Los Roque Dalton Interminable* por Manlio Argueta


I


Creo que todos los salvadoreños que lo conocemos debemos estar de acuerdo: se debe recordar a Roque Dalton leyéndolo, estudiándolo. La poesía no está hecha solo de palabras, y sin embargo el uso de la palabra es lo que hace encontrar la veta de oro de sus poemas que son pensamiento e ideas nuevas cada vez que se lee un poema de Dalton. Leerlo es el mejor honor que podemos otorgarle. Pocos lo hacemos aunque sea una vez al año. Pero el poeta necesita algo más, se debe analizar y buscar todo lo que brilla en sus palabras porque es una manera de enriquecernos, ética, estética y espiritualmente. Quienes más lo conocimos quizás podríamos escribir sobre su literatura, pero tampoco es una obligación.

Necesitamos nuevas actitudes en la educación superior para desde ahí llenar los vacíos críticos que hay en nuestro país sobre un poeta y escritor que tanto se comentado y dizque que se le admira. Y eso está bien, se convierte en uno de los pocos mitos que sobrepasará este siglo que apenas comienza. La obligación es de tipo intelectual, de fortalecimiento humanístico, que solo la cátedra universitaria puede solventarlo.

Sí, dicho con todo respeto, olvidemos el honoris causa que se le quiere otorgar en la Universidad nacional. Que se emprenda otro tipo de iniciativas para el poeta que todos quisiéramos estuviera entre nosotros para oírle su voz, para palparlo, para rendirle honor en vida que ya no tiene. No debemos caer en prisas innecesarias cuando la obligación es buscar excelencia de resoluciones. Me pregunto: ¿Sirve de algo un título de doctor a un muerto? Creo que no. Se le elevaría más si se reproduce su obra. Criticarle y sistematizar su estudio. Necesitamos ya la Cátedra Roque Dalton, con urgencia. No nos durmamos sobre los laureles que cada día se marchitan después de casi quince años de terminado el conflicto.

Sobran quienes quieran estudiarlo, pero no lo hacen porque no se les da la oportunidad. Y son pocos los que quisieran ver una estatua o un diploma. Pero son muchos, y si también fueran pocos, no importa, ellos van a multiplicar el pensamiento que hay en cada uno de los versos de Dalton a quien se le quiere y estima desde lejos, como si se temiese contaminarse con sus rebeldías desenfadadas, con su palabra, y lo peor, con sus ideas. El temor es explicable pero podemos vencerlo si se le trata académicamente como una veta de formación poética y filosófica en la cátedra universitaria.

Quienes lo leemos, y más si somos del mismo campo literario, sabemos que es difícil concentrarse en sus mejores poemas, por ser poesía de ideas y porque su obra es profusa o porque tendemos a ver solo el impacto político. Es más fácil que nos llame la atención Poema de Amor o el Viejuemierda, no tanto por lo que encontramos en ellos sino porque son dos poemas que se promueven ellos solos. Pero dejamos de lado los cientos de poemas donde encontramos ideas y pensamiento de fuerza presente y futura, una de las características de los poemas de Dalton, quien escribió para mañana y para hoy. Por tal motivo su poesía es interminable en el tiempo, e inagotable para su estudio.

Recuerdo que cuando departíamos en una mesa de bar o en su casa, la famosa tienda La Royal ahí en San Miguelito,(cuyo rótulo después de cincuenta años se niega a desaparecer), le preguntábamos: "Poeta, ¿de dónde sacás tiempo para leer y escribir tanto?". Porque además tenía un trabajo para ganarse la vida con su grupo familiar, se casó muy joven cuando estaba en segundo año de Derecho; además de su activismo cultural social y político, el llamado compromiso que no debemos verlo como peyorativo. Parafraseemos a Rubén Darío: ¿Quién que no es no tiene compromisos? El que se sienta libre de pecados que tire la primera piedra y le caerá en la cabeza. Además Dalton tenía afán de vivir y gozar la vida, y eso lo hacía junto a otros poetas.

La respuesta a la primera pregunta sobre de dónde sacaba tiempo, era una sonrisa o una broma de buen gusto, o una frase irónica sobre las energías que producía la bohemia acompañada de filosofía e ideas de la calle para transformar el mundo. En una época de recién clausurada adolescencia, cuando creíamos que la palabra podía producir cambios en la realidad. Y claro que los produce pero no como lo pensábamos de manera utópica cuando teníamos veinte años.

Los cambios los producen los políticos. Los intelectuales, los poetas, los profesionales del humanismo solo incidimos, o soñamos con incidir. Esta es la utopía actual: soñar con incidir en los cambios.

Recuerdo uno de sus consejos, en los tiempos que nos iniciábamos y discutíamos sobre la mejor manera de escribir poemas y donde por supuesto teníamos intención de arrinconar a Dalton, no para vencerlo sino para convencerlo. A un hermano se le convence no se le vence. Esa era nuestra relación de hermanos de poesía e ideas. Roque se defendía: "El poema debe decir cosas". Así, dicho con palabras sencilla: "Decir cosas". Decir lo qué quiero decir es tan importante cómo la forma en que voy a decirlo. Tenía razón, pero la clave estaba en encontrar el equilibrio, lo cual no era fácil, llevar al poema elementos que tradicionalmente eran y siguen siendo "ajenas" a la poesía.

Es la gran contribución de Dalton a la poesía latinoamericana, lo que lo vuelve interminable y diferente: la poesía no tiene límites para hacerla florecer en las palabras que nos da el idioma, en todas las palabra y buscarles el ritmo y acentuación poética. Fue lo que hizo Rubén Darío para renovar la poesía española.

Entre las discusiones que teníamos con Dalton, hablo también de Roberto Armijo. Armijo se acercó a los clásicos, se regodeaba más en la forma perfecta, razón la cual no plantea renovaciones en su poética. Respecto a mi caso, estuve más influenciado por la poesía de Oswaldo Escobar Velado, un poema inclinado más a una lírica metafórica y social. De esa manera, la poesía daltoniana nos pareció fuera de serie, aunque no llegáramos a compartir su estética de "decir cosas". Quizás por eso opté por la novela, para decir cosas que Dalton sí pudo decirlas en sus poemas.

Esta proyección de su poética sigue siendo una realidad que la "gran" crítica latinoamericana se niega a aceptar. Por eso motivo se hace urgente y es obligación formar a los lingüistas y filólogos y académicos de la literatura, hacer "nuestra" crítica desde la región centroamericana, ir al toro por los cuernos de esa fierecilla indomable que son las ideas rebeldes y reveladoras de nuestro poeta asesinado. Ir al mundo con nuestro pensamiento, así como nuestra gente se ha ido con su mano de obra. ¿Por qué son otros los que deben traernos sus ideas si podemos producirlas nosotros dentro de nuestro sistema educativo?

Ir al mundo sería la gran contribución de la Universidad, y una manera de cumplir con su deber social y profesional. Hay dos que lo hacen ya con bastante propiedad y tenacidad: Rafael Lara Martínez y Luis Melgar Brizuela aunque a veces la emoción de los hallazgos, o el peso del mito Dalton, incide en ciertas aseveraciones no necesariamente de fondo. Pero ambos han hecho una labor meritoria, excepcional, han sido el fósforo que dice Dalton, en su poema Erasmo de Rótterdam: "Una cajetilla de fósforos en la época de las cavernas".

Supongo que las universidades no han logrado ver esa necesidad de ubicar la literatura nacional en el lugar que se merecen. Y eso porque hemos tenido una historia de conflictos tan dramáticos que preferimos alejarnos del fondo del problema humano y social. Después de casi quince años de terminado el enfrentamiento bélico ya deberíamos subir otros escalones en la educación superior.

Aun no está en las agendas estudiar las obras de nuestros autores (pienso en Masferrer, Claudia Lars, Gavidia,Salarrué). Comenzar por la Cátedra Roque Dalton, y hacerlo con seriedad académica, no como juego político ni como relleno de promociones políticas. Sé que esa es la intención, ir a fondo, ofrecerlo a profesionales especializados. En el caso obligado de la Universidad de El Salvador, debe ser la Escuela de Letras, las unidades de postgrado y los profesionales de experiencia que en otros país han obtenido sus grados académicos. Para una Universidad resulta una tarea sencilla, y con ello abre sus puertas al mundo de América Latina, como se lo abrió Dalton desde hace más de cuarenta años, desde mucho antes de su militancia guerrillera. Como lo hacen los trabajadores salvadoreños atravesando mares y desiertos de muerte.

Esta será la manera de sacar la caja de fósforos que menciona Dalton en su poema a Erasmo de Roterdam, ý comenzar así a salir del foso de los prejuicios ideológicos. "Si no está en mi honda, nada con él." Para que el prejuicio no elimine la idea y el pensamiento, lo que enriquecerá los nuevos tiempos y la sostenibilidad de nuestras sociedades, ahí está nuestro máximo centro de estudios, tienen el gran reto para emprenderlo desde ya.

Entre otros críticos también debo mencionar a Luis Alvarenga quien escribió el prólogo al segundo tomo de la poesía completa que con el título de No pronuncies mi Nombre, que publica el Departamento de Publicaciones e Impresos de CONCULTURA, El Salvador; no obstante que el prólogo de Alvarenga es corto, como tenía que ser, plantea rutas valiosas manifiestadas en frases breves que pueden iluminar para ir a fondo al estudio de la obra daltoniana. "Las palabras tienen algo más: una fuerza vital: la vida se expresa por ellas", dice Luis Alvarenga.

En este volumen da sus primeros pasos en firme hacia la crítica el joven poeta Pablo Benítez quien hizo la selección y estuvo a cargo de la edición. Las nuevas generaciones representan la esperanza para un reconocimiento de los valores humanísticos, conceptos que aun suenan a malas palabras.

También hay otros comentarios y análisis breves importantes para la valoración de Roque Dalton, aunque no formen parte de un corpus crítico, se suman a atraer la atención sobre su literatura. Se ha comenzado y no se debe parar.

II


Recuerdo cuando departíamos con Roque Dalton y Armijo en una mesa del Bar Lutecia, ahora hay una de esas catedrales del mundo moderno, el Banco de América Central. O en el café Izalco, cerca del parquecito San José, en ese temible Centro Histórico, por ser las diez manzanas más violentas de San Salvador, y si El Salvador es uno de los países más violentos de América Latina, significa que esas diez manzanas que frecuento todos los días, son las más violentas; no sigo para evitar paranoias. En todo caso, esas diez manzanas es donde el fantasma de San Salvador vive, aunque sea apegado a la violencia, la pobreza y la muerte. Es donde se da la pequeña circulación de la sangre, la que lleva el oxígeno a todo el cuerpo, es lo que se llamaba el alma, el soplo vital, por cuyo descubrimiento quemaron a Miguel Servet.

También nos reuníamos en la famosa tienda La Royal, la sección destinada a casa del grupo familiar de Dalton, cuyo rótulo después de cincuenta años se niega a desaparecer, (si pasan por la Segunda Avenida Norte hacia Mejicanos, verán aun el rótulo de la pequeña tienda de doña María, madre de Roque). Otro lugar favorito de reunión era La Ensenada, Colonia Mugdan, a dos cuadras de La Royal, ambos en el barrio San Miguelito.

En todos los caso, independientemente que fuera alrededor de una taza de café o de un vaso de cerveza, la conversación era sobre poesía y literatura. Personalmente, era una de las razones para reunirme en esos lugares, departir con Dalton, con Oswaldo Escobar Velado, con Geoffroy Rivas, aunque con este menos, porque los jóvenes comenzábamos a cuestionar la "poesía política pura" que es el otro rostro de la que criticábamos: la "poesía pura".

Por algo, Armijo, el maestro de la escuela clásica, tenía fuertes discusiones con Geoffroy, donde este siempre salía ganador, pues sus cincuenta años de edad, los exilios y militancia política en México le daban más experiencia que la adquirida de Armijo en Chalatenango, quien apenas tenía veinte años de edad.

Antes lo dije, la afinidad de Geoffroy era con Roque Dalton, con Otto René Castillo y con Jorge Arias Gómez, además de otros menos escritores pero profesionales del periodismo, aunque escritores también: Danilo Velado, Chico Aragón, René Arteaga, Tulio Sánchez Segovia, Eduardo Vásquez Bécquer, Jorge Arias Gómez, Ortiz Alemán, etc. Dalton sobresalía en discusiones que de la literatura y la poesía pasaban al tema político en estas bohemias de mediodía, a la hora del almuerzo oficinesco, caricatura del almuerzo casero.

Un análisis de la poesía política, lo encontramos en Carlos Paz Manzano, quien ha escrito un interesante ensayo sobre Poemas Clandestinos (Revista La Universidad de El Salvador, mayo-junio 2008). No comentaré las ideas de Paz Manzano expuestas en su ensayo, pero me llama la atención que en cierta medida contrasta con la opinión de un poeta conocido por su lirismo y posiciones críticas del vanguardismo, como es el caso del poeta David Escobar Galindo. Claro, el trabajo de Paz, como todo ensayo, es exhaustivo, y Escobar Galindo solo hace una acotación, que repito de memoria, sobre Poemas Clandestinos, una mención de su trabajo periodístico sabatino. Sostiene que este es uno de los mejores libros de Dalton. De acuerdo o no, y sin tratar de contraponerlo al ensayo de Paz Manzano, la aseveración es importante para discutirlo. Yo tampoco creo que el sello de Poemas Clandestinos sea el panfleto. Paz Manzano también hace su salvedad, e indica que aproximadamente un 30% del libro Poemas Clandestinos rondarían en el panfleto, también repito de memoria, disculpen los autores si fallo en el detalle.

Aparte de lo anterior, he escuchado a poetas que se supone cercanos a las ideas de Dalton que Poemas Clandestinos es un libro panfletario. No estoy de acuerdo, pero que yo no esté de acuerdo podría parecer parcialidad de hermano, por haber sustentado ideas sociales y poéticas similares. Sobre todo por su imparcialidad, la reflexión de Escobar Galindo es interesante.

Y es aquí donde surge el reto que lanzaba a los académicos universitarios, sobre la creación de la Cátedra Roque Dalton, y no solo de este, a quien no basta levantarle banderas de admiración, hay que leerlo y estudiarlo, como el homenaje más verdadero, promoverle sus libros con los lectores; estudiarlo y analizarlo por los más obligados, para retribuir al país y como constancia de su profesión adquirida en una universidad pública.

Personalmente no me parecen poemas panfletos, con el término peyorativo que eso implica. Si acaso, su talento excepcional hace de las palabras lo que quiere con ellas, juega con ellas, las estruja, las rehace, las ubica en dimensión de contenido y pensamiento crítico, aun en esos poemas que parecieran sencillos, a veces de dos líneas, como esa del poema antes citado "Erasmo de Rotterdam"; "Una caja de cerillos en la época de las cavernas", ese es todo el poema. Pero el poeta aspira a que sigamos leyendo e imaginando el espacio en blanco y en el silencio que expone un texto breve y una idea enorme. Nos obliga a desabrocharnos el cerebro, como se decía en los años 70.

Dalton logra sacarle chispas y novedad estética a las palabras, lo cual no hace el panfleto político. Aunque donde mejor vemos el uso de esa materia prima de la literatura que es el lenguaje, es en algunos libros menos conocidos: Los pequeños infiernos, Un Libro Levemente Odioso (una explicación poética de la vida de un poeta, en este caso, su autor, como también encontramos biografía en los poemas titulados "El Primogénito", parte titulada El País II, Los Extranjeros de uno de sus mejores libros: Taberna y otros Lugares). Aquí se ve mejor que la poesía, como dice Dalton no está hecha solo de palabras, aunque sea la palabra lo que más brilla, el oro está escondido en las pausas, la ironía y en la brevedad que reta a extenderse y complementarse por un lector exigente.

Lo que ocurre muchas veces es que aun entre personas que manejan el lenguaje poético y aun afinidades o cercanías ideológicas, es más fácil el predominio del juicio anticipado, juzgar antes de conocer. Es lo que se llama prejuicio. Alguien dijo que al plantear temas políticos no hay poesía, y eso se convierte en estereotipo. Sin embargo, ahí surge la magia de Dalton, talento fuera de serie. Y no lo juzgo solo como salvadoreño sino como poeta en el marco de Latinoamérica, donde los grandes son aquellos que pertenecen a países grandes. Y claro el país grande también tiene mayor apreciación de su cultura. Chile exalta a su Gabriela Mistral y a su Neruda, solo para citar a dos del país que más influencia ha ejercido en la poesía hispanoamericana.

Argentina tiene a Borges. México a Octavio Paz, ambos agraciados de Dios, valoraciones no solo regalo de los dioses, también hay un respaldo cultural y una crítica de peso, no obstante que se les ha señalado duramente por sus posiciones controversiales. ¿Y qué importa? También Neruda ha tenido ese tipo de señalamientos, en especial por su libro Las Uvas y el Viento.

Hay otra gran poeta en Argentina, como Alfonsina Storni. Otro en México que quizás despierte menos entusiasmo, pero no por ello deja de ser menos grandioso: Ramón López Velarde. Tantos poetas poco privilegiados por los dioses espirituales y humanos, pero no por ello menos geniales en su sencillez.

Conste, cuando hablo de "respaldo cultural" no quiero decir apoyos gubernamentales que muchas veces el artista o el intelectual exige con inocencia de niño. No; quiero plantear algo más a fondo: apoyo de todo un contexto de exaltación y orgullo de la cultura propia. Salarrué es un orgullo, Claudia Lars es un orgullo. Igual es Dalton. Pero el orgullo que nos premia debe tener una contraparte, si no queremos seguir en el quinto mundismo o mendicidad literaria: la crítica desde el recinto universitario, para comenzar. ¿Quiénes otros? También lo hace desde la UCA Ricardo Roque Baldovinos.


III


A propósito del daño que hace los vacíos de la crítica debo acotar que Claudia Lars, puede ser tan grande como la Mistral o como la Storni. Pero esto, dicho así, queda en el aire, casi suena a chovinismo, como ese que nuestro himno nacional es el segundo mejor en el mundo solo abajo de la Marsellesa.

No es necesario inventamos las cosas que deseamos. Para eso está la crítica profesional, que decide para bien o para mal, pero aporta, como ha sido el caso de Rafael Lara Martínez y otros que hacen un trabajo serio de la obra de Roque Dalton. Esta seriedad crítica evita darle todo el espacio de la verdad a quien emborrona cuartillas con la bilis del resentimiento o por oficio plumario, y que al decir entre verdades y mentiras a medias, lo convierte en verdad para todos, pues son quienes cubren los vacíos del pensamiento analítico. Sin darnos cuenta nos dejarnos engullir por ciertas perversidades interpretativas.

Tampoco nos vamos a creer que somos el culo del mundo. Se trata que los profesionales de las letras, la lingüística, la filología, descubran obras de revelación y desbrocen lo que carezca de valor. Rescatar por lo menos lo mínimo conque contamos y ubicarlo en su dimensión. No permitir que bienes culturales queden prisioneros en unos cuantos kilómetros cuadrados. El mundo se hizo pequeño, aun para países pequeños como El Salvador, para las personas. No digamos para las ideas.

Lo que pasa es que todavía arrastramos los temores y recelos por la palabra escrita, los temores que se sembraron en 1932. Ni aun mentes lúcidas ven un aporte en el libro personal, no por falta de claridad sino por conducta social paranoica de no exponer su pensamiento, sistematizado en un libro, al público, temor a ser juzgados y condenados. Uno de los méritos de Roque Dalton fue quebrantar esa parálisis, se puso muletas para tirar ideas hacia adelante. Y claro, se volvió odioso y de eso estaba consciente (leer Un Libro levemente Odioso).

Después de la firma del Acuerdo de Paz el proceso para romper las actitudes temerosas, y con ello la sub valoración de la palabra, ha comenzado en algunas universidades y con algunos profesionales. Es así como rinden homenaje al poeta leyéndolo y juzgándolo. Esta crítica, a su vez, está incidiendo más a fondo en los jóvenes que van a conocer al poeta no solo por las fibras de la emoción, el mito Dalton, sino por su obra.

También el político relevante debe atreverse a crear pensamiento, no creer solo en la acción, sino en la palabra que mueve las acciones hacia metas relevantes. Sin embargo, "decir cosas", como Dalton pedía, siendo aun jovencito, continúa significando hablar paja. Pontificar la acción da origen a una cultura patética que pontifica el sacrificio, pero deja a un lado la herencia escrita que debe dejar el héroe a las futuras generaciones. Cuando se valore la palabra, se le dará mejor sitio a la idea y el pensamiento sin lo cual no hay cambios. El mundo y las sociedades se vuelven estáticos. La acción, ni aun con las armas más poderosas, no produce cambios, sino destrucción.

Por eso, si las universidades crean cuadros de talento discursivo, propositivo, si se desarrolla pensamiento crítico, irá desapareciendo el prejuicio contra la palabra imaginaria. La palabra no cambia el mundo ni la realidad, pero transforma el corazón de las personas, sensibiliza, cultiva inteligencia emocional, tolerancia, respeto a los demás. Lo contrario a la cultura de la violencia que nos destruye sin que podamos descubrir las soluciones.

Dalton tuvo esa mira desde el poema. Quizás pocos poetas de América Latina lograron imponer su palabra para un presente y un futuro. Cuando leo poesía de Dalton descubro nuevas realidades, y no lo digo por afinidad literaria ni por el compañerismo que nos ligó desde la Facultad de Derecho y el Círculo Literario Universitario. Estoy seguro que entre cinco grandes latinoamericanos está Dalton, pese a que los gigantes de la literatura latinoamericana puedan leer en esta aseveración el delirio de grandeza de los pequeños.

Lo seguirán pensando mientras no tengamos valoraciones literarias, mientras no contemos con cátedras de estudio de Salarrué, de Claudia, de Masferrer, de Geoffroy Rivas, de Vicente Rosales y Rosales, mientras no formemos profesionales en lugar de técnicos para salir del mandado.

Si de verdad, admiramos a Roque Dalton, no nos conformemos con levantar sus banderas; ni debemos ufanarnos de oponer el pecho ante las balas, es necesario también contar con coraje espiritual para expresar pensamiento creativo, analítico y deliberativo para que las futuras generaciones sean las que juzguen para bien o para mal. Por eso nadie como Dalton nos dejará una herencia de nuestro ser histórico en los últimos cincuenta años y que d seguro se proyecta con fuerza para otro medio siglo más.

Cada libro es una fuente de ideas. Pocas veces al hablar de poesía se recalca en la idea, más se hace énfasis en el juego figurado, en la metáfora, en las técnica imaginativas, pero poco en el pensamiento que conlleva. Para mí esta es la característica de la poesía daltoniana, cada verso expresa un trabajo de lucidez intelectual, aun en los poemas en apariencia jodedores, como el dedicado a Miguel Ángel Asturias ("Cada país tiene el Premio Nóbel que se merece"). Aclaro que Dalton no recrimina a Asturias por haber ganado el Nóbel, sino porque junto con otros poetas guatemaltecos de la época, pensaron que Asturias, para ganarlo, había traicionado a su hijo adoptivo en la poesía: al poeta guatemalteco Otto René Castillo, quien tuvo mucho que ver con el Círculo Literario Universitario que lideró Roque Dalton, años de 1955 y 56. Ante ese rechazo, Asturias pidió que sus restos no fueran llevados a Guatemala, y descansa por ahora y quizás para siempre, en el Pere Lachaise de París.

El humor ácido de Dalton hizo blanco en el Nóbel ganado por Miguel Angel Asturias. También fue excesivo con el poema de Masferrer y de Gavidia. Un humor que la crítica profesional debe analizar en su justa dimensión literaria.

Roque reconoció más tarde sus acritudes en su obra Un Libro Levemente Odioso. Hay que leer este libro para conocer mejor el origen de sus exaltaciones. Lo leemos en su poema "Nunca fui feo", y en ese poema ajeno (está hecho de una sola cita de Raymond Chandler y lo único que hizo Dalton fue ponerle título), que se atrevió a suscribirlo porque quiso explicar a los que no entendieron su mundo.

Cito completo ese poema, todas son palabras de Chandler, pero Dalton se descubrió en ellas. Solo el título es del poeta: "Hablan de mí en una novela de Raymond Chandler." Además el mismo poeta lo pone entre comillas: "¿Qué tal persona es cuando está sereno?." Sonrió. "-Bien soy bastante parcial. Yo creo que es una persona buena."; "-¿Y como es borracho? -Horrible. Brillante, duro y cruel. Cree ser gracioso cuando solamente es odioso."

¿Es una confesión? No sé, pero por aquí podemos ir descubriendo el origen de ciertos silencios alrededor del poeta y que él intuyó. Para dicha de nuestro desarrollo humanístico, ese círculo de silencio se reduce cada día más, en especial cuando algunos profesionales de las humanidades universitarias comienzan a redescubrirlo en sus profundidades.



* Estos tres artículos de Manlio Argueta aparecieron originalmente en las ediciones de Revista Digital ContraPunto, donde el escritor salvadoreño es columnista. Tanto para los datos biobibliográficos de Roque Dalton como de Manlio Argueta, el lector interesado puede remitirse a nuestros posteos del martes 19 de agosto de 2008 y del viernes 3 de octubre de 2008, respectivamente.