De: Bote Negro (2013)
3.
¿Qué terror es éste, enraizado en la escritura
como oficio y deber, como espinas en la niebla de marzo
que ella no puede quitar y sin embargo canta?
La dulzura de la fe en las palabras que escapan
de su cárcel es semejante a nuestra supervivencia
en esta ciudad sin ángeles.
Vendrá el sol como siempre, a romperse frente
a mi asombro y vendrá la noche como una hilera
infatigable de hormigas.
Y cerraré este cuaderno, y soñaré con árboles
rugosos pero sin heridas.
Y con la clemencia de la luz.
5.
Ahora, tarde en la tarde, marzo sonará en la
palabra púrpura, al borde de la métrica,
inclinada en su terraplén.
Escribo dentro de un grabado mientras la palmera
izquierda (la pequeña) espera su salud perdida
y el encanto del cielo sobre sus nuevas hojas:
un mosquitero de encaje.
Mi mente está calma como un lago
escuchando la voz del hombre que anoche
en mi sueño me preguntaba por las constelaciones.
¿Era ésa la voz del lenguaje?
¿Por qué rompà mi poema del tiburón?
Si viene la lluvia será un exilio, un intervalo
en el teatro de mi pobre, pálida memoria.
Montañas azules, pueblos silenciosos, cardos al sol,
palomos que arrullan las siestas y un humo (¿la voz?)
en la carretera.
9.
Invento el jardÃn que no tuve y me fotografÃo
bajo un toldo de cielo.
Cuando menos lo espere, la palabra jardÃn
me abandonará, y volveré a mis pueblos con
calles de tierra y corazón dorado.
Me dedico a barrer sombras alargadas como cangrejos raros,
sombras de siglos en ciudades inquisidoras, dulcemente
hostiles a mi curiosidad y a mis robos.
¿Robar para el poema, no para la corona, tendrá perdón?
Hasta que la luna salga en mi búsqueda
le quito Groenlandia a los daneses y escribo
en esta página una carta al viejo Erik el Rojo.
En borrador, sobre mi rÃo y mis piedras, mi canción
y mi Sur. Y las tribus diezmadas, y una oscura
mancha de petróleo sobre la palabra justicia.
10.
El hombre de maÃz dirÃa que el espÃritu de
la palmera enferma se adueñó de mÃ.
Y que debo dedicarle la nube del próximo poema
en que aparezca la palabra nube.
Le pregunto por la tristeza.
Dice que debo acomodarme al viento de la vida.
Y que le cante en rima a mi raÃz.
Porque a la suya —la de la palmera— le cantará
la tierra, la cobijará como me cobija el dÃa que se va,
página a página, cobalto sobre blanco, como el recuerdo
de esa foto mojada por la lluvia que cerró el incendio.
12.
El pasado es un paÃs extranjero, donde no sé nombrar
mi desajuste con el mundo ni los árboles frondosos
de las riberas de los rÃos secretos (secretos-rÃos),
que corren hacia la eternidad llamada mar.
No, no hablaré del porvenir: es un cuarto oscuro
donde sólo puedo votar por la muerte. Sus afiches
son bellos, pero irritantes de tan verosÃmiles.
“¿Y el presente?”
Ah, MarÃa, el presente es una piedra azul, opaca, libre,
cubierta de polvo, que me recuerda al poema
balbuceado anoche en mi libreta, que deshilaché después,
sin fiebre y sin compasión.
13.
Puedo oÃr los perros a la distancia, antes de dormir.
Y ellos me consuelan, consuelan a mi corazón cojo
y me hablan de lo único que tiene valor.
Testimonios austeros de la vida, un sacudir de
ramas en los dÃas obedientes.
Como el sonido de una flauta en la noche débil,
como un humo herido por la ausencia de luz.
Viajaré por la página de la noche sin mentir,
viajaré otra vez por mi rÃo barroso que se cree mar.
Y mañana, en mi taza de niebla en la cocina,
como todos los dÃas oscurecidos por la lentitud,
veré la simetrÃa.
Los poemas publicados han sido seleccionados por Paulina Vinderman para acompañar a la entrevista que le realizara el poeta Rolando Revagliatti para Palabra Viva y que puede leerse pinchando aquÃ