Especial para Analecta Literaria
El presente texto puede ser comprendido como una revisión fragmentada y personal de algunos escritos de Luis H. Antezana, Mónica Velásquez y de la colección de poesía "El hombrecito sentado", dirigida por Blanca Wiethüchter.
Como una iniciada, recorro los nombres, los nombro y encuentro un espacio pequeño semejante a un mundo, donde conviven cientos de escritores que se miran a los ojos y, más allá de las posibles diferencias, se conocen, se leen. Dialogan en un ámbito de inclusión y exclusión aleatorio en el que Eugen Gomringer puede no formar parte de la historia de la literatura de Bolivia.
Pensar la literatura de un país desde sus instituciones
La literatura "se arraiga cuando llega al lector" dice el semiólogo e historiador Luis H. Antezana. Esa tesis que trascienden la figura del escritor -ya considerada por otros autores- nos ayudará a comprender -aunque parcialmente- lo que se entiende por "literatura boliviana".
Al igual que otros teóricos, Antezana coincide en considerar a las primeras décadas del siglo XX como la instancia de constitución o articulación institucionalizada de la literatura boliviana. "El alcance de una literatura (local) depende del arraigo y alcance de (las) instituciones en su contexto inmediato", repite Antezana, con esto nos está situando nada ingenuamente en un tema que cuando se habla de las literaturas queda al margen y está relacionado al sistema que sostiene esas literaturas y las pone en relación o vinculación con otras.
Bolivia es, en rasgos generales, un país mediterráneo, relativamente pequeño, con una formación étnica compleja basada en una persistente producción textual oral. Su creación artística, en términos modernos, sus canales de reproducción, distribución y "consumo" -bajo los mismos términos- es reciente; está peleando su rúbrica e institucionalización, aunque Antezana en ciertos términos la da por hecho.
Pero también aclara que la institucionalización no necesariamente mira a lo contemporáneo, sino que en muchos casos funciona como "un mecanismo de recuperación y asimilación del pasado preinstitucional". En esa necesidad conciliadora se manifiesta (detenta) un conflicto cultural, que en el caso de Bolivia -y a mis ojos- su continuidad y diálogo podría ser ejemplar para otros países similares.
La implementación de la educación pública y la creciente importancia de la lectura de algunas obras y autores bolivianos en los programas colaboraron en el proceso de institucionalización. Antezana habla de la educación secundaria, de los libros, pero básicamente de las editoriales y la distribución y, también, de la formación universitaria y la investigación. Todos temas que ponen a la literatura boliviana en contexto tanto dentro de sus límites geográficos como fuera de ellos. Saber, por ejemplo, que la mayoría de las carreras humanísticas en Bolivia (si no todas) tiene su trayectoria en el occidente boliviano, especialmente, en La Paz ayuda a comprender cómo se arma la representación literaria del país.
Otro dato que puede resultar relevante en esa formulación es la cantidad de ediciones extranjeras de obras bolivianas que "fueron en el siglo XIX y principios del XX, los (mejores) vehículos para una interpelación hispanoamericana que aún no había instituido, en Latinoamérica, sus literaturas locales".
Sobre la poesía
Existe un importante texto sobre la producción poética elaborado por Mónica Velásquez, llamado "Panorama y entretejido de la poesía boliviana", que comento a continuación.
Cuando Mónica Velásquez se refiere a la poesía boliviana lo primero que remarca es la enorme variedad de poetas que coexisten sin adscribirse a un grupo o corriente estética determinada.
Esa transición "amable" entre los poetas se debe, entre otras cosas, a la ausencia en la poesía boliviana de voces "autorizadas" que impongan una forma de hacer poesía particular. En cambio, es notorio cómo esa situación ha permitido que muchos y diferentes escritores inscribieran sus estilos, temáticas, etc. en un complejo entretejido contemporáneo, explica Velásquez.
Al igual que Antezana, la escritora habla de institucionalización. En el caso de la poesía, haciendo referencia a la carencia de apoyo a la producción por parte del Estado, las editoriales y la crítica, entre otros, lo que provoca una cierta precariedad en la recepción.
La investigadora hace referencia a la poesía producida a partir de los comienzos del siglo XX, destacando las figuras de Oscar Cerruto (1912-1981), Jaime Saenz (1921-1986) y Edmundo Camargo (1936-1964) como los pilares de la poesía contemporánea. A quienes sumo los nombres de Yolanda Bedregal, Franz Tamayo, Adela Zamudio, Guillermo Viscarra Fabre, Jaime Freyre, Raúl Otero Reiche, Julio de la Vega y, el paradigmático, Eugen Gomringer.
En torno de Saenz y su poesía filosófica, se reúnen los nombres de Guillermo Bedregal (1954-1974) y Jaime Taborga, según Velásquez. Y explica que ambos poetas, en especial Taborga, con el tiempo se alejan de Saenz para asumir voces más particulares. La poesía de Taborga se caracteriza por el humor absurdo y una forma emparentada a la concreta.
En su recorrido la escritora destaca a Rubén Vargas y Cé Mendizabal (1956) como dos de los poetas lectores que interpelan a otros autores; un ejemplo, Vargas en las serie "Piedra llamada Walter Benjamin" del libro La torre abolida (Plural, 2003).
Hace, también, referencia al paceño Humberto Quino Márquez (1950) como uno de los pocos que logró mover "las aguas", incluyendo temáticas y formas expresivas que hasta entonces no eran "comunes" en la poesía boliviana. Muy cerca a su producción, Velásquez, sugiere los comienzos de Jorge Campero (1953), quien posteriormente ahonda en una poesía de "coloquialismos y cotidianidades".
Por otro lado, los poetas del oriente (o más cercanos a esa región) como Pedro Shimose (1940), Homero Carvalho (1957) y Gary Daher (1956), no escapan a la mirada de la escritora y hace referencia a como, especialmente, en los recientes poemarios de estos últimos, aparece el tratamiento del "lugar" y la búsqueda de identidad boliviana a través de las figuras de "El Dorado" y la "Amanecida".
Considera a la obra de Pedro Shimose "uno de los quiebres más importantes en los últimos años". Siendo una poesía que supo transitar propositivamente diferentes instancias temáticas y formales.
Finalmente, hace referencia a los jóvenes poetas y destaca el trabajo de Benjamín Chávez (1971), Gabriel Chávez (1972), Rodolfo Ortiz (1969) y Paura Rodríguez (1973). La poesía de Benjamín Chávez -actual director del Festival Internacional de Poesía Bolivia, que este año tuvo su primera versión y ganador de Premio Nacional de Poesía Yolanda Bedregal 2007- se caracteriza por detentar un romanticismo que habla de lo cotidiano y del amor.
Considero importante nombrar a ciertos autores como Pamela Romano (1985) o Guillermo Augusto Ruiz (1982) que a pesar de su juventud ya han recibido el reconocimiento a través del certamen nacional de poesía.
La más reciente producción poética está reunida en el libro Cambio climático (Ediciones Fundación Simón I. Patiño, 2009), compilado por los poetas Juan Carlos Ramiro Quiroga (1962), Benjamín Chávez y Jessica Freudenthal (1978). La edición presenta a 28 escritores nacidos en las décadas de los 70 y 80s. y conforma un relevamiento exhaustivo que incluyó a autores noveles o que actualmente no residen en el país.
La poesía en Bolivia ha ocupado un lugar discreto, aunque Mónica Velásquez opina que es más fuerte que la narrativa, ya que no se ha visto "angustiada con el contexto inmediato" y ha sabido generar "diálogos con contextos lejanos y tradiciones diferentes".
Como una iniciada, recorro los nombres, los nombro y encuentro un espacio pequeño semejante a un mundo, donde conviven cientos de escritores que se miran a los ojos y, más allá de las posibles diferencias, se conocen, se leen. Dialogan en un ámbito de inclusión y exclusión aleatorio en el que Eugen Gomringer puede no formar parte de la historia de la literatura de Bolivia.
Pensar la literatura de un país desde sus instituciones
La literatura "se arraiga cuando llega al lector" dice el semiólogo e historiador Luis H. Antezana. Esa tesis que trascienden la figura del escritor -ya considerada por otros autores- nos ayudará a comprender -aunque parcialmente- lo que se entiende por "literatura boliviana".
Al igual que otros teóricos, Antezana coincide en considerar a las primeras décadas del siglo XX como la instancia de constitución o articulación institucionalizada de la literatura boliviana. "El alcance de una literatura (local) depende del arraigo y alcance de (las) instituciones en su contexto inmediato", repite Antezana, con esto nos está situando nada ingenuamente en un tema que cuando se habla de las literaturas queda al margen y está relacionado al sistema que sostiene esas literaturas y las pone en relación o vinculación con otras.
Bolivia es, en rasgos generales, un país mediterráneo, relativamente pequeño, con una formación étnica compleja basada en una persistente producción textual oral. Su creación artística, en términos modernos, sus canales de reproducción, distribución y "consumo" -bajo los mismos términos- es reciente; está peleando su rúbrica e institucionalización, aunque Antezana en ciertos términos la da por hecho.
Pero también aclara que la institucionalización no necesariamente mira a lo contemporáneo, sino que en muchos casos funciona como "un mecanismo de recuperación y asimilación del pasado preinstitucional". En esa necesidad conciliadora se manifiesta (detenta) un conflicto cultural, que en el caso de Bolivia -y a mis ojos- su continuidad y diálogo podría ser ejemplar para otros países similares.
La implementación de la educación pública y la creciente importancia de la lectura de algunas obras y autores bolivianos en los programas colaboraron en el proceso de institucionalización. Antezana habla de la educación secundaria, de los libros, pero básicamente de las editoriales y la distribución y, también, de la formación universitaria y la investigación. Todos temas que ponen a la literatura boliviana en contexto tanto dentro de sus límites geográficos como fuera de ellos. Saber, por ejemplo, que la mayoría de las carreras humanísticas en Bolivia (si no todas) tiene su trayectoria en el occidente boliviano, especialmente, en La Paz ayuda a comprender cómo se arma la representación literaria del país.
Otro dato que puede resultar relevante en esa formulación es la cantidad de ediciones extranjeras de obras bolivianas que "fueron en el siglo XIX y principios del XX, los (mejores) vehículos para una interpelación hispanoamericana que aún no había instituido, en Latinoamérica, sus literaturas locales".
Sobre la poesía
Existe un importante texto sobre la producción poética elaborado por Mónica Velásquez, llamado "Panorama y entretejido de la poesía boliviana", que comento a continuación.
Cuando Mónica Velásquez se refiere a la poesía boliviana lo primero que remarca es la enorme variedad de poetas que coexisten sin adscribirse a un grupo o corriente estética determinada.
Esa transición "amable" entre los poetas se debe, entre otras cosas, a la ausencia en la poesía boliviana de voces "autorizadas" que impongan una forma de hacer poesía particular. En cambio, es notorio cómo esa situación ha permitido que muchos y diferentes escritores inscribieran sus estilos, temáticas, etc. en un complejo entretejido contemporáneo, explica Velásquez.
Al igual que Antezana, la escritora habla de institucionalización. En el caso de la poesía, haciendo referencia a la carencia de apoyo a la producción por parte del Estado, las editoriales y la crítica, entre otros, lo que provoca una cierta precariedad en la recepción.
La investigadora hace referencia a la poesía producida a partir de los comienzos del siglo XX, destacando las figuras de Oscar Cerruto (1912-1981), Jaime Saenz (1921-1986) y Edmundo Camargo (1936-1964) como los pilares de la poesía contemporánea. A quienes sumo los nombres de Yolanda Bedregal, Franz Tamayo, Adela Zamudio, Guillermo Viscarra Fabre, Jaime Freyre, Raúl Otero Reiche, Julio de la Vega y, el paradigmático, Eugen Gomringer.
En torno de Saenz y su poesía filosófica, se reúnen los nombres de Guillermo Bedregal (1954-1974) y Jaime Taborga, según Velásquez. Y explica que ambos poetas, en especial Taborga, con el tiempo se alejan de Saenz para asumir voces más particulares. La poesía de Taborga se caracteriza por el humor absurdo y una forma emparentada a la concreta.
En su recorrido la escritora destaca a Rubén Vargas y Cé Mendizabal (1956) como dos de los poetas lectores que interpelan a otros autores; un ejemplo, Vargas en las serie "Piedra llamada Walter Benjamin" del libro La torre abolida (Plural, 2003).
Hace, también, referencia al paceño Humberto Quino Márquez (1950) como uno de los pocos que logró mover "las aguas", incluyendo temáticas y formas expresivas que hasta entonces no eran "comunes" en la poesía boliviana. Muy cerca a su producción, Velásquez, sugiere los comienzos de Jorge Campero (1953), quien posteriormente ahonda en una poesía de "coloquialismos y cotidianidades".
Por otro lado, los poetas del oriente (o más cercanos a esa región) como Pedro Shimose (1940), Homero Carvalho (1957) y Gary Daher (1956), no escapan a la mirada de la escritora y hace referencia a como, especialmente, en los recientes poemarios de estos últimos, aparece el tratamiento del "lugar" y la búsqueda de identidad boliviana a través de las figuras de "El Dorado" y la "Amanecida".
Considera a la obra de Pedro Shimose "uno de los quiebres más importantes en los últimos años". Siendo una poesía que supo transitar propositivamente diferentes instancias temáticas y formales.
Finalmente, hace referencia a los jóvenes poetas y destaca el trabajo de Benjamín Chávez (1971), Gabriel Chávez (1972), Rodolfo Ortiz (1969) y Paura Rodríguez (1973). La poesía de Benjamín Chávez -actual director del Festival Internacional de Poesía Bolivia, que este año tuvo su primera versión y ganador de Premio Nacional de Poesía Yolanda Bedregal 2007- se caracteriza por detentar un romanticismo que habla de lo cotidiano y del amor.
Considero importante nombrar a ciertos autores como Pamela Romano (1985) o Guillermo Augusto Ruiz (1982) que a pesar de su juventud ya han recibido el reconocimiento a través del certamen nacional de poesía.
La más reciente producción poética está reunida en el libro Cambio climático (Ediciones Fundación Simón I. Patiño, 2009), compilado por los poetas Juan Carlos Ramiro Quiroga (1962), Benjamín Chávez y Jessica Freudenthal (1978). La edición presenta a 28 escritores nacidos en las décadas de los 70 y 80s. y conforma un relevamiento exhaustivo que incluyó a autores noveles o que actualmente no residen en el país.
La poesía en Bolivia ha ocupado un lugar discreto, aunque Mónica Velásquez opina que es más fuerte que la narrativa, ya que no se ha visto "angustiada con el contexto inmediato" y ha sabido generar "diálogos con contextos lejanos y tradiciones diferentes".
Los poemas
Presento aquí una selección de la colección "El Hombrecito Sentado" dirigida por la escritora Blanca Wiethüchter (1947-2004) y editada por su sello, Ediciones Del Hombrecito Sentado, y Plural Editores con el apoyo de la empresa Entel en 2004.
El criterio es el mismo que podría utilizar un lector, no necesariamente apasionado ni crítico, espero sí, atento y si no lo comparten, igual lo disfruten.
JESÚS URZAGASTI (Tarija, 1940) Poeta y narrador. Ha publicado: Tirinea (1969), En el país del silencio (1987), De la ventana al parque (1992), Los tejedores de la noche (1996), Un verano con Marina Sangabriel (2001), El último domingo de un caminante (2003).
PARÁBOLA TERRESTRE
La voz es lo que es el hombre
el hombre resume su paisaje natal
el paisaje es la otra cara del paraíso
la voz es la guardiana de la palabra
la palabra nombra en silencio al paraíso
el hombre siempre será
el guardián de lo imposible.
LA MANO DE LA PRIMAVERA...
Sólo entendí el Universo enceguecido por la eternidad
cuando miré los árboles detenidos ocmo un don en el alba
mientras un animal subterráneo consumido por la nostalgia
se convertía en plegaria en provincia en el fantasma
que debía alcanzarme su mano formada por la primavera.
La sangre ahora reconoce en el horizonte iluminado
al caballo sumergido en su llanto al obediente símbolo
que buscaba en la piedra estelar el habitante nocturno.
Como una leyenda amanece la Tierra en la morada muda.
triunfan sobre la realidad y desaparecen las flores negras
la violencia ejercida para que lo sagrado se inscribiera
en mi pecho apartando la melodía transitoria de la muerte.
Árboles fueron los que me recomendaron mirar al mundo
recobrar su esplendor y devolverle su unidad con mi silencio.
Ambos poemas: Urzagasti, Jesús. El árbol de la tribu, Bolivia, Plural Editores y Ediciones Del Hombrecito Sentado, 2004.
JUAN CARLOS ORIHUELA (La Paz, 1952) Profesor y director del Instituto Nacional Universitario de Bolivia para el estudio de las Humanidades. Ha publicado: De amor, piedras y destierro (1983), Llalva - los gemelos (1995), Febreros (1996) y Cuerpos del cuerpo (2000).
corvo aleteo confundido
en el central de tu vejiga
bajá la pendiente del ápice
abandoná el hueco en la madre
consuminos sin nombrarnos
gutural de otrejo
agua sucia en que mojas la rueca
que te saliva las patas
donde han resulto quedarse
los cordones de tu aguayo
(al Seque de este mundo)
nada impedirá darle una patada de zoquete
al último espejo en que te mires
apretaré un botón como si nada
para entenderme a solas con tu noche
sin un perro que nos ladre ni me pudra
una ventana al mar enterará tu metalurgia
Turbante de las rocas
fingiendo irte a pasear con lo que sobre
no temas
nadie tramitará los años de tu infancia
nada tus ojos
de qué escarapela me estás hablando
de la del muerto
de la del solo
de la del sable
de la del pecho
de la del otro
ebria figuración
estado inocuo
una bandera de color triple
un territorio de nostalgia
de qué otra cosa me estás diciendo
nadie se dará cuenta de nada
ni resbalará tus lágrimas
ni sumará tus días
así
de cárceles como estamos
mejor ahora nomás hazte humo
mascarita
para que mañana al esperar no encuentres
ni gangochos de trepadas
ni arrebatos de corneta
ni un tronco de oruga rasgándose lo paterno
contra el lastre de los sueños
o sea que entre delirios
sigues pujando el dilema
figurita en ligue de ornamenta
potro subido en acequias de jalada
grandes vías bastardas para nada
si no puedes recuperar el anillo
allá tú
si se te vacían los dientes en la cuesta
allá tú
si tu mirada ya no es más que un hilo rojo
allá tú
pero cuidadito
no vaya a ser que en el sufragio
se te queme la última piedrita.
Orihuela, Juan Carlos. Febreros, Bolivia, Plural Ediciones y Ediciones Del Hombrecito Sentado, 2004.
PARÁBOLA TERRESTRE
La voz es lo que es el hombre
el hombre resume su paisaje natal
el paisaje es la otra cara del paraíso
la voz es la guardiana de la palabra
la palabra nombra en silencio al paraíso
el hombre siempre será
el guardián de lo imposible.
LA MANO DE LA PRIMAVERA...
Sólo entendí el Universo enceguecido por la eternidad
cuando miré los árboles detenidos ocmo un don en el alba
mientras un animal subterráneo consumido por la nostalgia
se convertía en plegaria en provincia en el fantasma
que debía alcanzarme su mano formada por la primavera.
La sangre ahora reconoce en el horizonte iluminado
al caballo sumergido en su llanto al obediente símbolo
que buscaba en la piedra estelar el habitante nocturno.
Como una leyenda amanece la Tierra en la morada muda.
triunfan sobre la realidad y desaparecen las flores negras
la violencia ejercida para que lo sagrado se inscribiera
en mi pecho apartando la melodía transitoria de la muerte.
Árboles fueron los que me recomendaron mirar al mundo
recobrar su esplendor y devolverle su unidad con mi silencio.
Ambos poemas: Urzagasti, Jesús. El árbol de la tribu, Bolivia, Plural Editores y Ediciones Del Hombrecito Sentado, 2004.
JUAN CARLOS ORIHUELA (La Paz, 1952) Profesor y director del Instituto Nacional Universitario de Bolivia para el estudio de las Humanidades. Ha publicado: De amor, piedras y destierro (1983), Llalva - los gemelos (1995), Febreros (1996) y Cuerpos del cuerpo (2000).
corvo aleteo confundido
en el central de tu vejiga
bajá la pendiente del ápice
abandoná el hueco en la madre
consuminos sin nombrarnos
gutural de otrejo
agua sucia en que mojas la rueca
que te saliva las patas
donde han resulto quedarse
los cordones de tu aguayo
(al Seque de este mundo)
nada impedirá darle una patada de zoquete
al último espejo en que te mires
apretaré un botón como si nada
para entenderme a solas con tu noche
sin un perro que nos ladre ni me pudra
una ventana al mar enterará tu metalurgia
Turbante de las rocas
fingiendo irte a pasear con lo que sobre
no temas
nadie tramitará los años de tu infancia
nada tus ojos
de qué escarapela me estás hablando
de la del muerto
de la del solo
de la del sable
de la del pecho
de la del otro
ebria figuración
estado inocuo
una bandera de color triple
un territorio de nostalgia
de qué otra cosa me estás diciendo
nadie se dará cuenta de nada
ni resbalará tus lágrimas
ni sumará tus días
así
de cárceles como estamos
mejor ahora nomás hazte humo
mascarita
para que mañana al esperar no encuentres
ni gangochos de trepadas
ni arrebatos de corneta
ni un tronco de oruga rasgándose lo paterno
contra el lastre de los sueños
o sea que entre delirios
sigues pujando el dilema
figurita en ligue de ornamenta
potro subido en acequias de jalada
grandes vías bastardas para nada
si no puedes recuperar el anillo
allá tú
si se te vacían los dientes en la cuesta
allá tú
si tu mirada ya no es más que un hilo rojo
allá tú
pero cuidadito
no vaya a ser que en el sufragio
se te queme la última piedrita.
Orihuela, Juan Carlos. Febreros, Bolivia, Plural Ediciones y Ediciones Del Hombrecito Sentado, 2004.
LEONARDO GARCÍA PABÓN (La Paz, 1953) Dirigió el sello El hombrecito sentado, con el que publicó numerosas obras de poetas bolivianos y estudios literarios. Entre sus poemarios se encuentran: Agua, palabras, arena (1988), Río subterráneo (1984), Discurso de tu imagen y tu presencia (1982), Paso cerrado (1979), y también: La Patria íntima (1998), además de artículos en revistas y periódicos nacionales e internacionales.
MUJER PARIENDO A MUJER
Llegado a este abismo
donde el viento de la locura toca mis cabellos
adivino tu origen
de mujer pariendo a mujer,
y tu sonrisa en el viento
destinada a quebrar el invierno de mi voz,
a mostrarme que la abertura en mi frente
era para mirarte a ti,
para proclamar la continuidad entre tú y yo
como la del mar y la oscuridad.
Llegado a este confín,
entiendo que en mi límite de hombre estás tú,
en mi límite de piel,
de pensamiento,
en el punto de fusión entre mi alma y mi cerebro.
Y mi ser es saber que haber llegado a ti
fue recorrer esta frontera,
para por fin hablar,
sin mentiras ni verdad
sin alfabetos y sin guión;
pero es también saber qué solo
y descalabrado estoy,
qué aislado quedo en mis actos
y qué silencioso me abandono
al borde de mí mismo,
sin ti y sin mí
con el pensar, con el pensar
de no ser tú y de no ser yo.
LA ABUELA ROSA
Ahora duerme abrazando a su hijo,
para probar que nada es inmortal,
ni el amor ni el dolor.
La abuela Rosa,
con su nombre literario y su genio de mil diablos,
con su risa, sus gritos y sus aventuras,
y más que nada
con su lenguaje único
a Babel robado:
cara-i-perro, Tehuantepec, a la cachorrita,
el colo, vete al demonio,
medio decentito el cholito,
nix, cara-i-mono;
y con los sobrenombres con que nos inventó a todos:
Naco, Poly, Réne, Jochi, Geli.
Ahora duerme abrazando a su hijo,
polvo en polvo enterrado;
en su hijo,
el que la quiso más allá de la muerte.
Acogida en nuestra casa por tantos años
la abuela Ruca, como la llamamos,
con odio inmemorial a indios y cholos,
y fidelidad eterna a la lotería de los sábados,
con su maledicencia y su desconfianza,
revisando los bultos de las sirvientas,
y recordando los ojos azules de Villarroel
que la miraron antecitos de su martirio.
La abuela Ruca que nunca más preparó charquekán,
arrepentida para siempre de sus injurias
arrojadas a la mesa y a la cara de su hijo,
día antes de que lo mataran.
En su casa aprendí de Mandrake,
del Duende-que-camina y de Superman
y me maravillaba el zorro del tapado
que colgaba de su espalda.
Abrazando a su hijo
polvo en el polvo
tierra en la tierra
ausencia en la ausencia
abandonada en el abandono
olvidados por ella, olvidada por nosotros,
despierta en otra parte.
La abuela Rosa
ni flor ni familia ya
con su hijo una.
Se murió el 2 de noviembre
se la llevaron las almas del purgatorio,
las de sus seres queridos,
de sus odiados seres queridos:
los esposos muertos, los hijos perdidos,
las hermanas enterradas.
Se la llevaron los años
-como a todos-
con su maleta que ya había preparado
para un viaje imaginario
a las entrañas de su hijo,
el que la llamó más allá de la muerte.
García Pabón, Leonardo. Sol de invierno, Bolivia, Ediciones Centro Simón I. Patiño, 1994.
JAIME TABORGA (Cochabamba, 1955) Publicó: Las altas construcciones (1986), Distancias de la tarde (1991), Consumación de las horas (1995), Leyendas (2002) y Cuartos (2003).
Llovía de
pronto,
inesperada-
mente
Y cuando
llovía des-
pués, tam-
bién llovía
durante
Como se
esperaba
(1-II-96)
Un día cuenta
como un día
y nada más
que un día,
como uno es
igual a uno
Pero un día no
es un día,
sino el
amanecer y
el anochecer
de otros días,
como dos y
dos son
cuatro
(29-III-96)
De tanto dar
Vueltas
Finalmente
He quedado
Lejos
Con desea-
Chos y
Partidas que
Ni yo
Reconozco
Ya debo ser
Otro, distinto,
Dándole otra
Vuelta a la
Misma
metáfora
(9-V-98)
Taborga, Jaime. Estrechos, Bolivia, Plural Ediciones y Ediciones Del Hombrecito Sentado, 2004.
ninguna muerte abrirá mi casa
a gente ni a flores.
El silencio. Y callarme.
Lavando ropa de sus muertos
y llorando
a lo largo del río las desventuradas
cambiaron el curso del agua
y cambiaron el paisaje por siempre
tu ciudad
horadada.
Así clamaban las desventuradas
durante largas noches polares
adormeciéndose
bajo los puentes colgantes
mientras el río cruza
tu ciudad como en un sueño.
Desventuradas
como si fuera un sueño
contra las piedras del río
el reflejo de un cielo
lejano
lejano y azul como en un sueño.
Si se mira sus cuerpos detenidamente
se las puede ver respirar
parecidas a organismos ya extintos
desventuradas
permanecen fijadas en el paisaje
grave y severo
aún en nuestros días.
Consagradas por el frío
forman un modelo tridimensional
de su existencia
tratando de alcanzar el límite de lo visible
desventuradas, al oeste,
siguiendo el tránsito del sol
entre las piedras del río.
Y han desarrollado un escudo dorsal
que ocupa casi la totalidad del contorno
de sus cuerpos inocentes
desventuras.
CREEN.
Del poema largo: Mogro, Marcia. Los jardines colgantes, Bolivia, Plural Editores y Ediciones del Hombrecito Sentado, 2004.
1.
Entregada al rapto
expuesta
me entrego al follaje
de los paraísos
iluminado desde lo alto
Sigo las largas líneas
de las ramas
y me detengo en el verde
rescatado de la noche
Un gato cruza del mío
al otro lado de la calle
En voz alta digo "gato"... lo nombro
para que esté
Se para
yo no sé en qué momento
Gira su cara
me mira
la endereza y sigue
Nuevamente lo nombro:
ratificado
de un salto nos interna
(estoy ya sobre su lomo)
en el blanco triángulo
de la vida
El frío
sin piedad
toma mis huesos
vos de mármol
regreso
mansa
en fin
un ancla
es mi osamenta
2.
Inmensa
despierta
la luna
lenta
pesada
empuja el cielo
se incorpora
y con sus hombros levanta
extendida noche
la sábana
3.
despierta
la luna
lenta
pesada
empuja el cielo
se incorpora
y con sus hombros levanta
extendida noche
la sábana
3.
Desde el fondo del sueño
el mar
inmensa voz
me llama
transmigro
metálica estela
color de la siesta
mojo mi carne
y en la playa
mis pies florecen
mi corazón repite
inicial memoria
el sordo latir
de caracolas
4.
Perla que llega
estalla:
llueve
y
estoy sumergida
dentro del agua
no tengo cola de sirena
tal vez
alguna
terca escama
Del poema largo: Tapia, Vilma. Corazones de terca escama, Bolivia, Plural Editores y Ediciones del Hombrecito Sentado, 2004.
antes de la fosa común
escribes
ni testamento ni canto
pero barajas letras
para bautizarte
y saber por fin
cómo te llamas
la palidez
los hilos en el pelo
tierra en el cuerpo de tu cuerpo
dirán que volviste barro al barro
murmurarán recuerdos apendos
nadie sabrá leer tu abecedario
dentro mío
tal vez
una chispa
tal vez después
bajo la tierra
callada
están moldeando la cera
ahuecada con hilos para el fuego
la mortaja que será tu tiniebla
fosa y sombra
preparan el lugar de tu descanso
sobre tus pasos vuelve tu sombra
qué decir
para una muerte sin placenta
para la nota final de los suicidas
qué gracias
qué adiós para tu madre
las niñas y las olvidadas
sentadas a orillas del suicidio
hilvanan siempre-vivas y gladiolos
midiendo con sus manos
la corona de los respiros
la tierra destejida de mujeres
con los ejes verticales cruza el aire
con los horizontales el agua
entras en tu cuerpo como en las letras
abres los ojos muertos
para saber que no sueñas
y caen uno a uno
los puñados de polvo
que desde tu afuera lanzan tus bien-queridos
golpes
como tu nombre
caídos desde arriba para tu distancia
un sur marca tu norte
tu último peregrinaje
golpes
como su ausencia
cruzando de vacíos tu vientre
atravesando tus brazos
sin puntos cardinales
la cruz está hecha -amiga
para descansar tu infancia tan vieja
limpiaste tu cuarto como tus ojos
el miedo sin memoria
te muestra el siguiente paso:
tu cuerpo-tumba
Del poema largo: Velásquez, Mónica. 3 nombres para un lugar, Bolivia, Plural Editores y Ediciones del Hombrecito Sentado, 2004.
Consulta multimedia:
Blanca Wiethüchter, lee "Luminar" en el Festival Internacional de Poesía de Medellín, Colombia, 2003: http://www.youtube.com/watch?v=QfCVTwyBuKs
Macia Mogro en Lecturas poéticas y diálogos, México-Bolivia-Chile, junio de 2008: http://www.youtube.com/watch?v=sdQFjo_PHyk
Consultas bibliográficas:
-Tamayo, Franz, Obra escogida.Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 2004.
-Wiethüchter, Blanca y colbs., Hacia una historia crítica de la literatura en Bolivia, Tomo I, Bolivia, PIEB, 2003.
-Antezana, Luis H., Teorías de la lectura, Bolivia, CESU-UMSS y Plural Editores - CID, 1999.
-Wiethüchter, Blanca, El hombrecito sentado (colección), Bolivia, Ediciones Del Hombrecito Sentado y Plural Editores, 2004.