Poemas Éditos e Inéditos POEMAS ÉDITOS SOBRE LOS OBJETOS HALLADOS EN LA COSTA de la percha del confÃn del mundo colgaba su ojo su ojo desmoronaba su ojo provocaba la catástrofe del sueño de arena. el inmóvil ojo de ginebra el ojo ancho y bello como un mural de Orozco (no el ojo usina) (no el ojo atalaya) el ojo de persianas de agua el ojo transparente como el grito de un ahogado el ojo dibujado con bestias de Altamira el ojo con pupila de océano lunar. el ojo fijo de lÃquido violento en ojo fijo de lÃquido en…
Sombras suele vestir El sueño, autor de representaciones, en su teatro sobre el viento armado, sombras suele vestir de bulto bello . Góngora, Varia imaginación . I —Lo echaré de menos; lo quiero como a un hijo —dijo doña Carmen. Le contestaron: —SÃ, usted ha sido muy buena con él. Pero es lo mejor. En los últimos tiempos, cuando iba al inquilinato de la calle Paso, rehuÃa la mirada de doña Carmen para no turbar esa vaga somnolencia que habÃa llegado a convertirse en su estado de ánimo definitivo. Ho…
La guerra en la flor del aire “Salà del nido con el embrión vegetal sobre la frente”, y te chocaste, mamá, con la clemencia de la especulación y no quisiste pudiste la guerrilla del status quo . Y ahà vino el trino de torcaza y su filosofÃa de ceguera, la tanada de la estirpe sastre y la superación social, el relincho de un alazán indomable que lavabas con sarnol en la laguna, un compañero, un hijo, la poesÃa. Lucio L. Madariaga Prólogo [Fragmento]
FotografÃa de Laura Muñoz © 2014 Analecta Literaria El compás 1 Un dÃa, después de muchas mañanas de asomarme en el balcón de mi piso, vi la nada. Cerré los ojos y dentro de mà estaba el tráfico. Los coches; los autobuses, los camiones cargados de piedras; el zigzag de los trabajadores de a pie y la carrera de los niños rumbo al colegio. Era una realidad ruidosa escenificada en silencio. Abrà los ojos y volvà a ver la nada. De pronto mi barrio de todos los dÃas era un vacÃo. ¿Ceguera? ¿Sordera? ¿Desaparición del mun…
Aquella vez de la madera * 1 Me están llevando ya los laberintos, el saludo nupcial de los que un dÃa fueron más viejos que la mano seca sostenedora de la luz. Me llevan los árboles de fibra estremecida, los mastines de agosto, la imperiosa noche del vagabundo. Las estrellas, de largo frÃo volador, recorren mis años indudables. La serpiente petrificada arriba de mis ojos. Ninguna desventura me fue ajena, ninguna flor se me escapó del tallo en la hervidora nube de los rostros, aquella vez de la mad…
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