Mario Sampaolesi

Mario Sampaolesi
 
Malvinas 
(Poema) 
Fragmentos




NO TENER, no desear, ser sin antes ni después, observar el flujo de las emociones, de los recuerdos, de los pensamientos; sentarse inmóvil y quedarse así, sin pensar, pensando desde el fondo del no pensamiento; contemplar el remolino de los sucesos, dejarlos pasar y olvidarlos; olvidarlo todo, vaciarse, volverse amnésico, la mirada hasta más allá de la visión y la vida que deja de ser sueño, que no es sueño.

Y el ex-soldado, el ex hombre oye el brutal murmullo de la vegetación agitada por el viento; ve el reguero de huellas de aves marinas y sus distintos senderos a través de las piedras; ve el escarchado suelo, algunas gotas colgantes sobre las hojas de los tussocks; siente en carne propia el picoteo del albatros sobre la masa plateada del pez, su devoración segmentada; ve los dibujos caprichosos de las nubes, sus movimientos veloces; ve el musgo amarillento y mojado pudrirse sobre otros anteriores que se pudrieron se pudren sobre la turba; ve cómo el cadáver de un lobo marino se desintegra desde su carne hacia aquí, cómo se convierte en objeto de una orgía de gusanos; oye los zumbidos babeantes de ese hervidero; vislumbra cómo a metros de allí, las gaviotas, los cormoranes, los chorlitos, los cauquenes revolotean, cazan, defecan, picotean, graznan.

Todo es el mismo bosque.

[...]

Cavá un pozo, cavá hijo de puta; sacá con la palita la tierra por ahora negra de Malvinas; cavá te digo, pendejo, y después si querés vivir metete bien adentro de ese agujero porque vienen los ghurkas.

Vienen los ghurkas y estoy solo en esta noche helada, arada por los proyectiles luminosos de la metralla; los obuses caen cada vez más cerca y yo no quiero morir acá, lejos de todos en la congelada noche de las islas, encandilado por los trozos de cielo amarillento de las bengalas, arreado hasta acá como ganado porque soy argentino; pero no quiero morir y hace tanto frío, y vienen los ghurkas, vienen arrastrándose sobre la tierra todavía negra de Malvinas, vienen por mí.

Yo los siento acercarse.

Los suboficiales dicen que después de matar al enemigo ellos le comen el corazón, mi corazón argentino late todavía, los pedazos rotos de mi corazón serán masticados por los ghurkas, tragados hasta el estómago británico de los ghurkas, la sangre de mi corazón celeste y blanco se mezclará con la de ellos, y así nuestros pasados con su carga de dolor y de secreto convergerán en cada pulsación, en cada latido.

Estoy muy solo esta noche y quiero volver, quisiera volver antes de que coman mi corazón, mi corazón que ama tanto esta turba negra y dentro de poco roja de Malvinas.

Pero no puedo irme, no puedo dejar este lugar, este pozo profundo que cavé con mi palita, esta tierra que arañé con mis manos paralizadas de frío, esta turba que aplané, que apisoné a patadas con mis borceguíes escarchados, rociados con las neblinas mutantes de las islas.

Mejor me quedo para cumplir con un destino, algo así me dijo el capitán, pero extraño y no puedo ver aunque todo está fatalmente iluminado y vienen los ghurkas.

Pero en una de ésas, con el correr del tiempo, quién sabe, los trocitos, los pedacitos, las miguitas líquidas de mi corazón, tal vez los cambien.

[...]

En las islas parece que lo único permanente son los vientos y las lluvias. Razones por las que el paisaje carece de árboles, no así de arbustos y pastos que se desarrollan en forma de matas. En el verano esta vegetación alcanza un color verde grisáceo; en el invierno amarillento.

La definición biológica es: estepa arbustiva.

También crece el tussock que es la planta típica de Malvinas: puede alcanzar hasta los tres metros de altura. Estos tussocks -parecidos a los juncos- son muy codiciados porque sirven de alimento para el ganado.

Hay densos bosques de esta gramínea gigante en las islas y los lobos marinos y los pingüinos hacen de ellos su hábitat.

Cuando los turistas llegan de visita, desembarcan de lujosos cruceros e inmediatamente van a los pubs de Puerto Stanley.

Allí los kelpers les cuentan historias de la guerra, les indican dónde están ubicadas las zonas de los campos minados, les muestran pequeños souvenirs: algunas cajas de municiones del Ejército Argentino, restos de uniformes, algunos cascos.

Sujetas con chinches, sobre las paredes se ven unas cuantas fotos   –manoseadas, desteñidas- de muchachos sonrientes.

[...]

La turba es esponja acuosa y sucia. Todo se hunde sobre ella.

Ella lo absorbe todo.

El muchachito, el soldadito está echado, aplastado contra esa especie de oscuridad flotante y fría.

Trata de diluirse en esa acuática superficie sin resistencia mientras espera el ataque, mientras el viento feroz arrasa la planicie de Malvinas.

Resiste la neblina suspensa del aire: su espesura líquida pesa sobre el cuerpo.

Se congelan los pies, las manos, los brazos, las piernas, la cara es trozo de escarchas (capa sobre capa), el fusil una icebergiana masa de hierro gris mientras el viento arrasa la planicie, mientras las nubes plomizas cargan otra lluvia, preparan el diluvio: un diluvio sin rescate, sin posibilidad de huída o refugio.

El muchachito espera que vengan los ingleses, espera que lo vengan a matar.

Está solo como tantos otros dispersos, semienterrados en los pozos de zorro: todos con la expectativa del balazo.

Después del disparo sigue una previa quietud, luego el proyectil hace blanco en el cuerpo, atraviesa el pilotín endurecido y mugriento, la chaqueta, el pullover que alguien tejió en Buenos Aires y que nadie sabe cómo llegó hasta allí, la camisa de fajina, los papeles de diario, la camiseta; la bala atraviesa el ropaje indefenso del soldadito, perfora la carne, explota en la sangre, en la piel, parte el hueso, lo estalla, entra en el pulmón, la bala inglesa lo agujerea allí en la soledad infinita de la planicie de Malvinas.

Pero no sólo traspasa su cuerpo, también lo hace con los recuerdos de hogar, de madre, de hermano, de novia, de amigos, de ciudad; la bala explota dentro del aura del argie, del soldadito que no se rinde, del muchachito que a pesar de que no puede, de que no quiere, de que no lo quieren es  héroe.

Y muere.

Y todo lo que no sabemos, todo lo que no queremos saber, todo lo que no imaginamos se expande como plomo en el estómago.


[...]





MARIO SAMPAOLESI, escritor y poeta argentino, nacido el 16 de junio de 1955 en Buenos Aires. Entre los años 1989 y 1991 residió en París, Francia. Desde el año 1993 dirige la revista de poesía Barataria. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Cielo Primitivo (1981); La Belleza de lo Lejano (1986); La Lluvia sin Sombra (1992); El Honor es Mío (1992); Puntos de Colapso (1999); Miniaturas Eróticas (2003); A la hora del té (2007); Malvinas -poema (2010).   En novela: La vida es perfecta (2005). Ha traducido del francés el poema El Cementerio Marino de Paul Valery (1998) y El monje loco está de regreso una selección de poemas de Ryokan, (1993). Fragmentos de su libro-poema Malvinas han sido incluidos en la monumental antología de Jorge Monteleone 200 años de poesía argentina (2010). Desde el año 2003 dirige el Taller de Poesía de la Biblioteca Nacional. Entre las distinciones más importantes con las cuales ha sido reconocida su obra, figuran: Primer premio Nuevas Promociones Literarias, Sociedad Argentina de Escritores (1981); Subsidio a la Creación Literaria, Fundación Antorchas (1991); Segundo Premio Fundación Inca (1994); Tercer Premio Nacional Regional (1997); Segundo Premio Fondo Nacional de las Artes (1998); Beca Fondo Nacional de las Artes, 2001, categoría Creación, Poesía; Subsidio Fondo de las Artes de la Ciudad de Buenos Aires - años 2004 y 2006. Video poema: La vida me es ajena - Mario Sampaolesi You Tube. Su libro Malvinas ha sido declarado de interés por la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Ha colaborado en numerosas publicaciones del país y del extranjero: Suplemento Ñ del diario Clarín, Suplemento Cultural diario La Nación, Suplemento Radar diario Página 12, Suplemento Cultural diario La Prensa, Suplemento Cultural diario Excelsior (México), Revistas Ultimo Reino, Crítica, Rizoma, Prometeo, Luna de Locos, Trilce, La Pecera, etc. Entre otros, ha sido especialmente invitado a participar en los siguientes Encuentros: II Festival Internacional de Poesía Prometeo, Madrid, España, 1987, III y IV Festival Internacional de Poesía de Rosario, Argentina, 1993-94, XII Festival Internacional de Poesía de Medellín Colombia, 2002,  XX Festival Internacional de Poesía Trois-Rivieres, Québec, Canadá, 2004, III Festival Iberoamericano Carlos Pellicer Cámara, Villahermosa, Tabasco, México 2007, y en el I Coloquio Latinoamericano de Poesía en Asunción, Paraguay 2010.