Alicia Poderti

La mujer en el siglo XXI
8 de marzo: 
Día Internacional 
de la Mujer Trabajadora.

Alicia Poderti
Universidad Nacional de La Plata - CONICET


Releyendo libros y cartillas escolares del 1950, mi vista se detuvo en un título provocativo: "La mujer como elemento de trabajo". El contenido de esta publicación, que estaba destinada a la enseñanza en la escuela hacia mediados de este siglo, abunda en sugerencias como la siguiente:

"La necesidad de enseñar los quehaceres domésticos nunca ha sido discutida, porque toda mujer, de cualquier clase social, necesita poseer los elementos de esta enseñanza. En la escuela primaria es donde deben adquirirse estas nociones y prácticas, que deben darse juntamente con los otros conocimientos, para poder desempeñar su papel natural de ama de casa. Si es rica, para dirigir inteligentemente su hogar; y si es pobre, para realizarlos sin grandes esfuerzos, lo que se adquiere con la experiencia ¡Cuánto mejor le sería tener estos conocimientos necesarios, y menos historia, literatura, etc, para la felicidad de ellas mismas y los de su hogar!"

En estos manuales, la enumeración de los trabajos que la mujer debía realizar en el hogar incluye:  lavado, planchado y zurcido de ropa; atención de los enfermos, nociones de higiene y aseo de la vivienda; saber comprar y distinguir los víveres y utensilios, atender a la digestibilidad y preparación de los alimentos; practicar labores y dominar la economía doméstica y el arte culinario,. A pesar de la presentación de modelos estáticos sobre el ideal de mujer, estos textos escolares ya planteaban como opción válida para "algunas mujeres", los estudios vocacionales, el trabajo fuera de la casa, la conquista de los derechos políticos y hasta el desempeño de puestos públicos.

Hablar de las complejas relaciones entre el trabajo y la mujer en este día puede resultar un tanto frustrante y hasta amargo. Pero si se tienen en cuenta los orígenes y la motivación de esta fecha, el repaso del tema no nos parecerá tan desacertado. Como sabemos, el 8 de marzo fue instituido como Día Internacional de la Mujer Trabajadora en la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas de 1910, recordando el episodio acaecido dos años antes, en el que 129 operarias de una fábrica textil de Nueva York fueron muertas  mientras reclamaban mejoras laborales. La fecha encierra entonces un amplio contenido social, significado que no podemos soslayar a la hora de revisar los engranajes del mundo actual, donde a la mujer le corresponde actuar en diferentes escenarios y encrucijadas.

En el siglo XX las distintas corrientes del feminismo se han consolidado en muchos países del mundo. Las voces de las grandes feministas como Simone de Beauvoir, Virginia Woolf y Juliet Mitchel no pueden ser ignoradas. En Latinoamérica el movimiento también tiene su correlato en las propuestas de Luce Irigaray, Francine Masiello o Lucía Guerra Cunningham. Uno de los aportes fundamentales del feminismo es la noción de "género" como reemplazo de la de sexo -de carácter puramente biológico. El concepto de género alude a la dimensión sociológica del sexo, a las características atribuidas a la femineidad y a la masculinidad y a los roles que desempeñan mujeres y varones en su cultura. Otra definición  central que debe rescatarse de la teoría feminista es la de "diferencia" que rompe con el estatismo de la oposición binaria Hombre/Mujer. Pensar en la diferencia sexual significa reconocer las características específicas de "lo femenino". Luego de decenios de lucha por la paridad, las mujeres han decidido que no quieren parecerse al hombre, que son iguales a sí mismas.

Lejos o cerca de perseguir el objetivo de fomentar una batalla sexual, estos postulados  han dejado como resultado positivo la creciente desarticulación de los estereotipos y las redes de poder que mantuvieron a las mujeres en el anonimato durante largo tiempo. Se instala así una nueva conciencia acerca de las responsabilidades que pueden ser ejercidas por hombres y mujeres indistintamente. La dinámica social requiere un replanteo que no tome como algo anormal el hecho de que las mujeres salgan a trabajar y los hombres se encarguen de ciertas tareas domésticas. Así se redistribuyen los espacios sociales asignados tradicionalmente a las mujeres: la casa, la cocina y el cuerpo, al tiempo que se rompen los tensos esquemas heredados y los modos de actuar que resultan anacrónicos en estas sociedades postmodernas.

En el sistema educativo, las reformas tienden a un tratamiento diferente del sujeto de conocimiento "mujer", mientras se superan los esquemas planteados en los textos escolares tradicionales que, como hemos visto, respondían a moldes congelados. Sin embargo, y a pesar de los cambios sociales y estructurales, se insiste, en muchos casos, en presentar el rol de la mujer centrado en el ámbito doméstico.

En la historia hubo muchas mujeres que alcanzaron notoriedad por actuación destacada o heroica  durante la conquista o la independencia, como Juana Azurduy de Padilla, Mariquita Sánchez de Thompson o Macacha Güemes. Algunas  descollaron por haberse relacionado con hombres claves, como Malinche o Manuelita Sáenz y otras porque adquirieron un peso considerable en la vida social, como Alicia Moreau de Justo, cuya vida estuvo destinada a la lucha por los derechos humanos. pero estos nombres dispersos despiertan una reflexión acerca de la participación femenina real en la historia de la cultura, la que es mucho mayor a la consignada por la historiografía tradicional. 

En el campo de la creación artística, la mujeres han librado varias batallas. La decidida George Sand tuvo que cambiar su atuendo para acceder al privilegio de la educación formal. Como ella, otras mujeres han tenido que poner en marcha singulares estrategias para hacer oír su voz. Esa apuesta no siempre fue estridente, también rozó el murmullo y hasta el silencio, sacando de lo secreto su propia experiencia para compartirla con el mundo. El silencio como espacio de resistencia fue una de las herramientas  que utilizó  Sor Juana Inés de la Cruz, cuando su obispo le prohibió ejercer la palabra escrita. Las dificultades que debieron enfrentar las mujeres y creadoras tienen otras evidencias dramáticas: Emily Dickinson escribía sus obras en papelitos que escondía en los rincones de la casa. Muchos géneros de escritura femenina, como las cartas, las autobiografías y los diarios personales también han sido escritos desde los lugares subrepticios de la cocina, ocultándose entre los recetarios y las cebollas. Así, las principales marcas de la literatura femenina han sido la tendencia a la confesión íntima, la imperiosa necesidad de transgresión y el rechazo manifiesto hacia el silencio impuesto por quienes ejercen el poder social. Así lo plantea la producción de muchas mujeres creadoras argentinas, algunas de las cuales  tuvieron que luchar contra los rígidos condicionamientos sociales de su época: Juana Manuela Gorriti, Lola Mora, Alfonsina Storni.. . Más cerca en el tiempo nos llega la escritura de Olga Orozco, o Alejandra Pizarnik, y desde el espacio norteño Libertad Demitrópulos, Liliana Bellone, Zulema Usandivaras de Torino, entre tantas otras...

Ya en los umbrales del siglo XXI, las mujeres aún deben escuchar argumentos como el del pensador George Steiner, para quien la pretendida "escasez de mujeres creadoras" respondería exclusivamente al hecho de que la mujer experimenta en su propio cuerpo el fenómeno de la creación, lo que habría mermado en ella ese impulso creador tan activo en el hombre. Dentro de esta tendencia se inscriben muchos de los condicionamientos que han tenido que enfrentar las mujeres a través de la historia. Muchas veces, ese discurso patriarcal se ha incorporado como algo natural a las sociedades, y pareciera que nadie se atreve a cuestionarlo. Tanto las mujeres como los hombres son víctimas de ese discurso tan internalizado y deberán liberarse a través de un cambio que, lentamente, se está produciendo.

La tensión entre la urgencia de cumplir con los roles históricos de madre y esposa y, a la vez,  proyectarse hacia afuera, es uno de los principales desafíos que el género femenino intenta resolver en el fin del siglo. En muchos sentidos se sigue exigiendo a la mujer el cumplimiento de sus papeles tradicionales, al tiempo que se le requiere mayor profesionalización y el estar al tanto de todo lo que pasa en el mundo moderno. Eso significa que las mujeres deben responder a modelos como el de la "mujer 10", o la "supermujer" reproduciendo la ideología de los medios de comunicación desatada a partir las décadas del '70 y  '80. 

Como hemos visto en este breve repaso sobre la problemática femenina, la negociación y la fuerza son dos estrategias que se alternan en la historia de la lucha por los derechos de la mujeres. Los dos mecanismos funcionan como respuestas a la violencia cultural que se cierne ancestralmente sobre los espacios femeninos. Por un lado, a pesar de existir un contexto legislativo que promueve el discurso de la igualdad, las mujeres suelen descubrir que esa equidad queda dormida en los papeles y en la teoría. Por otro lado, gradualmente van cediendo las barreras de la postergación y la marginación, en la medida en que las mujeres van adquiriendo, gracias a la conciencia social y su propia gestión, una lucidez especial que les permite defender sus intereses e insertarse inteligentemente en los espacios que antes le estaban vedados.