I Aún a esa hora — las diez de la noche — hacÃa un calor sofocante. El tiempo, cargado desde dos dÃas atrás, pesaba sobre el bosque, sin un soplo de viento. El cielo negro se desteñÃa de vez en cuando en vagos relámpagos de un extremo a otro del horizonte; pero el chubasco silbante del sur estaba aún lejos. Por un sendero de vacas en pleno espartillo blanco, avanzaba Lanceolada , con la lentitud genérica de las vÃboras. Era una hermosÃsima yarará, de un metro cincuenta, con los negros ángulos de su flanco bien cortados en si…
Hace mucho tiempo leÃa yo un cuento en una sala antigua. Al principio entraba por una de las persianas un poco de sol. Después se iba echando lentamente encima de algunas personas hasta alcanzar una mesa que tenÃa retratos de muertos queridos. A mà me costaba sacar las palabras del cuerpo como de un instrumento de fuelles rotos. En las primeras sillas estaban dos viudas dueñas de casa; tenÃan mucha edad, pero todavÃa les abultaba bastante el pelo de los moños. Yo leÃa con desgano y levantaba a menudo la cabeza del papel; pero tenÃa qu…
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