Gonzalo Márquez Cristo

Fotografía de Carlos Duque
Siete Poemas





EN NOMBRE DEL GRITO


Crees tanto en la sed: en la vida... En lo invisible. Duermes de cara al oriente. Te purificas en el peligro. En los libros delatas al tiempo como a un pájaro disecado.

En el bosque una encina te sigue. La luz te nombra. Cuando eliges el rumbo del dolor alguien te da un sorbo de agua.

Deseas: esperas siempre equivocarte. Asumes la tiranía del ojo llamada viaje y a veces con un rostro logras curar tu frío.

Sabes de un paraíso que nunca será memoria.

Asistes a la mascarada de la sobrevivencia aunque un ecuador lejano y voraz atraiga tu vuelo. Así logras persistir.

Tus palabras caen como puñados de tierra sobre un cuerpo desnudo. 

Aquí comienza el instante. ¿Quién clama? ¿Quién responde entre la sangre? ¿Quién descubre su sombra incandescente?

¡Que el grito siempre pueda detener la herida..! 

¡Que el lenguaje alcance para no morir!



LA SOMBRA REPARTIDA


La noche liberaba sus ojos. La joven de cabeza rasurada arrojó los caracoles y leyó el sueño de los solitarios. 

A una adolescente el miedo del amor le era revelado... Un extranjero bebía un rostro. Vimos al hombre de la esposa compartida. 

El delirio era la venganza de los derrotados.

Imaginé un deseo que fuera un mar nocturno y hallé mi nacimiento. Me mecía el ardor. Agradecimos a la herida. 

Intenté lo indescifrable. Sentí la escritura del oleaje y supe que en tu cuerpo se detenía la oscuridad...

Dentro de ti sólo festejé lo perdido. Renové mi muerte y sentí al tiempo partir.

Escapé. La embriaguez extendió mi desolación. El vértigo me ocultó del ardor pero no abolió los desiertos. 

También el cuerpo fue palabra. 

Resistimos el ocaso del ritual y la belleza de quien nunca olvida partir. 

Nos dijeron que el único lugar de encuentro es la muerte. 

Pretendimos la liberación del origen. 

Siento que la tierra 
responde todas mis preguntas.


RESTITUCIONES


Pretendo que todo lo perdido se convierta en poema.

Las heridas como los huracanes tienen nombre. Y aunque ignoro por qué a mi alrededor nacen los abismos, desde el origen fui mancillado por la felicidad, por su cima inclemente.

Las invasoras restas del recuerdo. La pugna de la raíz. La antigüedad del silencio...

No pongo flores en el cementerio del sueño, pero continúo a pesar de todas las arenas movedizas del espíritu.

La culpa que no te deja partir es el amor.

Y ahora la niebla, la lluvia, la ausencia...

El desequilibrio llamado belleza, la terrible orfandad de lo sagrado, la rosa ígnea que me guía en la desesperación...

Sé que el camino terminará por encontrarme.

Como todo lo que se hace visible para morir.



DESCENSO A LA LUZ



La noche es mi regreso. Transito el museo de la ausencia.

Todo sufrimiento es inútil para quien no persigue la poesía, para quien no alimenta con sus ojos a las águilas.

Ejercito la sed. Amo tan sólo a quienes no pude salvar.

Ya no existe una oscuridad que guíe nuestros sueños ni los fantasmas del deseo inconcluso; sólo el abyecto intercambio que ha remplazado al rito.

Ya no busco, pierdo...

Y ni siquiera encuentro lugar en el asombro.

No puedo olvidar más. Ni pretendo saber las tres respuestas ocultas por la muerte.
Aquí nadie carece del odio necesario para recobrar el paraíso, ni confiesa su ruda caída en el día.

Debo ser sombra o grito. Retorno o nacimiento.

Cada origen decretará la abolición del yo.

Es entonces cuando la respiración será verde.

Y aunque todo se lo deba al dolor... Avanzo: caigo. Elijo los caminos que no tienen final. Las voces que incendian las tinieblas. El poema.

Tú lo sabes, cuerpo estremecido:

No es en el tiempo donde he puesto mis palabras.


OSCURO NACIMIENTO

Fuera de ti, amo sólo lo que es de todos...

Destruyo mi alianza con el sol. Mi fin acabará por encontrarme. Convertida en fragmentos me guías al nuevo sabor, saber del agua. ¿Cuántos sueños no hemos usado?

Giras, te perfeccionas: te tornas vegetal. Tus dedos caen como hojas... Una palabra agoniza. Enceguezco.

Ninguna de mis preguntas tiene respuesta, dices con voz de ámbar. Ni soledad, ni nacimiento...

Los ojos se rebelan. Surge entre nosotros un dios efímero que debemos devorar. Atemorizados entregamos los nombres. Aprendemos las primeras sílabas. No es posible descreer del miedo con sus

fundaciones, sus túneles sagrados, sus sombrías génesis, sus evasivas ardientes... Aunque a veces nos distancie el amor.

Nadie arde dos veces en el mismo fuego.

Mujer, trae la tierra, abrígate con tu sombra. Renuévate en las tinieblas, escapa en tu respiración... No sustituyas la muerte por la escritura de la verticalidad...

Escucha venir el tiempo.


(A Pilar, dibujo en el agua)


CITA DE LA TIERRA 


Lo tenía todo hasta que llegó la palabra.

Durante la vigilia conocí el grito azul. Probé todas las máscaras incluidas las del tú. Esperé que mi pobreza me hiciera libre y delaté a aquellos que decidieron heredar los desiertos.

Los señalé con mano de sal y deserté de la luz.

La sublevación del deseo nos dejó a la intemperie.

Imitamos la palidez de la luna y curamos la herida del insomnio con la ventana trémula de un cuerpo desnudo.

Las lágrimas, el miedo, las visiones, y todo lo que será recuerdo, me forzó a la fuga de mi rostro.

La tierra citó a sus testigos y los árboles fueron leídos por el viento. El fuego nuevamente interrogó nuestros sueños.

La sangre del amanecer cayó en mi pecho y padecí el cruel reinado de las horas.

No sé cuánto más debo perder para que me sea develado el poema. No sé cuál es la sed que debo atizar para continuar en la respiración. Eludí las rutas propuestas por el sol. Bauticé todo lo

perdido. Habité la Edad del grito. Emprendí el camino hacia mi voz.

Y ahora, cuando cierro los ojos, alguien regresa a la vida.



EL LIBRO DEL AGUA 


Nunca dejaré de perseguirte, sagrado delirio. Ni cuando advenga la paz de los injustos. Ni cuando despierte en la oscuridad entre escombros del deseo.

No es en el fuego, ni siquiera en la tierra, donde ha escrito el tiempo: conozco su libro fugitivo.

Todo lo que pretendo cantar no pertenece a la vida.

La marea sigue preguntando y yo suscito oscuridades, hasta que alguien me entregue sus límites.

Todavía busco lo que buscaba.

No sé si el poema sirve contra el miedo. No sé si algún día existirá quien pueda amar a los que reinan. No sé si el hombre seguirá oficiando en altares devastados.

Pero comenzaremos por cobrar todo lo que nos adeuda el silencio. Compartiremos nuestra sed.

El verdadero despojamiento es el que conduce al origen. La luz es tan reciente...

Mis palabras caen como semillas. Mis ojos ya han sido sembrados.
Aquí a mi lado, en este desierto populoso, alguien desconoce la mano que se necesita para morir.







GONZALO MÁRQUEZ CRISTO es Poeta, narrador, ensayista y editor colombiano. Nació en Bogotá, Colombia, en 1963. Ha publicado dos ediciones del poemario Apocalipsis de la rosa (Quimera del Oro, 1988; 1990); la novela Ritual de títeres (ganadora de Beca Colcultura en 1990; 1992); El Tempestario y otros relatos (1998); La palabra liberada (primera edición 2001; segunda edición, 2005), la antología Liberación del origen (2003) y Oscuro Nacimiento (Mención concurso nacional José Manuel Arango, Bogotá, 2005; segunda edición 2006). En 1989 participó en la fundación de la revista cultural Común Presencia (reconocida con Beca Colcultura a mejor publicación cultural del país, 1992), de la cual es su director. Es creador y coordinador de la colección de literatura Los Conjurados, actualmente distribuida en cinco países. Dirigió el programa televisivo Letra Viva. Es Fundador y Editor General del semanario virtual Con-Fabulación, que actualmente cuenta con 100.000 suscriptores. Varios de sus poemas y relatos han sido traducidos al inglés, francés, alemán, árabe, italiano, portugués, japonés y braille; y figuran en 33 antologías. Es co-director del Día Mundial de la Poesía (versión Colombia) instituido por la Unesco. Obtuvo el Premio Internacional de Ensayo Maurice Blanchot (2007), con su trabajo "La Pregunta del Origen".  Con su libro Grandes Entrevistas de Común Presencia obtuvo el «Premio Literaturas del Bicentenario» del Ministerio de Cultura, 2010. Es asesor del Festival de Literatura de Bogotá.Su obra ha sido comentada por importantes poetas y pensadores de nuestro tiempo como: E.M. Cioran, Roberto Juarroz, José Ángel Valente, Bernard Noël, Fernand Verhesen, António Ramos Rosa, Claude Fell, Roger Munier, Olga Orozco, Antonio Gamoneda, Eugenio Montejo, Claude Michel Cluny, Martha Canfield, Franco Volpi. Ha participado en Encuentros de Poesía o dictado conferencias en una veintena de países. En 2005 y 2006 fue finalista en el concurso nacional de literatura Libros y Letras elegido por votación de los lectores. Desde el año 2006 dirige el Taller de Creación Poética del Departamento de Literatura de la Universidad Nacional de Colombia.