Francis Sánchez



Francis Sánchez
10 POEMAS






De: Caja Negra (2006)

CASA DE LA ESCRITURA EN LA OSCURIDAD


(I)

Salgo a escarbar en mi ojo por envidia
al cielo giratorio del cernícalo.
Por el plazo vidente del musgo a la rocalla.
Por una burla más y que hubiera entrado a tiempo a escena
rebotan el balón en círculo y soy el centro, un día
soy quien siente irse entre sus manos juego anhelante,
hondo estampido de una palabra no hecha.
Punza un deseo roto y bajo mis pies falta
el humus de la escuela que gira y se hunde fértil.
Un día soy el que está al centro y debe asir de un salto el balón
como quien dice casi colores azul y rojo
y cualquier otra sombra de escándalo en la tierra.
Otro día soy el fondo del grito que no repercute
en la feria ni lleva intención de volver por mí otro día.
Mansas todas las manos sobre mi corazón hacen retroceder
espinilla madura sobre el tabique de la geisha que danza.
Cruza el magnicidio oculto desde el templo
al loto. Y gira. A mis espaldas se desnuda
y abastece de risa todo amor impalpable.
Extraen de mi soledad el país y el hambre como una bandera.
Misericordia mi ser, cordial misericordia.
Misericordia, cruce de bicicletas sobre cuerda floja, lágrimas, telón.
Misericordia mi ser, soldadito dispensador de cuerda, misericordia.
Misericordia my casting, recuerda testigo, concuerda castigo.
Misericordia espacios, a, sin, por, estar misericordia.
Vuelvo a Ceballos después de obedecer ciudades instantáneas.
Saltar del tren en marcha, ser acompasado tren que pasa
y desposa la fiesta de chispas en la hereje
soledad del paisaje, sorprender nueva aldea
como en un presente esquizoide como un barco
dentro de una bombilla, libélulas y gatos sin pestañear
emulaban por la arborescencia, había llovido,
era tarde, no quedaban huellas
de que jamás volvía a tierra sino a mí
en edades imposibles de armar con pinzas en la claridad
cuando Ileana seguía esperando allá, sin esquife ni casa,
me sentía solo, o sea fuerte bajando del tren, de leer Orígenes:
la pobreza irradiante de Arcos,
humedad sin tierra embistiendo el aire que escondía el rostro
y descubrir cuerpo dentro de mi cuerpo otro
que es mayor que yo y los hechos desde el tablero a la cruz.
Numeroso como príncipe acostado alzo mi casa
con incisiones por donde ver venir astros y raíces,
con cuchillo de ónice me abro el pecho de príncipe
y extraigo entre brumas la espiga de mi sangre,
palabra que latir puede sólo unida a otras palabras,
selecciono entre el sueño, aparto de las nubes
el pájaro de cuya vida depende el árbol de mis venas.
Son mis ojos mi casa. Son la puerta y el teocali.
Hacia adentro los abro resignado a la luz.
Qué descarnada, ingenua, ciegamente haberme ido
como una diferencia y donde intuía inconexión
volver, descender como todos los ríos por perezas más lastimadas.






02. TAREA

esta misma mañana volví a dejar la escuela
con la camisa sucia y el cabello revuelto.
dormido, esta mañana misma de pronto he vuelto.
sobre mi espalda el sol repujaba una espuela.
angostura del cielo como humedad de tiza
hundía entre los dedos sin ver dónde rayaba.
ciego el aire por montes de jazmín me aguijaba.
¡qué jinete tan ágil yo era sobre mi risa!
cuando mañana vuelva allá, pondré en un vaso
ángeles de alas negras y hondas como los rizos
de aquella niña alegre que nunca me hizo caso.
aprenderé a guardar mis labios en los suyos
y a cazar con la astilla de un lápiz más sumisos
silencios —¿ya mañana?—, los obesos cocuyos.


03. ASUNTO PARA UN POEMA DEL COLOQUIALISMO 


Jatibonico es una ciudad negra y dormida bajo el agua.
debieran perdonarme esta visión
tantos hombres sin rostro ni salario
que daban pico y pala río arriba en junio del 2002.
si aquella presa entonces se dejaba atar
en el último instante y nadie era aplastado
por la pared de lluvia, nadie perdió la vida,
eso no será obstáculo a la verdad, a la belleza.
cada portal, el ánfora donde se pudre el óleo
de las conversaciones. cada ventana, un viaje,
un comercio pospuesto. vajillas sumergidas.
cuantos ojos salvaban sus prendas sobre árboles
aún buscan un susto igual para quedarse allí.
(llegaron políticos de La Habana, arquitectos,
y, como pasa siempre cuando ronda el desplome,
se auspició la victoria con gran gasto de luces.)
perdonen mi sombría mirada desde el agua.
nadie debe cantar. nadie debió volver.
aquí ascendía al poder —por la fuerza— el silencio
del agua honda, el prestigio del silencio.
había llegado el día de empezar otras casas sobre otra colina.
el poeta Roberto González Calero, de haberse cortado
y apilado las horas como son,
quizás no se hubiera prendido fuego
desde el cuello a los pies —Jatibonico, 8 de enero de 2003—
tan imparcialmente como quien lava un árbol.
jamás lo llevarían a las afueras de una ciudad
que no podía verlo pasar limpio, dormido.


04. GLAUCOMA


pedaleabas dulce / vorazmente.
girado como prisma nuevo en mitad del país.
deshacías distancias entre asentimiento / colores,
fatiga voluptuosa / invulnerable fantasía.
le pusiste el candado viejo a la bicicleta
y llegaste corriendo a la consulta.
“si te esmeras no hay por qué acabar ciego”,
adornó en un susurro la especialista.
ese día por primera vez mirabas
dentro de la cerradura antes de hundir la llave.
el camino / el paisaje de regreso
hace ruido. veloz fiesta sin rostros.
tienes la sensación de que ningún obstáculo
claro o gris, cerca o lejos, se deja recordar.


05. CUERPO VELADO 

somos los dos cadáveres
que deben estar limpios a la vuelta del sol.
dos rostros, dos espejos sin presente posible
que se buscan, se inventan en la bulla de un sueño.
para estar juntos hemos velado altas horas.
creíble hubiese sido perder sobre la arena
de tu pecho, ofenderte mi sangre derrotada
en vez del humo y las palabras.
pero mucho más abierto sucede el no saber,
no ser, no hallar con qué triángulo de qué calles
deseo y soledad forman edicto escurrido en cerveza.
incluso si esperases al fondo de una tarde minúscula
jamás —tal vez— habrías tenido necesidad de que alguien
huyera amándote así, un loco, un borracho sin dinero
que en cualquier momento podía sacar un cuchillo.
“Beatriz” invoqué dentro del fuego o la cobardía
que es la fantasmagórica inminencia del fuego en todas partes.
                                  vacuos nombres y máscaras
                                   tienen la pervivencia de devolvernos a un estado larval.
como una cierva blanca
rodando yo a tus pies noches, monedas,
y a veces era —Borges— ciego miniaturista.
soñaba con un vicio más dable al ostracismo de la verdad
o la carne. te defendía del sueño.
indecibles esencias por el bosque
planeaban menos hijos, la gordura y la nieve,
y era infeliz con mi última ilusión
de arrastrar tu pureza en la caída y ser real.
intocado en el vano de otras puertas
me adhiero a mi ignorancia
como esclavos llevaban riscos a las pirámides:
ni siquiera son míos mis actos más oscuros,
hablar poco, la risa, pensar en el suicidio.

                   ahora, cuando siento al hado temiendo si incluir
                   hollín de estas dudas entre acotaciones a diálogos,
                   pensamientos: adornos inferiores,
                                                       sólo actúo.
                   víctima de la sed
                   estoy soñando solo (estarte conduciendo
                   a algún tipo de lástima) mientras a mis espaldas
                   velas cómo un magnate saca apuntes indiferente:
                   qué he hecho, de qué espacios en blanco se me acusa.


prever existas por la misma injusticia improbable
con que existo, agrega cierta calma, vigor
propio de un onanista
en un cine en penumbras.
desvarío entonces fuera de mí:
sin un nombre, sin un tallo por donde asirte
andas La Habana, Oaxaca, el Cairo o el Tíbet
en gentíos tan densos como la tempestad, los ojos
           o el fósforo momentáneo
donde a veces tuve participación
              —¿abrazarme podrías
              con una mano
              que salga de la pantalla?

pocas, muy pocas novias
se me habrá conocido
y aún serán menos. nadie. nada. sólo tú
entrabas y salías por mis ojos cosidos con espanto.
                  la mano tuya es casi mi mano que dibuja
                  un gran pájaro visto de lejos en la infancia.

nos tienen juntos boca arriba sobre una piedra
como si el sacrificio fuera hecho desde siempre.
sacerdotes de ojos calientes abren caminos en la carne
y van salvando partes blandas y partes mudas
               en un vaso pequeño.

la noche ha oído a las mentiras
                 ensañarse con nuestro corazón.
vivimos los últimos días del mundo fuera de nuestro alcance,
sin podernos rozar ni los pétalos de la boca,
                a esta altura: ¿será posible herirse más?
somos los dos cadáveres
que deben estar limpios a la vuelta del sol.


06. PAYASO

mis hermanos son más fuertes. caminan solos.
aunque creyón quemante oculta a veces
pagodas de mi cara, olfato, pupilas,
subo tras sus victorias disueltas en el aire.
soportan ojeada del tiempo como un brillo
que no anduvo en las bocas ni en la estrella.
conversaban, cantaban dónde había hambre y sed
sólo después de haber rezumado sangre la caja, los zapatos.
con mis pies yo hago menos
que ellos con un cansino temblor de las pestañas.
nuestro olvido común, botón de rosa último.
mi alma está previsto que entre y emerja
en doble gasa fría. de un martillazo
a un nudo o una corneta, encabritándome
entre armes y desarmes de jaulas y redes
—se negoció así— yo corro,
busco, tropiezo por fuera de las bombillas
y vuelvo tarde al círculo.
irme huyendo delante
de mí: estaba escrito que esto da risa.
más hermanos silenciosos. más fuertes.
ardían sin dar luz.
partieron con oblicuas
uñas de aves la tira del contrato.
Novás. Pavese. Arenas. Storni. ahora
tienen su propio asiento, su acto en la oscuridad.


07. CASA DE LA ESCRITURA EN LA OSCURIDAD

(II)

Esperanzas errantes por la tierra prohibida / mi voz, cabeza hueca
apoyo en el saliente, Señor, en la limosna de silencio
imposible que rueda al borde del abismo.
Entierra aquí toda esperanza, argonauta. No domeñas
derecho a llorar pitagórico pasando el corrientazo
que hace virar los ojos al cerdo en su excremento caliente.
Darwin juega ajedrez, se juega el silencio de las esferas
emocionado hasta el punto de esperar hijo idéntico;
máquina autosuficiente, entretanto, memoria perfecta
vacía, lubrica, espesa, estalla y alígero es sentir
cómo gasta el gato vidas sobrantes en saltar
atrás a ver la presa desde distintos ángulos:
por más que arribo, arribo; por más que elijo, elijo.
Nuestra libertad roza caída sin fricción común a oscuras celdas.
Dentro del cuarto alquilado por Percy Tibbles, carnicero
prestidigitador, entallan al bebé ropas cocidas al alba,
mujeres dan carmín a cachetes después que lo bañaban
con cucharas y esponja, y el traje sin usar
queda demasiado ancho. Está creciendo el traje.
Prensil la mosca hambrienta vuela cuando alcanza
prescindir de tu vómito, ocasional entraña, más latas de refresco
vacías sobre el césped: su hambre aún en el aire
después que envuelves todo en un nailon
y miras temblando por el espejo retrovisor.
Habrá centímetros de cables sin chisporretear
dentro del cemento, populoso cartílago,
sumas, composiciones, voces de lancha a lancha.
Inmanencias habrá de piedra sobre piedra y cuerpos intocados
zurciendo con desplomes el espejo del día.
Callando tienes que irte a darle un rostro
a cada eco, chispas, cada cual con su racimo
y su transformación ardiente en la sombra,
descorazonadas agujas de brújula,
túneles, ataúdes colgantes de los Ba, en el alfiletero invisible.
Enfant avec uniforme cuidaba cangrejo sin camino en los pies
y a veces intentaba sembrarlo entre encinas junto al lavadero
porque diera anchas hojas de pacífica sombra.
Huía el animal entonces por habitaciones, transformándose
huía, era hojarasca, ave de paso, mosca de invierno, sin opinión
parecía nada ex profeso su defensa, adaptabilidad natural
hurgando siempre nuevas avenidas más cortas
para sobrevivir, Geómetras del abedul o el lagarto de Kingy
o dogmas de la reencarnación o la rueda tras la muralla china.
Y cuando llegaba al aspecto de perro, mullido, saliva significante
y leal pero perro, aprovechaba enfant avec uniforme
para saltar sobre él e inmovilizarlo
fijando su garganta bajo algo de pasión.
Conjunto evolutivo: la cercanía del coro
ascendente en la psiquis del perro atrapado en su naturaleza
y el órgano gótico formado entre huesos y uñas
en torno a la garganta, producía tercera anécdota,
ejército sonámbulo, silencio como un hombre
de pie en la sombra hasta hablar bajo un balcón.
Le auxilian cerdos al matadero apuros de la caricia
en la piel de bebé que se estira, se adapta
y nos lega el negar, discurso excedente, ayunar sobre la hierba
lúcidos como latas de refresco vacías.


08. CURSO ÓRFICO



a Antonio y Arzola

la práctica sexual de robar libros
me dio el suplicio para pasar la juventud,
dormirme en costas blancas y hacerme siempre al océano
con la ilusión de entrar a un laberinto.
hurgué el lomo diverso de Dios, voces pesadas
y fijas como hojas de inmensas puertas,
sin asirlo, porque alguien vigilaba.
violé sepulcros, raras ediciones
que a través de la ropa, desde cintura abajo,
en el pecho, a la espalda, tornaban a la vida.
florecían helado fragor de las entrañas
y me quitaban la respiración.
sólo ese placer, sólo esa oscura corriente
me hacía naufragar por ciudades utópicas
como Santa Clara, Sancti Spíritus, La Habana.
burlé muros de toda antigua biblioteca.
bruñía en cada templo el amor incestuoso
de las sacerdotisas con sus dioses, la búsqueda
de una verdad callada, viva, amoral y dulce.
pasó la juventud o está pasando.
poco o nada recuerdo el camino en el mar.
creo que leí una parte de mis caudales,
aunque estoy más seguro de haberlos soñado
en los días febriles en que vagué tras ellos.
guardo —sí— certeza de que hubo una caricia
al menos, un dolor infinito, insaciable
como un libro imposible de cerrar.


09. PUNTO DE FUGA PARA DÍPTICO DE RETABLO


va el dragón a la mano del niño que ilumina abanicos
y se deja recordar. se deja perder una pupila
bajo bolsa del pecho. “la muerte, cuando es verdad,
enamora a cazador y sueño mendicante juntos”,
oye el copista de pinceles ligeros.
amanece al fondo del paisaje demente tristeza
concedida por la ira paternal, imagen execrada
de la inocencia. “entre castigo y ocultamiento, el orden”,
piensa el de pasos blancos cual cartas al concilio. y todo el tiempo
que disponen los bulbos bajo tierra
sufre en el pincel suave donde se seca el óleo.
un ovillo va haciéndose el dragón en la lanza
             como si no quedase más espacio entre su vientre y el fuego.


10. CASA DE LA ESCRITURA EN LA OSCURIDAD

(III)

Hazle justicia al caos, a la llameante inocencia
que avanza por encima de tu espiga y tu oído
en lenguajes nudosos de honda legión romana.
Alquiler de esta hermética ciudad pagado en ruinas.
Hazle descanso a cada destronamiento.
¿Por qué el hombre sentado alumbra por la pradera furtiva?
¿Por qué comprende el don de escribir sobre agua
nombres, oficios nocturnos, sellada ovación
que nadie amansaría sin lagrimear el risco?
¿Por qué su arte soberbio, mondos, mansos lingotes
descomponiendo en ruidos cada descomposición,
ah suspiros que pasan detector de metales,
colector de promesas hechas sin tiempo al tiempo,
al pez de fuego blanco que desova en las manos,
por qué, sábanas, sotos?:
desmigaja castillo el esposo en la noche,
atleta que se sienta a dar conversación
entre enviados de Roma. —¿No vendrá una pregunta
como espiga seca
inflamándose entre el haz de preguntas?
Soy el zócalo de doble silencio, colina zanjada aprisa,
todos apilan bloques, ecos de Jericó,
aceras rodantes aumentan y se reducen como un jurado.
¿No eras yo, el perro fiel que mordía tu mano,
malabarista desentendido de sí por la ilusión
de travesear con ojos sin fijarse en el pentagrama?
Aquiles, hombre parado, insomne, desliza armadura
bajo escoltas del polvo entregado al origen a punta de polvo,
y a veces, incluso deponiendo anfiteatros,
a pesar del vinagre en la herida que significa esperar
sólo en la verdad, el gesto de Galileo
que se empoza entre pasiones residuales
pero “se mueve” / pero el polvo, convicto: escucha estrellas,
el pie casi desnudo como una adolescente
encentrando las torres sin tablero.
¿Por qué —toda sucesión festonea un sentido
y la expresión vendrá o no, sola—, por qué?
¿Por qué mi flecha aún persigue mi talón aunque he desvelado?
¿Por qué servir dos copas y encender siete cirios
pero velando oculta luz de las diferencias?






FRANCIS SÁNCHEZ (Ceballos, provincia Ciego de Ávila, Cuba, 20 de septiembre de 1970.) Cuando tenía unos catorce años publicó sus primeros poemas en el plegable Empapado por virutas. Su primer libro, Revelaciones atado al mástil (1996), fue finalista del Premio Nacional de la Crítica. El sello editorial del Frente de Afirmación Hispanista dio a conocer una selección de su poesía: Antología cósmica de Francis Sánchez (México, 2000). Ha publicado, además, los libros: El ángel discierne ante la futura estatua de David (Poesía) (Premio “América Bobia 1999”. 2000 / México, 2002); Música de trasfondo (poesía) (Premio “Poesía de Primavera”. 2001); Luces de la ausencia mía (décimas) (Premio “Miguel de Cervantes 2000”. España, 2001 / 2003); Dulce María Loynaz: La agonía de un mito (Premio de Ensayo “Juan Marinello 2000”. La Habana, 2001) / Santa Cruz de Tenerife, Canarias, 2002); Reserva federal (cuentos) (2002); Cadena perfecta (cuentos) (Premio “Cirilo Villaverde 2002”. Ed. Hermanos Loynaz, 2004); nuez sobre nuez (poesía) (2004); Un pez sobre la roca (poesía) (Premio “Regino Eladio Boti 1996”. 2004), Extraño niño que dormía sobre un lobo (poesía) (2006), Caja negra (poesía) (2006); Epitafios de nadie (poesía) (2008); Dualidad de la penumbra (ensayo) (2009). Ha realizado las antologías poéticas: Arribos de la luz (Ed. Ávila, 2000), Antología de la décima cósmica de Ciego de Ávila, Cuba (México, 2002), Estación interior (2003) y La sombra en la espiga canta, panorama de la décima avileña (2004). Incluido en numerosas antologías poéticas, entre las que son representativas: Los parques. “Jóvenes poetas cubanos” (2001), Habiendo llegado el tiempo (México, 2004), La estrella de Cuba, “inventario de una expedición” (2004), La madera sagrada (2005), Poemas de amor. Autores cubanos. Siglo XX (La Habana, 2005), Rapsodia para el Che (2007), Palabra del mundo (2007). Su obra aparece en otras antologías: De Cuba te cuento (cuento) (2002), Nuevamente lunes (cuento) (2004), Los que cuentan (cuento) (Ediciones Cajachina, 2007), Por los extraños pueblos. Otro mapa de la isla (crónicas) (2008). Desde 2003 y hasta 2008 fue Editor y Jefe de Redacción de la revista cultural Videncia. En febrero de 2005 inauguró el proyecto alternativo Árbol Invertido, revista literaria electrónica. En 2009 realizó (guión y dirección) los audiovisuales Árbol invertido (sobre la poetisa Ileana Álvarez) y Patria de mis ojos (sobre el poeta Roberto Manzano), dejando fundado el proyecto “Producciones Árbol Invertido”.