Aquella ciudad no ofrecÃa destinos blandos, aquella ciudad marcaba. Su gran sequedad era un aviso; su clima, su luz, su cielo azul mentÃan. Una riqueza fabulosa ocultaba el hierro rojo. Sin embargo era el paÃs del hierro rojo, animales y hombres lo soportaban en el campo y en la ciudad. Ésta tenÃa un aspecto amable y engañoso; engañaban sus calles rectas y limpias, tan hospitalarias que hasta su seno entraban, venidos de ultramar, las chimeneas y los mástiles para mezclarse con los árboles del paÃs, en sus plazas; engañaban las luce…
SÃguenos en las Redes Sociales