Enrique Solinas




Enrique Solinas

La poesía es un jardín 
en movimiento (*)







«Je suis belle, ô mortels! comme un rêve de pierre»
Charles Baudelaire





1. Acerca del origen
      
      
Si pensamos en las dificultades posibles en torno a la poesía, antes conviene esbozar una definición personal sobre ella, una visión heredada desde el momento en que descubrimos su existencia y  que a partir de allí hemos ido modificando hasta moldear el concepto presente en nosotros. Apreciación errada o no, según la mirada de quien intente nombrar su esencia, pero lo suficientemente justificada para construir un mundo particular que será la base de la propia escritura. 
      
Octavio Paz expresa su inutilidad y su voluntad de  transformación, además afirma que el arte es un destino en el cual nos realizamos; Hölderlin nos habla sobre su inocencia y cómo, a través de la  palabra poética, el hombre da testimonio de lo que es; Huidobro la define como la síntesis de toda las potencias creadoras del hombre y resalta su condición de mágica. 
      
Si observamos el mundo de la literatura, comprobaremos que –en todos los tiempos– se ha intentado poner en palabras lo que la poesía es, pero los griegos, desde esta perspectiva, fueron los primeros que la nombraron de la manera más justa. Fueron quienes inauguraron el concepto de poíesiz  una acción que transforma y otorga continuidad al mundo, que reconcilia al pensamiento con la materia, con el hombre, con el espacio y el tiempo. 
      
Esta definición aristotélica refiere a la creación en general, pero con el correr de los siglos fue circunscripta a la poesía, enunciada en forma de poema, como si ese fuera el lugar permitido y determinado para su ubicación. Lo cierto es que a partir de esta cárcel construida por la retórica comenzaron las dificultades de la poesía, asociada al arte adivinatorio, a la locura, a la metáfora y al símbolo; expulsada por Platón de su país natal, destinada a recluirse en habitaciones escondidas, en sótanos temidos y en altillos celestiales; vidente ciega, niña huérfana, sirena despiadada, anciana refulgente. Y en su etapa de desarrollo y afianzamiento se materializaron sus dificultades. 




2. La poesía y el poema

Cuando la poesía ya aparece en forma de poema, antes hubo un proceso que no es posible situar en un espacio específico, como tampoco medir en tiempo cronológico. El poema se construye en torno a una idea, pero no toda idea es un poema. El mundo existe atravesado por el pensamiento, las ideas fluyen, pero esto no significa que todo pensamiento o idea sean poesía. 
      
Aquí nos encontramos con otra dificultad, ya que una excelente idea no garantiza un buen poema, aunque sí un buen poema puede prescindir de una idea excepcional. Tal vez los mejores poemas carezcan de pensamientos revolucionarios o reveladores en torno a nuestra realidad, pero tienen eso que no podemos precisar, y que sin embargo nos conmociona, queda en nuestra conciencia como un sueño que se repite incesante. A partir de esta descripción, aparece un doble movimiento necesario: ir a la búsqueda de la poesía, con la certeza de que nada hemos de encontrar; prepararnos para recibirla, porque ella irrumpe sin anuncio previo. Entre la búsqueda y el encuentro sucede su configuración. Se presenta desnuda y desaparece, a la espera de que la percibamos, para seguir su rastro hasta que decida revelarse una vez más. Esto nos permite afirmar que cada poema es un acto de fe.     
Una nueva dificultad de la poesía es su ubicación espacio-temporal. Ocupa todos los tiempos y todos los espacios, de manera arbitraria. Sucede cuando debe suceder y no hay una explicación razonable al respecto. El poema puede estar alojado en la memoria del pasado y manifestarse en el futuro, o aparecer en el presente para luego surgir y desarrollarse. Lo más importante, lo ineludible, es la intención de quien trata de percibirla, porque sin ella el poema es inexpresable o un sinsentido. 

3. La poesía  y el silencio

Entre los distintos momentos de manifestación y ocultamiento, la poesía ofrece niveles de silencio que es posible captar y necesario describir. Entre ellos, cabe destacar el silencio de la pausa, el cual está íntimamente ligado al proceso creativo y resulta imprescindible para poder reflexionar sobre el camino transitado y las nuevas significancias que implica. Tenemos también el silencio del vacío, que se opone al de la plenitud, cuando la poesía aparenta ser un laberinto y el poema simula su agotamiento porque las palabras no bastan. Asimismo, aparece el sonido del silencio, cuando éste habla –en la experiencia poética– porque atraviesa la orilla de la vida y se dispone a trasmitir sus conocimientos y a ofrecer revelaciones que en su anterior condición le era imposible expresar. Aquí ya podemos hablar de una dialéctica del silencio, donde la poesía está conformada por elementos opuestos que cambian su realidad, la transforman, pero mantiene siempre su esencia, como una heroína trágica.
A lo largo de la historia el silencio ha cambiado. La poesía se acomoda a estas nuevas expresiones para así reafirmar su identidad y origen. En este devenir, aparece la tercera dificultad, pero al mismo tiempo deberá entenderse como un proceso en el cual se debate tanto creación como creador. La ausencia de sonido, el mutismo que dice, la introspección, son dificultades necesarias, momentos de imprescindible lucidez para la configuración de la poesía.
4.  El sueño de una aproximación

Si pensamos la creación como un universo propio e íntimo, la poesía es un jardín atemporal. Cada quien va construyéndolo sobre la base de su interpretación y traducción. Esta traducción, a su vez, tiene un gran componente de experiencias vividas y ficcionales, las cuales se fusinan de manera autorreferencial e impersonal, para construir el poema que pide el deseo. A medida que la poesía va realizando sus movimientos de aparición y retirada, siempre hay algo que no termina de desvanecerse y siempre hay algo que no termina de materializarse. En tanto el jardín se va construyendo, altera el punto de percepción, se transforma, influido por el aquí y el ahora. Esto sucede un instante más allá de este presente. La poesía va modificando su propia estructura y, la última dificultad con la que nos encontramos, es la  incapacidad de aprehenderla. Apenas se nos está dado aproximarnos a su nueva, constante transformación. Como todo ente vivo, siempre se nos escapa o escabulle. Aparece algo en ese jardín que antes no habíamos contemplado, lo cual nos lleva a un nuevo posicionamiento frente a su entidad. 
 
De esta manera, la poesía evidencia su verdadera materia. Se trata de un jardín en movimiento que, a medida que va expresándose, reelabora su cuerpo y dirección. Como un sueño feroz y bellísimo, su existencia cambia la percepción. Impone sus propias leyes, atraviesa todo aquello que está a su paso. Permanece dormida en la existencia de cada hombre, despierta de repente, arrasa, seduce, y vuelve a esconderse. Deslumbra su visión, pero se trata nada más que de una aproximación a su esencia. Cada vez que nos acercamos, se aleja, y allí tenemos la única certeza que la poesía otorga. 

En ese momento de introspección, somos conscientes de su cualidad de inapresable, comprendemos la imposibilidad de su captura. 

Entre la  poíesiy la cárcel retórica, el pensamiento y la sensación, el espacio y el tiempo que ocupa, el devenir, un acto de fe, el doble movimiento y su intención, los distintos niveles de silencio y la certeza de su frustrada aprehensión, las dificultades de la poesía resultan totalmente imprescindibles, porque sin ellas, ninguna forma de creación poética podría ser posible o no tendría sentido.








(*) Este texto pertenece al libro Dificultades de la poesía, AA.VV, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2011. Analecta Literaria agradece a su autor y a Ediciones del Dock, la autorización para publicarlo. 







ENRIQUE SOLINAS nació en Buenos Aires el 11 de Julio de 1969. Es Profesor en Letras y Ciencias de la Comunicación y Licenciado en Letras. Desde 1989 colabora con publicaciones de Argentina y del exterior,  ejerce la docencia y forma parte de grupos de investigación (CONICET). Publicó en poesía: Signos Oscuros (1995), El Gruñido (1997), El Lugar del Principio (1998), Jardín en Movimiento  (2003), Noche de San Juan (2008), El gruñido y otros poemas –Antología poética–  (2011). En narrativa publicó el libro de cuentos La muerte y su conversación (2007). Por su labor literaria obtuvo varios premios, entre ellos, el 1er. Premio Rotary Club Bienio 1990/1991, 1er. Premio Nacional Iniciación Bienio 1992/1993, de la Secretaría de Cultura de la Nación, el 1er. Premio Dirección General de Bibliotecas Municipales de Buenos Aires 1993, Mención en los Premios Municipales de la Ciudad de Buenos Aires a la Producción 1994/1995, Subsidio Nacional de Creación de la Fundación Antorchas, Concurso 1997 de Becas y Subsidios para las Artes, el 1er. Premio Estímulo a la Creación año 2000 de la Secretaría de Cultura de la Nación, el 1er. Premio de Cuento Fantástico 2004 de la Fundación Ciudad de Arena y la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, Mención Especial Concurso Dorian 2007, por la Promoción de la Diversidad y la Cultura, Lima, Perú, etc. Su obra y forma de parte de antologías nacionales e internacionales, siendo parcialmente traducido al inglés, al italiano y al portugués. Actualmente, además de la poesía, su actividad incluye la narrativa, la crítica literaria y de artes plásticas, el periodismo cultural y la investigación. Es miembro del Consejo Asesor de Analecta Literaria