Una poesía de folios y estrategias (Sobre la poesía de Carlos Barbarito) por Eduardo Espina (Texas University)



Sometida a disoluciones que acechan la historia de su hermenéutica, la escritura poética llamada a sobrevivir será aquella que logre replicar el parcialismo de la totalidad en la lectura del mundo, y con esto hacerle un dribbling a la erudición. Hablar de lo que tiene. A partir de alternativas de evidencia, a través de las cuales el texto podría entenderse (sin que esto signifique que el significado pueda ser definitivamente interpretado), la poesía de Carlos Barbarito se instala en ese territorio textual donde la historia es desviada de sus propósitos, allí donde la poesía habla de si misma y hace su canción, que es también su autobiografía: “Un lenguaje al que tal vez solo yo conozca”.

Mediante nada generalizantes idiosincrasias, Barbarito interroga la realidad mediante un plan distanciante, instalando estilos dentro del estilo, momentos de permisividad en la sintaxis. Oye su conversación: “Aquí y solo, hablando con nadie”. En tanto rechazo de la nomenclatura poética en tono realista, y sobre todo en tanto discrepancia estética con sus caprichos, esta lírica impone una oferta de deriva, la del significado, en la cual, no obstante, ninguna propedéutica queda interrumpida. Por el contrario, las palabras alertan al conocimiento para que tenga ganas de estar mas cerca de ellas, que son su propio proyecto, el lugar de sus ideas. Para lograr su cometido, el lenguaje recupera los primeros momentos de su comienzo, esas instancias anteriores al origen, en las cuales actúa fuera de todo propósito para poder seguir preguntando: “En qué dialecto, por qué gracia, /a través de que mecánica”.

Es lo que llamo aquí, poesía del folio, esto es, aquella que articula su actuación a partir del archivo de sentidos de la palabra. En el folio se pacta la representación. La vida a partir de lo vivido, vívido. De esta manera, la información de lo real expuesta por la intimidad del lenguaje incluye la opinión y el rastreo de los sentimientos como acceso antes no considerado, como peregrinaje hacia un punto de partida siempre itinerante. Las enmiendas de la posibilidad (lo que siempre puede ser aunque no exista) no son las de la razón establecida por prerrogativas lógico lineales. No es esa la razón en juego. Hay otra por su causa. Una razón paralela: co-razón. El corazón con razón.

Las variantes poéticas que han llegado hasta otro sitio, que es el de la página, se encargan de ocupar el tramo principal del discurso. Por actuar sin motivos ulteriores, las palabras, como tan efectivamente las escenifica Barbarito, se sienten entretenidas con su desemejanza y dan cuenta de una euforia pendiente, de un coto –el suyo- al margen. Las apariencias que tienen no engañan, son ellas mismas, su propio intento de representación. El disfraz es la realidad, la manera de entrar en un interior.

Pero hay mas, pues la lírica de Barbarito, rigurosa, nada complacientes con sus efectos, estipula un trabajo formal de admirable exactitud. El poeta mira antes de ver. Ordena aquello tan difícil: los sentimientos mientras están incompletos, tal como vienen del mundo y no quieren ser menos. La realidad del poema se organiza a partir de ese centro de atención, que la subjetividad privilegia y que al mismo tiempo absorbe para darse cuenta de que existe y para ser asimismo otras cosas: para ser en otras cosas no correspondidas. Aquí la mirada oye, porque “habrá, seguro, un ojo caído”.

El trato singular que reciben las emociones en esta poesía no es el de una técnica al servicio de una simplificación. El acontecimiento de lo experimentado sigue una suerte en torno a su propio proceder, convirtiéndose en tema y pregunta de sus respuestas. El poeta resta importancia a la repetición de su constancia sobre determinados tonos transformados en serie por la insistencia. Es una paradoja en fuga: su habla evita estar siempre ahí y sin embargo no se mueve, mira desde un punto de atención cambiante.

La genealogía de esta poética queda abierta a todos los casos de su ocasión. El sentido de restitución vendrá recién a continuación, impulsado por el deseo de seguir haciendo lo mismo nuevamente, para que sea nuevo. El poema obliga a su abordaje en las inmediaciones, cuando no es común ni siquiera con si mismo. Por eso hablo de un no estilo en el estilo con varios estilos, de una escritura liminar que no siempre es a continuación y que se opone a ser su propia diferencia. Lejos del dogma, descanoniza; transforma al lenguaje en el lugar interrogado: ¿Y si el idioma perdiese de pronto su misterio, /fuese de borde a borde conocido?/Entonces, ¿qué uniría, derecho e invisible, /al fuego con la chispa, qué/agua acogería, en la superficie,/los sucesivos reflejos de la mañana?

Esta poesía significa pues un querer decir; una parte superior que va hacia otra y a su vez es la verdad de la siguiente que aun no es ni esta completa. Su exactitud viene por asimetría antes que por añadidura. La palabra poética llega hasta todas sus interrupciones, que son también la forma en que se manifiesta el suceso de algo que no siempre sucede de la misma forma. La poesía, para Barbarito, es la representación de una verdad que de otra forma podría igualmente estar bien. Se apropia de contenidos con relación a todo lo que puede ser representado y que en ciertas ocasiones –cuando el todo queda escrito- es más. La palabra le hace caso a muchas otras cosas, a presencias anticipadas o tardías que duran irregularmente para poder darse a entender. Según esto, entonces, ¿cómo lo verdadero puede ser referido?

Tal cual las siguientes páginas lo destacan, hay varias formas indirectas de decir propiamente una cosa, de hacerla posible en el lenguaje hasta que este deje de reconocerla. En la poesía de Barbarito, una intuición debida se da por verdad de vida al borde del habla. Diciendo promete algo y al hacerlo se compromete a estar ahí, indeterminado en la representación en torno a un todo fragmentario, jerárquico y problemático. En esta poesía tienen lugar las otras condiciones del decir, estipuladas mediante un procedimiento inaudito, abierto a consecuencias sin soluciones.

La palabra está pasada por una primera vez –la página es el cedazo-, mediante un situarse en lo que recién apareció en la realidad del lenguaje, para poder tocar la superficie de la realidad tal cual es imaginada, pero antes de que esta quede advertida. Es un origen que sucede propiciatorio por si mismo, que está llamado a surgir como inicio que apareció antes y que en su aparición puede ser hallado. Con metódica táctica, en verdad no una sino varias y bien ejecutadas en una sintaxis sin altibajos, la palabra se anticipa a lo que quiere decir.

Así pues, en esta poesía, admonitoria y nada circunstancial, lo que actúa es el impulso de lo que se puede decir sobre lo mismo cuando recién empieza a decirse nuevamente. En tal contexto de posibilidades con viceversa, un sentido de entropía impone sus trampas, y con estas logra seducir. Desde esos momentos, la continuidad deviene poesía. Poesía como intención que vigila de cerca aquello que las ideas y las emociones anuncian. Asimismo, advertencia de algo que puede ser conocido o no, y que a la misma vez es irremplazable por si mismo. Ese sitio de no-prescindencia es lo que cuenta, aunque la poesía de Barbarito no cuenta sino canta para encantar sin cuento y ser instrumento de sus ejemplos.

Carlos Barbarito consolida una poética y una voz inconfundibles en la poesía hispanoamericana, las cuales estaban en la fábrica del acontecer desde hacia tiempo y que ahora, además, confirman la condición augural de su lenguaje. En su amplitud de desempeños, la palabra poética ha conquistado la fisonomía que más le conviene al propósito en acción de sus sortilegios y vericuetos. La voz en insurgencia llega con un plan que no se parece a otro, un plan que es su propio destino, y que por eso mismo resulta desde ya imprescindible.




EDUARDO ESPINA nació en Montevideo, Uruguay, en 1954. Obtuvo su doctorado en Filosofía en Washington University en St. Louis, Estados Unidos. Ha sido profesor de Poesía Contemporánea en diferentes universidades de Estados Unidos y México. Publicó los libros de poemas: Valores Personales 1982; La caza nupcial, 1993, 2a. edición 1997; El oro y la liviandad del brillo, 1994; Coto de casa, 1995; Lee un poco más despacio, 1999; Mínimo de mundo visible, 2003, y El cutis patrio, 2004. Libros de ensayo: El disfraz de la modernidad, 1992; Las ruinas de lo imaginario, 1996, y La condición Milli Vanilli. Ensayos de dos siglos, publicado en 2003 en Buenos Aires por Grupo Planeta. En Uruguay ganó dos veces el Premio Nacional de Ensayo: en 1996, por el libro Las ruinas de lo imaginario, y en 2000 por el libro Un plan de indicios. En 1998 obtuvo el Premio Municipal de Poesía por el libro aun inédito Deslenguaje. Ha ganado las becas del National Endowment for the Humanities y del Rotary Foundation. Sobre su obra poética se han escrito tesis doctorales, y extensos artículos de estudio fueron publicados en prestigiosas revistas académicas como Revista Iberoamericana y Revista de Estudios Hispánicos. Su poesía se estudia en universidades de Estados Unidos, Europa y América Latina, y sus poemas han sido traducidos parcialmente al inglés, francés, italiano, portugués, alemán y croata. Incluido en la Enciclopedia Británica y en más de 20 antologías de poesía latinoamericana, entre ellas Medusario, del Fondo de Cultura Económica. En 1980 fue el primer escritor uruguayo invitado al International Writing Program, de la universidad de Iowa. Desde entonces radica en Estados Unidos donde edita Hispanic Poetry Review, revista dedicada exclusivamente a la crítica y reseña de poesía escrita en español. Premio Latino de Literatura 2007 por su libro de poemas El cutis patrio.