla en famélicas [sic] odios.
Caínes modernos. Brutos sanguinarios, asesinan, traicionan.
No fulgen auroras de redención ni de paz.
Tempestuosas pasiones trituran los dorsos del globo.
Millones de arpías destrozan alturas excelsas.
Perece la armonía. ¡Y no hay comprensión!
¡Y no hay conciliación! ¡Y ha muerto el Amor!
Ante este tremendo bestial cataclismo, ¿qué hacemos?
¿Qué hacemos los hombres habiendo ideales lumínicos
y fuegos angélicos en el corazón?
(vs. 1-11)
En estos versos, se divisa el mismo tono apocalíptico daríano de los poemas “Salutación al optimista”, “Santa Elena de Montenegro”, “Canto de esperanza” y “A Colón”. Los siguientes versos de Darío se parecen en tono, estilo y tema a los de Toruño:
Siéntese sordos ímpetus en las entrañas del mundo,
la inminencia de algo fatal hoy conmueve la tierra;
fuertes colosos caen, se desbandan bicéfalas águilas,
y algo se inicia como vasto social cataclismo
sobre la faz del orbe.
(vs. 23-27)
En “Santa Elena de Montenegro” Darío nos pinta un panorama pavoroso:
Hora de terror milenario,
hora de sangre, hora de osario…
Tiemblan pueblos en desvarío
de hambre, de terror y de frío…
Falta la terrible trompeta,
Mas oye el alma del poeta
crujir los huesos del planeta.
Al ruido terráqueo, un ruido
se agrega, profundo, inoído…
Viene de lo desconocido.
(vs. 2-3, 16-17, 28-33)
En “Canto de esperanza”, vemos más imágenes siniestras:
“Un gran vuelo de cuervos manchan el azul celeste.
Un soplo milenario trae amagos de peste.
Se asesinan los hombres en el extremo Este”
(vs. 1-3).
En “A Colón”, Darío nos da una descripción dolorosa de los problemas socio-políticos que enfrenta Hispanoamérica: “Duelos, espantos, guerras, fiebre constante” (v. 53). Compara América a “una histérica / de convulsivos nervios y frente pálida” (v. 4). Habla del “desastroso espíritu” (v. 5), la “perpetua guerra” (v. 7), los hermanos que “se hieren y destrozan” (v. 8), la sangre y ceniza en los campos fraternos (v. 12), los “cañones y los clarines” (v. 14), los “negros beyes” (v. 15), además de los Judas y los Caínes que fraternizan (v. 16). Como Toruño, Darío empieza su poema pintando el desolado panorama hispanoamericano. Luego, vuelve a la América precolombina en busca de soluciones para los problemas de hoy, hablando de caciques (v. 23), de Atahualpas y Moctezumas (v. 28) de zipas (v. 43), de Incas (v. 44), de Chibcha, de Cuzco y de Palenque (v. 60). En la segunda estrofa, Toruño se dirige a los americanos. Los llama a la atención por vía de la repetición de: “¡Hombres de América!” y el uso repetido de imperativos como: “¡Escuchad!”, “Mirad”, “Sentid” y “Pensad”, que abarcan lo auditivo, lo visual, lo físico y lo intelectual. Para Toruño, América es el puente que se extiende del pasado hasta el futuro. Como Darío, Toruño tiene un compromiso pan-americanista. Piensa en la Patria Grande, la América toda y capta, como nota Francisco Propata, “el alma noble y generosa de nuestros pueblos, los que no defraudarían la esperanza que la humanidad ha depositado en ellos” (R. Toruño 28). Motivado por amor, Toruño critica el caos que reina en América y la sangre inocente que se vierte. Denuncia la destrucción, el dolor, la angustia y el sufrimiento. Nos presenta imágenes penetrantes de bocas desdentadas que piden piedad y de madres que claman misericordia cerrando la estrofa con una denuncia del imperialismo norteamericano.
¡Hombres de América! ¡Hombres de América! ¡Escuchad!
¡A vosotros hablo constituidos en guión que se extiende
entre la cultura de hoy y la cultura de mañana!
¡Hombres de América!: oíd los vocablos angustiosos
que, amargos, nos llegan del caos insólito.
Mirad la sangre que mana de las arterias de la tierra.
Escuchad el estruendo de la tragedia bárbara.
Sentid el retorcimiento de los espasmos de las naciones
Y los estreñimientos zodiacales.
Pensad en que la catarata humana se desempeña en odios.
Que el hombre, hartándose, no se sacia, cayendo
Bajo sus propias ambiciones.
Que claman piedad las desdentadas bocas de historiadas
[íconos]
Y misericordia las madres de la humanidad.
¡Vivimos la hora repugnada que desoye la voz del
[criterio...!]
La razón del sistema infernal, la lógica de la dinamita,
el argumento omnímodo de la destrucción y de la matanza,
imponen sus materiales exterminadores.
(vs. 12-29)
Estos versos se asemejan a los poemas “A Roosevelt” y “Salutación al Águila” de Darío. En los versos: “¡Hombres de América!: oíd los vocablos angustiosos / que, amargos, nos llegan del caos insólito. / Mirad la sangre que mana de las arterias de la tierra”; es evidente la existencia del eco daríano (R. Toruño 27). También lo es en los versos 26-29 donde hay una referencia directa contra los invasores de Hispanoamérica que provienen de Estados Unidos (28). Darío había condenado el imperialismo estadounidense en poemas como “A Roosevelt” donde dice:
“Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aun [sic] reza a Jesucristo y aun [sic] habla español”
(vs. 5-8).
Toruño hizo lo mismo, por la pistola y la palabra, luchando contra los conservadores, apoyados por la Embajada Americana en Nicaragua —cuando apenas tenía 12 años— y escribiendo poemas antiimperialistas como “Mensaje a los hombres de América”.3
En la tercera estrofa vemos que Toruño, como pensador progresista, no empieza la historia de América con la llegada de los Colones y los Corteses. Reconoce la historia y la herencia autóctona que fluye en las venas culturales e incluso raciales de muchos hispanoamericanos. Para él, los hombres de América, los verdaderos americanos, son los que vieron pasar a Manco Capac, sufrir y luchar a Lempira y a Urraca, a Tecún Umán, a Atlacatl y a Nicarao; son los que asistieron al concurso de Caupolicán, al baile de Tun, que escucharon el canto de Tutecotzimí, que vieron morir a Xalí. Los hombres de América son hermanos, son unidos, por carne y espíritu, son los que tienen una visión para América, son seres comprometidos, responsables, dispuestos a ponerse al trabajo por la gloria del continente. Pero, como dice Rhina Toruño, el llamado no es para todos los americanos desde Alaska hasta Tierra del Fuego, sino para los que llenan los requisitos de hermandad y de visión (29).
El “COMPRENDAMOS” en mayúsculas del verso 43 es final e inicial. Es la conclusión del “¡Hombres de América!” del principio de la estrofa al mismo tiempo que es la introducción a los argumentos de la cuarta estrofa:
Nosotros, los hombres de América,
los que vimos pasar con su bosque de flechas a Manco
[Capac,]
y cargando simbólico tronco de árbol a Caupolicán,
y sufrir y luchar a Lempira y a Urraca,
a Tecún Umán, a Atlacatl y a Nicarao,
los que asistimos nervudos, totémicos, al baile del Tun;
que escuchamos el canto de Tutecotzimí y que vimos
morir bajo un arco de luna en creciente a Xalí
en el monte que quiebra en sus aguas el riente Cailahuat;
los que somos hermanos por carne y por espíritu;
los que tenemos visión de lo que es y será nuestra América,
responsabilicémonos.
¡Aprontemos la idea y el alma y la lealtad en la taremagna!
COMPRENDAMOS
(vs. 30-43)
Las referencias a personajes del mundo precolombino y colonial parecen salir de distintos poemas de Darío. Hay que recordar que si muchos hispanoamericanos ya conocen a esos personajes del mundo indígena, se debe, en parte, a Darío, en cuyas obras aparecen Manco Capac, Caupolicán, Nicarao y Tutecotzimí, entre otros autóctonos. Manco Capac aparece en el soneto “El sueño del inca”. El líder araucano aparece en el soneto “Caupolicán” que habla del: “Robusto tronco de árbol al hombro de un campeón” (v. 2). Nicarao aparece en el poema “Raza” (v. 14) y el jefe de los pipiles en el poema “Tutecotzimí”.
En la cuarta estrofa, Toruño elogia a la América autóctona, su cultura perfecta, imprescindible y universal. Para Toruño, la América no está estancada. La América crece, se desarrolla, está orgullosa de su patrimonio amerindio asociado con la antigua Atlántida:
La América habrá de fijar su cultura perfecta,
Imprescindible, universal.
¡La América nueva que viene creciendo en los siglos!
Que tiene sorpresas para el hombre de extrañas costumbres;
que oyó la canción de los astros con oídos mayábicos;
que dio los gigantes de la antigua Lemuria;
que sostuvo en sus hombros el peso de dioses y de enigmas;
que habló con el fuego y el agua y el viento
al buscar con sus fuerzas el lumínico signo
de Verdad y de Vida;
que aprisionó el tiempo en símbolos pétreos
que —de la Atlántida— asoma sus perlas de orientes
[magníficos]
bullentes, fulgentes;
que, de prehistóricas épocas, sigue el rastro de Dios
por montañas y lagos y ríos y mares
sembrados de eternidad.
(vs. 44-59)
En Toruño, como Darío, lo autóctono se respalda muchas veces en lo clásico. Todavía no tiene sus propios pies. Existe como contraste, como complemento, como parte de una dualidad, como equilibrio y como compromiso. No es un indigenismo libre e independiente. Cuando Darío habla de Caupolicán, habla de Hércules (v. 4), de Sansón (v. 4) y de Nemrod (v. 7). Cuando habla de los aztecas, habla de Flora (v. 3). Cuando habla de los incas, habla de Ariel (v. 6). Cuando habla de un indio, habla de Deméter y Pan (vs. 19, 21). Cuando habla de Bolivia, habla de Grecia. Puede mencionar a Manchaypüito (v. 8), pero también menciona a Pegaso (v. 11). En el poema “Momotombo”, cuando aparece Huracán, también aparece Aquilón (vs. 60, 62). Cuando Toruño habla de la América India, habla de la Atlántida, de igual modo que lo hizo Darío en Canto a la Argentina (v. 59) y “Salutación al Águila” (vs. 24-25). Cuando Toruño habla del origen de la América India lo compara con: “Aquellos tiempos inmemoriales en los cuales los pensadores de las Escuelas Jónicas buscaban el origen de la vida y de las cosas” (R. Toruño 29). Habla de mayas, aztecas e incas, pero también hace alusiones bíblicas a Caín (v. 3) y alusiones clásicas a los titanes (v. 77). Tal es el caso en su poema “Llamado con voz de América” donde menciona “los [a]mazonas y [o]rinocos y [m]ississipis y [m]agdalenas” (v. 52) pero menciona también a Colón (vs. 44) y a Satanás (v. 98).
En la quinta estrofa, Toruño presenta su visión multicultural, multilingüe y multirracial de América. Es un mundo pluralista que acepta lo mejor de todo, que lo mezcla y que lo cocina en una olla como ajiaco o una buena paella. Forma parte de un nuevo orden planetario donde no hay desequilibrio, donde las pujantes fuerzas del norte, es decir, de Estados Unidos, son felices y no bélicas, donde hay agricultura en Sudamérica y donde Centroamérica es el fiel de la balanza, el puente entre dos enormes bandejas de civilización: América del Norte y América del Sur. Para Toruño, la América Central es el corazón del continente, la armonía de América como la diástole y la sístole del corazón humano.
Centroamérica es el lugar donde se abrazan dos grandes océanos por donde se esparcen las noticias al mundo de las nuevas normas de cultura y civilización, de amistad y hermandad, de desarrollo y de progreso:
Hombres de América: tenemos que dar el aliento
A nuevas generaciones: civilización y cultura nuevas.
¡Y que en América quepa la humanidad!
Y que haya un emporio de pujantes fuerzas felices en el
[Norte:]
Agricultura y riqueza fértiles en el Sur,
dos enormes bandejas de civilización.
Y en el centro, el fiel de la balanza,
el puente que apréstase a ser el conducto de savia:
corazón que regule, pecho que se abra
y por donde ya se abrazan dos océanos
que han de sentir en sus lomos el viaje
de enormes mensajes llevándole al mundo novísimas
[normas].
(vs. 60-72)
La referencia a Centroamérica como el fiel de la balanza, como: “El puente que apréstase a ser el conducto de savia” (67-68), puede compararse al poema “Raza”, de Darío, donde habla del: “Gran Nicarao, que un puente de canoas / brindó al cacique amigo / para pasar el lago / de Managua” (vs. 14-17). La esperanza de un continente cuyos países coexisten en paz, también fue el sueño de Darío. En “Salutación al Águila”, el poeta pide la paz con Estados Unidos: “Águila, existe el Cóndor. / Es tu hermano en las grandes alturas / [...] / Puedan ambos juntarse en plenitud, concordia y esfuerzo” (vs. 39, 42). El poeta clama: “¡Qué la Latina América reciba tu mágica influencia / y que renazca un nuevo Olimpo, lleno de dioses y de héroes!” (vs. 57-59).
En el primer par de versos dísticos, Toruño no se convierte en deicida sino que señala sencillamente la supremacía divina que indica a América el sendero luminoso a seguir: “Y el Cristo indicando las rutas / desde las expectantes cumbres de los Andes” (vs. 73-74). Este verso se parece al verso: “Cristo va por las calles flaco y enclenque” (v. 4) del poema “A Colón” de Darío, poema de temática parecida. Los dos últimos pares de versos dísticos del poema son un himno de amor, de alegría y de paz (R. Toruño 29):
“Y la humanidad que quepa en América,
Pueblo de pueblos luchadores, trabajadores, soñadores.
Y la paz tenga asilo en el alma del pueblo titánico,
y fije en los siglos esa alma sagrada… ¡Así sea!”
(vs. 75-78).
En el poema “Pax” de Darío, el poeta hace un llamado a los pueblos luchadores, trabajadores y soñadores de América: “¡Oh pueblos nuestros! ¡Oh pueblos nuestros! ¡Juntaos / en la esperanza y el trabajo y la paz” (vs. 181-82). En los últimos dos versos, Toruño comparte la misma visión pluralista que Darío expresó en su Canto a la Argentina. En ese poema, Darío describe a América como un conjunto de judíos, italianos, suizos y franceses superpuestos en una base indo-hispánica (vs. 908-911). Habla de “la confraternidad de los destinos, / la confraternidad de oraciones, / la confraternidad de las canciones” (vs. 915-17), de la “fraternidad de brazos (v. 361) y la “transmisión de los idiomas” (v. 362). El poema de Toruño termina con un rotundo y tajante: “¡Así sea!” (v. 78), “que puede considerarse como la conclusión de un discurso o de un manifiesto” (R. Toruño 29). También puede tomarse como un decreto divino con alusiones bíblicas o en su sentido literal de “amén” al terminar una oración, una súplica o una plegaria.
En este breve estudio, hemos tocado apenas el tema de la influencia de Darío en Toruño, limitándonos a subrayar algunas influencias daríanas en la forma y contenido de uno de sus poemas. Como hemos visto, el poema “Mensaje a los hombres de América” de Juan Felipe Toruño manifiesta influencias estilísticas, lingüísticas, estéticas, temáticas, filosóficas, mitológicas y socio-políticas de origen daríano. Obviamente, esa influencia no se aplica a todos sus poemas. Como muchos de sus contemporáneos, Toruño inició su labor poética inspirado en el Modernismo para luego evolucionar y convertirse en vanguardista, romántico, místico, metafórico y cósmico. La presencia de Darío en Toruño se halla en sus primeros poemas y en poemas más tardíos como “Mensaje a los hombres de América”, uno de sus ejemplos más representativos. Es importante insistir en el hecho que la influencia daríana en Toruño nunca se trata de plagio o de perífrasis. Se trata más bien de intertextualidad, de alusiones, de la influencia de un maestro en su discípulo, del reflejo del padre en el hijo. Es en ese sentido que podemos considerar a Toruño como un heredero artístico de Darío, como un auténtico eco daríano.
Notas
(*) El artículo "Juan Felipe Toruño: auténtico eco daríano" es un capítulo del libro de Rhina Toruño-Haensly y Ardis L. Nelson (Editoras), Juan Felipe Toruño en dos mundos. Análisis crítico de sus obras, CBH Books (2006), 181-192. Analecta Literaria agradece a su autor y sus editoras habernos permitido publicarlo.
1 Todas las citas de “Mensaje a los hombres de América” provienen de Juan Felipe Toruño, Hacia el sol (San Salvador: Centroamérica, 1940). Todas las citas de Darío provienen de Poesías completas, Ed. Alfonso Méndez Plancarte (Madrid: Aguilar, 1961). De aquí en adelante citaremos solamente los versos de los poemas. Toruño, 358.
2 Rhina Toruño, “Juan Felipe Toruño: vida y poesía”, Voces 1 (1999): 27.Toruño 358.
3 Helmo Roger Toruño, “Juan Felipe Toruño: propulsor de las letras salvadoreñas”, Co-Latino 151 (1996) 4.
JOHN ANDREW MORROW, poeta, escritor, músico, hispanoamericanista y arabista canadiense. Nació el 27 de mayo de 1971 en Montreal, Canada. Doctorado en literatura hispanoamericana de la Universidad de Toronto (2000); Maestria en literatura hispanoamericana de la Universidad de Toronto (1995); Licenciatura en espanol y frances de la Universidad de Toronto (1994). También completó estudios posdoctorales de árabe en Fez, Rabat, y Bouarfa en Marruecos, y en el Centro de Medio Oriente de la Universidad de Utah. Se especializa en poesía, cuento, estudios islámicos, sociolingüística, medicina natural y literatura medieval, indígena y aljamiada. Investigador erudito, prolífico e internacionalmente reconocido, ha publicado más de media docena de libros y 150 obras sobre literatura, lingüística y estudios islámicos en varios idiomas que han aparecido en una docena de países. Actualmente es Profesor Asociado de Lenguas y Literatura en la Eastern New Mexico University en los Estados Unidos. Ha publicado varios ensayos, reseñas, poemas y obras musicales en diversos idiomas. Ha contribuido con capítulos enciclopédicos sobre la Historia de los latinos en Dakota del Sur y Dakota del Norte para Latino America: State by State (Greenwood Press, 2008), editado por el Dr. Mark Overmyer-Velazquez, y con otro sobre la historia de la literatura árabe para The Cultural History of Reading (Greenwood Press, 2008), editado por la Dra. Gabrielle Watling. El Dr. Morrow es el autor, editor y traductor de numerosos libros. Con Barbara Castleton y Luis Alberto Vittor forma un equipo de edición e investigación que ya lleva más de 10 años de labor ininterrumpida. Ha sido editor y coautor, junto con Barbara Castleton y Luis Alberto Vittor, del exitoso libro Arabic, Islam, and the Allah Lexicon: How Language Shapes our Conception of God (Edwin Mellen Press, 2006). Ha publicado también Amerindian Elements in the Poetry of Rubén Darío: The Alter Ego as the Indigenous Other (Edwin Mellen Press, 2008), con Prólogo de Keith Ellis y un fundamental Estudio Introductorio de Luis Alberto Vittor. Es coeditor y traductor con María Eugenia Gantus de la edición crítica trilingüe de la obra del poeta argentino Miguel Ángel Morelli, Humanos casi humanos, con Pórtico de María E. Gantus, Prólogo de John A. Morrow y Estudio Crítico de Luis Alberto Vittor, obra que será publicada en una edición conjunta de la Eastern New Mexico University, Northern State University of South Dakota, Universidad Nacional de Rosario y Universidad Argentina John F. Kennedy (New Mexico-Dakota-Rosario-Buenos Aires 2008). Actualmente está completando Amerindian Elements in the Poetry of Ernesto Cardenal, con Prólogo de Keith Ellis y Estudio Introductorio de Luis Alberto Vittor. Ha sido también el editor, traductor y anotador de la primera edición inglesa del libro de Luis Alberto Vittor, Shi'ite Islam: Orthodoxy or heterodoxy, Ansariyan Publishers (Qom, República Islámica de Irán, 2006), obra ya va por la tercera edición inglesa y la misma editorial tiene en preparación su edición en castellano y francés. También prepara la reedición en español y las primeras ediciones en inglés y francés de la obra de Luis Alberto Vittor, Simbolismo e iniciación en la poesía de Alberto Girri, publicada por primera vez en 1990 por la Editorial Fraterna de Buenos Aires.
“Mensaje a los hombres de América” es un poema escrito en verso libre a la manera de “A Roosevelt” y “Salutación al Águila”. Presenta “características modernistas, no sólo a nivel de experimentación del lenguaje sino también por las referencias a la mitología clásica, la pureza del lenguaje, la sonoridad, sensualidad, la rima y musicalidad en los versos”.2 El poema, con 78 versos agrupados en cinco estrofas y tres pares de versos dísticos, fue escrito en 1939 y demuestra que la influencia de Darío no aparece solamente en sus primeros poemas (R. Toruño 27, 28). Las dos primeras estrofas se enfocan en aspectos negativos de América, mientras que las tres últimas se enfocan en aspectos positivos, dando mayor peso a lo bueno y un aire de esperanza. Darío dividió sus poemas “A Colón” y “A Roosevelt” de manera parecida. En cuanto a los recursos literarios utilizados, el poeta muestra su predilección por la metáfora, la repetición, la preponderancia del polisíndeton, la doble y triple acumulación, el imperativo, los signos de exclamación, la pregunta y el uso extensivo de la anáfora. Su estilo es fluido y demuestra una gran riqueza retórica. La primera estrofa del poema empieza con una descripción caótica de las maldades que manchan a la América —dictadores, guerras civiles, discordia, violencia y destrucción— y hace un llamado a los hombres americanos, buscando sugerencias y soluciones:
El mundo entre ígneas tormentas envenénase.
Estalla en famélicas [sic] odios.
Caínes modernos. Brutos sanguinarios, asesinan, traicionan.
No fulgen auroras de redención ni de paz.
Tempestuosas pasiones trituran los dorsos del globo.
Millones de arpías destrozan alturas excelsas.
Perece la armonía. ¡Y no hay comprensión!
¡Y no hay conciliación! ¡Y ha muerto el Amor!
Ante este tremendo bestial cataclismo, ¿qué hacemos?
¿Qué hacemos los hombres habiendo ideales lumínicos
y fuegos angélicos en el corazón?
(vs. 1-11)
En estos versos, se divisa el mismo tono apocalíptico daríano de los poemas “Salutación al optimista”, “Santa Elena de Montenegro”, “Canto de esperanza” y “A Colón”. Los siguientes versos de Darío se parecen en tono, estilo y tema a los de Toruño:
Siéntese sordos ímpetus en las entrañas del mundo,
la inminencia de algo fatal hoy conmueve la tierra;
fuertes colosos caen, se desbandan bicéfalas águilas,
y algo se inicia como vasto social cataclismo
sobre la faz del orbe.
(vs. 23-27)
En “Santa Elena de Montenegro” Darío nos pinta un panorama pavoroso:
Hora de terror milenario,
hora de sangre, hora de osario…
Tiemblan pueblos en desvarío
de hambre, de terror y de frío…
Falta la terrible trompeta,
Mas oye el alma del poeta
crujir los huesos del planeta.
Al ruido terráqueo, un ruido
se agrega, profundo, inoído…
Viene de lo desconocido.
(vs. 2-3, 16-17, 28-33)
En “Canto de esperanza”, vemos más imágenes siniestras:
“Un gran vuelo de cuervos manchan el azul celeste.
Un soplo milenario trae amagos de peste.
Se asesinan los hombres en el extremo Este”
(vs. 1-3).
En “A Colón”, Darío nos da una descripción dolorosa de los problemas socio-políticos que enfrenta Hispanoamérica: “Duelos, espantos, guerras, fiebre constante” (v. 53). Compara América a “una histérica / de convulsivos nervios y frente pálida” (v. 4). Habla del “desastroso espíritu” (v. 5), la “perpetua guerra” (v. 7), los hermanos que “se hieren y destrozan” (v. 8), la sangre y ceniza en los campos fraternos (v. 12), los “cañones y los clarines” (v. 14), los “negros beyes” (v. 15), además de los Judas y los Caínes que fraternizan (v. 16). Como Toruño, Darío empieza su poema pintando el desolado panorama hispanoamericano. Luego, vuelve a la América precolombina en busca de soluciones para los problemas de hoy, hablando de caciques (v. 23), de Atahualpas y Moctezumas (v. 28) de zipas (v. 43), de Incas (v. 44), de Chibcha, de Cuzco y de Palenque (v. 60). En la segunda estrofa, Toruño se dirige a los americanos. Los llama a la atención por vía de la repetición de: “¡Hombres de América!” y el uso repetido de imperativos como: “¡Escuchad!”, “Mirad”, “Sentid” y “Pensad”, que abarcan lo auditivo, lo visual, lo físico y lo intelectual. Para Toruño, América es el puente que se extiende del pasado hasta el futuro. Como Darío, Toruño tiene un compromiso pan-americanista. Piensa en la Patria Grande, la América toda y capta, como nota Francisco Propata, “el alma noble y generosa de nuestros pueblos, los que no defraudarían la esperanza que la humanidad ha depositado en ellos” (R. Toruño 28). Motivado por amor, Toruño critica el caos que reina en América y la sangre inocente que se vierte. Denuncia la destrucción, el dolor, la angustia y el sufrimiento. Nos presenta imágenes penetrantes de bocas desdentadas que piden piedad y de madres que claman misericordia cerrando la estrofa con una denuncia del imperialismo norteamericano.
¡Hombres de América! ¡Hombres de América! ¡Escuchad!
¡A vosotros hablo constituidos en guión que se extiende
entre la cultura de hoy y la cultura de mañana!
¡Hombres de América!: oíd los vocablos angustiosos
que, amargos, nos llegan del caos insólito.
Mirad la sangre que mana de las arterias de la tierra.
Escuchad el estruendo de la tragedia bárbara.
Sentid el retorcimiento de los espasmos de las naciones
Y los estreñimientos zodiacales.
Pensad en que la catarata humana se desempeña en odios.
Que el hombre, hartándose, no se sacia, cayendo
Bajo sus propias ambiciones.
Que claman piedad las desdentadas bocas de historiadas
[íconos]
Y misericordia las madres de la humanidad.
¡Vivimos la hora repugnada que desoye la voz del
[criterio...!]
La razón del sistema infernal, la lógica de la dinamita,
el argumento omnímodo de la destrucción y de la matanza,
imponen sus materiales exterminadores.
(vs. 12-29)
Estos versos se asemejan a los poemas “A Roosevelt” y “Salutación al Águila” de Darío. En los versos: “¡Hombres de América!: oíd los vocablos angustiosos / que, amargos, nos llegan del caos insólito. / Mirad la sangre que mana de las arterias de la tierra”; es evidente la existencia del eco daríano (R. Toruño 27). También lo es en los versos 26-29 donde hay una referencia directa contra los invasores de Hispanoamérica que provienen de Estados Unidos (28). Darío había condenado el imperialismo estadounidense en poemas como “A Roosevelt” donde dice:
“Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aun [sic] reza a Jesucristo y aun [sic] habla español”
(vs. 5-8).
Toruño hizo lo mismo, por la pistola y la palabra, luchando contra los conservadores, apoyados por la Embajada Americana en Nicaragua —cuando apenas tenía 12 años— y escribiendo poemas antiimperialistas como “Mensaje a los hombres de América”.3
En la tercera estrofa vemos que Toruño, como pensador progresista, no empieza la historia de América con la llegada de los Colones y los Corteses. Reconoce la historia y la herencia autóctona que fluye en las venas culturales e incluso raciales de muchos hispanoamericanos. Para él, los hombres de América, los verdaderos americanos, son los que vieron pasar a Manco Capac, sufrir y luchar a Lempira y a Urraca, a Tecún Umán, a Atlacatl y a Nicarao; son los que asistieron al concurso de Caupolicán, al baile de Tun, que escucharon el canto de Tutecotzimí, que vieron morir a Xalí. Los hombres de América son hermanos, son unidos, por carne y espíritu, son los que tienen una visión para América, son seres comprometidos, responsables, dispuestos a ponerse al trabajo por la gloria del continente. Pero, como dice Rhina Toruño, el llamado no es para todos los americanos desde Alaska hasta Tierra del Fuego, sino para los que llenan los requisitos de hermandad y de visión (29).
El “COMPRENDAMOS” en mayúsculas del verso 43 es final e inicial. Es la conclusión del “¡Hombres de América!” del principio de la estrofa al mismo tiempo que es la introducción a los argumentos de la cuarta estrofa:
Nosotros, los hombres de América,
los que vimos pasar con su bosque de flechas a Manco
[Capac,]
y cargando simbólico tronco de árbol a Caupolicán,
y sufrir y luchar a Lempira y a Urraca,
a Tecún Umán, a Atlacatl y a Nicarao,
los que asistimos nervudos, totémicos, al baile del Tun;
que escuchamos el canto de Tutecotzimí y que vimos
morir bajo un arco de luna en creciente a Xalí
en el monte que quiebra en sus aguas el riente Cailahuat;
los que somos hermanos por carne y por espíritu;
los que tenemos visión de lo que es y será nuestra América,
responsabilicémonos.
¡Aprontemos la idea y el alma y la lealtad en la taremagna!
COMPRENDAMOS
(vs. 30-43)
Las referencias a personajes del mundo precolombino y colonial parecen salir de distintos poemas de Darío. Hay que recordar que si muchos hispanoamericanos ya conocen a esos personajes del mundo indígena, se debe, en parte, a Darío, en cuyas obras aparecen Manco Capac, Caupolicán, Nicarao y Tutecotzimí, entre otros autóctonos. Manco Capac aparece en el soneto “El sueño del inca”. El líder araucano aparece en el soneto “Caupolicán” que habla del: “Robusto tronco de árbol al hombro de un campeón” (v. 2). Nicarao aparece en el poema “Raza” (v. 14) y el jefe de los pipiles en el poema “Tutecotzimí”.
En la cuarta estrofa, Toruño elogia a la América autóctona, su cultura perfecta, imprescindible y universal. Para Toruño, la América no está estancada. La América crece, se desarrolla, está orgullosa de su patrimonio amerindio asociado con la antigua Atlántida:
La América habrá de fijar su cultura perfecta,
Imprescindible, universal.
¡La América nueva que viene creciendo en los siglos!
Que tiene sorpresas para el hombre de extrañas costumbres;
que oyó la canción de los astros con oídos mayábicos;
que dio los gigantes de la antigua Lemuria;
que sostuvo en sus hombros el peso de dioses y de enigmas;
que habló con el fuego y el agua y el viento
al buscar con sus fuerzas el lumínico signo
de Verdad y de Vida;
que aprisionó el tiempo en símbolos pétreos
que —de la Atlántida— asoma sus perlas de orientes
[magníficos]
bullentes, fulgentes;
que, de prehistóricas épocas, sigue el rastro de Dios
por montañas y lagos y ríos y mares
sembrados de eternidad.
(vs. 44-59)
En Toruño, como Darío, lo autóctono se respalda muchas veces en lo clásico. Todavía no tiene sus propios pies. Existe como contraste, como complemento, como parte de una dualidad, como equilibrio y como compromiso. No es un indigenismo libre e independiente. Cuando Darío habla de Caupolicán, habla de Hércules (v. 4), de Sansón (v. 4) y de Nemrod (v. 7). Cuando habla de los aztecas, habla de Flora (v. 3). Cuando habla de los incas, habla de Ariel (v. 6). Cuando habla de un indio, habla de Deméter y Pan (vs. 19, 21). Cuando habla de Bolivia, habla de Grecia. Puede mencionar a Manchaypüito (v. 8), pero también menciona a Pegaso (v. 11). En el poema “Momotombo”, cuando aparece Huracán, también aparece Aquilón (vs. 60, 62). Cuando Toruño habla de la América India, habla de la Atlántida, de igual modo que lo hizo Darío en Canto a la Argentina (v. 59) y “Salutación al Águila” (vs. 24-25). Cuando Toruño habla del origen de la América India lo compara con: “Aquellos tiempos inmemoriales en los cuales los pensadores de las Escuelas Jónicas buscaban el origen de la vida y de las cosas” (R. Toruño 29). Habla de mayas, aztecas e incas, pero también hace alusiones bíblicas a Caín (v. 3) y alusiones clásicas a los titanes (v. 77). Tal es el caso en su poema “Llamado con voz de América” donde menciona “los [a]mazonas y [o]rinocos y [m]ississipis y [m]agdalenas” (v. 52) pero menciona también a Colón (vs. 44) y a Satanás (v. 98).
En la quinta estrofa, Toruño presenta su visión multicultural, multilingüe y multirracial de América. Es un mundo pluralista que acepta lo mejor de todo, que lo mezcla y que lo cocina en una olla como ajiaco o una buena paella. Forma parte de un nuevo orden planetario donde no hay desequilibrio, donde las pujantes fuerzas del norte, es decir, de Estados Unidos, son felices y no bélicas, donde hay agricultura en Sudamérica y donde Centroamérica es el fiel de la balanza, el puente entre dos enormes bandejas de civilización: América del Norte y América del Sur. Para Toruño, la América Central es el corazón del continente, la armonía de América como la diástole y la sístole del corazón humano.
Centroamérica es el lugar donde se abrazan dos grandes océanos por donde se esparcen las noticias al mundo de las nuevas normas de cultura y civilización, de amistad y hermandad, de desarrollo y de progreso:
Hombres de América: tenemos que dar el aliento
A nuevas generaciones: civilización y cultura nuevas.
¡Y que en América quepa la humanidad!
Y que haya un emporio de pujantes fuerzas felices en el
[Norte:]
Agricultura y riqueza fértiles en el Sur,
dos enormes bandejas de civilización.
Y en el centro, el fiel de la balanza,
el puente que apréstase a ser el conducto de savia:
corazón que regule, pecho que se abra
y por donde ya se abrazan dos océanos
que han de sentir en sus lomos el viaje
de enormes mensajes llevándole al mundo novísimas
[normas].
(vs. 60-72)
La referencia a Centroamérica como el fiel de la balanza, como: “El puente que apréstase a ser el conducto de savia” (67-68), puede compararse al poema “Raza”, de Darío, donde habla del: “Gran Nicarao, que un puente de canoas / brindó al cacique amigo / para pasar el lago / de Managua” (vs. 14-17). La esperanza de un continente cuyos países coexisten en paz, también fue el sueño de Darío. En “Salutación al Águila”, el poeta pide la paz con Estados Unidos: “Águila, existe el Cóndor. / Es tu hermano en las grandes alturas / [...] / Puedan ambos juntarse en plenitud, concordia y esfuerzo” (vs. 39, 42). El poeta clama: “¡Qué la Latina América reciba tu mágica influencia / y que renazca un nuevo Olimpo, lleno de dioses y de héroes!” (vs. 57-59).
En el primer par de versos dísticos, Toruño no se convierte en deicida sino que señala sencillamente la supremacía divina que indica a América el sendero luminoso a seguir: “Y el Cristo indicando las rutas / desde las expectantes cumbres de los Andes” (vs. 73-74). Este verso se parece al verso: “Cristo va por las calles flaco y enclenque” (v. 4) del poema “A Colón” de Darío, poema de temática parecida. Los dos últimos pares de versos dísticos del poema son un himno de amor, de alegría y de paz (R. Toruño 29):
“Y la humanidad que quepa en América,
Pueblo de pueblos luchadores, trabajadores, soñadores.
Y la paz tenga asilo en el alma del pueblo titánico,
y fije en los siglos esa alma sagrada… ¡Así sea!”
(vs. 75-78).
En el poema “Pax” de Darío, el poeta hace un llamado a los pueblos luchadores, trabajadores y soñadores de América: “¡Oh pueblos nuestros! ¡Oh pueblos nuestros! ¡Juntaos / en la esperanza y el trabajo y la paz” (vs. 181-82). En los últimos dos versos, Toruño comparte la misma visión pluralista que Darío expresó en su Canto a la Argentina. En ese poema, Darío describe a América como un conjunto de judíos, italianos, suizos y franceses superpuestos en una base indo-hispánica (vs. 908-911). Habla de “la confraternidad de los destinos, / la confraternidad de oraciones, / la confraternidad de las canciones” (vs. 915-17), de la “fraternidad de brazos (v. 361) y la “transmisión de los idiomas” (v. 362). El poema de Toruño termina con un rotundo y tajante: “¡Así sea!” (v. 78), “que puede considerarse como la conclusión de un discurso o de un manifiesto” (R. Toruño 29). También puede tomarse como un decreto divino con alusiones bíblicas o en su sentido literal de “amén” al terminar una oración, una súplica o una plegaria.
En este breve estudio, hemos tocado apenas el tema de la influencia de Darío en Toruño, limitándonos a subrayar algunas influencias daríanas en la forma y contenido de uno de sus poemas. Como hemos visto, el poema “Mensaje a los hombres de América” de Juan Felipe Toruño manifiesta influencias estilísticas, lingüísticas, estéticas, temáticas, filosóficas, mitológicas y socio-políticas de origen daríano. Obviamente, esa influencia no se aplica a todos sus poemas. Como muchos de sus contemporáneos, Toruño inició su labor poética inspirado en el Modernismo para luego evolucionar y convertirse en vanguardista, romántico, místico, metafórico y cósmico. La presencia de Darío en Toruño se halla en sus primeros poemas y en poemas más tardíos como “Mensaje a los hombres de América”, uno de sus ejemplos más representativos. Es importante insistir en el hecho que la influencia daríana en Toruño nunca se trata de plagio o de perífrasis. Se trata más bien de intertextualidad, de alusiones, de la influencia de un maestro en su discípulo, del reflejo del padre en el hijo. Es en ese sentido que podemos considerar a Toruño como un heredero artístico de Darío, como un auténtico eco daríano.
Notas
(*) El artículo "Juan Felipe Toruño: auténtico eco daríano" es un capítulo del libro de Rhina Toruño-Haensly y Ardis L. Nelson (Editoras), Juan Felipe Toruño en dos mundos. Análisis crítico de sus obras, CBH Books (2006), 181-192. Analecta Literaria agradece a su autor y sus editoras habernos permitido publicarlo.
1 Todas las citas de “Mensaje a los hombres de América” provienen de Juan Felipe Toruño, Hacia el sol (San Salvador: Centroamérica, 1940). Todas las citas de Darío provienen de Poesías completas, Ed. Alfonso Méndez Plancarte (Madrid: Aguilar, 1961). De aquí en adelante citaremos solamente los versos de los poemas. Toruño, 358.
2 Rhina Toruño, “Juan Felipe Toruño: vida y poesía”, Voces 1 (1999): 27.Toruño 358.
3 Helmo Roger Toruño, “Juan Felipe Toruño: propulsor de las letras salvadoreñas”, Co-Latino 151 (1996) 4.