Trama
No para cualquiera.
H. H. en El lobo estepario
I
Centrada sobre el punto de emergencia
lo injusto de la vida se desgarra
por el hilo secreto
de esa trama interior que no envejece.
II
Texto de la existencia
de larga duración inacabada
que arropas y no aÃslas.
El alma se ocupaba de buscarte
una eternidad simple como un juego
y todo era infinito.
Comprométeme a fondo,
que sienta tu saber en mi ignorancia;
que la lámpara ignore que es de noche,
y la ventana acerque la tarta de la luna
para que se alimente la escritura.
(Y vamos a escaparnos del embozo
tú y yo multiplicando las estrellas).
III
El sol que se ha empeñado esta mañana
en traspasar la tapia y conversar conmigo.
En realidad ha sido un soliloquio.
Muda he dejado que me acariciara.
IV
Cuando uno es niño y libra cien batallas
ni sabe ni imagina que ese juego incruento
no ha tenido en la historia de los hombres
nada que sea apacible.
Cuando uno es niño escribe con los ojos.
Frente a los goterones que empapan las encinas
recoge con las manos su ensimismada luz,
calibra como ahora las sÃlabas de lluvia
y las deja que caigan lentamente
formando los regueros sobre el tiempo
como en la tierra blanda de los brotes
sobre la paz de algunos nombres idos.
V
La vida de los muros amplifica el sonido de la voz,
y de la intensidad de los silencios.
Hace brotar la sangre en la memoria.
Sedimentos narrables que resguardan las huellas
de los amados ecos llenos de luz y sombra.
Noción inaugural que te permite
ver más allá del tópico, sentir esa excedencia,
reconocer los rastros en espacios distintos
que también te albergaron.
Un lugar que transforma simplemente
porque nos simboliza.
VI
…Y alimentar el tiempo,
con esa conjunción de transparencia
que se convierte poco a poco en desnudez.
Hasta que todo sea profundidad.
VII
Cuando la tarde cae algo te cura.
Más nÃtida la sombra, y más sereno el sol
condescendiente, a la estrÃa de la nube
le otorga siempre el doble desenlace
de un esplendor de tonos fugitivos.
Es la imagen de un sueño
de antemano prescrito
efÃmero en los ojos una vez reflejado.
Lo que fragua y nos hiere es la visión
que está fuera del tiempo,
y fuera de sà misma.
Lo que enciende es la ausencia,
pero cala.
VIII
Siempre que lo contempla y acerca hacia él las manos,
parte de su energÃa lo traspasa.
Pero sabe que es sólo huella fiel de un silencio
la fluidez espacial de un mundo muerto
que alguna vez significó su apoyo.
Resiste allÃ.
Persiste, como único vestigio de relación recÃproca
que nada consolida y nada funda,
pugna entre las parcelas del deseo y ya nada sostiene.
No hay punto de partida y menos vuelta atrás.
Y piensa, que a su manera de hablar entre silencios,
mejor sea la palabra la que lo reconstruya.
No hay ocasión de diálogo completo,
fragmentos repentinos dejados al azar,
claves y fugas llenan una ausencia
y esa fiel impostora – llamémosla memoria-
que descentra tu mundo y omite lo más cierto,
o la vida quizá, desde su desnivel y su extravÃo,
con su urdimbre aleatoria, su claridad oscura
como un solo infinito que atraviesa la noche
con su intemperie a cuestas, las preguntas,
que no esperan respuestas, o esa forma de ver
cómo la irrealidad se desvanece
y es otra realidad la que lo habita,
más libre y subversiva,
más consecuente en sus limitaciones.
IX
Liberada de cargas de lo perecedero
a menudo dialogas con tu propia abstracción.
A veces has buscado la absorta sensatez del cereal,
el vertical arrobo del árbol hacia el cielo,
o la meditación de las mareas.
Frente a la cruda luz, esta desconfianza
de lo que te sustenta.
Frente al mundo que grita, tu silencio.
Revelación expuesta a toda sÃntesis,
el sentido profundo de los gestos
se esfuerza en reencontrar nuevos caminos.
Emancipado, obra tu corazón en lo visible.
Pero un paisaje inmóvil no llena los vacÃos
y sabes que al final lo verdadero
es ser junto a los otros y caminar con ellos.
Ser interposición. Ser muchedumbre.
X
Cercada por la sombra medieval de la piedra
tu sigilo de asfalto
añade dimensión a mi infinito.
XI
En cualquier devenir inesperado
una inquietud no basta para otorgarle
un nombre al desarraigo.
Las horas cuentan más que muchos dÃas
cuando tu interior siente
que está justo en el sitio que anhelaba.
A veces una ruta alternativa
nos desvÃa del trayecto,
y ese elemento aislado,
puede alzarse en el centro de la trama
y convertirlo en todo.
Sé que busco un sentido entre las pautas,
y que huyo entre las grietas,
que me desdoblo en múltiples verdades
y que siento un temor sin artificios
antiguo como el mundo y la memoria.
Que me pierdo en atajos,
en tantas direcciones asistidas
que a nada me conducen,
tras esa antigua sed, nunca saciada,
de palabras con alma que no llenan el vaso
de este dolor de luz que las contiene.
XII
Callar es la inocencia del que observa,
es saber lo indecible de este rÃo
en el que nadas, por el que navegas.
Este rÃo con afluentes sinuosos
que forma la ciudad donde resides
de tanta soledad acompañada.
Cautela - dice Heráclito - cautela:
Que el agua que te atrapa no te arrastre.
Que no influya en el ser la turbulencia.
Que no te ahogue el poder de lo corriente.
XIII
Desdoblado despliegue.
Las islas emergentes
como una sucesión de lejanÃas.
Navego con el lastre de todo lo soñado.
XIV
Por una iluminada oscuridad
fugazmente la noche se movÃa.
Perfumaba la prisa del viajero el mordisco oloroso
de unas palabras vivas escritas hace siglos.
Fuera se confundÃa la imprudencia del mundo
como una lluvia airada calando hasta los huesos.
Antes que la escalera mecánica nos alce
puede vivirse asÃ, como los topos, -pensé-
mientras haya palabras que consuelen.
XV
¿Dónde pasó el pasado
cuando acaso soñé lo que me dije?
La eternidad fue un trozo de cielo
en las encinas.
Una huella en el agua de los dÃas.
Lo que queda en los ojos después
de los asombros.
Lo que al pasar la página
puede desvanecerse.
Un sobresalto ante lo prefijado:
la comunicación del otro extremo
que prende el fuego sobre la materia.
Tan sólo queda lo incomunicable.
Esta forma de ser de la palabra,
que tan bien conocemos,
cuando regresa al tiempo del silencio.
XVI
Apostada en la luz sólo atisbé la sombra.
Volaban ante mÃ, me rodeaban, los pétalos del frÃo.
Un silencio sin pájaros y el árbol que brillaba
mojado por las aguas de febrero,
me advirtió de que existe después de la inocencia,
una férrea coraza que protege de toda podredumbre,
de la meliflua, la sutil blandura, que en vano intenta
devorar el fruto de ese interior que cuaja en soledades.
Toda cáscara amarga nos mantiene y aÃsla.
Nos defiende.
Preserva el corazón de lo que importa,
ajeno a la codicia del mordisco.
Esencialmente vivo, invulnerable.
XVII
Alguna vez nos basta
hablarle entre sonrisas
a la casa dormida
hasta que se despiertan las paredes
y volvemos a ser adolescentes.
Alguna vez nos basta
con abrirles las puertas al deseo,
dejar entrar la noche
con vértigo de estrellas
girar sobre su eje
y que nos muestre todo su esplendor.
XVIII
Aérea como la rama,
a veces soy la rama y soy espacio,
y cuando me agazapo en los retornos
que irradian esa luz sin movimiento,
soy esa misma tierra o el sustrato.
La mezcla tan antigua
de otros latidos que me precedieron.
XIX
Hay una luz mojada de abandono
en el zumbido dulce que presiente la miel
sobre la flor de jara.
Respiras por las venas de la secreta voz
que te dictó por siempre la tierra y sus verdades.
Tuve tiempo de ver, de saber escuchar otras razones
que al interior desnudan y preceden
con tan sólo observar el vuelo de un insecto.
Una lengua nos llega del fondo de la vida,
un lenguaje que habita los bordes de la noche,
las mentiras del tiempo, la energÃa del barro,
las trampas del amor, los enigmas del agua.
Yo sé que en estas franjas de aromas que aún aspiras
el tiempo es este vuelo que arrebata la esencia,
la visión reversible de tu mundo y del mundo.
Y, cuando todo pase y tu paso sea olvido,
la flor de jara, entonces, te sobrevivirá.
Pero tu voz ―lo sabes― se alzará consecuente,
sobre las flores, sobre las abejas,
sobre la duda, sobre la incerteza,
sobre la noche, sobre el abandono...
XX
Esta sensación de no ser casi nada de casi no existir.
La mirada golpea alguna puerta, y de pronto,
de par en par los ojos se han abierto
y entablamos un diálogo sin palabras audibles.
Es la comunicación más inmediata,
la que no necesita de saludos de trámite
ni excusas de antemano
ni siquiera el adorno del adjetivo justo.
Se ha llenado de verbos el vacÃo y es metáfora el tiempo,
como un campo de trigo la mirada se agita
en la extensión granada de lo que se comprende.
Hay un discurso claro y sostenido
con la complicidad de los silencios.
Y ahora tú me preguntas qué hago yo por ParÃs...
Y simplemente digo: deambular.
Ver gente que eterniza lo efÃmero y eterno;
determinado encuadre, la focalización de monumentos
mirados en la luz entre la sombra dulce de los castaños
sintiendo la extrañeza de los que un dÃa buscaron
otra forma de ver. Sentir el rastro tránsfugo de esa luz
en el olvido de las manos desnudas del deseo,
entre los bulevares de las correspondencias
o en las turbias ojeras de la noche distante.
El errático busca reflejarse en los otros,
en los que ya no están y en los que ahora,
desde su soportable soledad
guardan la lumbre de los postergados.
Nada más hay que lo que el viento mueve
sobre los párpados del desasosiego.
Los secretos que alberga la ceniza
bajo las piedras del Père Lachaise,
esta visión de la inquietud que vaga por el mismo escenario
asciende la escalera de Montmatre fingiendo ser destino,
o se deja vencer sobre la silla
del café abarrotado en la rue Saint Germain,
por rescatar del fondo de la copa del Flore
ese telón de fondo que susurra entre espejos
que quizá no fue todo como nos lo contaron.
Brindo por los extraños, saboreo
la frutal transparencia de la vida.
Mientras mojo los labios, un vestigio de trampa
fija en los veladores repletos de turistas,
lo irreal de lo cierto.
XXI
Si penetras las claves de cualquier laberinto
recuerda que te aguarda la salida.
Las alas que sucumben en descenso
abrasadas de sol y de utopÃa.
El ovillo, el espejo
por los itinerarios de las sombras:
la ebriedad de la sangre
el olvido.
XXII
…Y para ser ignorarás qué eres,
serás sólo naufragio.
Y como en los relatos de la infancia
olvidada de ti desasistida
las formas del azar crearán tu isla.
El mar irreversible
unidad en sà mismo
nos arrastra al origen.
Cualquier pretexto es bueno
para entrar en su luz y disolverse.
Busca el retorno hacia el espacio abierto
tu propia soledad de acantilado.
ACQUA ALTA
Palafitos sostienen el espejo
del mar que cabrillea.
La luna herida imanta los fragmentos
del tiempo que navega.
Y de pronto,
el acqua alta irrumpe en el insomnio,
nos lleva en su corriente indivisible,
giramos sobre el vértigo y la noche.
La muerte no parece tener fin.
EFI CUBERO, Poeta y escritora española, nacida en Granja de Torrehermosa, Badajoz, en 1949. Ha realizado estudios de Historia del Arte y de Lengua y Literatura en Barcelona, ciudad donde reside desde la niñez. Es desde hace años corresponsal de Revistart (Revista de las Artes) y autora de los libros: Fragmentos de exilio, Altano, Borrando Márgenes, La mirada en el limo, Estados sucesivos (México, 2008); Condición del extraño (2013); Punto de apoyo (2014) y también, junto al pintor Paco Mora Peral, del Libro de Artista Ultramar y Desajustes en el número 2 de la Colección de PoesÃa 3X3 dirigida por Antonio Gómez. Ha colaborado en libros como José MarÃa Valverde, Imatges i Paraulas (Universidad de Barcelona); La narración corta en Extremadura. Siglos XIX y XX. Badajoz, Departamento de Publicaciones, col. “Narrativa”, PDB, 2000 (tres tomos); Meditations, libro publicado en inglés, editado en Birmingham en la primavera de 2006; Ficciones. La narración corta en Extremadura a finales de siglo; Paisatges Extranyats “Paisajes extrañados” Edición del Departamento de Publicaciones de la Universidad de Barcelona; Escarcha y fuego. La vigencia de Miguel Hernández en Extremadura; Peut ce vent, serie de poemas para la exposición multidisciplinar “Lo nunca visto” (traducidos al francés por Alain R. Vadillo). Y en revistas como MitologÃas, Alga, Norbania, Letralia, Arquitecturas y Humanidades (México) entre otras publicaciones culturales y libros de España y América. También ha participado en Congresos Nacionales e Internacionales. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés y portugués.