"La Huida" Acuarela (2010) de Juan Carlos Gálvez
Juancito El Zorro
Un personaje típico del ámbito andino
Alicia Poderti1
Universidad de La Plata.
CONICET - Academia Nacional de la Historia
Un personaje típico del ámbito andino
Alicia Poderti1
Universidad de La Plata.
CONICET - Academia Nacional de la Historia
Especial para Analecta Literaria
El tema del zorro burlador y astuto es ampliamente difundido en la narrativa regional, y se inserta en una tradición que parte de las fábulas campesinas y los cuentos infantiles de procedencia europea para dibujar su itinerario andino en El zorro de arriba y el zorro de abajo de José María Arguedas.
Estas historias del zorro "fecundo en ardides", se hacen presentes en la narrativa o el ensayo del Noroeste Argentino, a través de la producción de autores como Adán Quiroga, Folklore Calchaquí (1897), Ricardo Rojas, El país de la selva, 1907), Jorge Washington Ábalos, Animales, leyendas y coplas, (1953) y Bernardo Canal Feijóo, Los casos de Juan (1954) o Luis Franco, El zorro y su vecindario (1960).
¿Qué te pasó, Juan?
Quienes se han ocupado del aspecto sociológico de estos relatos populares marcan claramente los matices diferenciadores según la zona de la que proviene la historia. Ahondando acerca de los interrogantes que despiertan estas distinciones entre el zorro santiagueño o tucumano y el salteño, Jorge Estrella, en su artículo "¿Qué te pasó, Juan?" (publicado en diario La Gaceta de Tucumán, octubre de 1994) identifica las historias que "tratan mal" al zorro. Esto ocurre en los cuentos de Juan Carlos Dávalos (Los casos del zorro, 1925), en los que el animal es caracterizado como un "imprudente que quiere hacerse el vivo y termina muy mal".
En el caso de la versión de Juan Carlos Dávalos, resulta interesante releer relatos como el siguiente:
Estas historias del zorro "fecundo en ardides", se hacen presentes en la narrativa o el ensayo del Noroeste Argentino, a través de la producción de autores como Adán Quiroga, Folklore Calchaquí (1897), Ricardo Rojas, El país de la selva, 1907), Jorge Washington Ábalos, Animales, leyendas y coplas, (1953) y Bernardo Canal Feijóo, Los casos de Juan (1954) o Luis Franco, El zorro y su vecindario (1960).
¿Qué te pasó, Juan?
Quienes se han ocupado del aspecto sociológico de estos relatos populares marcan claramente los matices diferenciadores según la zona de la que proviene la historia. Ahondando acerca de los interrogantes que despiertan estas distinciones entre el zorro santiagueño o tucumano y el salteño, Jorge Estrella, en su artículo "¿Qué te pasó, Juan?" (publicado en diario La Gaceta de Tucumán, octubre de 1994) identifica las historias que "tratan mal" al zorro. Esto ocurre en los cuentos de Juan Carlos Dávalos (Los casos del zorro, 1925), en los que el animal es caracterizado como un "imprudente que quiere hacerse el vivo y termina muy mal".
En el caso de la versión de Juan Carlos Dávalos, resulta interesante releer relatos como el siguiente:
El zorro anda galgueando y se topa con una yegua recién parida. Para quedarse con el potrillo le dice a la yegua que se lo ceda para educarlo:
-'Soy primo del perro y sobrino del tigre... Sé medicina, domino el derecho y no me son extrañas ni la astronomía ni la política'.
-'Viene Usted a propósito -respondió la yegua- tengo en el garrón una vieja lastimadura incurable. Si consigue usted curarme, creo que acabaremos por entendernos'.
Llégase el sabio con gran ceremonia, revisa la pata herida, la olfatea a conciencia y la yegua le sacude formidable coz en el hocico.
De este modo, en la narrativa de Dávalos se suceden las historias de un zorro burlado y humillado por la chuña y el quirquincho, trompeado por la Marrana, disminuido por los humanos y hasta despreciado por el agua del río.
Ese zorro, que "queda chato" tras los furibundos moquetes de los carneros, llega al punto límite en el que pierde su autoestima, declarando: "Todos los desastres que me ocurren, bien merecidos los tengo, por pillo y desalmado"... En este sentido, Jorge Estrella afirma: "En definitiva, nuestro pícaro Juan se va convirtiendo en una especie de Job bíblico, le llueven calamidades."
Zorros salteños, tucumanos y santiagueños
Tal vez la falta de simpatía de Dávalos con respecto al zorro podría explicarse a partir de la omisión del nombre "Juan" en el título de su libro. A esta falta de complicidad con el zorro "Juancito" se sumaría la consideración que el mismo Dávalos hace en el prólogo de la edición, allí donde sostiene que ha recogido "historietas" que ha oído contar en su niñez a los muchachos del campo y a las criadas indígenas de su casa, lo que marca el ángulo socio-cultural desde el cual Dávalos procesa la información recibida.
A propósito de estos altibajos en la performance literaria de un zorro que tradicionalmente tenía fama de pícaro y muy listo, podemos preguntarnos: ¿Qué le ocurre a "Juancho" el zorro cuando migra desde Santiago y Tucumán hacia Salta?.
El historiador Ramón Leoni Pinto, en su rastreo de estos relatos (publicado en el diario La Gaceta de Tucumán, el 23 de octubre de 1994), expresa:
Al zorro salteño, versión Dávalos, quiero agregar la del "barbudo Castilla" como lo recuerda el doctor Gustavo Leguizamón, en la que el animalito era la víctima y cuyos actos los justificó por su amor filial, en tanto "roba a los que tienen para dar de comer a sus hijitos". Del ritmo vital de la chacarera, Castilla lo llevó a campos metafísicos: el zorro es "ese que está pero ya se ha ido/ rayado el lomo por las cicatrices". Esta distinta valoración, sustentada en factores tan simbólicos como útiles para registrar los valores que adoptan distintos grupos de una misma cultura, también se expresó en otras ciudades de la región...
Quizás una de las versiones mejor logradas de la leyenda del zorro con este Juan devenido en víctima es la contenida en la canción de Castilla y Leguizamón, llamada "Juan del Monte":
Chacarera amanecida
esa que canta el zorrito
el que roba las gallinas
y que se queda solito.
Yendo hambreado en los caminos
no le da nadie comida
anda solo por los montes
meta pelearle a la vida.
El no quisiera alabarse
no quiere ser palangana
no hay mujer que no florezca
pa'l zorro cada mañana.
Estribillo
Nadie sabe que tiene hijos
que por sus hijitos llora
y que por esos zorritos
al que tiene le roba.
Cuando canta con la caja
hace llorar la chirlera
y baila la cola al aire
albahaca en las dos orejas.
Cuando me le echan los perros
aparecen todos juntos
el zorro en los yuyarales
lo mismo se les hace humo.
Pobrecito Juan del monte
ya lo ha tapado la muerte
y ella misma va diciendo
triste, que mató a la suerte.2
Así sometidos a una serie de transformaciones, estos relatos sobre zorros y zorrerías han ingresado al circuito letrado. En el paso de la cultura oral-popular a la cultura letrada-erudita, la narrativa es atravesada por las convenciones literarias vigentes. En esa fractura se reinstalan los mecanismos retóricos de la fábula occidental y las voces ancestrales intiman las fuerzas opuestas del bien y el mal, energías que regulan el devenir humano en las sociedades rurales.
Pero en esos espacios mixtos resuenan y se entrelazan los diferentes discursos de la sociedad. Se abre el juego hacia las lecturas crónicas del pasado de las comunidades y se confrontan las vertientes canónicas que pretenden cuestionar las identidades más puras de la cultura popular.
Notas
1. Los datos biobibliográficos de la autora puede el lector interesado verlos en nuestro post del día 6 de julio de 2009.
2. Juan Del Monte (Chacarera), Letra: Manuel J. Castilla, Música: Gustavo Cuchi Leguizamón