Francisco Álvarez Velasco
Diez Poemas Éditos
Y Un Poema Inédito
Y Un Poema Inédito
De: Tiempo de Maldición, (1979)
MUCHO pedazo tuyo dejaste por la vida,
por los caminos que previamente te marcaran,
tanto trozo perdido a la orilla de tus sendas,
jirones que el viento aupaba hasta las ramas
sin hojas, ya el otoño bien entrado.
Memoria triste de ti, sin lágrimas ni aplausos;
ninguna mano en el camino te había dicho adiós;
hablabas de brocales malvadamente con soga y sin caldero.
Los otros te marcaron las horas de descanso;
sobre asépticas mesas frías
hicieron cálculos,
pusieron datos objetivos, tales como el viento
que te rasgaba la memoria de los tuyos,
o bien el silencio en los tímpanos del alma,
o bien la tristeza curvada de tu espalda.
Pusieron número a tus soles, número a tus lunas,
desde mucho atrás comprobaron el minuto de llegada.
Y nadie vino a desatar las sandalias de tu costumbre.
Nadie se agachó a mirar por las gateras de su casa.
Nadie perdón pidió por tu camino largo
o por la chaqueta lenta de tus hombros,
de tus hombros abiertos al viento del invierno.
De: A Federíco García Lorca (1987)
He visto que las cosas
cuando buscan su curso encuentran su vacío.
F. G. L.
cuando buscan su curso encuentran su vacío.
F. G. L.
AQUELLOS ojos tuyos de mil novecientos treinta y seis
no vieron a la hormiga pacer en el pubis rubio de la muchacha que duerme
bajo el puente,
ni los aleteos del claror en la brisa de las alondras,
ni la lengua de agua que canta en los molinos por el valle de las adelfas.
Aquellos ojos tuyos de mil novecientos treinta y seis
vieron un nido de jilgueros llorando en las culatas,
una fila de alacranes que aguardaba en el metal
y una madre vieja que buscaba en los tejados
el sabor ocre de la tierra para calmar la sed de su vientre desolado.
Aquellos ojos tuyos a la altura del suelo,
a la altura del óxido en las rejas,
a la altura del polvo caído de las mariposas muertas,
a la altura del corazón sin goznes, tapiado con pedruscos, barro y paja.
Sábana sin cuerpos,
camisa sin culebra, caparazón rojo sin cangrejo,
celdilla sin polen y sin huevo,
lino blanco sin Cristo a la orilla del ángel.
Allí los ojos tuyos.
Ya nada preguntamos. Sabemos que los sapos
están siendo castrados y perderán los ojos para cantar en los coros
de Roma,
que las palabras dulces doblaron las esquinas del silencio,
que un musgo rojo crece en la lengua de los toros
y que la axila del caballo lleva un puñado de huevos verdes.
De: Tierra, en TetrAgonía, (1986)
ARCILLA luminosa donde el tiempo se comba.
Es arcilla tu cuerpo, remanso en que las manos,
arcilla en que los ojos, donde los labios secos
aquietan hoy sus pulsos, la luz más honda beben
que atesora la tierra.
¡Tierra arcilla tu carne,
honda tierra en silencio! Abierta gloriosa-
mente para la mano que avanza donde late
el fuego inextinguible de un corazón secreto.
A grandes sorbos busco la pura luz profunda.
De: Trece Poetas (1972-1985)
L 'étoile a pleuré rose au coeur de tes oreilles...
A. Rimbaud
A. Rimbaud
AL FONDO de tu oreja late rosa una estrella
que me llama y acudo, al fondo de tu oreja,
con los labios y beso el pabellón de nácar,
el lóbulo de musgo encendido de rosa.
El espacio infinito es un arroyo claro
que salta de tu nuca, desciende por los hombros
sin tregua, fluye y fluye por la espalda su luz
y se despeña y luego remonta la cintura.
La mar perló de rojo suave y nácar tus pechos,
y levantan su vuelo como gaviotas blancas
en el alba de junio, y detienen su vuelo
como amapolas rojas por los campos de trigo.
Y yo, aquí, a tu costado. Ríos de sangre en sombra
me recorren por dentro y de ti me separan
como si tú estuvieras en el final de un túnel
negro, estrecho, infinito. En el final de un túnel.
De: Del viejísimo jugo de la tierra, (1988)
AHORA miras el mundo.
El mundo, que amanece vacío de señales.
Por sendas azuladas se fueron las palomas.
Secos están los cauces en los altos arroyos
y en los pozos se aquietan las aguas de la noche.
La alondra con el alba no sale hasta el camino.
Miras caer el fruto desde el árbol y ves que no germina.
Deshabitado el pecho
miras al hombre, cerebral
y aséptico y ajeno, sin poder explicarse
toda la luz que ofrece el universo.
Miras al hombre examinar su pecho,
fríamente su pecho,
avanzar por los sueños no soñados,
calcular las palabras que quedan por decir ,
y hacer suma total y levantar el acta
de todos sus vacíos.
Miras al hombre en su afán resistirse,
orgulloso y erguido en sus deseos
y todopoderoso,
para ser al final la hoja última
en la rama más alta del aliso
que un momento titila con el aura
y después cae y se pudre con toda la hojarasca de la tierra
De: Del viejísimo jugo de la tierra, (1988)
HOY remonto en mi sangre
hasta la servidumbre lejana de mi abuelo
y le ayudo en las piedras que tuvo que mover
y le aparto del palo
y luego le enderezo la espalda
hasta mi tiempo.
Y me pongo con él a caminar hacia otros días.
De: La hiedra de silencio, (1993)
LOS ESPEJOS MUERTOS
En sus aguas se pudren
aquellos ojos todos,
y los cuerpos aquellos,
remolinos de sombras
que un día se miraban.
Los labios de Narciso,
las manos de Arnolfini y el vientre de su esposa,
la Venus de don Diego,
la guirnalda de Ofelia,
los bucles del rey Sol,
la púrpura de aquel Papa Inocencio,
aquellas ropas chapadas que traían...
Y ese polvo tan triste
de tantos oropeles de la historia.
De: Escritores Asturianos con Bosnia-Herzegovina, (1993)
EL PASO DEL GENERAL
CON su paso un-dos, ahora avanza la muerte
con su paso un-dos, con su paso un-dos
el paso que le marcan generales solemnes.
Husmean en sus mapas con reglas y compases,
señores de la guerra,
buscadores de vidas, buscadores de sangres.
De par en par los ojos
y en los ojos la niebla,
hay un niño en silencio...
Con sus muchas medallas de lata rutilante,
con su paso un-dos, con su paso un-dos.
... en los ojos del miedo,
otro niño escuchando
el reloj de su hambre.
Imponentes, deciden "hasta aquí la nación".
Luego se condecoran con su paso un-dos,
con su paso un-dos, con su paso un-dos.
Si suena la trompeta
si el tambor os convoca,
si llama el General...
La oquedad de los pechos resuena en las arengas.
Relumbran las medallas de lata rutilante
que ganan con la muerte.
... equivocad el paso,
ese paso un-dos,
ese paso un-dos.
Y la muerte, si llega con su paso, es temprana,
con su paso un-dos, con su paso un-dos.
Equivocad el paso.
¡Ese paso un-dos,
ese paso un-dos!
De: Las Aguas Silenciosas, (2007)
¿ES esta luz aquella detenida
en los rojos tejados de la infancia?
No recuerdo ya bien.
Mas de pronto la tarde
tiene un remanso de oro
y es silenciosa,
y padre
ya ha cruzado los ríos de su invierno
y sube con los zancos en el hombro,
y está abuela llamando a las gallinas.
De: Memoria de la Sombra, (2010)
EN EL ABECEDARIO busca el niño
las nueve letras de su nombre
y las pinta con tizas de colores.
Así empieza a ordenar
el mundo en la pizarra:
Una casa con puerta
azul
y dos ventanas,
un tejado muy rojo con su humo
negro,
un árbol solitario y
verde;
sobre su fronda, un pájaro
callado;
un camino infinito
que se aleja
y un burro en el camino.
Sobre el burro se ha puesto a cabalgar.
Después de tantos años,
todavía no ha vuelto a la pizarra.
UN POEMA INÉDITO
Especial para Analecta Literaria
Copyright © 2011 Analecta Literaria
LA SOLEDAD DE LOS OBISPOS (TRÍPTICO)
1
Junto a la catedral
apalabran las putas transacciones carnales.
Y en un rincón en sombra,
bajo los arbotantes,
practican la coyunda.
2
En capillas guardadas
por hierros bien labrados,
los panteones conservan
los huesos de los cónyuges
de sangre azul,
ya en polvo.
Sobre sus losas frías,
genuflexos y orantes,
(o mirando yacentes las vidrieras),
inmóviles los cuerpos,
un poco consumidos
por la lepra del tiempo.
Un perro fiel dormita debajo de sus pies.
3
Y los obispos, solos.
FRANCISCO ÁLVAREZ VELASCO, Escritor, periodista y poeta español nacido en Cimanes del Tejar -León-, en 1940. Ha sido profesor de Literatura en institutos de bachillerato de Ocaña, Tarancón y, durante veinticinco años, en el Real Instituto de Jovellanos de Gijón. Obra poética publicada: Tiempo de maldición, (1979); "En el nombre del árbol" (en el colectivo Libro del bosque),(1984); "Tierra" (en el colectivo TetrAgonía), (1986); Del viejísimo jugo de la tierra, (1988); La hiedra del silencio, (1993); Noche, (2005), Obtuvo el IX Premio Internacional de Poesía "Antonio Machado en Baeza" y Premio de la Crítica de Asturias en 2006; Las aguas silenciosas, (2007); La luna tiene una liebre / La lluna tien una llebre (versiones en castellano y asturiano), (2009); Memoria de la sombra, (2010). Es creador y editor de www.portaldepoesia.com. Poemas suyos han sido traducidos al portugués, italiano y francés; Fa Claes ha traducido al holandés La hiedra del silencio (De klimop van de stilte, 2005) y Las aguas silenciosas (Het stille water, 2009). Es columnista del diario El Comercio (Premio de la Crítica de Asturias de columnismo literario, 2007).