Habitación*
Un despliegue de cartas españolas
sobre la superficie tambaleante de la colcha
que cubre el cuerpo de mi madre
movedizo
increíblemente movedizo dentro de su enfermedad
ese vasto sitio donde todo confluye: nuestras conversaciones
el miedo
las manos de los médicos
las de mi madre que dicen ay.
Montones de cartas resguardan ese cuerpo
ahora
y quieren abrigarlo
mamá las ha echado alzando su brazo con brusquedad
–revoltijo en el aire cara y ceca sin pronunciación–
para dar un salto hacia el futuro
ese otro lugar que no existirá para ella
aunque las cartas vaticinen fabulados prodigios
lunas fosforescentes en la ventana quieta
luces para repartir como caramelitos en un cumpleaños.
Todos aquí
nos asomamos al futuro de mamá
estirando el cuello hacia la colcha
que ya no soporta el colorido de las barajas
ni el temblor rudimentario de su cuerpo.
Está hecho de nácar su cuerpo
deshecho su cuerpo
lábil entre las sábanas
que apenas recuerdan sus perfiles
las líneas
las rugosidades
ese cuerpo que se adelgaza en una precipitación
que no conoce límites.
Grande es el sitio que la espera apenas su cuerpo logre olvidar
cada una de las cosas que hoy la alimentan y cobijan
nácar como piedra o interior de caracola
nácar los diminutos botones de su camisón
Dice que no quiere morir
y lo dice en medio de cualquier conversación
mientras acaricia el borde sedoso de la frazada al pasar
así
soltando un apretado pensamiento
que no termina de ser pensamiento
en el interior de su desmoronada cabeza
frase mordida que al ser soltada
despedaza el aire de esta habitación
donde todos respiramos mirándola a ella
que acaricia el borde de la frazada y habla.
Qué es morir, me pregunto
¿que el cuerpo esté en un lugar
y la voz en otro distinto?
Morir.
Irse a lugares donde los ecos de las voces se copian
en una interminable secuencia
y no hay quién escuche
aire y voz
ahora mi madre
acompaña este deslizamiento de mi mano
sobre la hoja
blanca
nítida la hoja
perspicaz y almidonada.
¿Qué hacen las voces sueltas tan lejos del cuerpo
en medio de esta voracidad?
Hay demasiadas preguntas
desparramadas sobre esta hoja
escuálida y prístina
todas escritas por mí
balbuceadas por las voces de mi madre
ahogadas por la perfección del rectángulo
en su antiquísima vacilación
Detrás de una mampara de luz
alcanzo a verla a mamá
un cubículo de luz
un ramalazo de luz
una luz derretida en sus contornos
sólo mirar
ni una palabra
ni una pregunta
las frases en la boca no hacen más que confundir
el desvelo de los ojos.
Las palabras trazan en el aire geometrías absurdas
que desbaratan la trama de las telas
que las arañas tejen
recluidas
babeando y flotando en un ángulo estrecho.
Ver
sólo ver
con los ojos agrandados por el esfuerzo
de despejar el mundo de tanta bruma.
Frío.
Pienso en el frío cada vez que veo
la puerta cerrada de la habitación
donde mi madre duerme a cualquier hora del día
cuando la claridad se filtra a través de la puerta
con banderola y vidrios
y un picaporte lleno de nudos superpuertos.
El frío llega de todas partes y se enseñorea
¿Quién querría entrar en esa habitación
si antes la mano debe soportar el roce de semejante picaporte?
Apenas empieza a oscurecer en el patio
los vidrios de la puerta se convierten en espejos
entonces yo me puedo mirar: cara redonda
ojos abismados y ningún resplandor que vacíe
el profundo contenido del principio de la noche.
La muerte es una caja que se abre desde adentro
hay que hacer mucha fuerza con el cuerpo
con los pensamientos
para que por fin se abra.
Mamá lo intenta
pobrecita
lo intenta y no le sale bien
nosotros sólo somos testigos
pero de tanto en tanto
con cierta ceremonia y un poco de grandilocuencia
como en las tragedias griegas
cantamos a coro una canción que repite lo ya sabido
con un tono elegíaco y desafinado.
Papá me explica que los animales no tienen alma
podemos matarlos si queremos
sólo sirven para saciar el hambre.
Mi padre asegura que la guerra es el motor del mundo
es difícil creerlo
el mundo se desplaza sobre el infinito vacío universal
devora amplitudes
y nos lleva consigo en su invulnerable armonía,
la guerra en cambio no hace más que complicar el orden
inconstante.
No se lo voy a decir
no
él odia que lo contradigan
mi padre respira mal
los círculos de luz que orbitan en torno de su boca
esos incontables cigarrillos encendidos van a terminar
matándolo.
¿Qué es la muerte?, le pregunto
él no dice una sola palabra
sólo se queda mirando la puerta
en la que brillan los cristales y la banderola.
Qué habrá después de esto.
Días y días acumulándose
unos encima de otros en su igualdad tramposa
en sus disturbios
dentro de esa habitación donde mamá todavía sigue respirando.
Del otro lado del cristal de la puerta
de la banderola
del picaporte ampuloso
qué habrá para ella
para mí
cuando esa habitación deje de ser la cápsula del tiempo
y la muerte llegue para desabrigarnos
de una buena vez
Por qué mi madre está ahí
tendida en esa habitación cuadrada.
¿Por qué estamos nosotros aquí?
Dios no construye líneas rectas.
En qué se convertirá mi madre
cuando salga de la cápsula del tiempo.
–Las cosas grandes comienzan siendo pequeñas –dice papá.
Entonces cuando cumpla seis años voy a entender
lo que necesito entender, digo en silencio.
Y el silencio ayuda a que estas medidas
que usamos para calcular el tiempo
se hagan blandas
se dejen amasar
pulvericen las barreras de los almanaques
la infinitud de las cintas métricas
y el corazón avasallado de los relojes.
Aún así lo que veo es tan enorme
tan enorme
que no alcanzan mis pretensiones
ni el hambriento trayecto de mi mirada
ni mis brazos extendidos
Desde el otro lado de la puerta de vidrios y banderola
se perciben continuos murmullos
un respirar arrítmico
una agitación
mamá se prepara para irse a un lugar impreciso
ella nunca sale de la cama
está metida en cuestiones de extraña importancia
lleva rigurosamente puesto su camisón
adornado con puntillas y aureolas que van mutando
no merece ni una miserable mirada ese camisón
y menos que menos una fotografía.
Alguien está hablando desde hace mucho
alguien está hablando
no es mamá
tampoco nosotros
habla una voz que se filtró entre las hendiduras del aire
una voz llena de hilachas
de agujeros.
Sabemos muy bien lo que ella hace en esa habitación
así como sabemos que los árboles crecen
hacia abajo y hacia arriba
o que el agua hierve
si se la deja atrapar por el fuego
dentro de un recipiente plateado
aunque saber lo que se dice saber
no es un asunto del que nadie en esta casa pueda jactarse
morir por lo visto
resulta una tarea complicada
requiere de testigos
de una puesta en escena
de un cuerpo quebrantado
y de un dolor que no encuentra su lugar
que va y que viene y se reparte
entre muebles recostados sobre paredes lánguidas
en los ángulos estrechos
y el aura que rodea las plantas
morir se parece a un juego
que estuvo mal inventado desde el principio.
De: De madrugada (2015)
* Adelanto del libro De Madrugada, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2015, que será presentado el 23 de abril de 2015
IRMA VEROLÍN, Poeta, narradora y ensayista argentina, nacida en Buenos Aires en 1953. Estudió letras en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires y en grupos de estudios particulares con diferentes escritores e investigadores. En poesía participó desde fines de la década del setenta y hacia finales de los ochenta en el taller “La casona” coordinado por Marcos Silber. Integró el taller de Héctor Freire y Daniel Calmels y posteriormente el de Gustavo Geirola en el teatro I.F.T y en forma privada en el de Liliana Lukin. A partir de 1988 se dedicó a la narrativa. Ha publicado cuatro libros de cuentos: Hay una nena que gira, La escalera en el patio gris, Una luz que encandila y Una foto de Einstein tocando el violín y dos novelas: El puño del tiempo y El camino de los viajeros. Es también autora de literatura infanto-juvenil: La gata sobre el teclado, La lluvia sobre el mundo, El misterio del loro, El ferretero del tornillo perdido, entre otros. Ha obtenido diversas distinciones entre otras el Primer Premio Internacional de Novela Mercosur, el Premio Fondo Nacional de las Artes 1987, Premio Emecé 1993-94, Primer premio de Encuentro de Escritores patagónicos, Primer Premio Municipal Eduardo Mallea por su novela (La mujer invisible, inédita), primer Premio internacional “Horacio Silvestre Quiroga”, Beca a la creación artística del Fondo Nacional de las Artes, Primer Premio Internacional de Puerto Rico Fundación Luis Palés Matos, Primer Premio Macedonio Fernández de cuento, tres de sus novelas fueron finalistas en los premios Fortabat, La Nación de Novela y Planeta de Argentina. Ha participado en diversas antologías en el país y en el exterior. Ha sido traducida al inglés y al alemán. Es autora de ensayos literarios y de trabajos sobre evolución de la conciencia y calidad de vida. Es Maestra de Magnified Healing y de Reiki. Desde el 2014 tiene a su cargo junto a Inés Legarreta la coordinación del ciclo “Encuentros de Narrativa” en la entidad Artistas Premiados Argentinos. Acaba de publicar el libro de poemas De madrugada (2015).