Y compuso a Robot, cierta noche de hierro,
bajo el signo del hierro y en usinas más tristes
que un parto mineral.
bajo el signo del hierro y en usinas más tristes
que un parto mineral.
Poema de Robot
I
Iniciamos estas reflexiones con una primera sospecha: bajo su aspecto de chatarra, Robot, una de las prosopopeyas recurrentes en la obra de Leopoldo Marechal, esconde cierto "lustre de metales alquÃmicos". Tal conjetura nos inclina a una consideración previa necesariamente insuficiente, que intentaremos clara, acerca de dos modos, entre otros, de conocer: el sÃmbolo y la alegorÃa. En los textos que vamos repasar, ambos se entrecruzan y dialogan.
Para descifrar las pistas ofrecidas por Marechal, conviene trabajar someramente con algunas conclusiones que tomamos de G.Durand.1 Los signos alegóricos, postula, remiten a una realidad significada difÃcil de presentar.2 Ahora bien, si el significado es imposible de representar, entramos de lleno en la imaginación simbólica. El signo, en tal caso, solamente puede referirse a un sentido. No se trata de una abstracción o noción generalizante, diferente de sà misma, sino de la idea misma hecha sensible, encadenada, fuera de un programa conceptual:
El sÃmbolo, como la alegorÃa, conduce lo sensible de lo representado a lo significado, pero además, por la naturaleza misma del significado inaccesilbe, es epifanÃa, es decir, aparición de lo inefable por el significado y en él.3
El dominio predilecto del simbolismo es, entonces, lo no-sensible bajo sus más variadas formas: insconciente, metafÃsica, sobrenatural, surreal. Cosas ausentes, imperceptibles. Lo epifánico prefigura la emergencia de un sentido latente, instruye sobre la aparición de algo misterioso o, por lo menos, extraño. Tales, en resumen, algunas conclusiones de G. Durand.
En Leopoldo Marechal, si bien aparecen alegorÃas, recurso retórico peticionado por la didáctica en su carácter de metalenguaje básico dirigido sobre todo a la fijación de la figura del seudogogo o propalador de la palabra falsa, todas las imágenes se resuelven mediante lo que él denomina "energÃa viviente del sÃmbolo".
Destacar su importancia, nos arroja sin más a un sistema de configuraciones que funciona como un laberinto.4 Imaginemos, por ejemplo, un conjunto de alegorÃas, que leÃdo como una totalidad genérica (novela, poema, cuento), concluye por fraguar un sÃmbolo como forma operativa de intelección y representación de lo decible pero no dicho.
En consecuencia, rastrear sÃmbolos en la obra de Leopoldo Marechal puede constituirse en un viaje infinito. Interminables itinerarios entrelazan una red numerosa y dialogante: la doble batalla, la teatralidad, Gog y Magog, la Cuesta del Agua, la alquimia, la cruz, la vestimenta, el viaje, la guerra, el laberinto y tantas otras que podrÃan agregarse a esta nómina inconclusa. A veces parte de una alegorÃa como figura inicial. Por ejemplo, el banquete es una elección muy racional y cargada de lastre filosófico pero constituye el umbral para una entrada a diversas vÃas de aproximación simbólica (bÃblicas, alquÃmicas, mÃticas). Baste memorar estos dos caminos iniciales de la figura antecedente y una primera bifurcación: por un lado, deipmon (comida), alimento del cuerpo; y, por otro, potos, la conversación.
II
Nos ocuparemos de un modo especial, aunque acotado, al simbolismo/alegorÃa de robot. Con ese fin, fatigaremos tres textos: la novela El Banquete de Severo Arcángelo , El poema de Robot, y un cuento, "El beatle final".5
Para Marechal, Robot es el estado último del "hombre descendente", hombre de hierro, hombre final: Colofón. Su ética es la ética de la máquina: funcionar bien. Johnny López, perora en el Banquete:
¡En el ParaÃso CientÃfico no morirá nadie, como no sea voluntariamente y previa solicitud en papel oficio y con timbrado legal! El Ministerio garantiza una inefable reposición de órganos averiados; para lo cual mantiene una costosa industrialización de cadáveres gentilmente cedidos y bancos de pulmones, de cerebros, de ojos, de hÃgados al natural, amén de los que suministran las fábricas de artÃculos plásticos. Y que según nuestros clÃnicos, un riñón de nylon drena pefectamente los cristales de urea. [...] ¿Y qué decir de una inteligente alimentación a base de complejos vitamÃnicos ionizados? En el ParaÃso CientÃfico los bistecs y las doctrinas vendrán en cápsulas de una esterelización absoluta, condensados y servidos por atentos robots.(205).
Por otra parte, la magia circense de los medios electrónicos "le robará a Colofón el último átomo de sentido común que aún le quede". Robot, artefacto de un ingeniero, habrá sido hecho a imagen y semejanza del hombre: "Y compuso a Robot, cierta noche de hierro/ bajo el signo del hierro y en usinas más tristes/ que un parto mineral". Su nodriza, la Electrónica, lo habrá amamantado en pechos "agrios de logaritmos".
Lo tremendo es que el hombre constructor de Robot necesita , a su vez, "ser un Robot él mismo/ vale decir podarse y desvestirse/ de todo su misterio primordial". Fue asà que los nacidos bajo el signo de la Electrónica, por fidelidad a la Didáctica, fueron confiados al arte de Robot, "brillante pedagogo sin hiel": "Su cabeza especiosa de válvulas y filtros/ y su pecho habitado por un gran corazón/ (obra de cien piedades fotoeléctricas)/ hacÃan que Robot usase un alma/ de mil quinientos voltios./ En rigor era nulo su intelecto/ y ajena su terrible voluntad. Pero Robot mirado en sus cabales,/ era un hijo brutal de la memoria,/ y un archivista loco, respondiendo a botones/ y teclas numeradas por la triste cordura".
Para Marechal, el intelecto es la función de la contemplación, la vÃa para acceder a la consideración del enigma, en el sentido paulino, mediante una lectura de los sÃmbolos en su papel de operadores de la aparición o epifanÃa de lo Otro absoluto.
Ahora bien, un aspecto a tener en cuenta es la frecuente recurrencia de Marechal a la Comedia como inversión del Drama. El humor, lo farsesco, agotan las posibilidades inferiores del ser como criatura risible. La inversión del sÃmbolo produce efectos contrarios : por ejemplo, mirada desde lo alto, la izquierda es la mano derecha de Dios. El devenir habla del Absoluto mediante la unio contrariorum, mediante el intinerario espantoso de una Divina Commedia.6
Llegar a los lÃmites de la fÃsica, peticiona un más allá: una metafÃsica. Robot, el pseudogogo, era incapaz de enseñar a los nacidos bajo su signo "la técnica y la sustancia" de armar instrumentos de música. Impedido de "encordar los pájaros del éter" o "agujerear las cañas y ponerles registros", sólo pudo lanzar la sinfonÃa de su tórax, "largo ulular de corrientes magnéticas".
Robot establece, según Marechal, una dictadura. Alguien la bautizó no hace mucho como dictadura del relativismo. Amarylis, resonacia eglógica de la vida, sÃmbolo de la poesÃa, será quien inicie el camino hacia la capitulación de la "dictadura fácil" de Robot: "Ante mis ojos nuevos Amarylis/ era el múltiplo exacto de la rosa,/ y sus pechos galaxias, donde mundos posibles/ ardÃan ya en fusión de protones y nardos". La apertura hacia mundos posibles logra armonizar ciencia y alma, "protones y nardos". El objetivo es recobrar la primavera en un mundo en que todo se justifica por las hormonas y en que el demonio es objeto de la Historia Natural. Frente a Robot que era "el no ser disimulado/ con mil astucias de ingeniero", el poeta, siguiendo una antigua tradición, se retira cuarenta dÃas al desierto. Regido por la mortificación, inicia su retorno al Principio. Opone a Robot las "santas aritméticas", "el cero de la Gran Beatitud".
En la Edad de Robot, el hombre era una nostalgia, una ruta perdida. Ahora retorna al nombre de las cosas, regresa a una región o sitio no espacial al pie del mástil o árbol absoluto. Bajo el árbol primordial que "no es un árbol cualquiera ( el de jardÃn de Edén, el de la cruz, el de los frutos de oro de la Ciudad Cuadrada), le será dado restaurar y gozar una flamante primavera. El hombre medita, entonces, la muerte de Robot y, ya de regreso, en el camino, "recogà en el erial/ mi puñado de arena":
Digo que al enfretarme con Robot/ yo habÃa calculado los riesgos que siguen:/ uno, el de las preguntas contenciosas/ que irÃan al fichero de su caja interior;/ y otro, el de su dialéctica infernal,/ tendiente a promover y medir el vacÃo./ Por lo cual, en presencia de Robot/ y cuando el pedagogo ya iniciaba el discurso,/ yo le arrojé a la boca/ mi puñado de arena./ Se oyó en los mecanismos internos de Robot/ un estallar de alambres y válvulas heridos:/ trastabilló un instante sobre sus pies tozudos/ y al fin se desplomó con fragores de lata./ Después, con un martillo lo reduje a fragmentos/ y sobre su chatarra bailé piadosasmente. (cit.:51).
Asà es como el hombre cero, el hombre vaciado y cargado por Robot, "archivista loco", reasume su equilibrio. En el deslinde de la sublimidad con el absurdo, en un difÃcil equilibrio entre la luz y la tiniebla, Marechal asegura: "Y si escribà el Poema de Robot,/ no fue tras un reclamo de la literatura/ sino con la pasión de alertar a los hombres/ que pueblan el infierno de Robot/ y en la materia crasa de sus laboratorios/ han sospechado un lustre de metales alquÃmicos. (cit.54).
III
Tenemos entonces al Hombre que, sólo atento a la conciencia de sà mismo, pierde al fin la conciencia del Absoluto. Ahora bien, sus desequilibrios inciden en el desequilibrio cósmico, y si el desequilibrio alcanza el grado tope, se desencadena la catástrofe. Ese es el tema del cuento "El beatle final".
En la ciudad de Metrópolis se difunde un morbo en el lado EF del Gran Octógono: allà se desvelan los encargados de custodiar la salud pública. Una incurable melancolÃa se apodera de los marchitos ciudadanos.
RamÃrez, un paleoantropólogo, descubre el origen de la enfermedad: carencia de "atómos expresivos". Su anacronismo asombra a los funcionarios, pero consideran la hipótesis como "una posibilidad cientÃfica". Condenado en primera instancia a "una cámara de desintegración atómica", es pedido por la Junta de PsiquiatrÃa a fin de "exprimir hasta la última gota de su tesis increÃble" y para saber si la ciencia era "una posibilidad infinita".
RamÃrez reitera ante los señores del Gran Octógono la teorÃa marechaliana del "retrógrado": el que desde la edad oscura ha iniciado el camino de vuelta hacia la luz; el que como la retropopulsión de los cohetes espaciales rompe la fuerza de gravedad de la Edad de Hierro. Propone la construcción de un Orfeo "que reuniera en sà todas las voces nonatas de Metrópolis".
El resultado es la construcción de Ringo, el Salvador, un beatle artificial, un robot. Pero, como la "Bomba X deja con gran facilidad el cráneo del fÃsico para entrar en el ciclotronante ciclotrón, sobreviene la catástrofe. Ringo no pudo inteligir ese acontecimiento, ni pudo aullarlo en su guitarra electrónica:
El Angel de la Muerte, que recorrÃa la ciudad, vio las dos caras juntas: la de Beethoven, con su rictus humano que aún retenÃa la piedra, y la de Ringo, con las aristas y rigideces que le dio la metalurgia. Y en el constraste de los dos rostros entendió el ángel la razón exacta del cataclismo.[...] Sucederá porque sucede y sucede porque sucedió.
A esta altura convendrÃa aclarar que el alerta de Marechal no se dirige a evitar la consideración de los enigmas latentes en la ciencia y su tecnologÃa consecuente. Es interesante, en este sentido, consultar "Manual del astronauta", Ãnsito en Cuaderno de Navegación7 o en Athanor, sainete alquÃmico8. Existe, sin duda, un pensamiento proféticocientÃfico directamente relacionado con el devenir cósmico. No es, por cierto, el momento de insistir en estos aspectos. A modo de incitación proponemos este fragmento de un texto de Ramón Pascual Muñoz Soler titulado Señales Proféticas en la Trama de Nuestro Tiempo.9
Cibernética y profecÃa son dos palabras claves que configuran el circuito integrado (técnico profético) de la nueva era; la tecnologÃa electrónica "envasa" la cultura de la era mecánica (por retroalimentación, por feedback), y prepara el camino para el ingreso de un "bit" celeste que se incorpora al cuerpo energético de la humanidad como destello fotoprofético. La computadora es la "última" palabra de un ciclo que se cierra [....]; la profecÃa es la "primera" palabra de un ciclo que se abre, una palabra guÃa, que está en todas partes y en ninguna, es la [...] luz que se anticipa (no precisamente el sol sino la estrella de la mañana), no es ni siquiera una palabra sino el aliento que está delante de todas las palabras (pro-femÃ).
La radiación profética de la nueva era es un terrible poder desestabilizante, no sólo guÃa la trama del pensamiento moderno y configura un nuevo tejido de las relaciones sociales, económicas y polÃticas sino que cambia la geometrÃa de la materia humana y crea las condiciones para un estallido por implosión. El reactor atómico es modelo analógico de un nuevo tipo de corazón humano que empieza a producir "energÃa de fusión. (p.13)
Mediante la simbolización de las alegorÃas tecnológicas Leopoldo Marechal nos alerta acerca de un final de ciclo entre cuyas posibilidades no se descarta la catástrofe. El hombre de hierro, el Adán en fuga, ha perdido la llave del reino. En realidad ya la tiene pero carece de conciencia de su posesión: "La llave de la ciudad es el Cristo. Lo que ha perdido el Adán en fuga es la "orientación."10
Lisandro FarÃas, agonista y relator de El Banquete de Severo Arcángelo, sometido al Embudo Gracioso de la SÃntesis, por Pedro, el Salmodiante de la Ventana, pregunta:
—¿ Ha oÃdo hablar del Retrógrado?
— El Minotauro en su laberinto -refunfuñó él-. Una oligarquÃa venerable: sÃ, la vieja retaguardia.
Y añadió:
—Yo estoy en la vanguardia final.
—¿El Cristo? - balbucà entre neblinas.
— El Demócrata del Reino. (p.278)
Notas
* Tomado de: TORRES ROGGERO, Jorge, 2007, Confusa Patria, Rosario, Ed. Fundación Ross, Reproducido aquà por autorización y gentileza del propio autor.
1 Durand, Gilbert, 1971, La imaginación simbólica, Bs. As., Amorrortu, 12-15
2 Según Durand, la alegorÃa funciona como una traducción concreta de una idea difÃcil de captar o de expresar en forma simple. Por ejemplo, cuando representamos a la justicia como una persona que castiga o absuelve, estamos configurando una alegorÃa. Si ese persona está rodeada por ciertos objetos o usa de ellos (espada, tablas de la ley), compone un emblema. Por último, si se recurre a una narración como ejemplo de un hecho justo, real o alegórico, se tratarÃa de un apólogo.
3 Durand, Gilbert, cit.: 14.
4 Marechal, tras el rechazo de lo externo y literal, se lanza al rescate del "valor originario de la palabra": "todos los gestos han perdido su energÃa ritual y su fuerza mágica". (Marechal, Leopoldo, 1965, El Banquete de Severo Arcángelo, Bs. As., Sudamericana, 149 y ss., 258 y ss.
5 Marechal, Leopoldo, 1966, El poema de Robot, Bs.As., Americalee, 1968, "El beatle final" (en: Revista FEMIRAMA, Bs.As., octubre).
6 Es el momento de señalar fugazmente la influencia de Dante y los Fedeli d'Amore en el pensamiento de Leopoldo Marechal.
7 Marechal, Leopoldo, 1966, Cuaderno de Navegación, Buenos Aires, Sudamericana
8 Marechal, Leopoldo, 1981, El beatle final y otras páginas, prólogo de Angel Nuñez, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina
9 Muñoz Soler, Ramón Pascual, 1982, Señales Proféticas en la Trama de Nuestro Tiempo, Buenos Aires, Centro de Estudios Latinoamericanos
10 Cfr.: El Banquete..., 276
BibliografÃa
Durand, Gilbert, 1971, La imaginación simbólica, Buenos Aires., Amorrortu
Marechal, Leopoldo, 1965, El Banquete de Severo Arcángelo, Buenos Aires, Sudamericana,
Marechal, Leopoldo, 1966, El poema de Robot, Buenos Aires, Americalee
________________, 1968, "El beatle final" en: Revista FEMIRAMA, Bs.As., octubre.
________________, 1981, El beatle final y otras páginas, prólogo de Angel Nuñez, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina.
Muñoz Soler, Ramón Pascual, 1982, Señales Proféticas en la Trama de Nuestro Tiempo, Buenos Aires, Centro de Estudios Latinoamericanos.
Muñoz Soler, Ramón Pascual, 1982, Señales Proféticas en la Trama de Nuestro Tiempo, Buenos Aires, Centro de Estudios Latinoamericanos.
JORGE TORRES ROGGERO nació el 23 de junio de 1938 en Córdoba, Argentina. Doctor en Literaturas Modernas. Profesor Titular de Lit. Argentina I y II en la Facultad de la Universidad Nacional de Córdoba/Argentina. Fundador del Grupo de Estudios Literarios del Cono Sur que edita la revista-libro SILABARIO. Comienza sus estudios de Literatura Argentina y publica un primer ensayo que aún es citado con frecuencia en estudios referidos a la temática del tiempo: "Historicidad y trascendencia en el Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal". En 1967 accede, por concurso de antecedentes y oposición, al cargo de Jefe de Trabajos Prácticos de Literatura Argentina I. Trabaja allà bajo la dirección del Dr. Iber Verdugo. En 1968, accede por concurso de antecedentes y oposición, al cargo de Ayudante Técnico de Investigación en el Instituto de Literatura Argentina e Hispanoamericana de la Facultad de FilosofÃa y Humanidades. Comienza sus investigaciones de literatura de Córdoba bajo la dirección del Dr. Gaspar PÃo del Corro en cuya cátedra de Literatura Argentina II se desempeña como Profesor Adjunto Interino. A finales de 1970 presenta y aprueba su tesis doctoral: "Aportes para una caracterización de la génesis del modernismo en la Argentina". En 1976 es dejado cesante por la dictadura militar. En 1985 es reincorporado a la Facultad con su antiguo cargo de Ayudante Técnico de Investigación. En 1986 gana por concurso de antecedentes y oposición el cargo de Profesor Adjunto de Literatura Argentina I. Se hace cargo del dictado de esa materia y de Literatura Argentina II. Por último, en cuanto a su actuación institucional es necesario señalar que el Dr. Torres Roggero ha sidoSubdirector de la Escuela de Letras y Vicedecano de la Facultad de FilosofÃa y Humanidades. Asimismo, por designación del H.C.D. fue miembro del Comité de Doctorado y del Consejo Asesor de la MaestrÃa en Literaturas Latinoamericanas. Ha sido evaluador de la Comisión de FilologÃa, LingüÃstica y Literatura de CONICET en FONCyT, en CONICOR, y en diversas universidades argentinas. Ha dirigido proyectos de investigación y becarios de las instituciones cientÃficas antes mencionadas asà como de SECyT (Universidad Nacional de Córdoba). Su obra ensayÃstica comprende numerosos tÃtulos. Entre los más relevantes: La cara oculta de Lugones (1979); Jauretche, profeta de la esperanza (1984); Discépolo Vivo (1985); Eva Peron y la dignificación de la mujer (1993); El combatiente de la aurora. Lugones, Córdoba y los inicios de la modernidad literaria (2000); Leopoldo Lugones: criollo universal (2000); Leopoldo Marechal: entre sÃmbolo y sentido; Dones del Canto. Geotextos de identidad y de poder, (2006); Confusa Patria. Borges y las zonceras. Otros estudios geoculturales, (2007). Obra poética: Las Circunstancias (1962); El que tenga oÃdos (1966); Cualquier cosa que uno dé (1973); Córdoba entre miradas y un vistazo (1983); Eucalypto y otros poemas (1991); Un paÃs de sonrisas (1996). Director de Silabario. Revista de Estudios y Ensayos Geoculturales.