Rogelio Ramos Signes


Poemas Éditos e  Inéditos







De: Ajenos al vecindario (Antología) [2009]


ATARDECER DE INVIERNO


“Me paro en la luz oscura de la calle oscura
y miro mi ventana. Yo nací allí.”
Gregory Corso


Las luces de los modestos talleres
de corte y confección
ya se habían encendido
al costado de un canal de deshielo
que por Zonda y Marquesado bajaban del oeste.

Las luces de las melosas fábricas
de dulce de membrillo
ya se habían encendido
sobre el vapor de unas ollas enormes
con destino de cielo raso
y sin paradas intermedias.

Las luces de las carbonerías
ya se habían encendido
en la promesa de un calorcito que vendría después
con la merienda preparada por mamá
y el negro del carbón se haría rojo fuego
y el rojo se volvería incuestionablemente gris
y el gris, cosa que vuela.
“No soples de tan cerca
que hace mal a los ojos”.
Las luces de una habitación
donde un niño miraba viejas estampas
coloreadas en imprentas que nunca conocería
ya se habían encendido.


De: La casa de té [2009]


ANIVERSARIO


Y de pronto
      sin darme cuenta
me volví viejo
y me sentí cansado
y no reconocí mi cama
y busqué huellas
donde ya se habían borrado
      con un quitahuellas
      fabricado en Corea
y un ridículo pajarito
llamado Manantial
pasó volando
a ras del tendedero
con un cartelito en el pico
que decía “c’est fini”
y puse un disco de Los Beatles
y lloré,
y alguien corrió en el patio de tierra
      (sin consuelo)
gritando que la abuela se moría.



OJOS CLAROS


Buscando el fresco en las partes más umbrías del viejo edificio
(como a una cápsula de vida en medio del infierno de la siesta)
la carnosa novicia se masturba por segunda vez en el día.
Lo ha conversado con Dios, y al parecer le ha dicho que bueno,
por lo que ya no es un secreto.
“Los hombres son bestias que suceden en el mundo”
se dice mientras trabajan sus dedos laboriosos
“energúmenos que se ufanan hasta de su ignorancia,
seres horizontales que se cotizan por centímetros,
¡Escoria y carne!” grita, y cuando grita “¡Carne!”
sus nalgas tiemblan sobre la fría textura de las mayólicas.
Es un poema que ella improvisa para ayudarse:
sin poema no habría orgasmo y sin orgasmo no habría ella,
así de simple.
Frente al espejo donde sus superioras ya ni se miran
la carnosa novicia ensaya gestos que pertenecen al mundo,
minuciosa exploración de sus senos
(este ganglio, aquel poro dilatado),
axilas depiladas hasta el límite
en que el terciopelo se transforma en seda.
En lo lento de sus parpadeos, en cada beso suyo sobre su propio brazo
los hombres de la tierra (esas bestias carnívoras que viven en los sueños)
inclinan sus cabezas, uno a uno, frente a la misma guillotina,
frente al mismo almanaque de Los Alpes nevados
donde ella seca su transpiración mientras resuella.

Ya se sabe que las mujeres de ojos claros también se quedan solas.


De: El décimo verso [2011]


POSOLOGÍA


Ni siquiera sé si este sueño
cabe dentro de una cama,
pero hay una mujer que ingresa en él
con vestidos de otros tiempos.
Alguien susurra un nombre
y el nombre es Mercedes.
Ella no intenta detenerse.
Avanza sin pasión. Atraviesa los muros.

Creo que sería conveniente
no dejar este sueño al alcance de los niños.


RECUERDOS DE UN MES DE JUNIO


Eras como una prima, pero desnuda
con tu mañanita de hilo peruano sobre los hombros
y las tetitas allí, apuntándome,
con tus venas como ríos en un mapa que no sabía interpretar.

Eras como una prima con olor a membrillos cocinándose,
con olor a prohibido y a la siesta
cuando los grandes duermen, el Diablo juega a la payana
y Dios te mira y se hace el desentendido.

Eras como una prima, pero mucho mejor
porque estabas desnuda y no eras una prima.



RETÓRICA DE UN HOMBRE LIMPIO


Yo soy el hombre más limpio
del edificio donde vivo.
Cuando suena el teléfono, estoy bañándome.
Cuando tocan a la puerta, estoy bañándome.
Cuando estoy bañándome, estoy bañándome.
Tal vez haya en el edificio
alguna mujer tan limpia como yo,
pero ¿un hombre? lo dudo.

Amigos psicoanalistas ¿Será éste mi costado femenino?
¿De este tipo de cuestiones es que hablan esos libros?


POEMAS INÉDITOS



ESPERANDO ÓRDENES


Cuando el cometa rojo parece detenerse en el cielo
y la nieve llega hasta las primeras ramas de los árboles,
los hombres beben vino para honrar a su verdadero dios.
Las mujeres, incrédulas pero alerta,
ingresan en la guardia nocturna y van a la guerra
sin descuidar el esmalte de sus uñas.
Después vienen la oferta y la demanda
el grito de los mercachifles promocionando las bondades
del juguete del día: un bombero que hace pis.
“Así apaga los incendios, padrino”
me dice un niño que no es mi ahijado,
pero igual me saca unas monedas y corre dando saltos.
El cometa rojo sigue en el mismo punto del mismo cielo,
buena parte de la nieve se ha convertido en muñecos
que los automovilistas pasean por toda la ciudad
hasta convertirlos otra vez en agua.
Ella repasa su peinado, el encendido rouge de esta temporada,
carga su rifle y, con el oído pegado a la radio, espera órdenes.
Quienes logren sobrevivir, llegarán a la hora de los postres.



UNA PREGUNTA PARA EL TABLERO DEL MUNDO


¿De qué hablan los ajedrecistas
cuando no hablan de ajedrez?

Hablan de proezas equinas, de saltarines caballos
blancos o negros
adiestrados para dar el tranco exacto.
Hablan de la industria de la construcción,
de torres en medio de la nada
o al borde del precipicio.
Hablan de la monarquía, de reinas muy osadas
y de reyes miedosos, pusilánimes,
incapaces de dar algo más que un temeroso pasito.
Hablan de sociología, de geopolítica,
hablan de contiendas bélicas,
de escuadrones de obreros, de peones
      blancos o negros
inmolándose para defender algo que no les pertenece.

En otras palabras: los ajedrecistas
cuando no hablan de ajedrez, hablan de ajedrez.




EN CONTRA DE LAS GRANDES CADENAS


Hoy me levanté extrañando los viejos y bienqueridos almacenes.
Seguramente algo sucedió en mi sueño de anoche;
algo que, por supuesto, los ángeles arcabuceros
que protegen la vigilia me obligaron a olvidar.
Don Antonio hundía una pequeña pala metálica
en el cajón vidriado de las arvejas secas
y las dejaba caer como si fueran pepitas de oro
sobre una balanza, casi contándolas,
para que no pasasen ni un solo gramo
del medio kilo que mi madre me había encargado.
Después nada, ni sal, ni azúcar, ni un saludo, ni la yapa,
sólo el despertador marcándome las 8 en punto
y esos alcahuetitos con alas llevándose en hilachas
el sueño de los viejos y bienqueridos almacenes.


EL FIN DE LOS BOSQUES


Detrás de estos árboles milagrosamente verdes
avanza otro mundo.
Las orugas mecánicas multiplican el desierto
y estás aquí, al alcance de mi mano
mirándome  /  preguntándome sin palabras
qué será de ustedes:
“¿Qué será de nosotros?” me dices.

Como en mis sueños te he visto anciana
sé que sobrevivirás.
Sé también que criarás niños tuyos
aunque ignoro si serán nuestros.
Debo confesarte que he tratado de soñarme
pero no he podido.

El desierto avanza sin atenuantes,
Dios está de licencia,
mañana es asueto en la administración pública
y el jueves no tendremos ni siquiera
el alivio de esta sombra.



DIARIO DE RUTA


No es niebla. Es humo lo que acontece en el paisaje.
Pasto seco que difunde su noticia con el viento,
concordia fugaz de antiguos adversarios.
Ella frena el motor de sus pensamientos
centímetros antes del precipicio.
Es mujer en desapego a los milagros
que ingresa y se retira de los espejismos
como quien bebe de una fuente sin dar las gracias.
Ella es un mantel de hilo que se agita sin premura,
promesa de desayunos bajo un árbol
en la vera cruz de dos caminos con historia.
El mundo la protege aunque ambos lo nieguen.
Profecías como caligramas. Gatos como perros.
Arsenal de palabras en desuso, por ahora,
que se resolverán en frases de caprichoso sentido.
Como un director de orquesta con su batuta
ella espanta las moscas con una rama de sauce.
Pronto llegará la lluvia a decretar finales.
Mientras tanto es humo lo que ocurre,
mensajes indios de dolor irreparable
volviéndose hilachas al paso de los camiones.


SIMPLIFICANDO


Me he pasado la vida reteniendo nombres;
nombres de parientes, de compañeros del colegio,
de amigos, de escritores, de actores y actrices,
de personajes históricos, de músicos, de calles, de ciudades.
Me he pasado la vida recordando nombres,
de libros, de marcas de cerveza, de animales domésticos,
de gente que nunca conocí pero que mis padres mencionaban.
Nombres y más nombres. Nombres porque sí.
Ahora he comenzado a olvidarlos, y voy simplificando.
A todos los hombres les digo “Loco”; a las mujeres, “Corazón”.



DE FUTUROS JARDINES


“Tú eres la rosa que fue a nacer entre cardos,
como revancha.”
Joan Manuel Serrat


Llegabas en silencio
      a la fiesta de otra gente
con tu vestidito de supermercado
mucho más linda que todas
      aunque tan pobre,
humilde como un animalito
      abandonado en un jardín ajeno
diciendo “Permiso” sin abrir la boca,
diciendo “Disculpe”.
¡Nada había para disculparte!

Los ojos de esos hombres
sólo miraban siluetas a la moda.
No te veían.
      Estabas allí, princesa, y no te veían.

Se arrepentirán con los años.



LAS REINAS QUE YO CONOZCO


No sé cuál es el menú preferido de las reinas.
Las reinas que yo conozco preparan y comen
lo mismo que los demás, lavan sus corpiños
en la pileta de la cocina cuando todos duermen
y convierten en nuevos los viejos útiles escolares.
Ciudadanas de un mundo que les hizo parte en alguna parte,
las reinas que yo conozco planchan de noche,
humedeciendo la ropa con el sudor de su frente.
A expensas de su fantasía, reviven cada cinco segundos,
vuelven a reinar en un latifundio desconocido
mientras preparan mamaderas para el más pequeño,
mientras cuelgan en el respaldo de una silla
la camisa que el marido se pondrá al día siguiente.
Cansadas, pero al fin tranquilas, entran en la ducha
y se eternizan con el agua deslizándose por sus cuerpos.
Como en un largo bautismo que las prepara para ser otras
en cuanto amanezca, canturrean en silencio
para no despertar a los niños, imaginan el almuerzo
y hacen listas mentales con destino de supermercado
las reinas que yo conozco.



EL DIOS DE MI MADRE

El dios de mi madre
te salvaba cuando estabas a punto de hacer una locura.
Te tocaba el hombro con un dedo
y te mostraba un camino que nunca habías visto.
Cuando la inundación llegaba al borde de tus ojos
inventaba un pañuelo.
Cuando el fuego invadía tu cabeza
desataba una lluvia.
Tal vez el dios de mi madre
era el mismo dios de otras madres,
pero ella decía “¡Dios mío!”
y yo estoy seguro de que en ese momento era sólo de ella.






ROGELIO RAMOS SIGNES, poeta, narrador y ensayista argentino. Nació en San Juan en 1950, donde transcurrió su infancia. Pasó la adolescencia en Rosario (provincia de Santa Fe); allí comenzó a escribir y a publicar. Reside en Tucumán desde el año 1972. Dirige desde 1982 la revista “A y C” (Arquitectura y Construcción). Ha publicado un libro de cuentos, Las escamas del señor Crisolaras (1983); dos novelas breves, Diario del tiempo en la nieve (1985) y En los límites del aire, de Heraldo Cuevas (premio Más Allá a la mejor novela de ciencia ficción argentina publicada en 1986); una novela para jóvenes, En busca de los vestuarios (premio de la Asociación Argentina de Literatura Infanto-Juvenil a la Mejor Novela Ilustrada, año 2005); una novela, Por amor a Bulgaria (Premio Luis de Tejeda, 2008); tres libros de ensayos, Polvo de ladrillos (1995), El ombligo de piedra (2000) y Un erizo en el andamio (2006); uno de microrrelatos, Todo dicho que camina (2009); y tres de poesía, Soledad del mono en compañía (1994), La casa de té (2009) y El décimo verso (2011). Compiló las antologías, Monoambientes (microrrelatos, 2008) y Ajenos al vecindario (poesía, 2009).
Es miembro fundador de la Asociación Literaria “Dr. David Lagmanovich” que difunde poesía, microrrelatos y textos académicos. Es miembro del Comité Editorial de Analecta Literaria, Revista de Letras, Ideas, Artes & Ciencias.