De: Poemas para un niño que murió en noviembre (1958)
[IV]
Mi infancia —que noviembre configura—
tuvo el juguete roto de mi risa,
un barro cotidiano en la camisa
y flotando en los ojos la amargura.
mi infancia fue el país de la sonrisa,
con trompos en la tarde dulce y pura,
y una cometa verde que en la altura
era un sueño feliz lleno de prisa.
Tuvo un niño perdido y encontrado,
y un noviembre lentísimo y mojado,
que de todos los meses fue el más triste.
un niño como yo llamado Arturo...
—¡oh, niño del recuerdo, que te fuiste
entre juegos y nubes al futuro!—.
[V]
Hoy te vengo a llorar, niño que he sido
y que ya no seré. Traigo la pena
más profunda del Hombre: la serena
tristeza de vivir hacia un olvido.
Está la vida en flor. Cuanto he vivido
el mar se lo llevó como la arena.
Fuimos sólo eslabón de una cadena,
que dios por un instante ha interrumpido.
Tu tumba no está aquí, sobre la Tierra.
¡está en mi corazón! en él se encierra
tu cadáver de niño tan hermoso.
Y a través de mi vida puedo verte,
dentro de mí —incorrupto y silencioso—
con el sereno amor que da la muerte.
A TUS MANOS
Tu mano es una nave de promesa,
donde la nieve pura se deshoja,
con un caer lentísimo de hoja
del árbol de tu cuerpo, porque pesa.
Tiene tu mano sonreír de fresa
si por el aire va, cuando se aloja
en los pliegues aéreos, si se moja
sabe tu mano a mar que llora y cesa.
Suspendida al amor que se avecina
tu tenue blanca mano descamina
todo lo que en el viento se te enreda.
Y más que mano tuya, es ave en vuelo
erguida y suplicante cuando queda
tu mano pentapétala hacia el cielo.
De: Poemas (1959)
EN EL QUE EL POETA RECUERDA
Como quien gira en torno de una noria,
me pongo a darle vueltas a la vida,
pero el olvido todo me lo olvida
y ya recuerdo mal aquella historia.
Historia de una luna migratoria
con la alondra del alma estremecida
y el eco de una voz casi perdida
en el blanco país de la memoria.
Y recordando dejo tristemente
al niño corazón entre tus brazos
y así no vea alborear el día
de saber que la vida es solamente
pedazos de recuerdos y pedazos
de sueños y pedazos de alegría...
De: El corazón del tiempo (1963)
EL TIEMPO Y UNA CIUDAD
Tantos días pasando por aquí,
triste o alegre, con la vida
pasando por aquí, o con la costumbre
de la vida —es igual— pero pasando
siempre por esta calle y esta plaza
con árboles; y siempre el oro viejo
del otoño dorándome la pena,
y siempre yo pasando,
pasando y despidiéndome de todos,
aunque nadie perciba en el adiós
que me voy alejando con la vida.
Tantos días pasando por aquí.
Tantos días, y un día sin quererlo,
al doblar una esquina, al ver al pobre
en su sitio de siempre, al cielo igual
con sus nubes dispersas me descubro
de pronto el alma envejecida o un hilo
de purísima plata.
Tantos días pasando por aquí.
Pasando a diluirme sin ruidos
en el ruidoso río de la vida,
que prolonga la lluvia cuando cae
de las oscuras gárgolas sin tiempo,
y yo pasando siempre,
pasando lentamente
o con prisa —es igual— no sé a qué parte,
si ya todo mi mundo es un pañuelo,
si ya eché la llave al horizonte,
si ya puse mi sueño a ras de tierra
por donde voy pasando con la vida
o su mansa costumbre.
Tantos años pasando por aquí.
de pronto, sí, los años, y el adiós
que hasta ayer fue esperanza,
santo y seña del hombre,
se me muestra al decirlo con un sabor amargo
de desnuda palabra,
de trágica verdad.
Tantos años pasando por aquí.
Los árboles y el viento.
La tarde con campanas.
el amor encontrado, los rumores
de la marea humana y entrañable,
por donde, alegre o triste, estuve yo
tantos días pasando,
viviendo tantos años
—es igual—, y muriendo...
TEMBLANDO ENTRE MI SANGRE
Todo fue necesario. Estoy de acuerdo
en vivir y morir. Nada se vuelve
atrás, nada se vuelve, ni nosotros;
y me queda tan poco de aquel tiempo,
cavó tanto el olvido en la memoria,
que apenas unas tardes amarillas,
ciertas piedras oscuras, mi tristeza,
el desvaído azul de un sueño niño,
he podido salvar de mi pasado.
Rostros que me borraron de los ojos
los lentos y sombríos pleamares,
y algunos pormenores de septiembre
junto con otras nubes que no digo,
por no tocar la herida todavía
viva de aquella edad maravillosa.
Edad en que lo mismo fue nacer
y ver el mar allí como esperando
el borbotón de vida que era uno
sobre la arena intacta de la orilla.
Por eso, si me pongo a recordarme,
oigo llorar a un niño silencioso
y un vuelo de gaviotas mañaneras,
cuando niño y gaviotas asistieron
al milagro inefable de la luz.
Y comprendo que nada ocurrió en vano
si un ala del recuerdo se me entra
de rondón en la vida alguna vez
por los callados túneles del alma
levantando un rumor de soledad,
hojas caídas, penas, días felices,
para marcharse luego como vino...
Por eso, si me pongo a recordarme,
oigo un lejano temporal de rosas
asolando los huertos de mi infancia.
Y aunque llore por todo lo que ha muerto,
comprendo que también fue necesario
que todo se perdiese, para un día
—distante de aquel tiempo irrepetible—
recogerlo temblando entre mi sangre.
De: En el tiempo que falta de aquí al día (1967)
A LA LUZ DE ESTE DÍA
Tendré una vez mi tallo prisionero
Y enmudecido eternamente el canto,
Y seco el corazón que amaba tanto
Deshilará su sueño verdadero.
Y, a pesar de ser triste lo que espero,
A la luz de este día me levanto,
Y recojo el amor, un cielo, cuanto
De hermoso existe para el alma. Pero
Es terrible tener un breve día,
Apenas unas horas de alegría,
Este mísero instante cotidiano.
Sólo una vez tenemos los racimos
De la vida al alcance de la mano.
Sólo una vez vivimos y morimos.
PÓVERO GINO
[Bjëlo Pölje, Montenegro, 1941. Marti, Italia, 1964].
Para Berta y Eugenio Padorno
Póvero Gino, al fin,
has cruzado el Adriático y has vuelto
a nuestra pobre tierra...
Muchos años se fueron,
muchos años se han ido
en súplicas y lágrimas,
pero ni el desaliento
ni el olvido pudieron
acallar el inmenso deseo de traerte
junto a tantas reliquias veneradas,
cenizas de mi raza bajo la paz del viento.
Ahora duerme tu sueño
largamente, hasta el fondo
de la muerte infinita.
UNAS MANOS
Dijera yo: «Tus manos
me recuerdan palomas lejanísimas»,
pero no sabrías nunca
la pasión con que digo
«tus manos», «el recuerdo»,
«las palomas aquellas»
o «aquel tiempo sin vuelta».
Exacerbadamente
araño las palabras,
nombro la nieve,
pero qué gran pobreza
la de mi lengua que no llega
jamás a detener el ala tenue,
su vuelo, la nostalgia
de la blancura a que se igualan,
cuando digo «tus manos...»
y me asalta ese mundo de voces imposibles.
NIÑO HACIA EL MAR
(Elegía de 1960)
Palabras y palabras. era —y era
inútil aquel llanto— todo en vano.
de la mano de dios va nuestra mano
y la mano de dios nos asendera.
Hoy tiene el campo, niño castellano,
un nuevo surco y otra sementera,
y el Tormes, que soñaba en la ribera,
sigue llorando para el mar lejano.
vo
lverán como antaño los gorriones,
y de nuevo el arado y las canciones
y el alegre verdor por el otero.
Y como tú te fuiste, yertos, fríos,
nos iremos también al mar postrero,
de la mano de dios, como los ríos...
De: De una fiesta oscura (1977)
COLUMPIO SOLO
(A mi hijo, 1964-1968. Parque Municipal de Santa Cruz. Anochece.)
¿A quién meces, columpio solo? ¿Al viento
ruidoso y ciudadano?
Al pasar, te descubro en la tardía
luz del verano, como en sueños,
con tu vaivén donde un fantasma
que golpea en el fondo de mi pecho,
todavía sonríe sin saber...
Cerca, un reloj de flores marca el tiempo
urbano, indiferente, entre risas de niños
áureos de sol atardecido, mientras
cruzo fugaz por la penumbra
de los árboles,
ya perseguido siempre
por mí, por el recuerdo
vagabundo de un sueño que fue vida.
Al pasar, se levanta la bandada
de palomas que vimos por costumbre
otros días con sol, bóvedas altas
sobre las que ha caído un mundo de silencio.
Aunque el amor no acabe,
aunque acabe el amor, columpio solo,
tú permanece fiel meciendo al aire,
meciendo al niño aquel que apenas pudo
llegar a ser mañana,
que se quedó en ayer,
y hoy cruza finalmente,
a pecho descubierto,
el vasto imperio de la sombra,
el hondísimo nihil...
ESTE VACÍO QUE YACE JUNTO A MÍ
¿No es el recuerdo
la impotencia del deseo?
L. CERNUDA
Tu cuerpo como un fruto,
quién me lo diera en esta
noche de otoño
en que la soledad llega a su límite
quemándome la vida...
Nunca toqué esa luz que da tu cuerpo,
y acaso así mejor ha sido,
porque el recuerdo de su gozo ilimitado
no tengo y es tan sólo el deseo
el que me asfixia en estas horas.
Mas, si no alcancé tu cuerpo,
¿puedo decir, de verdad, que he ganado
algo en la vida?
Lo que gané y perdí queda en el fiel,
sin gloria ni derrota,
neutro entre lo posible y lo imposible,
como un tesoro de dolencias
que legaré, después de mí, a la nada,
a este vacío que yace
junto a mí, sin tu cuerpo
rodante por el mundo,
mientras la sombra va venciéndome
con un puñal de sombra de sí misma,
hundida en esta carne que aún desea,
aunque no te recuerda
por no haberte alcanzado.
No otra libertad quisiera hoy
que navegar tu cuerpo y serle siervo
desde la luz vencida de la noche,
con sus trémulas músicas,
hasta el amanecer, ese terco peligro...
PASTO DE UN FUEGO
Nadie vuelva a cantar la belleza de Italia,
oh Percy Bysshe Shelley.
Posa per sempre. Assai palpitasti.
El mar que hasta nosotros te devuelve
no perdona a los hombres,
aunque te llore Roma sobre el halda de Atenas,
y de las viejas islas esparcidas
en este mar doméstico se alcen
aves mediterráneas piando tristemente.
Olvida, olvida.
No esperaremos más a que lleguen los príncipes.
Alrededor del túmulo está el pueblo
puntual y silencioso,
y en la bóveda clara de la mañana el viento
venido de muy lejos barre limpios celajes
de este pesado agosto de Viareggio.
Olvida.
Patria ciega de nieblas,
Inglaterra demora tus laureles.
(«¿No aprenden a nadar los alumnos de Eton?»,
murmuró, continuando su partida de cricket.)
Olvida, Percy, olvida.
Ya estás cumplido para la gran sombra
de rosas inhallables.
de rosas inhallables.Arropado
en el caliente aire de Toscana,
tu derramado corazón se entrega
a un oficio secreto.
Sobre la arena todo se consuma,
y tú, pobre despojo mordido por los peces,
ya eres pasto de un fuego.
Amaro e noia la vita, altro mai nulla.
Ardes ya frente al mar, bajo el cielo italiano,
águila derribada, cerca de un bosque umbrío,
de eucaliptos y pinos.
Olvida.
Sueña así para siempre.
Peri l’inganno estremo, oh Percy Bysshe Shelley...
LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO
(Madrid, 19…)
Tras la ventana crece el frío,
aire de todos, sortilegios
de la luz, enhebrándose
en los ojos, las ramas
desnudas, y se aferra
a un instante la vida,
pidiendo un día donde prolongarse,
desde donde saltar hacia el futuro
y no acabarse nunca, nunca.
Tras la ventana crece el frío,
se hace más alto el mundo,
y más allá, sobre los mares grises,
humea una patria de islas
que recuerdo y olvido.
Y yo caído en este lecho,
de la obra parte del cristal
ya perdido en las sombras
conscientemente retenidas
de este cuarto, en silencio
asisto a la caída
del Imperio Romano,
Fumo, releo un libro,
abro cartas antiguas,
rememoro a mis muertos…
De: Cantar en el ansia (1982)
LEJOS DE LA CIUDAD CONDESCENDIENTE
(Las Palmas, 1944)
De niño, entre las charcas
dulces, cacé la rana, el pájaro feliz.
Por el aire y el agua, la niñez
fue pura y triste, pero libre y sola,
hollando las orillas como láminas
infinitas, las blanquísimas nubes
cruzadas por las aves.
Con los otros
por las colinas solitarias fui,
lejos de la ciudad condescendiente,
a reinventar un paraíso:
cuevas,
senderos, caseríos, los rebaños
de cabras a lo lejos, los estanques
verdes con todo el cielo reflejado.
Y saltaban las ranas a los gritos
salvajes, jubilosos. venían círculos
a morir a los pies. Limpios diamantes
bullían en el iris. Las camisas
llenas del viento azul de la mañana
y el mar abajo como un padre...
Todo
sucedió en otra vida.
OTRA TARDE
Otra tarde diluida
en mil nostalgias pequeñas.
Invierno fuera.
¿Qué sueñas
entre la muerte y la vida?
Mi imagen estremecida
contra la luz del poniente.
Tallo, raíz y simiente
donde vuelco mis aromas.
(La tarde llora palomas
en la tierra de mi frente...)
DE SERES QUE VIVIERON EN UN TIEMPO FLORIDO
Ha llamado esta noche inmensa el viento
en los naranjos de la huerta, al claro
de la luna helada, rota entre
las cañas amarillas.
El viento,
una vez más, fantasma asiduo
de mis miedos nocturnos, puso un grito
de presagios: la ronda de lamentos
de seres que vivieron en un tiempo florido
en esta casa donde yo desgrano
las horas lentas aguardando la luz.
Desde el fondo sombrío
de la arboleda, la espiral de viento
azota la hierba alucinada y viene
avanzando despacio hacia la casa.
Tiempo de soledad y tiempo de memoria,
sueña la mente su país, proyecta
el plano futuro de la vida.
el plano futuro de la vida.Así,
desde la garganta oscurísima
del aire que aúlla en el recodo
de la huerta de plata, las amargas
naranjas, la zarza retorcida, los almendros
que crecen en los límites
me hablan en baja voz, conciertan
su música. Me indican
su crecimiento al alba, su insistente
latido de savia paralelo
al latido consciente de mi sangre...
EMERGERÉ NO INDEMNE DEL DOLOR
Todos se fueron lejos, entre muertes
o músicas dispersas, a sus hondos
destinos.
Sus sombras me dejaron
al corazón atadas, como rama aterida
en el invierno solo del presente.
Hicieron mucho ruido con sus alas
en el aire ahora quieto, ayer de fiesta,
cuando el jardín tan húmedo cantaba
con la gloria del sol en los naranjos
y el cerezo del muro...
Días y días,
plenos de luz y alma, buscan hoy,
por el iris solar de la memoria,
con su buceo indicios de la vida.
Pero vida no hay y yo estoy solo,
emergiendo no indemne del dolor.
DE SU SER PRETÉRITO
Recuérdalos también cuando a la tarde,
en la penumbra del jardín, te sientas
más solo que otras veces.
La piedad
de la memoria humana obra el prodigio
de rescatarlos con su luz corpórea
al centro de la vida y por ti vuelven
a la armonía de su ser pretérito.
Investidos de luz, en ti se hacen
dueños de nuevo, y sin dolor, del reino
de la tierra y del mar, y te confortan
en tus días de total desamparo.
Recuérdalos un día.
La memoria
es otra forma del amor humano.
CORONACIÓN Y EXILIO
Si alguna vez fui príncipe
de la luz fue en tu reino...
Me coronaste con tu risa
en la tibia arboleda de tus brazos.
Hiciste para mí rosa la rosa,
pájaro el pájaro y cetro mi alegría.
Agotaste los ojos mirándome dormir.
Por esto acaso fueron tan hermosos mis sueños.
A manos llenas me trajiste el mar,
ya para siempre compañero mío.
Fue mi primer paisaje el color de tu falda
y tu voz la primera canción de mi existencia.
La huella de mi pie cupo en la tuya.
Tú eras la dicha y yo te perseguía
con mi pequeño corazón de niño
por las orillas de los mares.
Durante mi reinado
el son nunca se puso
y el mundo estuvo acorde.
... y un día te perdí sin saber cómo,
sin saber dónde, sin saber por qué.
Luego fui destronado.
Me golpeó el dolor con guantelete
de acero en pleno rostro.
Fui conducido al mundo, encadenado,
humillado y cegado, hambriento y mudo,
en la anónima noria de la vida.
No se me ahorró miseria ni desdicha.
Me encontré solo y escribí poemas.
Abdiqué de la luz.
Ahora soy viejo
y estoy perdido entre las sombras,
enredado en el tiempo y en la muerte,
como tú, madre mía...
UNA NUBE DURANTE LA GRAN GUERRA
(En vida)
Hubo una vez una nube que cansada de serlo,
cansada de montañas y aires sin rumbo,
de los ríos inmensos de la tierra,
cansada de la sangre y la metralla,
descendió silenciosa y se posó en tus ojos.
Era el tiempo de la escarcha y de la nieve. Hacía frío.
Mucho frío, padre. Entonces tú, con tu infancia aterida
bajo el brazo,
cruzabas los caminos inclementes.
Eras pequeño a la salida de la escuela. Maestra Giulia
te daba dulces y lápices de colores, y en tus manos tristes,
más tristes que todo el universo,
mirabas aquellos tesoros incrédulo, asombrado.
En casa te llamaban con nombres de ciruela y almendra,
con nombres de manzanas y uvas moscateles,
y desde aquella época te entristeció el helecho,
porque un amigo tuyo, niño también, se murió alguna tarde
y con él adornaron las estancias dolientes.
En casa te llamaban con nombres olvidados,
con nombres que sabían a olorosas mañanas...
Florecía el cerezo, los olivos gozaban su verdor incipiente
en el cercano bosque de Varrámista,
el arroyo cantaba y andaban las muchachas de aquel tiempo
llenas, como la tierra, de sueños y esperanzas,
cuando en la fragua del destino aprendías el hierro
con tus pequeñas manos de universo tristísimo,
y un instante, lo que tarda una vida en nacer o en morir,
saltó una chispa clara para encenderte el alma.
Y encendida la tienes, padre mío sereno,
aunque una nube oculte su esplendor en tus ojos,
como al cielo de abril
celajes repentinos le ocultan su belleza sin término...
SARA NÓBREGA
Antes de despedirte para siempre,
me dejaste un libro y una estrella en la sangre.
Uno y otra venían de muy lejos,
llegaban de lo hondo
de una estirpe maldita.
Leí el destino. Era verdad
que estaba escrito. Comprobé
mis azares, por qué mi pie pequeño,
mi infatigable sensualidad,
mi fe monoteísta.
Extiendo la mano
para alcanzar los días aquellos
de tu infancia en Lisboa, en la trastienda
de un bazar, con espejos,
porcelanas azules, esmaltes y muñecas,
reposo de tus místicas saudades,
pequeña abuela hebrea.
En el espacio
breve de un llanto,
miraste un día el sol poniéndose sobre los viejos libros.
Dijiste adiós, quién sabe qué dijiste,
y otro día de otoño de principios de siglo
a las islas llegaste con un bolso, una maleta y un libro.
Primera fundación,
limpio el aire donde alzar los altares,
jerusalem sin mancha
de las viejas creencias que heredé, que he olvidado.
Oh nunca Sara Nóbrega.
De: No es más que sombra (1995)
CANCELACIÓN
Ante el mar otro día. Es poco el tiempo.
Y se repite el sol que ya no me deslumbra.
Parece que te alejas, tarajal de salitres.
¿O no es tuyo el rumor de sangre de agua muerta
entre dunas de mar y oleajes de arena?
Si estuviera desnudo o si viviera,
Casi me rozaría la luz de este lunes atlántico.
Pero pasa la hora y ya me voy,
nómada de estas islas sedentarias,
a costas de flagelo y jables de intemperie:
mundo que asiste a mi cancelación.
ESTACIÒN DE MILAGROS
Te miramos nosotros, de la raza
de quien se queda en tierra
EUGENIO MONTALE
Presentimos que llegas, primavera celeste,
sobre las islas, complacencia exaltada
del mar, bajo las nubes, golpeando
con tu ariete de luz estas rocas desiertas.
Tu tiempo de embriagarnos
breve será, pues los días resbalan:
apenas un erial de tabaibas, el viento
siroco y la desazón de vivir
a la deriva en naves
batidas por oleajes incansables.
Siempre supimos que vendrías,
gozosa de aliviar nuestra pobreza,
y que te irás cantando el esplendor,
fuertemente abrazada
a la brisa del mar, siempre conformes
con tu llegada por el vilo del agua,
con tu extinción después,como sol,en los párpados.
Pero ahora tu pie, estación de milagros,
toque fugaz la orilla de esta tierra,
su parvedad de mundo.
PARA MÚSICA
Si tuvieras un rostro
como el agua,
cuerpo como la tierra,
raíces como el árbol.
Si tuvieras
sangre como la vida,
alas como los pájaros,
o un corazón que fuese
compasivo.
Si tuvieras el peso
de la nube,
o pudiera apresarte
entre las manos
y ponerle fronteras
a tu reino,
vasta muerte sin forma.
PLAYA DEL SUR CON NIÑO
¡Velero en el mar!
Estelas
por los azules sin olas.
Gaviotas lentas y solas
del cielo.
En el mar, las velas.
En mi sueño, tú —que vuelas,
herido, mi firmamento.
Se abarloa el pensamiento,
como una nave, a la pena.
Y, amedanando la arena,
gira en soledad el viento...
ME MIRAS
Ceniza de mi sangre,
padre de ayer, quién sabe
si, entre las nuevas sombras
de la flor hecha piedra
de tus ojos cerrados
y la piedra hecha flor
de tus ojos abiertos,
en el tiempo me miras.
VAHO
Un ramaje desnudo. Una fuente de mármol.
una ciudad sin nadie en el invierno.
Guerea solitaria.
dGuerea solitaria. Me he perdido en la plaza,
donde dejó la lluvia ilusorios espejos.
Aguardaré a que el alba con ellos me evapore,
me arrastre con su vaho a lo puro invisible...
EL AMOR TODAVÍA
(Por la luz de Guayonje)
Encenderíamos juntos
cigarrillos y sueños,
volutas con los labios
de amaneceres turbios,
ironías, volúmenes
de dos cuerpos con alas.
Y en la resaca
del mar de leva del ocaso,
confundiríamos
nuestras penumbras,
cuanto dijiste y dije,
cuanto amaste y amé,
olvido con olvido
y dolor con dolor,
en una misma hoguera.
LA TIERRA SOLA
Que tiene el mayor mar como camino
ALONSO QUESADA
Mi pequeño país de inmenso cielo,
de inmenso mar,
he caminado por tu piel de tierra,
tu arboleda de alisios, tus litorales solos,
aspirando el olor, la savia de tus lavas,
en el aire que cumple mi edad y mi memoria.
Por la luz de tus cumbres descubrí el universo
la mañana primera, con otra luz ahora
que empiezo a desnudarme de sustancia,
que amo más tu hermosura a medida que avanzo
por las selvas del tiempo.
Me he desangrado sobre ti.
Tú siempre me has devuelto duplicada la sangre
Y más claro mi sueño.
Si he sido un hijo de tus soledades,
si sufrí como míos tus yugos y abandonos,
si amparaste a mis muertos, si das luz a mis vivos,
si nada te pedía a cambio del amor, mira, al menos,
cuando sea ceniza
que no me esparza el viento más allá de tu orilla
De: Cuadernos del Ateneo de La Laguna Nº 1 (1996)
EL POEMA SOBRE LA MESA
Con las primeras luces
del alba de mi insomnio,
te acercas y me pones
una mano en el hombro.
Entonces yo levanto
a tus ojos mis ojos
desde la blanca página
del poema.
Qué hondo
el instante.
Quisiera
asirlo, dejarlo todo
como está, para siempre,
y, libre del acoso
de mi cuerpo y del mundo,
desvanecerme al fondo
del pasillo, saliendo
por el balcón al gozo
de ese momento eterno.
Como una luminaria,
se quedaría solo
el poema en la mesa,
para que lo leyesen,
algún día radioso,
nuestra hija y sus hijos
ramajes de nosotros,
los hijos de los hijos
del futuro remoto,
pobladores del mundo
los hijos de los otros,
nuestra familia humana,
que no sabrán el rostro
de la clara ceniza
que seremos nosotros,
ni la fuerza del sueño
que bullía, recóndito,
en los dos.
Ni el amor
que lo impulsaba todo,
desde el sueño a la luz
de este poema solo
sobre la mesa.
Mientras,
viajeros del anónimo
navío de la muerte,
tú y yo nos alejamos
por el silencio cósmico.
De: Viajero insomne (2000)
DE LA SED
Montes más altos que el deseo
no hallaré, ni frutos
que me sacien.
Dónde el agua,
dónde su manantial para la sed
de lo otro sin nombre.
LUNA
Ahora que empieza el año,
Sobre Guerea cruzas
El firmamento, sola
Y libre,
Acicalada,
Con tu digno decoro
De vieja dama, y
Tu rostro
Es
Una hoz
Que corta
Sin fin el universo,
Ilumina y refleja
El camino del tiempo,
Del tiempo que va haciéndose distancia,
Polvo solar y ausencia, luna sobre
Guerea.
AULAGAS
Cierta brisa de mar, fresca, de acantilados,
sopla contra la roca, esparce por la arena,
ardida de espejismos y sirocos,
las hojas manuscritas.
Se van lejos,
vívidas ramas de mi árbol insomne,
a teñir las aulagas con mi sangre
antes de enmudecerse en la ceniza.
OCTUBRE
¡En esta
luz de octubre,
ya girando
en la danza en que oírse podría
apenas el impacto
de la hojarasca
contra la tierra,
en esta luz en la que nos desvanecemos,
padre,
supieras mi deseo
de compartir contigo
los azares del tiempo
que te he sobrevivido,
esta ebriedad de ave
que aún hiende,
empecinada,
la vacuidad del cielo!
CONOCIMIENTO DE LA LUZ
Por la arena impalpable cruzamos la mañana
hacia un fosco horizonte.
Las pisadas,
¿quién las ocupa cuando empieza la ausencia?
¿Se reconstruye el mundo tras nosotros
o queda sólo el vacío de un espacio usurpado?
¿Somos llamas sombrías, sombras fosforescentes?
Conocimiento de la luz, ¿se llega
a ti por la ceguera, y toda
nuestra ignorancia es ver?
De: Óxidos (2003)
EL POEMA
Enséñame palabras acuciantes
que vadeen el río de los otros.
Enséñame tú, vida, el paraíso
de la sola verdad sin rostro:
el poema.
AIRE
La celda que me cierra es invisible.
Dependiente del tiempo,
porque es de aire móvil y huidizo,
de helada urdimbre y de luz repentina,
y al extender la mano nada toco.
No se me concedió romper el aire.
PASEO POR LA TARDE DE INVIERNO
Nubes ya no se ven, al menos hasta donde
su discreto poder ejercitan los ojos;
se podría decir que la tarde está quieta,
que el perfil de los montes —San Roque, Mesa Mota —
es más preciso ahora con el sol morituro;
que brillan los tejados bajo el aire ya frío
y que sueña Guerea, donde el tiempo me vive.
RAÍCES
De las raíces de mi ser secreto,
en el lugar del tiempo,
vida vivaz florece y yo la siento
libando sangre y linfa
como el obsequio de una primavera.
Y más se aja mi rostro y más mis miembros
se cansan, más me veo igual
a flor y a fronda de una vida nueva.
ALTA NOCHE
Las ventanas cerradas
de mis noches insomnes,
heraldos de otro eclipse,
custodian a los vivos y a los muertos,
y los reflejos de la luz nocturna
brillan en el asfalto,
aunque el asfalto ignore a las estrellas
que nacen y que mueren allá lejos.
Guerea es un desierto en la alta noche
y un dios pasa invisible.
ESCRITO PARA MÚSICA [KINDERTOTENLIEDER. Gustav Mahler]
Nos quemaba su cuerpo
apretado en los brazos.
Pesó un mundo su cuerpo
de rígido muñeco.
La eternidad sentimos,
pero no su latido.
Al alba lo lloramos
por las calles con nieve
lejos de nuestro mar.
Cuanto fue resplandece,
mientras la hiedra cubre
nuestras estatuas.
ESTACIONES
In memoriam
María Rodrigues
Llovizna, gloria leve
de la estación ventosa,
derrámate también sobre este mármol
y, en espirales grises,
haz florecer los nudos
de la madera sorda y quebradiza.
Perfuma lo que aún quede.
Demórate en su pelo desasido.
Vívida primavera,
cuando pases,
inúndala de luz como si nada
se hubiese consumado.
Y que en la noche eterna
este aliento sin sueño
entibie su silencio inmóvil constelado de soles.
DEL LABERINTO
Para Lidia y Alberto Pizarro
Salgo de un laberinto
y me acojo a la luz.
Explotan los prodigios
de invisibles raíces.
Soles y cielos iluminan la tierra.
Casi nazco a la vida y nazco al mundo,
y al borde de mis párpados, por fin,
los días no amontonan sus escombros.
Y como una flor abierta entre las piedras
de un valle solitario
emerge en mi alegría la memoria.
Y vuelvo por la memoria al laberinto.
De: El Mar (Una Elegía) (2003)
Ego, le tengo
miedo a todo mar
Ovidio
PÓNTICAS, II
—I—
un hombre pasa por el mar se aleja
roe la sal su piel contempla atónito
la raya que no acaba ni la orilla
que acaba en horizonte y sí la vida
que se le acaba caminando el mar
y siempre el mar y siempre el mar el mar
sorda prisión de espumas áspid
que al cuello se le enrosca al hombre
que pasa por el mar y allí se queda
mientras se hunde lejos de la tierra
natal de la Fortuna cordilleras
de candente grosor y acantilados
y es una larga caminata que hace
nadador solitario por el mar
sin hallar el azul ni su milagro
ni al menos la mentira que ya ve
dormida en la ribera de las algas
entre erizos y anémonas y olor
acre de bajamares y crepúsculos
y sólo el mar es todo su camino
para ahondarse en la áspera morada
de la muerte que canta en cada ola
que en cada ola espera en cada estrella
vacía como un cielo de tormenta
y el hombre que camina por el mar
sabe de qué cavernas abisales
sopla la nada hacia la luz, y quema
su propia luz su escasa claridad
humana, como un sol que no naciera
de la vida su breve duración
sobre la sal del mar y así camina
sin saberlo muy bien hacia qué Circe
de arenas infinitas van sus pasos
y mientras más se aleja por el mar
y mientras más se acerca al horizonte
más se le desvanecen las orillas
al hombre solo su carnal volumen
su rojo corazón su pobre sueño
su eternidad efímera las nubes
los soles cegadores a lo lejos
y la naturaleza de la tierra
su diminuto amado continente
todo lo engulle el mar todo se traga
el mar si pasa el hombre el mar
que se alimenta siempre de los hombres
como el que pasa ahora y ya se aleja
y soy yo y eres tú todos nosotros
pasando por el mar hacia qué isla
nadando hacia qué nada por el mar
hacia qué inexistente nuevo mundo
—II—
hacia qué inexistente nuevo mundo
arrastra el mar al hombre a qué desierto
de sal de azufre de imprevisto fuego
empuja al hombre el mar a qué sepulcro
bellamente tallado de tristezas
por manos de penumbra con cinceles
y mazas de miserias y de olvidos
a qué sitio infecundo el hombre va
con su pobreza y su grandeza a qué
rincón de púas llagas llantos
cuando camina por el mar y siente
que el mar es un imperio sin clemencia
como un abismo nunca imaginado
por qué camina el hombre sobre el mar
con su despierta inteligencia en contra
de la superchería y los engaños
de los usufructuarios de verdades
y cuantos leviatanes y sortílegos
le han puesto tan arriba la sortija
de otros Campos Elíseos otros cielos
a cambio de este mundo de verdad
regido por los ojos y los números
por qué se deja así traer el hombre
a este reino ilusorio de las aguas
como si fuese un niño o torpe bestia
pez en la red o pájaro en la trampa
él sabedor de trampas redes cepos
con su discernimiento soberano
y su privilegiado raciocinio
por qué fatalidad ajena a él
va por el mar hacia el ocaso último
sin rebelarse al negro señorío
de la sombra que sueña con su sueño
con la aniquilación total del sueño
del hombre por el mar que bebe ávido
la pócima del mar desde que nace
hasta que muere en el profundo azul
y de nada le sirven los naufragios
porque el mar no hace expertos
y entre Escila y Caribdis sigiloso
pone el escollo justo roba el pecio
a la deriva sobre enormes olas
entre fieros ciclones y tornados
y esto lo sabe el hombre y va con todo
lo que él es lo que ha sido y pudo ser
ciego sobre este mar como el cometa
ciego por la región innumerable
él va a perderse en la doliente sombra
y pasa por el mar hacia otro mar
el otro mar sin islas de su muerte
[...]
De: Helor (2005)
RIADA DE LOS DÍAS
(En las afueras)
Todo me sobrevive.
La luz
del campo solo,
el oro de las tapias de la tarde;
para otro tiempo vuelven
verano en flor y mares relucientes,
la solidez del mundo, el oleaje
continuo en las arenas,
el momento en que canto
sobre la tierra
donde me apago en la riada
de los días.
Sólo yo no perduro.
TENTATIVA
¿No habéis visto en la noche
una estrella fugaz?
JUAN PÉREZ DELGADO (1898-1973)
Se duerme la alta noche de la isla
en el silencio de los arenales.
Entre tantas estrellas, solo hay una
que parece tocar el horizonte.
Y extendemos los brazos exhaustos hacia ella
—despojados de todo y colmados de todo
lo que ya hemos vivido —
con hambre de su luz que no se alcanza.
EL LOCO
En la orilla del mar,
del mar que ciñe...
IGNACIO DE NEGRÍN ÑÚÑEZ (1830-1885)
En este rincón de una costa lejana
de una isla lejana,
nada pienso ni espero.
Sólo recojo a puñados la arena
para arrojarla contra el mar.
CEREZO PÚRPURA
Para mi hermano Julio (1936-2005)
Si el viento sopla, si la campana suena,
yo sé cómo llamar a este momento.
Cuando el sol aparezca en el balcón,
me sentiré golpeado por millones de soles.
Ya las lágrimas saltan de hoja en hoja.
Yo permanezco mudo frente al cerezo púrpura.
HALO
¿Qué hombre
no lleva siempre de la mano
a un niño eterno
en un halo de niebla?
NIÑO EN LA ORILLA
Cavas a fondo pozos
o abres galerías
o levantas volcanes:
oh, niño, eres feliz.
Dichoso tú que todo te entretiene.
Dichoso tú que no sabes aún
que en las playas el mar
sus arenas alisa por la noche.
INSCRIPCIONES
Para L. F. H.,
Para M. P. N.
Que la piedra repose
herida de memorias de otros cielos.
Que recuerde ella sola.
PLENA DE GRACIA
Me dejará la luz
—del día, no del alba—
con pájaros de hondo,
definitivo canto.
Se cerrará el balcón
alto sobre la acacia,
la ruidosa campana
vasta sobre la noche.
Te dejaré, Guerea,
ciudad del alma, un día.
JÚBILO
(Venusberg)
Salgamos.
Pronto amanecerá.
Estamos bajo el cielo constelado.
Te ilumina la luna.
Correremos entre gritos de júbilo,
con todo el corazón que aún nos quede,
llevando la guirnalda de los sueños.
Nos nutrirán las últimas estrellas.
Habitaremos un bosque sin dolor.
ARTURO MACCANTI RODRIGUES, nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1934, hijo de padre italiano y madre de familia portuguesa, llegados a la isla pocos años antes. Era nieto de una hebrea, a la que dedica el poema «Sara Nóbrega». En 1951 se trasladó tempranamente a Tenerife, donde terminó la carrera de Derecho en La Laguna. No fue sin embargo la carrera de jurista, sino la vocación poética la que habría de marcar su vida. Se casó en Tenerife y fijó su residencia en esta isla. En 1955 renunció a la nacionalidad italiana y obtuvo la española. Fue amigo desde la adolescencia del grupo formado por Martín Chirino, Manolo Millares, Manuel Padorno, Felo Monzón, Toni Gallardo y otros. Ese mismo año publicó sus primeros poemas en la revista universitaria Nosotros. En los años siguientes aparecieron nuevas muestras de su escritura en la revista Gánigo (desde 1957), en los pliegos de San Borondón (1958), en el suplemento Gaceta semanal de las artes del diario La Tarde, de Santa Cruz de Tenerife (desde 1958), y en el suplemento Cartel de Diario de Las Palmas (desde 1963). En 1959 la colección «Poesía» de la revista universitaria Nosotros publicó su plaquette Poemas, que recogía seis sonetos. Una nueva entrega, también muy breve, titulada El corazón en el tiempo, vio la luz en 1963 en la colección «La fuente que mana y corre», de Las Palmas, colección en cuya edición colaboró Maccanti con Manuel González Sosa y Antonio García Ysábal. En 1964 participó en el Recital de Poesía Canaria realizado en el Colegio Mayor Universitario San Agustín, en La Laguna. En 1967 publicó su primer libro. En 1968 falleció en Madrid su hijo Hugo. En los años de 1972 a 1974 residió en Madrid, donde colaboró con Taller de Ediciones JB, empresa dirigida por Manuel Padorno, amigo desde su adolescencia en Gran Canaria. Esta editorial jugó un papel fundamental en la cultura canaria durante la década de los setenta, publicando textos importantes que, en muchos casos, hoy son considerados clásicos de la poesía y la narrativa isleña. Regresó luego a Tenerife. En 1977 publicó De una fiesta oscura, en la colección «Paloma atlántica» de Taller Ediciones JB. En 1985 fue incluido en la antología «Chile en el corazón», editada en Barcelona. Por su ascendencia paterna, profundizó en el estudio de la lengua y literatura italianas, de la que tradujo y publicó a grandes autores como Ungaretti, Montale, Pavese, Saba, Cardarelli y Quasimodo. También ha traducido a los poetas griegos Cavafis, Palamas y Sikelianos. En 2003 fue distinguido con el premio Canarias de Literatura e ingresa en la Academia Canaria de la Lengua. El poeta falleció en La Laguna en el 11 Septiembre de 2014, a los 80 años.
Obras:
1958 Poemas para un niño que murió en noviembre
1959 Poemas
1963 El corazón del tiempo
1967 En el tiempo que falta de aquí al día
1977 De una fiesta oscura
1982 Cantar en el ansia
1989 El eco de un eco de un eco del resplandor
1995 No es más que sombra
2000 Viajero insomne
2002 Óxidos
2003 Libro del sur, obra en colaboración con el fotógrafo y arquitecto Carlos A. Schwartz.
2003 El mar (Una Elegía)
2005 Helor