Diario de la Distancia
Prólogo de Ernesto Suárez
Prólogo
Enredos de Vida y Lenguaje
En un ya lejano texto, publicado el año 1960 con el título La poesía como problema, anotó Gastón Baquero: “Lavar de los ojos del hombre la costra echada en ellos por el hábito, por la costumbre, es la consecuencia natural y absolutamente concreta y materialísima de la Poesía”. De modo expresivo, apuntaba el cubano el inviolable vínculo existente, a través de la realidad poética, entre lo sagrado, lo substancial, y el hecho de vivir, de sentirse humano. La poesía, por tanto, no ya como problema sino como nudo, como trama estrechísima, hilo que une, que atrapa la evidencia de lo ambivalente, de la ambigüedad y del misterio: al tiempo, cuerpo sagrado y senso esencial.
Antonio Jiménez Paz, junto a un reducido grupo de autores, unos pocos elegidos entre tantos poetas, libros y poemas finiseculares, ha ido hilvanando su quehacer desde ese parco filo. Dos obras anteriores a esta que ahora nos ocupa habían visto la luz pública con su firma, Los ciclos de la piel y Tratado de ornitología. Después hubo otras. Sin embargo uno y otro libro inauguraban para Jiménez Paz un camino que con Diario de la distancia, alcanzaría su más precisa configuración: la literatura, la escritura poética enreda vida y lenguaje, emoción y texto, experiencia y juego sonoro.
El poema es Equívoco y Memoria.
De ambos elementos pareciera surgir el texto de este diario que, ya desde el mismo título al que se acoge, nos dice -o, mejor, nos desdice- la cifra del mundo. Quedémonos, pues, en tal puerta: El mundo se originó / a partir de cero. / De ahí su redondez. // Pero el mundo se construye / de renglón en renglón. / De ahí el verso.
Del equívoco y de la memoria escribió también el narrador Alberto Savinio. En su Nueva Enciclopedia, nos presenta la idea de memoria partiendo de una digresión sobre el lenguaje comparado. Frente a nuestra expresión saber de memoria, semejante a la italiana conoscere a mente, llama la atención sobre la lengua francesa e inglesa. Sus formas nos acercan a la memoria, en palabras de Savinio, de manera precisa, acaso perfecta. Nos dice que en estos idiomas, en expresiones como To have by heart o connaître par coeur: la cosa que sabemos de memoria (…) la sabemos por medio del corazón, o sea, la amamos, como si el recordar fuese amar.
Sobre el equívoco reflexiona Savinio a partir de una anécdota personal aunque, creo, fácilmente compartida. Cuenta Alberto Savinio que durante mucho tiempo mantuvo asociada apasionadamente la Sonata para Piano número 26. Opus 81, de Beethoven, titulada El adiós. La ausencia. El regreso, a la imagen de dos amantes separados. Al menos así fue hasta enterarse que la mencionada sonata fue escrita por Beethoven para celebrar la vuelta del Archiduque Rodolfo de Viena y de su corte a la capital austriaca el año 1810, tras firmarse la paz con Francia.
Diario de la distancia acontece literariamente justo desde esa misma contradicción explícita que presuponen los errores, las imágenes, la memoria. ¿Qué nos puede mostrar un diario, mensaje íntimo de alguien para alguien, ya sea incluso él mismo, cuando ese se escribe desde la distancia, desde la lejanía? ¿Qué hay de verdad o falsedad desde el tiempo ido? ¿Hasta dónde alcanza la verdad de la escritura, la falsedad de lo vivido, la realidad de la memoria? Acaso, la única respuesta posible venga dada por la misma escritura cuando se desliza, en palabras del también insular canario Andrés Sánchez Robayna, sobre el borde impreciso de su propio fluir.
De otra forma -o de la misma, pero en un revuelco a esa metáfora mallarmeana y común que es la imagen del texto del mundo- se viste el decir poético de Antonio Jiménez Paz: Pero venid, / venid a ver -desnudez al margen- / el libro por dentro / que todo cuerpo esconde.
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Diario de la Distancia
Cerraron el camino que cruzaba los bosques
hace setenta años.
El tiempo y la lluvia lo han deshecho otra vez,
ahora ya no podrías saber
que una vez hubo un camino a través de los bosques
antes de ser los árboles plantados.
Está debajo de los sotos y de los brezos
y de las anémonas delgadas.
Sólo el guarda ve
allí, donde los pichones aprenden a volar,
y los tejones escarban con más facilidad,
una vez hubo un camino a través de los bosques.
R. Kipling
1.
El mundo se originó
a partir de cero.
De ahí su redondez.
Pero el mundo se construye
de renglón en renglón.
De ahí el verso.
2.
Aunque anduve descamisado sobre el sol
no tengo alma de luciérnaga,
caballo bajo las ingles,
sombra que arrastrar.
Pero venid,
venid a ver -desnudez al margen-
el libro por dentro
que todo cuerpo esconde.
3.
Irrumpe una flecha
en la humareda de la noche,
se clava y alcanza su empeño
los escondites del querer,
se aloja y deja el corazón malherido.
En la herida yace una razón.
Y en la razón, humo.
Demasiado humo
para distinguir al arquero.
4.
Debo el don de la vida a un cuchillo
en mejillas afilado.
Hubiéranse, si no, aburrido
todos los astros metálicos.
Pero su filo me ha tallado en sombras:
me ha dado dolor porque me ha dado
rostro.
La luna como una hoz
me pertenece.
5.
Alguien me espía
y no localizo sus pasos.
Sus pasos me rondan
y no vislumbro su sombra.
Su sombra deambula
por alguna parte del mundo.
No conozco el mundo
y alguien me espía.
Tengo un ángel de la guarda
que es un idiota.
6.
Cuando la vida queda aparcada como un coche
alguien camina hasta trasponer por la acera
dividido en dos provincias
y con el nombre de su país
en la punta de la lengua.
Soy yo, perdido como un jugador
y seguro como un tramposo
con las llaves en el bolsillo.
¿Quién será el que regresa?
7.
Ya se van quienes entraron en mi casa
cargados de enciclopedias de amor,
ya se van, ambulantes de labios rojos,
dicharacheros del engaño a ultranza,
malhablados
sin palabras plenas de palabras,
ya se van.
Ya me quedo,
ya me hablo,
ya me compro.
8.
Naces mil veces a solas emulando
el llanto de los niños apurados en crecer
con la semilla de la luz en sus vientres,
siempre renunciando
a las tetas de la madre
que calma el grito y no
la lágrima rotunda.
Ay, soledad,
qué pudor me envuelve
verte desnuda.
9.
Un pie libre y descansado.
Luz levemente soleada
lamiendo cuchillos y tenedores,
mantel sobre una loncha de tacto.
El resto,
paisaje azul y con deseo.
Abajo,
el otro pie
próximo a la orilla del mar.
10.
Cabalgando de año en año,
cabalgando sobre un caballo de cartón masticable
llego hoy por fin a donde arrecia el viento
y me persiguen olores,
al barrio de la sabiduría inscrito en los mapas,
en todos los manuales redactados
junto a estanques de primaveras mudas.
Cabalgando de año en año
soy caballo,
no jinete.
* Acerca de los datos biobibliográficos del autor puede el lector interesado consultarlos en nuestro post del 5 de diciembre de 2009 AQUÍ