José Carlos Cataño | Poesía Reunida (1975-2005) | Textos seleccionados por Mónica Patricia Blanco







De: Disparos en el paraíso (1975- 1979)


I. Si el mar cumpliera tu figura



ELEGÍA MARINA
In memoriam Herminia González Perera


IMPERCEPTIBLE, un sol
Declina por las ramas de la costa
Hasta las ondas de poniente
Que agitan los insectos.

Aquí reposa el cuerpo, en la húmeda
Tierra de memoria.

Un grito hubiera roto la distancia.

El único retorno
Murmura en lo más alto de la densa arboleda
De eucaliptos bajo el cielo cubierto. La sombra
Del volcán vertida  al mar es el último mar
Que se cierra a los ojos en medio de un gran sueño.
El mar que penetraba por el borde más alto
Del sol, será el último mar
Para dorar tu frente. Como
Si el mar que terminara
                                      de un golpe
Cumpliera tu figura.



MENS METALLICA


ESE  mismo pájaro que emite sombras en forma de
                                                    [fibras,
Que al final vibra
                            Estremeciendo la cabeza,
        esa cabeza
                y el cuerpo desollado
Que estremece un viento invisible
        pendiendo sobre el mármol de la carnicería,
Ése es el cuerpo hecho espíritu que galvanizo,
Como si los órganos
           buscasen la descarga.

Donde rebota el mundo
                                      el espacio
Devuelve lo mirado.





II. North África


PROEMIO AL ABRAZO


SI fuésemos algo
Seríamos dos abismos,
Nada más que dos abismos-
En el tuyo arrojaría
La sombra vertiginosa de mi ser.



MI CUERPO

EL aliento contiene
La noche a los costados.

Hallad en mí la tierra
Doblándose.

El cuerpo con la noche
Es sudario de escarcha

Para hartazgo de sangre.

El rostro entre los astros-
Planta calcinada.



III. Mi copa de vino

I

QUIÉN te bebe, vino oscuro,
Quién en tu borde,
Sus labios duerme...

Riegas la aridez de la noche,
Mas tu hacer se estremece
Al son de la borrasca.

De tu silencio fluye
Anudada la sangre
A tu humedad.

II

Viertes el brillo de lo que fue
Sobre la copa que tamiza
La luz en alto.

Viertes la danza del forastero
Intermitente en el refugio
De la noche que mengua.

Viertes el sabor de quien resurge
Sobre la vida que decrece
Bajo el peso de la fatiga.


III

Alguien,
Si alguna vez, tan intensamente
Fue, como el recuerdo gime,
Arde tan lejos que ya lo creo
Verdadero en la distancia.

Quise arder sobrevivo de su cuerpo
Que no fue. Mas mi empeño, de dañarlo,
¿No sería una extraña forma
De amor? ¿No sería acaso el deseo,
Arder instantes
En la memoria?

Deslízate en mis labios que no siento,
Pues me colma
Tu inexistencia.

IV

Como el nombre en el verbo, sucumbid,
Chorros, en busca
De lo ya escrito;
Sucumbid,  como el vino
Ahonda con su peso
La copa
De oscuridades.

Que tal es mi deseo,
Silencio ebrio de sí.




IV. El otro lugar



En el techo del viento


EN el techo del viento,
En la superficie del viento,

En parte alguna
Me

Depositaron,
                     en cuajados fondos,

De ninguno el lugar,
Entero- todo- arriba.

                         En las aristas
No quedó rastro.

En la distancia
Saldé deudores.




DANZA A MEDIA TARDE, EN SEPTIEMBRE


LAS  llamas retienen aquello
Que quiso amanecer
Bajo otra luz,
No de este mundo,
Una sutil y rara luz
En la cual resplandecería
Ese bailarín que gira sin público
En la terraza, no la cruel hoguera
Que devuelve el reflejo
Del terror de los búhos.



EL CANDELABRO


INFINITAS conclusiones
                                para un mismo pensamiento.

Infinitas pulsaciones que
               Se entroncan (manifestándose)
                     En un idéntico pensamiento.

Y viceversa.

Una infinitud para englobar infinidades,
El candelabro de los múltiples brazos,

Y un mismo basamento.
Esto es un pensamiento exacto, esto es
Belleza.



V. Concédenos, Oh Señor



I

CONCÉDENOS, oh señor, la medida de nuestro infierno
O, si no, una lucidez para vivir tranquilos.
No esta desazón de la barca sin mar
Ni puerto que la ampare-
Que el amor también ha muerto.
Haz de nosotros
Tu pasto de sabiduría. Sángranos hasta amasar
La alegría de la sangre con lo que del dolor nos
                                                      [queda.
Configura nuestro cuerpo único
A la medida de nuestra muerte única.

II

En la seca prisión del viento
Que comulga la unión extática
Con ausencia de realidad -que es el mal, nuestro
                  [infierno frondoso de conciencia desterrada,

Escúchanos, oh señor, en la morada de tu apego,
Desprende tus fundidos labios
Y que el sol nutra el gesto,
Del camino que se oculta, del destino que comienza.



III


Concédenos, oh señor, la medida de lo que cae
Y penetra por la marca de nuestro exilio,
Donde baila, palmotea
Una alegría extraña, fruto del fondo,
Amparo de lo que arriba se desgarra
Y consume entre las redes
De una vida martirizada.
Que éstos son nuestros pocos actos,
Que sostienen reiteradas debilidades.
Su constelación redime, helado soplo
Como la Vía Láctea
En una frase comprometedora.

IV

Señor, en esa luna que arrastran  los escombros en  la playa
No alcanza el océano de la serenidad,
Y nuestra labor es estéril pero ayuda
A una desesperación más próxima
Entre llanto y coraje, cuando expulsamos
Los cadáveres de un estado de imperfecta unión.
La luna que desgarra la marea,
Los guijarros que dudan si romperla,
No gozan de su medio, y la cabeza
No recobrará su interior vacío.
Pues la orilla que gime es el grito de la luna
Y de otros cuerpos invisibles, apedreados,
Espíritus en tortura como un vino de buen color
Y amargo y áspero para quien lo bebe.
Porque quien nombró la luna y mi espíritu
Entre los cuerpos invisibles
No les dio su sentido exacto.

V

Y el grito logrado no será más que los otros,
Colgados del espacio junto a las voces,
Los susurros y quejidos del guerrero
Que combate contra los sí-mismos.
Mantennos, oh señor, en latitud invisible;
Remuévenos, de vez en cuando,
En el cieno de la terrible, concreta, primera tierra,
Nuestro único compañero,
Nuestro puro y único guardián,
En donde nace el doble que nos sustenta.


VI

Concédenos, oh señor, el derecho, pues acaso
¿No es justo que cacemos a nuestros jueces?
Es justo, necesario y justificable
Por el camino del sendero indirecto
Luchar porque te justifiquen en un postrer gesto-
En las postrimerías de la necesidad.




VI. La presa que se esconde




La presa que se esconde supone un cazador oculto.
El cazador que a la presa encubre no sabe que la posee.
Si la presa lo cazare, ignoraría que lo tiene en su
                                                           [matadero.


                                        *

De existir, la eternidad no tendría  sentido. Siempre es esa hermosa posibilidad, la del que caza, de atrapar la pieza que se esconde.

Un dios escondido se pierde en la eternidad para quebrarla. La presenta como terreno de juego, por donde corretean las posibilidades:

de quien y cómo esconderse, los
escondites, las posesiones, las revelaciones,
los alumbramientos, las perpetuaciones,
             las ocultaciones.

En la ocultación que se revela, reside la aniquilación
de las formas para que la perpetuación se manifieste en
otras formas.


                                          *

Percibir es donar.
Mas nada se recibe que antes no se ofrezca.


                                          *

Si la presa se oculta, yo me oculto.

Si las cosas no son interpretables mi espíritu se salva.
En semejante redención, el hombre, para serlo, es las cosas que abraza.


                                              *

Pero las cosas hablan por mucho que enmudezcan, recogidas en el aliento, aunque reposen disueltas en el abrazo, en el reseco paréntesis abierto entre dos cifras.


                                              *

Las cosas hablan a cambio de nuestro sacrificio.

                                              *

Entramos por una abertura en el  silencio,
A través de una brecha ruidosa en el silencio.
Penetramos por un corredor vaciado
A celebrar el contrato que nos precia.

                                             *

Por ello hemos de manchar de sangre nuestras
                                                           [palabras;
Por ello las palabras
              no  son meras ideas en la mente-
Para que nazcan , para que subsistan,
Para que el pacto se mantenga.

                                             *

Ese cazador maniatado
Manando la noche entera el surtidor de la fuente,
Esa criatura que mana durante la noche un sentido
                                                       [del mundo,
Colgado  su cuerpo del espacio oscuro
Y esa noche que tal vez nunca se le revele...
Oh mundo nutricio en el silencio de las vísceras...
Oh fundación recogida en el aliento que expira...

                                             *

      Una marea de sangre que asciende,
      Batientes cubiertos, mojados,
      Batientes con los restos de una raza pletórica que
                        [abandona sus tesoros sobre la roca perlada.
      Batientes, rocas,
      Acumulación de visajes penetrando la bruma de la
                                                                             [forma.
      Gestos brillantes en la bajamar, actos bajo el nivel de
                                                                      [su expresión.
      Rugen, se alzan.
      Asaltan las formas,
      Se convierten en las rocas de  húmidos  haces sonoros.
      Primero un embate continuo, seco y monótono,
      El tam-tam aniquilador que mantiene en danza a  la
                                                                                  [marea,
      El agua sin conciencia que al son de los golpes vibra.
      De pronto esas olas apartadas
      Quiebran el ritmo de su martirio. Una polvareda se
                                                                                  [eleva,
      Una ráfaga de sangre a punto de purificarnos
      Irisa los bordes de la vida nuestra,
      Una marejada de sangre natal que se rebela y escala
      La cumbre de su impulso desesperado.

                                               *

Para saciarse de mundo, el cazador se devora. El brillo
de sus ojos indigentes,


             proyectan rayos sobre el mundo
             que entonces se desgrana
             en carbones luminosos.

                                               *

      Hambriento, con desespero, necesita
              los  visajes,
                                 las premoniciones , las señales,
              las claves, los oráculos,
              los signos de un mundo.

      Para hacer compañía a su espíritu apartado necesita
caer en un mundo. Donando de su espíritu, el balbuceo
de lo que habla le conforta.

                                              *

      El significado suele estar más allá de lo visible, sólo
porque lo visible no entra en el pacto.

      Si el tributo no llega a tiempo
      el mundo aquietado no pestañea.


      En busca de una ascesis el cazador deambula, a fin de
                                                                                 [hartarse
      (no a sí mismo),
      para proveer a los dioses, los fenómenos, los nombres
y atributos de su creación fantasma,

             que un dedo rasgaría,
             sobre la pared de sed,
             para que una atmósfera vacía entrase.


                                          *

      Importa que al amanecer nos encontremos dispuestos
a remitir la ofrenda; que entremos, por tanto, vaciados,

abiertos como cuerpo arado en una noche de júbilo y
destrucción.

      Para que el mundo hable sin consuelo.

      El cazador permanece desposeído. Nada mantiene,
nada cumple; todo lo aviva para que circule; todo lo trans-
fiere.

      Y ese espejismo de movimiento, esa mudanza de las
desposesiones, lo hacen dueño omnipotente.


                                          *

      Si un dios se esconde,
      Perdido en un jardín sin límites,
      Un cazador se esconde
      Para que la presa se manifieste.
      Estamos aquí por empezar en el error.
      Hemos llegado hasta el punto que es ninguna parte,
      Mientras la vida chapotea allá abajo,
      Entre el sol confuso con su retorcida cola.
      En el vasto dominio de allá debajo.
      Si empezamos mal, pero convencidos
      De hallar más adelante la respuesta,
      Éste es el punto que esperábamos,
      El punto que es principio  sin comienzo,
      Regreso sin retorno,
      Principio sin pregunta y abismo sin laderas.
      Éste es el momento, el de sin respuesta.
      Proseguir es avanzar convencido
      De encontrar la respuesta del principio aquel.
      Esa respuesta nunca concedida,
      Esa respuesta que es nuestra vida  detenida en seco,
      En un punto, concreta y recogida,
      Mientras el pasado dispersa sus agonías
      Y sobre las sombras mi sombra cae.
      Si vuelves, ese lugar estará afuera,
      Una abertura en el silencio por la que penetra la
                                                                                [mente,
      Y el mundo se nos revela
      Es ya nuestro milagro solo.

          


VII. Disparos en el paraíso



LA CASA NATAL


LA casa ardía sobre el oscuro pelaje del océano.
El último olor se desataba en transparente humareda.
Hálito, olor a nada, memoria quieta.
Sus ojos son ahora rescoldos del vacío
Por donde huye el negro, último ruido de la vida
Sin despedirse del cuerpo
Que repite la monótona compasión de las paredes.
Pájaros de lluvia en suspenso. El cuerpo flota
En este mi vaso de ginebra
Como hielo. Bebo tus ojos que son los míos,
                                                 ¡míralos!,
Sin color, enormes lienzos desplegados,
El aullar inánime del aire.



DISPAROS EN EL PARAÍSO


I

SUS ojos
Despacio a los míos,
No sea tan repentino,
Inconmensurable su mirar-
Como si quedos
Volviesen.

No sea tan grande la mirada,
Abarcándome
No me acepte,
Me devuelva lo mirado alguna vez
De principio a fin,
La vida ahora tan de pronto en sus ojos
Me
Sobrepuje,

Me piense, me mire, tan fijos, me muera,
Con mis ojos de ella plenos
Yo su voz sea.

II

Así, con tal esfuerzo,
Desmesurada la pupila, mirando el cielo,
Abriéndola en visión ilimitada,
Sin nada adentro,
Ningún sonido,
Ni vacilante imagen.

Abierta mirada en el viento
A lo largo del cielo.

III

¿Quién recoge la voz gritada desde atrás?
¿Quién observa
La distancia, el salto, el silencio
Que envuelven su garganta?

IV

Quién de antaño,
La voz reúne.
Quién observa las sombras desatadas.
La distancia, el salto y el silencio toman cuerpo
Y se desvanecen
En la voz del cazador.

V

Dónde el grito se extravía
Con sonámbulo mirar...

Alguien desde atrás dispara
Y se aprieta el aire.

VI

Sólo
Al caer octubre
Otra vez los árboles
Remueven los pesares
Y la luz duda
Tanteando cuerpos escurridizos,
La voz y la mirada se despeñan

En el mismo abrazo.

Abro los ojos y no hay nadie.


ÉSTAS SON MIS ALMADRABAS


ÉSTAS son mis almadrabas. Los rojos
Colores del cielo vienen a morir aquí,
Amargos, como las flores de Pascua;
Grabados en el límite
Que alzan las redes suspendidas
Sobre la infinitud del mar.
El alto océano y los miembros
Que palpitan en agónica demoración.
Soltad las redes
Y traspasarán las aguas, las mansas
Escuadras en deriva
De un verano perdido, extraviado entre los lechos.
Descenderá la noche
Por siempre hasta los fondos
Encarnados. Descenderán por siempre
Las voces todas,
Acallarán en los lindares
De la luz los  vanos afanes
De cuando suspiraba subir más y más alto
Olvidando la escala.
Oh sueños de circo, carpas inconmensurables.
Dejad atrás también los amaneceres, yerto
En los laberintos. Éstas son mis almadrabas.
Sus nudos me recuerdan
Los volubles suspiros del desierto
Bajo el aullido errabundo de quien perseguía
El pulso de la eternidad grabado
Por las olas en las negras arenas volcánicas.
Irisaciones de la luz de entonces...
Ardentías de entonces...
La virulencia toda rayada en la pupila...
El cáñamo no sólo transpira los febriles
Alientos del mar, es el vino
Espirituoso de mi cuerpo
Quien late entre las piezas moribundas,
Mueren también con ellas
Mis armas; las llaves del huerto
Concluso, la fuente signada,
Se demoran en su hundimiento.
La última despedida y soltaré
Mis almadrabas,
Como la vez aquella, en la travesía atlántica
Solté un pañuelo humedecido por mis semillas.
Ofrenda, ofrenda a las llagas del mar
Que interminable en los inviernos
Aparecía sobre las altas alamedas.
El mar, la lejanía, la distancia
Devolviendo mis yaceres, sus versos callados
Olvidados entre los restos, iridiscentes
Contra el vacío.


De: Muerte sin ahí (1980- 1985)


la  tierra bebe


LA  tierra bebe
La sangre derramada,
                                     las sombras
Se persiguen
Sobre el duro, inerte humus
          de mi lengua.

El hombre que viene se anuncia
Que nunca viene.



embebida, de canto ajeno


EMBEBIDA, de canto ajeno,
Morosa lengua,
Sólo, por tal fervor,
Tú, idéntica a ti misma,
No acabas de consumir la fijeza.



acógeme, hazme cuna en los oleajes


ACÓGEME, hazme cuna en los oleajes,

A fin de que te impreque
Y alabe,

Cuando ebria la marea
Duerma a las sanguinarias flores
Del fondo.

Mi palabra halla primogenitura
En tu descanso,

Hasta que tus dientes, oh voluptuosos,
Me cieguen para siempre.


ligero como el canto que no acaba


LIGERO como el canto que no acaba
Se ondula tu recuerdo en el verbero.
Regresa y es el mismo.
Despierto y no es un sueño,
A tu vuelta inocente encadenado.
La voz no sabe lo que canta.
Tallas mi vida y no lo advierto.
Hablo,
Y siempre ignoro de quién hablo.



el viento me arrastra

EL viento me arrastra.
Allá la curva donde muere el mundo.
Arenales
              Y un ojo desierto-
Parte de mí quisiera
El anclaje
De un tú.


abrazado al lugar que las olas rehúsan

ABRAZADO al lugar que las olas rehúsan,
Abrazado a la voz, que es llama y no convoca,
Abrazado al lugar que de mí se retira
Y me sepulta, abrasado,
Fuego sin cuerpo hueco soy,
En llama más viva convertido,
En piedra endurecida la voz,
En vaho del vacío,
En llaga de espacio consumido.


inocente no soy

INOCENTE no soy
Implorando el adviento
De una edad de oro.
Tu rostro cede
A la visión del aire en el miraje.
En cuanto subo
Tu rayo dice
Nunca veré
La prometida
Obra.


me nombro, a gotas

ME nombro a gotas,
Sobre la piedra, al fondo,
De toda sombra.


palabra contra palabra

PALABRA contra palabra
Espera la grieta
La vana alzada del vuelo.
Más allá del golpe
Se conoce sólo
El clamor de atrás.


todo se acalla

TODO se acalla
A ras del suelo.
Si algo, aún, manifestase
Vida,
En arena se funde.
¿El sol no es esto?
¿No es ésta la ceguera
De la otra vida?


me lamen los ojos los escorpiones

Me lamen los ojos los escorpiones-
Cuando beber quisiera entre la arena
Del río al que unir la vida. Así en sueños
Nada la memoria y el deseo sigue
Escamas sueltas contra la corriente.


en torno a mí

En torno a mí
La luz se enfosa,
Se aleja todo
Girar de mí,
Torreón sin leva,
Al fondo piedra
De sombra toda,
                  Tú,
Entraña mía.


reverbera la palmera en el sonido de los astros


REVERBERA la palmera en el sonido de los astros.
Conciencia de dios lo llaman-

Como la duna que cambia la huella cae.



El sol absorbe la angustia de los tajos

EL sol absorbe la angustia de los tajos.
Ni la hierba sufre, petrificada; ni el rocío.
Alegre es el color de la sangre perseguida.



han enterrado cuerpos

HAN enterrado cuerpos
Golpeando piedras,
Tibio temor,
Con jóvenes maderos,
Dientes lascivos,
Coronas y regueros de excrementos.
Con la piedra caliza
Han signado el muro, en donde se frotan
Los animales.
El alto
En la bifurcación.
El rastro de humo que rasa.


yo soy el añadido

YO soy el añadido,

La mirada expulsada de la idea,
Del latido del quieto mar.

-la seña roja
de haber estado aquí.

Yo soy el sustraído.

El sol disipa rastros,

Quema

La mirada borrada,
Disipada como la cal.

La señal roja
De haber estado aquí.

La
Llamarada,
Ahíta
La garganta de cal,
Y los orificios, con cal.

Yo soy
Tal dulce desconsuelo,

La enseña roja
De haber estado ya

Aquí.


mar de los néctares


MAR de los Néctares,
Que las cañas acunen mi inquietud,
Pues su dictado ha sido
Habitarás el miedo
La
Nebulosa
Y la espina fósil
Junto a los surcos.

Semillas de yuntura,
Tibias las cendras
En el cruce borrado.

Ésta es la luz,
El rocío sobre el hueso sepulto.

Que las cañas acunen mi inquietud,
Laguna de los Sueños,
Pues su dictado fue
Serás el miedo
Y el agua amarga,
Para que yo habite la letra,
Matriz de mi extravío.


ningún arcángel

NINGÚN arcángel
O benéfica escala
Me rozará la piel.

Allá lejos la nube de langostas
Atraviesa los surcos
Del ojo que fue sol.

Ningún
Arcángel
En medio del ardor
O de las aguas
De un mar de sal sin vida.

Sin su cuerpo mi sombra se levanta
Contra el fondo sin aire.
El dorso de la luz sofoca
El deseo, onda arriba.

Rondan los gavilanes las estrías
Del sol desierto.

Ignorante de la lengua, canta, caravana,
El rastro que yo fui.

Entierra este

ENTIERRA este
Respiradero,
Las grietas del danzante en la corteza,
La máscara en el muro
Con otras huellas que
El respirar,
Del danzante en la arena.

Nadie viene por ti.

Desarbolaron la barca
Tomándose todo el tiempo,
Tendidos sobre el lecho de piedras.

Ya nadie viene por ti, golpe de cada día.

La línea de arena sobre el muro.

Tampoco hace falta enterrarla,
La máscara trenzada de corteza de palma.

La arena pule
Los huesos, pule
La voz, pule los ojos,
Los ojos engastados, ojos
De la obsidiana
Enarenada, lengua
Enarenada.

Nadie por ti.

Tu voz fue colocada  sobre el muro-
Había una vez un montoncito  de arena sobre el
                                                                          [muro-
Pared del cielo,
El aire del sin voz.

Ahora está bien, el hueso consistente.

El viento barrió las astillas,
Los borró del lecho de la barranca.

Estaban desnudos,
Abiertas las rodillas y el sol
Hirviendo en falos y lenguas
Consoladoras, hurgando
Tanto ardor, aún tanto
Deseo, pugnando por
Derramarse en
Sedientos muslos, buscando
La flor que florece entre las grietas.

Fecundación estéril,
Fecundación de los sin fin.
Estaban ahí, hachando
Los días, hachando espejismos,
Creyendo que el otro no era otro-
Hachándose
En el espejo.

Ya nadie por ti, ya tú para nadie,

Ya tú el viento, hueso de la arena,
Ya barrido, frotado
Ojo sin aire.

Te restriegas el vientre
Contra el muro donde se ayuntan
Los animales, contra las rendijas.

Ningún mensaje ya
Caído del aire, ya no más.
Se fue el aire de las lomas, las dunas,
Las huellas.

Ya no hay nada ahí.

Ya no
Ahí.


Aquí

AQUÍ - se desparrama el ser
            se disemina el se
                 sed, sed el

                                  -deserto



De: El cónsul del mar del Norte (1983- 1988)


nadie conoce su tiempo...



EL CANGUELO


AL canguelo apenas le concierne el miedo a lo desconoci-
do, apenas la aversión por lo espantoso. Dejo los temores
para quienes como tú se manejan con lo visible, y señalo
lo que pretende insinuar, que no definir, la inquietud, la
sospecha, también la desenvoltura con que el mundo se
exhibe íntegro y resplandeciente.

Pues el canguelo está aquí y no, como supones, en las la-
titudes del horror.

El canguelo, al revés de la aprensión, el susto o el pavor,
aparece previo aviso. Éste es uno de sus atributos más fas-
cinante: su progresivo trompeteo.

Puede brillar el cielo y encontrarse lejos cualquier atisbo
de amenaza. El canguelo -ya lo sientes- toma la primera
copa con tus manos, sale a la calle en tus tobillos, habla
 por tu lengua entrecortada.

Nada ves, nada piensas. Llaga y eclipse en la cabeza. Des-
dichado: si creen en ti es porque lo ignoran a él.



LA BALA EN EL ROSTRO, SEBASTIÁN

TU cuerpo -un montón de huesos- no sé qué carne tie-
ne aún que ofrecerle al miedo.

Basta mirarte a la cara para ver que el mundo se escurre
 por tu vida. O es tu vida lo que rueda por la pendiente a
cuyos pies anhelas una hipotética elevación.

Y no sabes de qué te mueres.

Vertiginoso y huérfano es el dolor, la bala, el rayo de una
estrella extinta. Cuando sube hasta nuestro rostro, ni si-
quiera ya somos su motivo.


EN ZANZÍBAR NO HAY TRABAJO


CARECE de importancia cómo dicen que me llamo.

Carece de importancia la reputación que me sostiene. El
primer cuerpo con que tropiece será el primero y el más
hermoso, si no quiero morir bajo un montón de lealtades.

El auténtico perdedor debe de ser un ganador nato, pues
sólo así se entiende la insistencia, la meticulosidad que
pone en la derrota.

Nada, nada es en vano. Todos cumplen con su deber, to-
dos tienen razón. Soy lo que me he dejado hacer y valgo
lo que la longitud de un sable.

Después de todo, la vida es un  puente hacia la verdad,
cuyo peso se enamora del abismo.



DIOS LIBRE AL FIN
(Domingo de Resurrección)


LAS olas florecen sobre el altar, los kiries iluminan las mi-
mosas, el coro sopla al sol, un borracho pinta vírgenes que
vuelan.

Olas amarillas, arenas azules, huesos rojos saltando o ya-
ciendo sobre la plegaria.

Dios desciende sobre el ecuador y es euforia de una línea,
 sin arraigo en paisaje o cuerpo alguno.



BEATRICE


PUDE haber optado por un tipo de experiencia más pre-
sentable, donde la audacia hubiese sido también más in-
teligible.

Cuna y madera, talento y principios no me faltaron. Pero
prescindí, ay, de maestros, y a nadie tomé para dedicato-
ria, paráfrasis u homenaje, pues los pocos que despertaron
 mi simpatía, o estaban muertos o andaban escondidos. Y
 otro tanto sucedió con los temas en que me las vi. Siem-
pre pertenecían a la otra mirada, la que despierta la sos-
pecha de un desliz en la ciega, armoniosa enormidad del
 mundo que amenaza con vaciarse en el temblor de una
respuesta aplazada.

La otra mirada es la mirada de los perdedores -fieles va-
sallos del sinsentido-, cuyo empeño queda rebasado por
la ley que unos llaman dios y otros motivo de literatura,
 de la misma manera que la senda en el valle o la casa en
 el desierto son finalmente recobrados por la broza y la de-
solación.

Y la gente no está para lo difícil. Aplaude el estilo limpio,
la intachable conducta, y eso que llama rigor y lucidez.
Aplaude la vida, el método, el triunfo.


EL CÓNSUL DEL MAR DEL NORTE

YO no comprendo qué furioso misterio contienen las tar-
des luminosas, en que, borracho de ron, tropiezo con lin-
des tuneras, que no sirven para nada, junto al Ukeré-
Wé. Y entro en casas abandonadas, que en todos los casos
fueron de cónsules ahora muertos. No comprendo por
qué, borracho de habanero, encuentro por los suelos vie-
jas ediciones de bolsillo en alemán, y blusas multicolores,
y  cajas de embalajes que nunca se utilizaron. Por qué el di-
nero no llegó a tiempo. O se hundió el barco que venía
por  mí. O me dejé morir al sol, como los lagartos sobre las
lindes  de piedra en una tarde  insulsa y sin embargo com-
pleta. A lo lejos, de frente, el Ukeréwé, la resaca silenciosa
de las grandes olas verdes aun en la penumbra del ocaso.
Ukeréwé, mar sin rutas, mar vacío frente al cónsul que en-
tra en casas abandonadas, y halla en la pared la bandera de
un país que ya no existe.



De: A las islas vacías (1989- 1994)




I. Seit

I

El hombre
Ha nombrado mucho
Como
Si todo quisiera ser
Y decirse
Lo ausente de identidad
En la callada celebración
A la que nunca será invitado.

II

Hierba es toda carne,
Hoguera sin trenza lo que invoco-

El simple propósito
De tratar de comprender-

Un trazo sin pulso.

III

Hice pacto con mis ojos
Y al viento alumbré
Con derrota cierta.
Y grava de mis sentidos,
Por si tan pronto cedieran
A los brazos de otro nombre.

IV

Aquí, siempre aquí.
La gota primera,
La sangre primera de la infancia.

Sobre la vocal azul
El seco coágulo,

Siempre aquí.
Sobre el cráter insaciable,

El hablar racheado del mundo.

V

El mensaje  inconexo del mundo
Menosprecia lo continuo,
Aun la consolación-
La audacia de abandonar
Una palabra a la noche.

VI

Entre al afán y la desidia,
Y la incredulidad,
El no saber.

Errónea toda elección,
Erróneo todo motivo,
Erróneo el benigno resplandor.
Tan cercano del sol-
Tocarías sus llamas a través de los muros.

VII

Entre la repentina claridad
Y la agonía
Vivir promete siempre
Más: dos cuerpos lo escrito,
Éxtasis uno solo,
Sólo uno el extravío.
Uno el ser, una la nada, una
La entrega a un todo
Sin nombre.

VIII

Entre anhelo y rechazo
Y lo poco que escapa del afuera,

Entre lo que designa
Y el latido del nombre, que enajena,

La voz, como la arena, cuando pasa
La espuma resplandece.

IX

A salvo si te omites, si te ignoras.
A salvo si contienes lo que en ti
Intenta lo lejano pronunciar,
El día con la noche en la promesa
Verídica del tallo que confía,
Endeble, en su coronación.

X

Cae el nombre, claridad,
Sombra sobre el nombre del mar.

La ola sobre la orilla
Nombra la sombra que se entierra.

Cede la playa plateada, fulgor
De su negrura iluminada.

Escrita la palabra
Borra su nombre la materia.

XI

La lengua es el comienzo de la muerte
En la carne del nombre-
Sus letras las heridas.
                                   Cacerías;
Encuentros, tratos, despedidas
En la arena sin huella de la aurora.


II. Yacimientos


KADISH POR ABRAHAM

ES un árbol el dolor de un hombre,
La raíz la luz que tiene enfrente.

El cuervo sobre el dolor del hombre
Es cuanto trata de recordar.

Las ramas del árbol son los nervios,
Los nervios las llamas del infierno.

La inexplicable quietud del suelo
Cuanto el hombre quiere expiar.


POR TI


POR ti me quedo todavía,
Ancor de áncora,
                           mira la isleta,
El farallón caído
                en el medio del mar,
Pero cerca de la isla,
      entre la playa exigua y
La barra blanca,
               el rompedero,
Qué lejos,
Hace ya cuánto,
                         ancla o marea,
Lo que lancé bien lejos
Por hallarme contigo en el destrío.
                                   
                                       

MIENTRAS EL ALBA


MONSEÑOR de las moscas
Y de los coleópteros centelleantes,
En el azabache insular
Tanta era la mañana
           y tan poca era la palabra,
Tanta aurora era la del vuelo
    y tanta la pureza.
En lodos irisados
               tanta eternidad era la zumbante,
En el lecho del recién nacido
                         tan poco espacio el de la cuna,
De siempre ahí,
                         efímero
como lengua pendiente.

                        Monseñor, era
En un instante,
A la luz del estiércol de tus ojos,
Cuanto de mi muerte he oído
Lo que tú sobre mi cuerpo hasta el alba decías.


                                                                 
A LAS ISLAS VACÍAS


A las islas vacías
Las cendras aventadas.

A la luz de los faros.

Hacia dónde la voz,
Hacia dónde la luz.
    


III. En la llaga del cielo

I

FACHADAS descarriladas caen
Sobre el alto mar que todo lo absorbe.

A trozos, si no fuera por este cuento,
A tragos,
Bebida del sol que voy viviendo,
Enajenado de calor,
A golpes.

Lejos de lo que fuera origen,
Ajeno al paisaje en el que ordenas
Golpes de sangre blanca.

II

En esta hoja comienza el mundo.
En esta hoja el mudo grito del árbol-
Tiempo talado.

He aquí la tradición, he aquí por fin la vida:

De efemérides, aniversarios,
De las celebraciones, los recuerdos,
De los recuerdos
Letras y espacios
En blanco.


III

Nada te exalta,
Subes y te evaporas

En los oblicuos
Cirros ardientes,

A golpes, forjando

La unidad cegadora,
La unidad discontinua del espacio.



AQUÍ


AQUÍ, el que está enterrado
En la llaga del cielo.

La llaga del cielo, el azul,
La esponja de sangre, la sal.

Yo el cielo que succiona el aire,
Nadires que giran en torno.

Heridas abiertas por alas
Que rajan el salobre azul.

Las costillas, las altas
Enseñas, blancas y  fugaces.

Efímeras estelas que sucumben
A una gran pleamar de índigo.

Cielos de junio
Aún invisibles, alto dolor.

Contornos, lejanías,
Podrían ser fronteras, territorios.

La espuma que el viento abandona
En las arenas del cielo se pierde.

¿No ves cómo es todo él la llaga
Mi cuerpo bóveda del universo?



En sentido contrario a la rotación


I

EN sentido contrario a la rotación
Avanza la escritura hacia el origen.

La escritura, la rotación,
De imágenes el gozne se sacude.

Por tierra
Y sin embargo desraizada
Se distancia y finge
         sobre la estela del mundo
Que vuelve.

Versus y reversus,
El arado a la distancia.

Surge y resurge,
           la órbita.

Mas si llego hasta aquí
Es por espera de escribir el alba,
Siendo que me encuentro arando frente a un espejo.

No puedo abandonar esta o cualquier otra imagen,
Perder la lengua, el sentido del ojo.

El sentido en la punta del ojo.
El mundo al filo de la lengua.

II

Nos concedieron
Especular,
Sin trino ni rimas, si es la imagen del espejo

La escritura a contrapelo de la rotación,
El versus y el reversus,
Lo idóneo.

Y nada es adecuado
Al tratar de escribir,

El viento,

La palabra de un paisaje sin viento.

III

Por inercia cae el deseo
Como si fuera
Casualidad.

Como si en la palabra, aun inerte,
Todavía ondeara
La lluvia.

El deseo de la metáfora
Guarda el afán de redención.





lV Roque de las Ánimas



      El viento que revuela
      Por el verde lánguido barranco -el maguey en flor
                 Al cabo de treinta años-
      Desordena  páginas en la cama, en las sillas
                 Con la chapa astillada.


                                                     *

      El orden de tu vida no es otro.

                                                     *


      El súbito sonido del vuelo a medianoche,
      Los reflejos del tanque que limpia fondos,

      Al pie de los acantilados.

                                                      *

      El orden de tu vida,
      En este tiempo que zanja el espacio,
      Otro no es, otro es ilusión,
                                               la mirada
      Más allá de la niebla,
                                               el recuerdo
      Más allá de la escena.
      De tanta muerte rodeado.
                                               Y voces,
      Las imágenes aventadas.


                                                       *

      Nadie en la memoria, viento ajeno. Viento huérfano.
Sólo en eso como tú, contra la casa natal,


      La derribada.


                                                       *

      Sopló anoche fuego por el barranco hasta el mar,
      Hasta el infinito mar de la infancia y los sueños
      En tierra de otros. 

                                                        *

      Viento ígneo, aún late en tus venas
      Extrañas
      Las quebradas del sueño.
                                              Y a la noche,
      Lluvia de estrellas.


                                                         *


      Una vez que perteneciste a ese mirar,
      A la noche en que más allá de la niebla
      Divisaba la bocana
      De la huida y el desasimiento.
      Y eras del lugar.


                                                        *

      Qué pronto acaba el juego.
      Apenas crees entenderlo
      Y nadie habita lo que no era juego.

      Así la sangre hasta el sentido,
      Así el sentido hasta el haber
      Sido o el ser a la sangre llega.

                                                         *


      Quién recibe a los muertos.
      En dónde está el legado.
      Imágenes, mariposas de luz.
      De los años de viaje nada queda.
      Pues la barca se pudre, se pudren los adioses
                   y el mar del retorno.
      Un crepúsculo intacto, una noche quizá,

       espacios vacío o llenos de color, o a oscuras, para es-
cribir entre montañas con palabras que por hoy abando-
nan el merodeo,

      El brocal de lo decible,
      El pozo del azul
      Latiendo al fondo de lo oscuro.


                                                         *

      Ignorabas que iba a ser el comienzo del viaje.
      Tú y tu ignorancia y el extravío...
    
      En el continente, o drenado mar,
      En torno a la isla,
      A cada mirar más inaccesible.

      Boca del infierno entre las olas,
      Boca del origen, fosa del decir
      Para siempre innominado.

                                                         *

      Dónde están los muertos, dónde los aniversarios,
      Ni los que reposan aguardaron tu regreso
      Ni perdonaron tu partida.
      En el curvo horizonte con visos de marea
      Alta, empieza el mundo,
                                              y ya no existes
      Al otro lado.

      Los muertos están ausentes, están con los otros,
      Y urdes tú un regreso de consuelo.

                                                         *

      Nadie dijo nada de la duración del viaje.

      Omitieron el color del crepúsculo en el rostro de quién
descendía a puertos.
  
      Nadie dijo nada  del cambio de la sangre en el rostro de
quien cruzaba fronteras.

      Y al abrir los ojos las islas,
      Como si nunca hubieran sucedido,
      Brillaban.


                                                         *

      Ahora es siempre después
      Un simple subterfugio
      Para engarzar las cuentas del collar
      Sin cuentas, pues la vida
      Se impone al margen,
      Al margen de ti mismo.

      -y siempre en la distancia, sin ganancias ni pérdidas:
      hubiera sido igual partir que permanecer-,


      Como diciendo:
      Estás ahí, sólo importa
      Estar ahí, en la ventana sin hojas,
      Como hablando con alguien, muy lejano,
      Con aderezos y metáforas.


                                                          *

      La vida no es un collar.

      La llama de la vida
      elude el ser. Eso se entiende mirando a lo lejos. Hacia la
luz que promete. Hacia las sombras, las más de  las veces.

      Las más de las veces hacia el espacio,
      Que no es neutro, ni centro, ni consuelo,
      Ni referencia.

                                                              *

      La vida-

      Esa hilacha de nube, ese instante de un azul,

      Escarpe de piedra estéril que rompe y disemina a los
alisios.


                                                              *

      Y el abismo te llama  radiante. Subes por el sendero,
que no conduce a ninguna cumbre, que no ataja ningún
camino.

      Pasa por ahí,
      Por en medio de casas sin techo.


                                                              *

      Ahora es siempre después, y después se disipa, o cam-
bia de rumbo sin aviso.


                                                              *


      Aún no sabes por qué el tiempo se arroja a lo lejano,
      Por qué la mirada se asusta ante lo inminente.
      Por qué en las vísperas todo es vértigo,
      Como salir de un sueño,
      Siendo y no siendo
      El ansiado otro lado.

     Que sabrás tú
     Del dolor del desplazamiento.

         
                                                               *

      El día lanza hacia lo remoto sus promesas.
      Reclamos de la noche,
      Sirena líquida.

                                                               *

      Tu corazón observa
      La distancia hasta la casa donde creció el amor,
      Soñando con el día de morar junto al océano
      Sin pensar en nada de atrás,
      Ni en lo que fuera infierno,
      Sin llamas ni algazara
      Ahora.

                                                               *

      El tiempo nunca pasa.
      Cada vez los difuntos
      Muertos a cada aniversario
      En la palabra sin aurora
      De los otros. La rosa
      Aún intacta, padre,
      En el invernadero abandonado.
      Y el viento por tus venas sangra
      La sombra temblorosa de tu nombre.

                                                                *

      Geografía de un olvido que repito,
      Brotando si las miro y muriendo
      Las flores enfermas del Atlántico.

                                                                *

     Acantilado, viento y abandono.
     Las piedras
     No son historia.
     Modulan el sonido de lo inerte
     Y el hueso nada dice
     Bajo el cielo que gira.
     El silbo en la casa vacía.
     El silbo del viento que grita
     Silencioso a través de tu garganta.
                
                                                                *
    
      Ahora, sobre el barranco, el cielo nublo,
      Yace otro día y siempre es éste.
      El sonido del mar
      Alumbra la pared de la montaña.
      ¿Qué es entes, qué es después?
      Otro acabará la escena, besará tus párpados
      Sellados,
                      Y lo que querías decir.

      Pues nunca es tiempo.
    

De: Para enterrar a los muertos - En las palabras [En tregua] (1994- 1999)


Abandonamos, se decía


ABANDONAMOS, se decía,
Una isla sombreada por un volcán
Y sin adioses.

Y creo, creo
En la triangulación de la montaña,
De aquella montaña que dejábamos atrás,
Pareja a  la triangularidad de la isla nueva,
En vela del secreto
Nombre del agua.

Por primera y última vez
Enrolados en una misma empresa,
Sin que nadie supiera los motivos;
Y qué importa si había alguno.
O nos odiaban
O ya nada significábamos
En la historia de una isla satisfecha.

Hacia la
Lontananza, hacia lo que el sol
Borra con el aura de otra isla.

Tensa, dispuesta a dar el salto
Hacia otro sol, en otro cielo,
Nítido y tenso,
Para otro salto.


Constelación

CONSTELACIÓN
De los soles en la presencia,
Observados
Con la intensidad de una hemorragia
Por abundancia o una perforación,
Con la intensidad de una pérdida-

Y la cobardía, el espanto, la angustia;
Ancho mar de los sargazos.


No responde el espejo con alguien

NO responde el espejo con alguien
Que escinda, dé el tajo, consuele
Lejos de todo parecido.

Cansa la sombra
Y es poca la tierra al mar,
Dada al viento, a las nubes, a los signos
De una explicación posiblemente interrumpida.

Ausente la imagen del otro
En el espejo, ¿quiénes somos?

Un rostro definido
Busco del lado de la noche
En el aire tan breve del lugar.

Pues duele,
Más que deshabitado espejo
Ser tan pronto uno solo,

Caída prematura en uno mismo.

Y, sin embargo, al borde de la aurora,
Siento que ya no existe cabida para nadie,
Diálogo con su cara hinchada, hinchada
Por un duelo anterior al llanto,

Demasiado tarde también frente al espejo.



Nos obligaron a olvidar


NOS obligaron a olvidar
Dónde estábamos
Tan sólo dónde estábamos.

¿Es mi patria la lengua?
                                       ¿Habita
En la ciudad que ya no existe?

En la memoria,
Silencio de un cielo sin despedidas,
Al pie de otro volcán,
¿Hay patria que cantar?

                                       Trazamos
El color de la sombra
De los cuerpos ausentes y nombramos
Lo que aviva
Con los restos de los borrados
En la lengua de sus verdugos.


Escribir es volver

ESCRIBIR es volver, volver
A la escritura donde
Quien vuelve muere
Y pasa inadvertido
Al mirar de alguien
Que no mira, escribir
Es una espera que dibuja
Y borra por la noche la labor
De bordar con letras pintadas
La noche, la escritura
Enhebra estrellas en el paño
Oscuro de un vestido que pasea
Encima de un puente o en la mirada
Que sigue la ida y vuelta de una cara
Indiferente,
Así somos el que regresa
Y el que aguarda el retorno,
El ser saqueado que a la orilla vuelve
Y la orilla ignota y saqueante,
Lo uno y lo otro,
Separados por el clavo de la conjunción,
Esto y aquello, el rostro que se apaga
Y lo que al fin nos dice y nos desliza
En el olvido,
Quebrando las costillas de la barca,
Las costillas del cielo y de la mente,
Definitivamente la ilusión
El estallido final de la claridad.


                                   
Los datos biobibliográficos del autor puede el lector interesado consultarlos aquí.
Los textos seleccionados han sido tomados de El amor lejano. Poesía reunida (1975- 2005), con el permiso del autor.