María Luisa Mora Alameda


Poemas Seleccionados
1988 - 2012





De: Este largo viaje hacia la lluvia


HOMBRE QUE NUNCA SUPO QUE EL ASOMBRO


HOMBRE que nunca supo que el asombro
abre puertas hermosas
detrás de cada muro,
llegaste hasta el milagro
de las rosas más tristes,
de las más diminutas cataratas,
buscándome en la lluvia,
queriéndome encontrar en las palomas
blanquísimas del sueño;
y yo, que siempre estuve,
allá, junto a los gatos sin retorno,
en los tejados del silencio, llena
de ilusión, te envié señales de humo
para que tú me hallaras, algún día.



De: La Tierra indiferente


REGIÓN DE LA DISTANCIA

No es difícil saber que nos perdimos
los mares más hermosos
y las más altas rocas y los pájaros grises
que habitan las ciudades
y la sombra del tren en los andenes
y los más fastuosos palacetes de invierno
o simplemente el arte cubista de Picasso;
perdimos el tiempo bajando la ladera
y subiéndonos flores a la plaza del pueblo.
Después de la salida nocturna
solíamos hablar de la distancia
y de los autobuses heridos por un óxido de olvido.
Entre las azucenas que exhalaban el aroma
de un mar desconocido
las manos de las madres
dejaban los recortes de periódico
en donde se anunciaba
que la historia enloquecida del semáforo
pronto comenzaría a ser la nuestra.
Y desde aquellos días
estamos añorando la piel de la amapola,
la torre recortada de la iglesia
y la plenitud inmensa del vuelo de las aves
en otoño.
Entre los torreones destruidos
del castillo infantil de la quimera,
donde ya nada existe sino polvo y ceniza:
Telarañas que cubren los vestidos de la alondra,
la distancia es más grande que el vacío.

Intentamos alargar nuestros brazos
para aferrar las calles y colinas
del pueblo abandonado
y no encontramos más que el humo del recuerdo,
la leve silueta de la gente que pasa entre los coches,
un muchacho muriéndose en septiembre de leucemia
y también el caballo de madera
que trotaba después de despertarse.
Hoy solamente nos quedan los recuerdos.
Aunque la lejanía nos invada los ojos como un musgo
y la tarde nos deje esa llovizna que arrastran los navíos,
no sé si estamos vivos o soñamos,
no sé si nos bañamos en otoño
o vamos a las fiestas con los trajes manchados
por las lágrimas.
Quizás alguna noche, cuando crezca
la luna e ilumine la arena de las playas,
cuando la tierra comience a recobrar esa ternura
de los que nunca esperan hallar otro tesoro
mayor que la inocencia,
salgamos de este oasis de metales,
estemos acercándonos al reino de las flores.



De: Busca y captura



ESTE DOLOR...


ESTE dolor se tiene que arreglar con algo.
No se puede sufrir de esta manera tan injusta
sin que la vida nos entregue otra cosa a cambio.
Este dolor tiene que terminar un día;
romper con los dientes tanto desengaño;
que vengan los padres y nos besen;
que lleguen las madres y nos acunen;
que vuelva la primavera y lo desborde todo
de verdad y de milagros.
Porque es injusto sufrir de esta manera.
No hemos cometido otro pecado
que el de querer y confiar en la esperanza
y estar sin la esperanza todo el rato.
Este dolor tiene que terminar un día.
La vida tiene que entregarnos algo
de lo que nos debe
a todos los que creímos tanto en la justicia
y en la alegría
y estamos llorando.


SUEÑOS


A María Antonia Ricas


SOY de las que aman los pájaros azules y el trigo maduro
y sueñan con poseer los almendros de hojas doradas,
el pliegue de una azucena blanca
depositada sobre la alfombra de musgo,
el hogar tibio y los padres, cuyo latido se asemeja al algodón,
y un esposo perfecto que conoce la ternura del mar.
Yo y los niños; yo y las alamedas;
yo y los toros de lluvia.
No puedo desligarme de las cosas que me están vinculadas.
Yo y el fuego; yo y la playa caliente
donde las caracolas se hunden hasta el fondo del corazón.
Yo y los desayunos apresurados con mis hijos soñando,
quizás con el mañana, quizás con lo que no sucede.
Así era yo, la guerra no existía. No se pasaba hambre.
No se lloraba.
Los besos se repartían sin preferencias:
uno para ti, uno para los otros.
Pero hoy qué diferente. Los sombreros y las mariposas
conocen las lágrimas.
Mueren los payasos.
La violencia y el engaño; el muro y la indiferencia
ocupan el lugar de los geranios en el verano.
La jungla está en la ciudad y el aeropuerto está en la jungla.
Las multinacionales asesinan a los indígenas que les estorban
para edificar un continente gris en medio del Amazonas.
Las ballenas son capturadas. El ozono se desintegra.
Hay fetos que mueren dentro de sus madres.
Esto no se sabe cuando se es como mis hijos.
Todavía desconocen que el sufrimiento cubre la frente de todos
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y la tierra es imperfecta
y la noche dura más cuando se envejece.
Hay ratos en los que una tiene que regresar a la infancia;
y hay gente que nunca es adulta;
pero es tan reducido el número
que da vergüenza contarlo:
son los que luchan para que la hierba siga en su sitio
o dan posada a un mendigo
o escalan montañas
y, allá, en lo alto, miran lo diminuto del hombre.
Son los que están locos y lo saben.



EL  HORIZONTE



ME marcharé en abril; pero no en primavera:
cuando los astros fríos se cubran de nubes
y los corazones de las amapolas
cesen de abrir sus pétalos más rojos.
Será en abril y lloverá temprano.
No cesará de llover en todo el día
hasta que, de repente,
alguien que me recuerde con tristeza
lea unos versos míos
sobre la tumba blanca.
Entonces, una muchacha extraña
que nunca conocí cuando existía,
sentirá pena por mí.
Y será un instante.
Pasado ese momento
todos regresarán hasta sus casas;
dirán qué hermosa fue de joven.
Alguien que me ha querido muchas veces
extenderá su mano sobre el lecho vacío
y se preguntará qué es lo que hace ahora.
Y será un instante.
Pasado ese momento
descansará profundamente.
Y otro día,
al levantarse de la cama,
alzará sus ojos, como contemplando el horizonte;
pensará: qué hermosa madrugada (el sol: brillante).
Y llegará la primavera.



LAS REJAS DESTRUIDAS


LA vida es hermosa, hoy, cuando la primavera es de lluvia;
el corazón abandona sus desvanes
y los gavilanes huérfanos encuentran un padre adoptivo.
En la selva arrasada, los bosquimanos plantan árboles nuevos
y brotan del mar ventanas;
ventanas para que contemples cómo beso tus labios.
El llanto y la desesperación; la bruma y el viaje;
todo desaparece cuando yo te beso.
La llave abre la puerta. El día es más largo.
Las azucenas de color esperanza duran más tiempo
en las mesas de plástico.
Hay joyas de madera en las alcobas y relojes parados.
La piel es tersa y los sueños tibios.
Brillan constelaciones en la oscuridad;
perros heridos se levantan
y lamen las llagas de las muchachas hermosas.
Hoy el día es bello, porque tú me lo dices.
Las rosas de nieve. Las olas en la cintura.
La playa de oro. Los niños en el parque.
Cuando esto sucede, la muerte está lejos.
No se envejece. No enfermamos.
La ciénaga se traga a sí misma. Los montes se alisan.
Muchos cadáveres vuelven a caminar con alegría.
Todo porque te beso. Todo porque me amas.
No digo mentira. No escondo ciervos viejos.
El armario está vacío; pero lo llenan de luciérnagas.
Por el amor te salvo. Por el amor me condenas.
He aquí mis manos preparadas para la esclavitud.
He aquí mis sueños atravesados por una bala.
Mi boca, con la mordaza de los labios que esperan.
Pero nada me importa. La noche ya termina
y el día es claro. Las ventanas están abiertas.
Yo veo el amor desde ellas y existo
aunque las rejas permanezcan.
Hoy sé que son fáciles de destruir.
Están hechas con la ceniza de un dolor derrotado.
Están hechas de incomprensión y arroyos secos.
Qué fácil quebrarlas con una amarilis,
partirlas por la mitad con una lágrima que ya no lo es.
Los siglos y las amenazas; el hierro y los buitres;
el volcán, cuyo magma devora pueblos humildes.
Todo termina, porque el día es bello
y la pasión engendra pájaros en mi espíritu.
Desde ahora todo será diferente.



De: Meditación de la derrota


HÉROES


No somos héroes.
Se nos han ido de las manos
las armas que empuñábamos un día:
los escudos arrogantes, las pulidas
armaduras, en las que brillaba
un sol fuerte que deslumbraba al mundo.
Hemos perdido, en ciénagas oscuras,
los sables cortantes y las dagas afiladas.
Y los enemigos
han derrotado nuestras huestes
y han conquistado
las poblaciones en las que vivíamos.
Qué queda ya de aquellos días.
No volverán, otra vez, las golondrinas
de nuestra juventud,
de cuando la victoria era nuestra.
Quizás encontraremos,
entre el polvo de todas las ciudades,
las coronas de laurel que ceñíamos en las frentes
como héroes invictos de un tiempo más glorioso.
Quizás la lluvia limpie el monumento
que nos erigieron,
en agradecimiento, los pobladores liberados.
Pero serán, tan sólo,
restos de algún ayer,
trozos de primavera
que ha perdido un almendro entre sus flores.



LA SOMBRA


La sombra sigue y sigue
detrás de mí
y nadie la detiene.
Adónde voy, va.
En donde me detengo, ella se queda.
No sé si será el yo que yo no quiero;
el que a mí me hace daño;
el que me esperará, cuando el otoño llegue,
en cualquier escalón de la tristeza.
Corro para escapar. Salto,
como un potro, las vallas del olvido;
pero ella me persigue,
lo mismo que una arruga en el espejo.
Y, cada día, me canso más,
cada día me resulta más difícil la carrera.
Y es inútil: la sombra sigue y sigue,
con su voz sin voz diciéndome que vivo
una vida prestada que es la tuya;
de la que, tarde o temprano,
se apoderará sin un escrúpulo.
Y, entonces,
sólo quedará de mí lo que ella sea.



CONTRADICCIÓN


Podría vivir sin corazón,
arrojarlo al abismo,
al camino del que nadie regresa,
y podría seguir sonriendo,
ampliamente,
como sonríen las personas
que no esperan la lluvia
ni un pájaro
ni una promesa
ni un balcón donde asomarse al mundo.
Y podría caminar, sin él,
hacia lo fácil,
sin dejar, en la huella, el peso
de mi espíritu,
ni, en el tronco de los árboles,
la cicatriz de algún latido.
Como si, en mi vida, sólo la derrota
hallase un lugar para existir.
Pero sucede
que nunca supe vivir sin corazón


INSPIRACIÓN


Cuando no escribo
me siento muerta.
Cuando la inspiración no besa mi frente
y la mano no recoge los pétalos
de la fantasía,
siento los labios secos y los senos vacíos.
El vientre, donde brotan las flores sencillas,
parece un junco quebrado
y la lluvia, que recorre mi sangre en versos,
se llena de un cieno color de aceituna.
Nada es importante, cuando no escribo.
No late el corazón en mi pecho.
En el bosque, al que suelo viajar
cuando estalla la primavera del polen,
cae la nieve
y un auto viejo destroza las lilas del día.
Miro a lo lejos y no hay nada:
sólo el humo de un vapor asustado,
el carbón negro de un tren vacío
y una mariposa con el ala rota.
Cuando no escribo,
la gente no ama con el amor que deseo
ni el viento trae el olor que me gusta.
Los abrazos no tienen un corazón que les impulse
ni la sangre la pasión del joven en la hierba.
En la ciudad se pronuncia un nombre: Olvido;
y los habitantes de los pueblos interiores
preguntan de qué color es el mar que no han visto.

Pero, cuando escribo, llegan los besos más fuertes
y el aroma de las caléndulas
transforma en polvo una canción delicada.
Entonces, la nieve se derrite
y un sol hermoso ilumina las cumbres más altas


DECIR: BUENOS DÍAS



Volver a comenzar,
como si nada hubiera sucedido;
decir: buenos días,
mientras los cadáveres de nuestras ilusiones
yacen, desperdigados, sobre un campo rojo,
y nuestro corazón ha dejado de latir.
Y, otra vez, tener la oportunidad que merecemos,
encontrar los besos extraviados;
el amor no recibido;
los pájaros posándose en las tapias
que nos separaron de la victoria.
Y, como si nada malo nos amenazase,
cantar una canción,
entonar un himno nuevo
que nos hable de la redención de una ciudad;
danzar bajo los edificios escombrosos;
caminar sobre las bombas;
y encontrar, más allá del horizonte,
un sueño perfecto, alguna luz
que no puede apagar el viento de la muerte.


De: La Isla que no es


LA REBELDE


Por ponerme de parte del vencido
me castigaron muchas veces;
me dijeron que era mala
y me metieron en la cárcel.
Después, en un acto de piedad impiadosa,
me volvieron a dejar libre,
con el consejo de que me metiera en mis asuntos;
pero yo no quise hacerles caso
y volví a las andadas y me solidaricé con los humildes.
Ayudé a imprimir panfletos que pidieran la justicia.
Diseñé pancartas que señalaban la dirección de la miseria
y me hermané con todas mis hermanas.
Di sangre para los leucémicos
y recogí el trigo que necesitaban los viajantes.
No aprendí la lección. Tal vez, por eso,
a mí me llamaron la rebelde;
y, aunque sabía que el cuello me jugaba,
no tuve miedo de bailar debajo de las casas derruidas.
Luché con una rosa como arma.
Mi bandera estaba hecha de la patria de los huidos.
Y, como mi corazón estaba roto,
tuve que remendarlo con un hilo
de resignación y yerbabuena.
Y, cuando estaba en toda la contienda, llegó el sheriff
(que no sé qué pintaba en esos lares)
y me detuvo por traidora.
Entonces, el castigo fue más duro.
Me arrancaron la libertad con latigazos
y me marcaron el corazón a fuego vivo.
No hubo compasión, porque era reincidente
y, hasta los más fanáticos,
intentaron lincharme con sus manos.

Pero luego llegaron unos seres
que portaban, como estandarte, un verso hermoso,
y se sublevaron contra el poder establecido.
Y me salvé y no me arrepiento de lo que hice;
porque fue lo más justo.
Y, mientras existan todas las estrellas;
mientras se mueve el mundo que nos mueve;
tendré mi pecho siempre preparado
para albergar un espíritu que lucha



De: La respuesta está en el viento



DEBILIDAD

Qué fácil levantar la mirada al firmamento
y pedirte favores prolongados
como una noche al raso de una feria
y qué fácil culparte
de no haber recibido lo perdido,
mientras que nos tiramos en la cama
pensando en el dinero de los ricos
y en la influencia de los poderosos.
Qué fácil exigirte
a ti, Señor, que eres tan sencillo,
una infinita gestación de suerte,
un mar de luz, una primavera sin crepúsculo,
mientras danzamos en ciudades pobres
y la mies que cogemos
no es tan dorada ya como debiera,
mientras nos decimos a la cara
una mentira y otra y, mientras la tristeza
sale de nuestro pecho y rige el mundo.
Qué fácil que el corazón se pierda
entre los estertores de la prisa,
mientras en los almendros más hermosos
duermen cuervos malignos
que les quitan el puesto a tus ángeles.
Sabes que el hombre es débil
y que, en tus manos eternas, se abandona
al golpe de dolor y a la mentira de la lluvia
y, por eso, creaste Tú el perdón:
bálsamo que cura las heridas,
mano que acuna la sangre de los vivos.



De: Navegaciones


DIFERENTES


Somos de una tierra diferente.
Será que hemos llegado de un planeta
donde están hospedados los corazones que se aman
con ese afecto extraño que anuncian en los cines.
Será que hemos traído, en nuestra voz más clara,
manantiales de sueños imposibles,
secretos que saltan, a nuestros ojos, al mirarnos,
impensables adioses que nos iluminan el camino.
Nos conformamos solo con las migajas
que quedan en la mesa de los novios
y con el traqueteo de los trenes
que nos recuerdan lo que nunca serán nuestras pasiones.
Será que hemos llegado de un planeta
donde existe un océano de atlantes
que impulsa los navíos hasta la isla de la lluvia.
Enviamos señales de humo
para hallar el lugar de nuestro exilio
y dejamos, marcada con las lágrimas,
la gigantesca piedra de la Historia.
Y estamos en peligro de naufragio.
La barca que cogimos es demasiado frágil
y se puede romper por dos mitades.
Será que tenemos dividido el corazón
y estamos tan confusos
que solamente podemos contemplar lo que es la niebla


DEMANDA


Por qué tú no me ayudas.
Me he arrojado al suelo, destrozada por este terremoto.
Sobre mí diluvian las oscuras banderas de la luna
y se me han escapado de la casa
esos pequeños pájaros
a los que quise curar de su tristeza.
Siento que estás jugando con mi alma,
que te la estás llevando a tu terreno
y me vas deshojando con la lentitud de algunas rosas.
No tienes compasión. Me arrancaste la paz
que había guardado en un frasco de perfume
y te la llevaste por esos mundos raros
que sueles visitar cuando te dejan.
También me despojaste de mis olas tranquilas
y, en su lugar, dejaste
los paraguas perdidos en los cines.
¿No sientes que tu corazón no está conforme,
que debes confesarme
el origen de aquellos paraísos
en donde te escondiste
para que no te descubriera un policía?
¿No ves que puedo derrumbarme mientras lloro
y llegar unos besos, con su savia de luz
y quemarme los labios de ilusiones?
¿Cómo puedes seguir en la península
sabiendo que yo busco, debajo de la tierra, tu cariño,
que mi corazón se agota
y la locura podría incrustarme contra el hielo?
Sabes de mis debilidades y mis ansias
porque has leído, en el fondo de mis ojos, mis poemas.
Si pudieras decirme la palabra que escondes juntos al musgo…
Si consiguieras traerme una bandeja de campos florecidos…
Si tu pecho se abriera para que yo lo contemplase…
Si mi vida dejara de ser un laberinto complicado…
Si la sed de mi amor se saciara, por completo,
de pasión y de espigas, de amapolas salvajes y milagros…


De: El don de la batalla


SALVACIÓN


Hubiéramos deseado
una infancia distinta,
una mano más blanca que la luna.
Pero nos ha tocado la cabeza
la irremediable sombra
que azota, con su sed, nuestros anhelos.
Qué pecado hubimos
de cometer. Aún nos duele
el recuerdo de esa vida
en la que nunca
solíamos beber el dulce néctar
de los besos
ni tocaban, los ojos,
los rayos tibios del amor.
Tal vez, por eso, ahora padecemos
este dolor que asciende a nuestra alma
como serpiente cruel.
No todos os salvasteis
de su huella indolente
pero yo sí lo he hecho,
a pesar de esta carga
que parece pesada y dolorosa.


VALENTÍA


Ella no se rendía.
Nunca se hubiera rendido tan temprano.
Albergaba su pecho
la jubilosa fuerza
que algunos pájaros transportan en sus ojos.
Caminaba
dejándonos su huella sobre un fango
con el que amenaza la muerte
asesinar nuestras propias ilusiones.
Cierto que sentía miedo
a la enfermedad y a la tristeza.
¿Quién no lo tiene nunca?
Ponía flores
en el centro de la mesa y devoraba,
con feroz apetito,
la deslumbrante primavera.
Luchó hasta el final
como los soldados más intrépidos.
No claudicó ante la amargura
ni proclamó como propia
la bandera del desánimo.
Fue hermosa y fue valiente.
Tuvo el extraño don de la batalla.


EL PRECIO


Casi nadie sabe lo que haces.
Compras el pan procurando desviar
el tema de unos versos
que nadie saca a relucir.
A veces, te preguntan
cuánto ganas por poema,
cuánto pagan por la belleza en las ciudades.
Callas, muerta de vergüenza,
no entendiendo un mundo
que pone precio al pan que te alimenta.


ESTRELLA NACARADA


Soy francotiradora de mis sueños.
Camino
con el rifle cargado con mis poemas.
No voy buscando honores,
ni la visita de los telegramas.
Sé que nadie me espera
como se espera la lluvia en el verano.
Soy distinta.
Eso lo saben todos y les gusta
tan sólo a unos pocos.
Sé que tengo
muchas cosas en contra:
la tristeza,
la hondura a la que caen mis ilusiones.
Pero, a favor, poseo
este amor por el verso que desnuda,
poco a poco, mi vida;
esta marca en el vientre
que parece una estrella nacarada
y ese ángel
que un día se me fue y que me ilumina


De: El mundo raro


POSITIVIDAD


Hay que salir un poco,
ponerse el poncho grande
que cubre el continente de la pena,
levantar la persiana,
hacer un flan de huevo y de vainilla
y mezclarlo con pasas
y con ron.
Que esté tan bueno
que dé pena dejarlo mucho tiempo
sobre el plato.
Hay que ponerse rimel
en el borde superior de las pestañas,
sombra azul más bien suave
y colorete rosa
en lo más elevado de los pómulos,
perfilar bien esos labios asimétricos
para que no se note
y usar luego carmín que disimule
ese rictus que cae
sobre la comisura de la boca.
No se puede quedar una tan quieta
que llegue el corazón a vernos y se asuste,
y que un jilguero pálido nos cante
al tiempo que se va por donde vino
sin dejar en nosotros
su regalo de alegría.
Así que me levanto.
Me peino un poco. Bebo
mi café con galletas.
Y me pongo los besos
que me da mi marido entre los ojos
como si fuera
una hermosa bufanda.
Me abrigo de esperanza.
Y la ilusión se torna en mi vestido.
Me perfumo con sueños.
Con los versos que escribo
me hago unos pendientes preciosísimos.
Y me torno valiente.
Me torno esperanzada
Y soy maravillosa.
Como siempre lo he sido.



EL DÍA DEL AYER


Tenía que suceder mañana.
Sin embargo
ha sucedido hoy.
El tiempo
ha llegado antes de tiempo.
El ruido ha venido antes que la música.
El verso se ha anticipado a toda flor.
Es raro este presente
que me sucede hoy. Tenía
que haber sido mañana
cuando yo levantase mi cabeza
y viera el cielo gris.
Pero ha sucedido ahora. Antes
de tiempo se me ha ido
aquella luz del corazón.
Y todo
el pasado de entonces
es el presente que palpo con mis manos
en este preciso momento de mi historia.
Yo, antes de tiempo en todo,
con el vestido verde de mi boda,
preñada de un futuro que ha llegado
antes de lo que debería,
mucho antes
de que se me fuese la inocencia
y dejara de manipularme
la piel de los demás,
diciéndome
de qué color tenía que pintar las paredes
de mi casa
antes
de que yo tuviera
dos dedos de frente entre los dedos de mi frente.
Ahora me habita
sin embargo este presente
que es mañana. Cuánto
ha avanzado mi tiempo.
Yo que podía tener los besos de mis hijos
pululando
por cualquier parte de mi ser,
zarandeando, con su fuerza, este músculo
llamado corazón.
Pero qué raro es todo.
Qué raro hoy
que ya es mañana.
Mañana, que ha de ser,
inevitablemente,
el día del ayer.




MARÍA LUISA MORA ALAMEDA. Nace el 8 de Febrero del 1959, en Yepes, ciudad en la que reside. Académica correspondiente por la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas y Artísticas de Toledo. Forma parte de diversas antologías de poesía en castellano. Ha publicado: Las hiedras difíciles (1986); Este largo viaje hacia la lluvia (1988), accésit del Premio Adonais 1987; La tierra indiferente (1990), Premio Carmen Conde 1990; La Mujer y la bruma (1992), accésit del Premio Rafael Morales 1991; Busca y captura (1994), Premio Adonais 1993; Meditación de la derrota (2001); La isla que no es (2002), accésit del Premio Rafael Morales 2001; La respuesta está en el viento (2005), segundo puesto de poesía Fernando Rielo 2003; Navegaciones (2009); Poemas del Crepúsculo (2011); El don de la batalla, Premio de poesía Ciega de Manzanares, (2011);  El mundo raro, Premio de poesía Rafael Morales (2012); El pan que me alimenta (1986 -2013); Simulacro Cero, Premio Nicolás del Hierro (2014) . De próxima publicación