S uerte de principiante me alcé con el pozo Pozo al que caà no como un principiante. P ara la foto mi embarazo no es histérico. U na exorbitancia: la monogamia. M i desprecio por vos siendo profundo ni siquiera es infinito. E l camino más corto es el trillado por mis enemigos. H ijo de la humillación ¿en qué te me has reproducido? F umo notas musicales y toso fragmentariamente los últimos hits. M is iniciativas ¿te ofenden? ¿Qué toman de la…
© Analecta Literaria And we shall play a game of chess, Pressing lidless eyes and waiting for a knock upon the door. I Se agrisa el lado cierto de la Tierra. AllÃ, Jesús y su perro, bajo estratos. Llovizna: hay otro aspecto de la vida, imprevisto, desconocido, ominoso. Se cierne sobre la sombra descalza. Se cierne sobre el cuerpo con pelaje. Dirán es la conclusión pero queda algo todavÃa: una madeja dentro de otra madeja, una rata que no se cansa de morderla, una tela rota, un género sin costura, una m…
Sudando, secándonos la frente con pañuelos, que humedecimos en la fuente de la Recoleta, llegamos a esa casa, con jardÃn, de la calle Ayacucho. ¡Qué risa! Subimos en el ascensor al cuarto piso. Yo estaba malhumorada, porque no querÃa salir, mi vestido estaba sucio y pensaba dedicar la tarde a lavar y a planchar la colcha de mi camita. Tocamos el timbre: nos abrieron la puerta y entramos. Casilda y yo, en la casa, con el paquete. Casilda es modista. Vivimos en Burzaco y nuestros viajes a la capital la enferman, sobre todo …
Asustada, balanceándose en lo alto de una silla con dos travesaños paralelos como si fuera un palanquÃn, la llevaron a la estación del pueblo. Por primera vez se alejaba de la casa y veÃa el monte de algarrobos donde sus hermanos cazaban cardenales para venderlos a los pasajeros del tren. Inés no conocÃa el pueblo. Pasaba largas horas sentada sobre una lona, en el piso de tierra de la cocina, mientras su abuela picaba las hojas de tabaco, mezclada con granos de anÃs, para fabricar cigarros de chala. LA abuela solÃa marcharse d…
P ara Teresa Parodi, chamamecera «No me importa y no me importa. Y no quiero seguir hablando del tema». El piojo hablaba solo, parado en la cabeza del ñandú. Daba vueltas, nervioso, mirando para todos lados. Después dio tres saltos grandes y dijo: — ¡Y ahora basta! ¡Se acabó! El coatÃ, el oso hormiguero, la garza y la cotorrita verde lo fueron rodeando muertos de curiosidad: —A ver chamigo piojo, si nos cuenta eso que le anda pasando —dijo la cotorrita verde. — Nada, nada, ¿no les digo que no me importa nad…
— No, no era un hombre bueno el Capitán Giménez. Una vez mató a un hombre porque le hizo trampas en el juego y otra, tuvo a su asistente estaqueado toda una larga siesta porque le quemó la comida. ¡No! — afirmó Don Cleto — bueno, lo que se dice bueno, no era, aunque esa vez del lobisón... Se interrumpió para beber su vaso de caña, hizo chasquear golosamente la lengua y luego pasó el dorso de la mano para secar los ralos bigotes y continuó: — ¿Usted cree en el lobisón? Bueno, yo tampoco creÃa porque como usted me he criado e…
Se habÃa generalizado en el pueblo la creencia de que Luis RamÃrez estaba loco. Pero no se hubiera podido decir si él sabÃa la opinión que la gente tenÃa de su persona. Si lo sabÃa, no se daba por ofendido ni tal opinión le preocupaba. Por el contrario, miraba a los vecinos, a los conocidos y a cuanta persona encontraba a su paso con una atención que si de algo pecaba, era de una cordialidad excesivamente atenta. Su indumentaria por lo demás llamativa, se centraba en un sombrero de alas pequeñas y tan ajustado, que sólo lograba ha…
LOS QUE SUBIAN Y LOS QUE BAJABAN Todos se equivocaban Cuando intentaban abrirla Como se abrÃan todas, - ella se abrÃa sola- Y los que ya habÃan subido DecÃan que no la cerraran - que ella se cerraba sola- De nada servÃan los gritos o las señas, seguÃan gastando su vida intentando abrirla o cerrarla. Ninguno se equivocó cuando bajaba, No habÃa nada más que gastar HabÃan aprendido que “esa puerta” se abrÃa y cerraba sola Y asÃ, bajaban sin hacer ningún esfuerzo, Liviano…
De: Ballestas contra el miedo [1990] INVENTARIO Miré si me quedaba alguna vÃspera, un claustro a quien gritarle su silencio, un retablo con fugas, aire, aire, un rastro de jardÃn en mis sentidos, un oboe llamándome, algo de yesca. ¡Por vida de, habÃa, acontecÃa!, asà que, ¿con qué gesto derrocarme? Hube de continuar, no tuve excusa.
Carta a un amor secreto « Escribo más para mà que para ti. Sólo busco aliviarme» Cartas de amor de la religiosa portuguesa. Al extranjero: Hubo una vez en mi vida un extranjero. Llegó como llegan los que están de paso: cuando menos lo esperaba. Nunca supe con certeza nada de él. Después de cada encuentro, yo suponÃa o imaginaba su vida. Y él, por su lado, hacÃa lo mismo conmigo. Hablábamos muy poco, pero a veces, cuando nos g…
* SabÃa que serÃamos cuatro en el grupo: Renata San Pedro, la empresaria textil, dos profesores universitarios especializados en Comercio Exterior y un abogado especialista en Derecho Internacional. A Renata ya la conocÃa, porque nos habÃamos encontrado en una premiación hacÃa algunos años. No me reconoció hasta que le dije que era la esposa del ingeniero Ernesto Pérez Matto, uno de los galardonados en aquella ocasión. Ella habÃa sido jurado y le entregó su premio al empresario joven más exitoso del año, o sea, a mi apuesto es…
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