En el lenguaje hablado, y aun en el lenguaje escrito, cuento es todo aquello que se puede contar verbalmente y todo aquello que se puede contar por escrito. De este modo, la denominaciĆ³n de cuento abarca una larga lista de producciones literarias y no literarias. Cuentos serian, si aceptĆ”ramos esa comĆŗn denominaciĆ³n, las narraciones, los relatos, las fĆ”bulas (en prosa o en verso), las historietas, las anĆ©cdotas y, finalmente, los chascarrillos. Pero, a pesar del lenguaje hablado y muy a pesar del lenguaje escrito, ha sido y es necesario reaccionar en contra de esa denominaciĆ³n tan comĆŗn como arbitraria. La especializaciĆ³n de los gĆ©neros literarios, el crecimiento de unos y la dignificaciĆ³n de otros, ha exigido y exige determinar quĆ© es cuento, quĆ© es narraciĆ³n, quĆ© es relato y quĆ© es todo lo que hasta hace poco tiempo se ha conocido con el nombre general de cuento.
Por nuestra parte, y en el presente caso, no nos ocuparemos sino de los generos que motivan esta disquisiciĆ³n, o sea, de la narraciĆ³n y del cuento.
El cuento es, segĆŗn mi opiniĆ³n, y espero que segĆŗn la de muchas personas, un gĆ©nero literario definido, es decir, un gĆ©nero que posee procedimientos, valores y dimensiĆ³n propios, dimensiĆ³n, valores y procedimientos que no pueden ser eludidos sin desvirtuar el genero. El cuento es una obra literaria en que se presenta, se desarrolla y soluciona -por medio de infinitos procedimientos- un asunto o tema que requiere presentaciĆ³n, desarrollo y soluciĆ³n, caracterĆsticas que, segĆŗn todos sabemos, no todos los asuntos o temas tienen. Superficialmente, puede ser comparado a una operaciĆ³n aritmĆ©tica, a una divisiĆ³n, por ejemplo, o a un problema de divisiĆ³n que se resuelve ante nuestros ojos. Tiene, como la divisiĆ³n, factores que deben producir un resultado. Pero la comparaciĆ³n, como he dicho, es meramente superficial. En tanto que en la divisiĆ³n se opera siempre de un modo rĆgido, inscribiendo o conociendo primero los factores y sacando de ellos despuĆ©s un inflexible e inmutable producto, en el cuento se puede operar de infinitas maneras, presentando, por ejemplo, primero el cuociente, despuĆ©s el divisor y finalmente el dividendo, o vice-versa, sin que el lector sepa, al principio, cuĆ”l es uno y cuĆ”l es otro y sin que el cuociente sea o deba ser, como es la divisiĆ³n, uno solo, inflexible e inmutable. Cuando se habla de una operaciĆ³n aritmĆ©tica se dice que en ella el orden de los factores no altera el producto; en el cuento, por lo contrario, a pesar de la semejanza que por encima tiene con una operaciĆ³n aritmĆ©tica, nada es seguro, ni los factores, ni el orden ni el producto. No se trata ya de nĆŗmeros; se trata de seres humanos. El autor puede descomponer caprichosamente los factores y colocarlos en el orden que se le ocurra, y nadie, al empezar a leer un cuento, podrĆ” saber en quĆ© forma reaccionarĆ”n sobre si mismos o entre si ni cuĆ”l serĆ” el resultado.
La forma de presentar y realizar la operaciĆ³n, el procedimiento, depende nada mĆ”s que del escritor, de su temperamento, de su estructura mental, de su ritmo personal; en una palabra, y como en todas las obras de creaciĆ³n, de todas aquellas categorĆas espirituales que componen su facultad creadora. Pero ese procedimiento exige, ademĆ”s de las condiciones naturales que el escritor posee, algo que no forma parte de esas condiciones sino externamente, vale decir, algo que opera desde afuera y en forma consciente. En buen romance: exige un truco, una trampa. Todo verdadero cuento contiene una fĆ³rmula que estĆ” destinada a sorprender al lector y esa fĆ³rmula consiste en presentarle los hechos de manera que al final resulte lo que Ć©l menos se espera. Un modelo de cuento podrĆa ser uno de Kipling, conocido con el titulo de “La oveja negra”. En Ć©l se trata de un niƱo que es presentado como indolente, descuidado y malo. En tanto que sus hermanos se portan de modo correcto, comen bien en la mesa y se conducen en todas partes como caballeritos, Ć©l, la oveja negra, es sucio, desarreglado y torpe; en la mesa da vuelta las copas y se vierte la comida sobre las ropas o la derrama sobre el mantel; si camina o corre por las habitaciones de su casa o las aulas del colegio, rompe los jarrones, derriba las sillas o quiebra los vidrios. Los padres se desesperan y se preguntan por que ese niƱo tiene una Ćndole tan perversa. Se le reprende, se le castiga, pero sin ningĆŗn resultado. El niƱo continĆŗa su misma conducta. Y un dĆa, por una circunstancia que no recuerdo, pero que da lo mismo, pues puede servir cualquiera, los padres descubren a quĆ© se debe el proceder del niƱo: el pobrecillo es miope, casi ciego.
El truco es evidente: primero sentimos la antipatĆa que puede producir semejante carĆ”cter y la compasiĆ³n que inspiran unos padres tan desgraciados, y despuĆ©s, sin esperarlo, el dolor de una verdad terrible. La reacciĆ³n es intensa y el cuento nos parece magnĆfico, como en realidad lo es. Pero el truco no es ni ha sido nunca artĆstico; es algo mecĆ”nico, mĆ”s que mecĆ”nico, artificioso, y de ahĆ que el cuento, considerado especĆficamente y en comparaciĆ³n con los otros gĆ©neros literarios, resulte un gĆ©nero inferior, inferior a la novela, por supuesto, e inferior tambiĆ©n a la narraciĆ³n.
La mayor o menor finura que se use en el procedimiento, la mayor o menor inteligencia con que se organice el truco, se preparen los elementos fundamentales y se presente el final, unido todo al mayor o menor talento literario del autor, harƔn mayor o menor la eficacia emotiva del cuento.
Respecto a su dimensiĆ³n no hay mucho que decir. Cuando alguien, refiriĆ©ndose a un trabajo literario, dice: es un cuento largo o una novela corta, no dice nada exacto. Un cuento, por muy largo que sea, no podrĆ” ser jamĆ”s una novela, asĆ como una novela, por corta que sea, no serĆ” jamĆ”s un cuento. Ambos gĆ©neros tienen procedimientos diversos, diversos valores y diversa finalidad. El cuento, por lo demĆ”s, no puede ser nunca extenso; la extensiĆ³n le hace perder calidad y eficacia.
HistĆ³ricamente, el cuento es un gĆ©nero nuevo, novĆsimo, imposible de encontrar en los clĆ”sicos de ningĆŗn paĆs. Los textos de consulta citan algunos autores de obras que llevan por titulo el de “Cuento” o “Cuentos”, pero, en realidad, en esas obras no se trata del cuento tal como debemos estimarlo, sino de otras producciones, literarias o no, tales como narraciones, fĆ”bulas, anĆ©cdotas, chascarrillos, historietas, etcĆ©tera. La palabra “Cuento” o “Cuentos” se encuentra, por otra parte, en el titulo de algunas obras famosas de la literatura universal, pero en estas obras, menos que en las anteriores, se encuentra nada que tenga que ver con el cuento. Entre ellas se pueden citar “Cuento de Invierno”, comedia de Shakespeare; otra de igual titulo, del gran poeta Heine, en que se narran las impresiones de un viaje a travĆ©s de Alemania; otra del escritor inglĆ©s Swift, “Cuento del tonel”, que no es mĆ”s que una sĆ”tira alegĆ³rica; una de Alfredo de Musset, “Cuentos de EspaƱa y de Italia”, que constituye el primer tomo de poesĆas publicado por este poeta, y para terminar, “Cuentos”, de Hoffmann, que no son mĆ”s que narraciones fantĆ”sticas.
Entre las obras en que tal vez podrĆan encontrarse algunos rasgos del verdadero cuento, pero, claro estĆ” sin las caracterĆsticas literarias del gĆ©nero, pueden citarse, en la antigĆ¼edad, la titulada “Cuentos milesianos”, colecciĆ³n de cuentos, narraciones y relatos de aventuras a menudo licenciosas, muy en boga allĆ” por el siglo dos antes de Jesucristo. (Supongo que me perdonarĆ”n este arrebato de erudiciĆ³n, que he pedido prestado a la Ćŗltima ediciĆ³n del Gran Larousse). En la Edad Media encontramos a Bocacio, con su “DecamerĆ³n”, colecciĆ³n de narraciones sin duda tan licenciosas o mĆ”s que las de los “Cuentos milesianos”. DespuĆ©s de Bocacio transcurren algunos siglos sin presuntos cuentistas. En el siglo diecinueve, en cambio, florecen en Francia, Inglaterra y Estados Unidos, los genios de tres grandes escritores, Balzac, Dickens y Poe, quienes publicaron obras con el titulo de cuentos: “Cuentos drolĆ”ticos”, Balzac; “Cuentos” y “Nuevos cuentos extraordinarios”, Poe, y “Cuentos de Navidad”, Dickens; pero ni los de Balzac ni los de Poe son verdaderos cuentos. Los de Dickens, en cambio, especialmente el titulado “El grillo del hogar”, tan famoso, contienen, en su estructura, en su procedimiento y en su finalidad, finas raĆces del verdadero cuento contemporĆ”neo.
DespuĆ©s aparecen en Francia dos escritores que cultivan un gĆ©nero que llamaban cuento pero que en realidad sĆ³lo eran narraciones: Gustavo Flaubert y Alfonso Daudet, el primero con sus inmortales “Tres cuentos”, en que estĆ”n incluidos “Un corazĆ³n simple”, “La leyenda de San JuliĆ”n el Hospitalario” y “HerodĆas”, y el segundo con sus “Cuentos del Lunes”.
El primero y verdadero gran cuentista que aparece en la historia de la literatura es Maupassant, escritor de genio mĆŗltiple, que podĆa hacer, con la misma admirable maestrĆa, tanto un cuento como una narraciĆ³n.
Fuera de las obras y autores que aquĆ he citado, difĆcilmente se podrĆan hallar otras y otros de igual calidad. He omitido a La Fontaine, Perrault, los hermanos Grimm, Andersen y otros, por considerar que son exclusivamente fabulistas o narradores de historias extraordinarias.
El cuento, sin embargo, no es un gĆ©nero al que un escritor se dedique especialmente. Escriben cuentos los novelistas, los narradores y hasta los poetas. Entre los escritores que en AmĆ©rica del Sur han cultivado con mĆ”s Ć©xito el genero, puede citarse a Horacio Quiroga, cuyo genio, como el de Maupassant o como el de Kipling, le permitiĆ³ hacer, con la misma desenvoltura y eficacia que esos dos maestros, tanto un cuento como una narraciĆ³n, con la diferencia de que en Quiroga, tal vez por el ambiente y por los extraordinarios personajes que trataba, ambos gĆ©neros se confundĆan Ćntimamente, lo cual, en buenas cuentas, es una cualidad de primer orden. Estados Unidos ha producido, por su parte, un escritor especializado en el gĆ©nero y dedicado exclusivamente a Ć©l. Nos referimos a O. Henry, conocido entre nosotros por la traducciĆ³n de su libro “Picaresca sentimental” y por algunos cuentos que se publican a veces en diarios y revistas. La lectura de las producciones de este escritor puede darnos, mĆ”s que otras, la nociĆ³n mecĆ”nica de lo que es un cuento. Desgraciadamente, el genio de O. Henry es esencialmente humorĆstico, roza apenas lo sentimental y no llega jamĆ”s a lo dramĆ”tico, terreno en el cual el cuento ha alcanzado sus mĆ”s altas realizaciones.
Para terminar este breve ensayo sobre el cuento cabrĆa considerar las razones del por quĆ© este gĆ©nero es nuevo en literatura, estudiando para el caso los factores que impedĆan su advenimiento a ella y, al mismo tiempo, los que lo facilitaron; pero un estudio de esta clase nos harĆa salir del terreno literario y entrar a otro, extraƱo y mĆ”s lato. Creo, sin embargo, que la apariciĆ³n del cuento como gĆ©nero literario se debe al mayor desarrollo de la vida social y al progreso de las artes tipogrĆ”ficas, factores que trajeron por consecuencia una mayor difusiĆ³n de la palabra impresa y nuevas exigencias en cuanto al material de lectura que se utilizaba en los diarios y revistas.
En cuanto a la narraciĆ³n debemos decir que su carĆ”cter puede ser fĆ”cilmente advertido si recurrimos a un ejemplo vulgar pero Ćŗtil: supongamos que en la calle o en cualquiera otra parte nos encontramos con un amigo. Conversando, conversando, llega el momento en que nos acordamos de que nuestro amigo ha hecho un viaje de exploraciĆ³n a los hielos continentales del sur de Chile. Le decimos que nos cuente cĆ³mo le fuĆ© por allĆ”, y el amigo, dejando de lado el asunto sobre el cual charlamos en ese instante, nos cuenta lo que deseamos oĆrle contar: en quĆ© forma llegĆ³ al Aysen; como debiĆ³ atravesar en su viaje a caballo hasta las mĆ”rgenes del Lago Buenos Aires, veintisĆ©is veces un mismo rĆo; cĆ³mo se trasladĆ³, desde el Lago Buenos Aires y por las orillas del rĆo Leones, hasta el pie de la cadena de montaƱas que forman el limite Este de los hielos continentales; cĆ³mo allĆ debiĆ³ sufrir hambres, frĆo, dolor, angustia; cĆ³mo se perdiĆ³ en las selvas; cĆ³mo naufragĆ³ cierto dĆa mientras pretendĆa atravesar un lago en una balsa construida por Ć©l y sus amigos; cĆ³mo ha visto leones y huemules, etcĆ©tera, etcĆ©tera. OyĆ©ndolo, no es un cuento el que oĆmos: es un relato. Si nuestro amigo escribiera sus aventuras sin poner en lo que escribe ninguna pretensiĆ³n literaria, lo escrito seria siempre un relato; si lo hiciera con Ć”nimo literario, serĆa una narraciĆ³n. Puede suceder que nuestro amigo estĆ© mintiendo, que no haya ido jamĆ”s en busca de un paso que le permitiera atravesar los hielos continentales desde el oriente hacia el poniente, que no haya visto leones mĆ”s que en el zoolĆ³gico y huemules sĆ³lo en el escudo de la repĆŗblica. Puede suceder tambiĆ©n que su aventura, su experiencia, cierta o fingida, sea otra muy diversa, ocurrida a otra persona y desarrollada en cualquiera otra parte. El caso serĆ” el mismo, es decir, se tratarĆ” de un relato que podrĆ” llegar a ser una narraciĆ³n. Pero en ningĆŗn caso serĆ” un cuento ni podrĆ” llegar a serlo.
No deberemos sacar de este ejemplo falsas deducciones, como la de creer, por ejemplo, que todas las narraciones deben ser semejantes o parecidas a las que pudo contarnos nuestro amigo y que siempre deba tratarse en ellas de algo que una persona ha vivido, ha oido contar o ha compuesto con elementos de la misma Ćndole. “El libro de las selvas vĆrgenes”, de Kipling, no ha sido vivido por nadie. Eso no es obstĆ”culo para que sea una de las mĆ”s preciosas colecciones de narracicnes que el hombre ha compuesto.
De todo esto se desprende que la narraciĆ³n es un gĆ©nero literario de composiciĆ³n simple, sin trucos, constituido por elementos tambiĆ©n simples y cuyo mayor o menor valor reside en la mayor o menor destreza con que sean aprovechados y en la mayor o menor fuerza con que se expresen los matices dramĆ”ticos o sentimentales que poseen. El narrador, como el cuentista, como el novelista, sabe, por intuiciĆ³n y por costumbre del oficio, cuĆ”les son los detalles que deben destacarse, cuĆ”les los matices que darĆ”n a su labor el color o los colores necesarios y cuĆ”l, antes que nada, el orden que deberĆ”n llevar y el espacio que deberĆ”n ocupar.
Para terminar este breve estudio del cuento y de la narraciĆ³n, agregaremos que en tanto que el cuento, como ya lo dijimos, por muy largo que sea, no serĆ” jamĆ”s una novela, la base de esta que no podrĆ” estar nunca constituida por un conjunto de cuentos, es la narraciĆ³n. La novela, en efecto, es un conjunto de narraciones que giran alrededor de un tema central, tema que describen, exponen o estudian, acercĆ”ndose poco a poco a su nĆŗcleo y, finalmente, penetrĆ”ndolo.
[*] Originalmente publicado en Revista Babel, NĀŗ19, Santiago, Chile, Enero-Febrero 1944
MANUEL ROJAS, Poeta, Narrador, Periodista y Novelista chileno nacido en Buenos Aires, Argentina, el 8 de enero de 1896 y fallecido en Santiago de Chile el 11 de marzo de 1973. Su infancia y adolescencia transcurrieron en Argentina, donde realizĆ³ diversos oficios como aprendiz de carpintero, mecĆ”nico, electricista, vendimiador y peĆ³n del ferrocarril trasandino. En esta Ć©poca tomĆ³ contacto con grupos anarquistas, los que mantuvo incluso despuĆ©s de su regreso definitivo a Chile. TambiĆ©n trabajĆ³ como linĆ³grafo en el diario La OpiniĆ³n, en la revista Numen y en El Mercurio. En 1924 regresĆ³ a Chile y comenzĆ³ a colaborar con distintos diarios: El Diario Ilustrado, La NaciĆ³n, El Mercurio y FederaciĆ³n Obrera, este Ćŗltimo dirigido por Luis Emilio Recabarren. Fue designado director de prensas de la Universidad de Chile. A partir de 1936 fue redactor del diario Las Ćltimas Noticias. Este mismo aƱo fue elegido Presidente de la Sociedad de Escritores de Chile. El 14 de junio de 1957, un jurado compuesto por el rector de la Universidad de Chile, Juan GĆ³mez Millas, y los escritores Ricardo Latcham y Carlos PrĆ©ndez SaldĆaz, en representaciĆ³n de la SECH, le otorgĆ³ el Premio Nacional de Literatura. En adelante Manuel Rojas dictĆ³ conferencias en distintos paĆses, desarrollando una interesante labor docente. En los Ćŗltimos aƱos de su vida colaborĆ³ en el diario El ClarĆn. Con el cuento El vaso de leche inaugurĆ³ el surrealismo chileno. PublicĆ³, Novela: Lanchas en la bahĆa (1932); La ciudad de los CĆ©sares (1936); Hijo de ladrĆ³n (1951), novela autobiogrĆ”fica que inicia la tetrologĆa de Aniceto Hevia que originalmente se llamĆ³ Tiempo irremediable; Mejor que el vino (1958), 2ĀŖ novela de la tetrologĆa de Aniceto Hevia; Punta de rieles (1960); Sombras contra el muro (1964), 3ĀŖ novela de la tetrologĆa de Aniceto Hevia y La oscura vida radiante (1971), 4ĀŖ novela de la tetrologĆa de Aniceto Hevia. TambiĆ©n publicĆ³ recopilaciones de Cuentos: Hombres del Sur (1926); El hombre de los ojos azules (1926); El delincuente (1929); TravesĆa, 9 cuentos (1934); El bonete maulino (1943); El vaso de leche y sus mejores cuentos (1959); El hombre de la rosa (1963); Cuentos del Sur y Diario de MĆ©xico (1963); Cuentos (1970); El colocolo y otros cuentos (1977); incursionĆ³ en PoesĆa con PoĆ©ticas (1921); Tonada del transeĆŗnte (1927); Desecha rosa (1954); Esencias del paĆs chileno (1963); pĆ³stumamente se publicĆ³ un volumen con toda su poesĆa reunida: Su voz viene con el viento (2012); Ensayos: De la poesĆa a la revoluciĆ³n (1938); El Ć”rbol siempre verde (1960); PasĆ© por MĆ©xico un dĆa (1965); A pie por Chile (1967); Viaje al paĆs de los profetas (1969); Memorias: ImĆ”genes de infancia (1950); Teatro: PoblaciĆ³n Esperanza (1959). Postumamente se reuniĆ³ un volumen de entrevistas Conversaciones con Manuel Rojas: entrevistas 1928-1972 (2012).