Se había generalizado en el pueblo la creencia de que Luis Ramírez estaba loco. Pero no se hubiera podido decir si él sabía la opinión que la gente tenía de su persona. Si lo sabía, no se daba por ofendido ni tal opinión le preocupaba. Por el contrario, miraba a los vecinos, a los conocidos y a cuanta persona encontraba a su paso con una atención que si de algo pecaba, era de una cordialidad excesivamente atenta. Su indumentaria por lo demás llamativa, se centraba en un sombrero de alas pequeñas y tan ajustado, que sólo lograba ha…
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